lunes, 27 de agosto de 2007

Vigencia del pensamiento económico de Marx, José Cademartori

Colaboración de José Cademartori.

Ponencia al Coloquio sobre Marx y la Ideología Alemana de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile
22 de Junio 2006
La Ideología Alemana es la obra inicial en la que Marx y Engels expusieron su ruptura con la concepción idealista de la historia, representada por Hegel y los jóvenes hegelianos. Es una crítica despiadada al gobierno exclusivo de las ideas, a la especulación metafísica, con su pretensión de derivar de ella, leyes universales permanentes. “No es la conciencia la que determina el ser social, sino al revés, el ser social el que determina la conciencia”, resume su propuesta. En la Ideología Alemana y en otras obras tempranas hay también una crítica sin negar sus méritos, al materialismo anterior, individualista, contemplativo, que culmina con Feurbach. A pesar de ser una obra de juventud, la Ideología fue genial en muchos aspectos, pero, como toda obra de los comienzos, insuficiente y luego, profundizada por los mismos autores en los tres decenios siguientes.

En la Ideología Alemana está la primera exposición de la concepción materialista de la historia. Ella establece la primacía de la vida real de los seres humanos sobre sus pensamientos, de sus necesidades materiales de subsistencia y desarrollo, su naturaleza social y no individual, aislada. De allí la importancia del modo de producción de cada sociedad, de su modo de intercambio y de distribución. Surge también la importancia de la evolución de estos sistemas, a lo largo de la historia pasada y presente. Fuerzas o capacidades productivas (que también pueden ser destructivas) y que engloban desde la naturaleza hasta el ser humano, sus obras, la ciencia y sus aplicaciones, etc. Relaciones sociales de producción que vinculan a los seres humanos y las contradicciones entre ambos, son conceptos fecundos aportados por Marx y Engels.La economía constituye la base sobre la que descansa la superestructura, esto es la política, la ideología, el derecho, la cultura, las costumbres, las relaciones de género, etc. La economía determina “en última instancia”, el curso de la historia humana, lo que nos dice que hay “otras instancias no económicas” también influyentes. Muy lejos de un “reduccionismo” económico, o de una relación lineal, mecánica entre esas instancias, Marx entiende que hay una relación recíproca, una influencia mutua entre base y superestructura. Más aún las ideas, los ideales y sobre todo las acciones políticas y sociales de los seres humanos, de las personalidades, juegan un papel relevante en los cambios históricos. Tan convencido estaba de ello, que Marx combinó su intenso trabajo teórico con su militancia activa en el naciente movimiento comunista internacional europeo y en las revoluciones de su época.En la concepción materialista de la historia, las relaciones sociales de producción comprendieron la división social del trabajo, las diferencia económicas entre los individuo, la propiedad, las clases sociales y el estado. El concepto de clases sociales y sus contradicciones fue iniciado por los historiadores franceses e ingleses, pero ellos dieron por superado sus luchas, después de la implantación del régimen burgués. La decisiva contribución de Marx fue su aplicación de la teoría de las clases a las contradicciones en el capitalismo, del que postuló que no era el fin de la historia. Y su tesis fundamental, por cierto aún no confirmada, de que las clases no son eternas sino corresponden a un breve período dentro de la larga historia humana. Y que por tanto tenderán a ser extinguidas, previo el cumplimiento de condiciones materiales y morales para el paso del socialismo al comunismo. “El pensador más grande del último milenio” proclamado por una encuesta de los auditores de la BBC en Septiembre de 1999, fue no sólo un filósofo innovador, un historiador acucioso, sino también un notable estudioso de la economía y política de su tiempo. Marx desentrañó como ninguno otro economista de su época, la anatomía, la fisiología y la evolución del capitalismo en sus diferentes fases, tanto desde el punto de vista teórico, como práctico. Muchos de sus hallazgos científicos son aceptados hasta hoy. Se le reconoce ampliamente su descubrimiento de los ciclos económicos, las crisis financieras y de sobreproducción, el carácter permanente del desempleo con sus alzas y bajas, la tendencia a la acumulación del capital, el crecimiento económico y la reproducción del sistema. Se puede decir que fue el precursor de la macroeconomía, con sus conceptos equivalentes a los actuales, de producto social bruto y valor agregado, inversión y consumo, demanda y oferta global y distribución de los ingresos en sus diversas categorías y su apropiación por las clases sociales. Su examen del rol de la moneda, el crédito y el sistema financiero, son de una gran actualidad. Marx conoció a fondo las obras de los grandes economistas de su época y los tempranos y valiosos avances de los socialistas utópicos. También se detuvo en los autores meramente apologéticos del capitalismo, entre ellos Malthus, Say, Bentham y otros a los que incluyó como integrantes de la “economía vulgar”. En tal sentido, Marx fue el primero en hacer la crítica implacable de la ideología propia del capital, el liberalismo. Esa crítica resulta de una notable actualidad, desde el momento que es aplicable al neoliberalismo y que hoy difunden sus servidores, desde el FMI y el Departamento del Tesoro hasta los editorialistas de El Mercurio. Marx diferenció a los aduladores del capital, de los verdaderos científicos, distinción válida para distinguir la paja del trigo entre los economistas. Asimiló particularmente a los clásicos, Adam Smith y David Ricardo. De ellos adoptó su principal premisa racional, la teoría del valor trabajo, la que depuró de sus fallas y desarrolló, con los nuevos conceptos de capital constante, capital variable y plusvalía como componentes del valor de la mercancía. Ellos explicaron el mecanismo de fondo de la explotación del trabajo ajeno, el salario, la ganancia y el capital. Marx incorporó a la filosofía el tema del trabajo y su alienación, hasta entonces despreciado y ausente, como una dimensión esencial de los seres humanos.Marx fue el primero que comprendió la vocación mundial del capitalismo en una época en la que éste sólo dominaba en una parte minoritaria del planeta, mientras la mayoría de la humanidad vivía en el feudalismo o en regímenes aún más atrasados. Su pronóstico de que el capital se adueñaría del mercado mundial ha resultado un acierto, sobre todo tras revelar sus métodos de conquista violenta, engaño e inversiones y comercio desigual, empleados con los países más débiles. Anticipó así lo que es el imperialismo moderno. Lo que se conoce hoy como la globalización transnacional aparece ya descrita en las magistrales páginas del Manifiesto Comunista. Muchas de sus brillantes formulaciones son continuamente citadas hoy por los estudiosos del tema.
En la actualidad es motivo de intensos debates los procesos mundiales respecto de la distribución desigual de los ingresos y las diferencias entre riqueza y pobreza. En su polémica ley de la acumulación y la pauperización con la que finaliza el primer tomo de El Capital, Marx llegó a la conclusión que la tendencia natural del sistema sería a la acumulación de la riqueza en un polo y de la pobreza y la miseria en el otro extremo de la sociedad. Esta tendencia se había contrarrestado y hasta revertido en muchos países del mundo, especialmente después de la segunda guerra mundial, gracias a las conquistas de los trabajadores como las regulaciones del trabajo, el derecho a la jubilación, el acceso a la salud, la educación gratuita, la disminución y el seguro contra el desempleo. La reducción de las diferencias económicas fue lograda mediante la intervención del estado en los países desarrollados tanto como en los atrasados, con políticas anticíclicas o desarrollistas. La ley de la acumulación y el empobrecimiento demostró que las leyes naturales del régimen capitalista podían ser contrarrestadas con la lucha de los asalariados, junto con el papel activo del estado y la limitación del libre mercado. Pero, esta ley económica volvió a tener actualidad cuando tuvo lugar la regresión política de los últimos decenios con las dictaduras militares del Cono Sur, los gobiernos de Tatcher, Reagan y otros similares. El giro hacia la derecha de los años ochenta tuvo por objeto implantar el modelo neoliberal que suprime los derechos sociales, los sustituye por las libertades económicas y transforma al estado en un aparato al servicio privilegiado del capital. El neoliberalismo y la globalización con sus nuevos actores, las transnacionales, se profundizaron después de la derrota del socialismo soviético que, con su bloque de países limitaba la expansión territorial del capital. Así, la ley marxiana de la acumulación de la riqueza en una minoría y de la pobreza en la mayoría está funcionando hoy plenamente, tanto en las diferencias crecientes a nivel internacional como dentro de la mayoría de los países en los diversos continentes. Las condiciones y supuestos de esta ley que eran las del período del capitalismo pre-monopolista y sin controles – sin conquistas sociales, sin el rol corrector del estado – vuelven a ponerse vigentes. Su resultado es la plena vigencia de la ley y su consecuencia inevitable, la agudización de las contradicciones sociales y económicas del capitalismo.Marx concluyó que la superación de las clases y su antagonismo comenzaría con una revolución, que sería violenta o pacífica según fuera la resistencia de los opresores. Esta revolución convertiría a la clase trabajadora en clase gobernante, dado que según el principio primario de la democracia y siempre que lograra su unidad política, era notoria la tendencia a constituirse en la abrumadora mayoría de la sociedad, como ya lo es en los países desarrollados y está en vías de serlo en gran número de los países pobres y en desarrollo. El autor de El Capital fue muy parco en trazar los lineamientos de la futura sociedad. Pero sostuvo que la dominación del proletariado sería una etapa históricamente transitoria, puesto que el proletariado no podría suprimir su propia explotación sin romper la opresión de todos los subyugados. El estado tendería a extinguirse, el gobierno de los hombres sería sustituido por la administración de las cosas, los recursos económicos serían asignados libre, racional, o planificadamente, por ellos.Hoy es evidente que el socialismo implantado en la URSS y extendido bajo la presión militar hasta Europa Oriental adoleció de fallas que lo llevaron a su derrumbe. Derrumbe y no derrota, puesto que en el momento decisivo no hubo resistencia popular. La clase trabajadora no lo defendió sino lo dejó caer. Desde luego, Marx no tuvo nada que ver con esta experiencia, por mucho que haya sido hasta cierto punto, fuente de referencia, aunque dogmática, de generaciones de líderes comunistas. Las falencias estuvieron en la escasa participación de los trabajadores en la construcción del nuevo estado, en su estrategia y tácticas, en las decisiones fundamentales. La “dictadura del proletariado” – que debió ser “la conquista de la democracia” según el Manifiesto, se tergiversó, no fue siquiera la del partido, sino la de un hombre, y luego la dictadura de una cúpula dirigente. En esa cúpula, recae el fracaso y la posterior traición al socialismo. En el plano económico, una planificación y dirección burocrática, rígida y arbitrariamente centralizada, ignoró las nuevas y legítimas demandas de la sociedad y los cambios tecnológicos ineludibles, ahogó la iniciativa de las masas, de científicos, intelectuales y cuadros medios fieles al socialismo, capacitados, críticos e innovadores. El estancamiento y la decadencia se apoderaron de este mundo socialista. Y la ley de Marx sobre la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción no se hizo esperar. No obstante, y a pesar de éstos y otros graves vicios, el socialismo soviético y europeo oriental durante setenta y cuarenta años respectivamente demostró la tesis marxista que es posible construir y reproducir una economía sin los capitalistas como clase dominante. Comprobó las posibilidades de la propiedad colectiva de los medios de producción, elevó en el largo plazo las fuerzas productivas, mejoró las condiciones materiales y culturales de vida de sus pueblos, garantizó el derecho al trabajo, realizó grandes hazañas científicas, redujo a los niveles mundiales más bajos los índices de las desigualdades y venció al nazi fascismo, el peor enemigo de la humanidad. No se puede tampoco ignorar su apoyo a los pueblos en lucha contra el imperialismo. Todo esto resalta ante los males inmensos que ha traído la reconstrucción del capitalismo en esos países con su proliferación de riqueza y pobreza, corrupción y criminalidad.

¿Qué nos diría Marx si estuviera vivo, ante las dramáticas experiencias vividas en el siglo XX? Imagino que él contestaría: “En primer lugar el socialismo será o no, dependiendo de una construcción paralela de la democracia socialista. Como ya lo escribió más de una vez, habrá un largo período histórico de transición entre el capitalismo y el socialismo, tanto más largo para los países más pobres, que constituyen la mayoría de la humanidad, cuanto mayor sea su atraso y tanto menor, según sea la eficacia de sus propias fórmulas. Habrá que armarse con la “ardiente paciencia” de que hablaba Neruda. En las condiciones mundiales del siglo XXI con la crisis ecológica ad portas, el socialismo no es mero crecimiento productivo nacional, sino exige una gran cooperación internacional, pacífica y voluntaria, para preservar la naturaleza, eliminar el derroche consumista, reducir la carrera armamentista. La lucha entre ambos sistemas y entre sus clases portadoras continuará por largo tiempo, tanto en el terreno nacional como en el internacional. Habrá que esforzarse porque sea sin muertos, sin sangre. El socialismo será irreversible cuando la mayoría de la humanidad se convenza de su superioridad y en especial en los países más poderosos. Prestar atención a las razones de la supervivencia del socialismo existente en países como Cuba, Vietnam y China, aprendiendo de sus formas de construcción, de sus éxitos y de sus falencias.” No olvidar sus viejas recomendaciones: proletarios del mundo unios, a lo que ahora agregaría, pueblos del norte y el sur, de todas las etnias y naciones, hombres y mujeres, demócratas y pacifistas, luchadores contra el neoliberalismo y la globalización, partidarios del socialismo, unios.

No hay comentarios: