lunes, 27 de agosto de 2007

Leer El Capital, Manuel Riesco.

Colaboración de Manuel Riesco.

Leer El Capital

La iniciativa del profesor Alejandro Yáñez de celebrar el 140 aniversario de El Capital, junto a la actividad de la Cátedra Marx de la Universidad de Chile, que dirige la académica Kemy Oyarzún - www.generacion80.cl ha jugado asimismo un rol destacado -, han puesto nuevamente de relieve en Chile esta obra fundamental.Como de costumbre, de inmediato ha generado polémica. Ella es siempre bienvenida. Especialmente, cuando aborda problemas relevantes con ideas novedosas, apoyadas en una armazón conceptual rigurosa; mejor si es enjuta. Lamentablemente, a veces suele confundirse con la reiteración en caricatura de grandes discusiones viejas, en un estilo plagado de descalificaciones y monsergas, además de una serie de tonterías. De este modo resulta muy aburrida. Sin embargo, aún en estos casos puede motivar el interés general por el tema si sirve de pretexto para engarzar las riquísimas categorías de El Capital con los temas centrales de hoy.Posiblemente, el nudo teórico más relevante en la actualidad consiste en comprender el proceso en curso, de incorporación plena a la economía capitalista de aquellas partes del mundo que durante el siglo XX conformaron el mundo sub-desarrollado y el campo socialista. Adicionalmente, puede visualizarse que un fenómeno similar podría cursar más adelante en aquella otra parte que, debido a su atraso, ni siquiera formó parte de los grupos anteriores. Nunca antes en la historia había ocurrido un fenómeno de estas dimensiones. El mismo está trastocando, del modo más radical y rápido, la manera como miles de millones de seres humanos viven y trabajan todos los días. A partir de allí, todo lo demás.Algunas décadas atrás se podía todavía sostener de modo razonable que este proceso no era inevitable. Incluso, existían elementos que permitían argumentar que ocurría exactamente lo contrario. Es decir, que el capitalismo estaba viviendo su crisis general mientras se abría ya paso el régimen que inevitablemente le habrá de suceder en la historia. La trascendencia teórica inmensa de los acontecimientos de fin de siglo - precisamente el derrumbe del campo socialista - consiste en haber zanjado esta discusión de modo inapelable.Aquella idea debe ser tratada siempre con el mayor de los respetos. Alentó las esperanzas de millones de seres humanos que lucharon por un mundo mejor en el curso del siglo pasado. Los mejores en muchos países entregaron su vida a esta gesta y muchos la sacrificaron en ella. Lograron triunfos históricos que catapultaron el progreso de regiones enteras. En buena medida salvaron al planeta de catástrofes inconmensurables. Todavía hoy, esta idea es la consigna central tras la cual algunos pueblos defienden su patria con valor.Si sufrieron grandes derrotas es porque lucharon con habilidad, coraje y dignidad en grandes guerras y muchas batallas. Igual, consiguieron cambiar el mundo. Al final, corrieron la suerte de tantos luchadores por causas justas. William Morris la describió con sensibilidad en el siglo XIX: "Examiné todas estas cosas, y cómo los hombres luchan y pierden la batalla, y aquello por lo que lucharon tiene lugar pese a su derrota, y cuando llega resulta ser distinto a lo que se proponían bajo otro nombre."Especial respeto deben guardar por ella quienes antes la sustentaron. Fueron legión, tanto así, que durante largo tiempo predominó incluso entre sus adversarios. Es bien miserable la actitud de aquellos que hoy emporcan su propio nido. Oportunista, puesto que usualmente buscan de este modo arribar en el bando opuesto.Digna en cambio es la actitud de los viejos luchadores que la siguen sustentando en el fondo de su corazón. Pueden quizás estar equivocados en este punto. Sin embargo van a continuar batallando contra tanta injusticia y para que la gente viva mejor. Como lo han hecho toda su vida, Como todas las personas sabias, ellos nunca se dejaron encandilar con idea alguna, por atractiva que ella fuese. Ni siquiera las suyas propias. Jamás permitieron que nublasen su entendimiento básico de las cosas, como a muchos otros les ocurre a menudo. Siempre aquilataron las situaciones y las personas en su propio mérito. Van a morir con las botas puestas. ¡Honor a ellos!Desde luego, muchos pueden sostener con razones y argumentos su apego a la idea señalada. El asunto es ciertamente discutible. Otra cosa bien diferente, sin embargo, es la actitud de algunos que andan por ahí pontificando la exigencia del apego estricto a la misma, como condición para que ellos se dignen considerar la dispensa del cartabón de "revolucionario."Esta actitud se desliza por una pendiente resbalosa que conduce inevitablemente al marasmo donde pululan ciertos grupúsculos - a veces pandillas lumpenescas que visten sus desvaríos con una estridente verborrea pseudo revolucionaria, otras veces grupos escolásticos que se dedican a arrojarse citas por la cabeza unos a otros. Cubren su triste desamparo con permanentes y agresivos autos de fe revolucionaria, cuyas exigencias elevan constantemente de modo de asegurarse que nadie más que ellos pueda aprobar. Como este ritual no conoce límites, los grupos que lo practican a poco andar se convierten en minúsculas sectas en estado de división permanente.Éstas terminan realizando su labor de zapa en los rincones más sórdidos de los espacios modestos donde se construyen con dificultad las organizaciones y las ideas que son indispensables para lograr cambios de verdad. Aparte de esos lugares, es bien poco lo que le importan a nadie. Si se las observa desde prudente distancia, hasta pueden resultar divertidos por un rato. Desde luego, los capitalistas ni siquiera llegan a enterarse de su existencia. O quizás, les conceden una que otra primera plana si alguna vez sus desmanes resultan de utilidad para su propaganda negra.En el plano de las ideas, tales ambientes manejan una mezcolanza de consignas, citas y recetas mal comprendidas. Una actitud análoga es frecuente entre los vulgarizadores de todas las escuelas de pensamiento. Incapaces de argumentar, son dogmáticos e insolentemente arrogantes en su ignorancia. En el caso de los economistas, Chile está lleno de ellos (y al menos una mediática "ella"). Se merecen unos a otros. El neo-liberalismo vulgar anda de la mano con el lumpen marxismo. Para otros, desde luego, siempre cabe ejercer el sagrado derecho de vivir en babia Es decir, refugiarse en un estado mental independiente de lo que ocurre. La moderna sociedad es pródiga en instituciones de diverso tipo en las cuales es posible internarse para estos efectos.El que esta idea resultase al final equivocada no equivale al fin de la historia, ni mucho menos. De hecho, es exactamente al revés. Nadie en su sano juicio puede sostener realmente que este régimen perdurará para siempre, así como ningún otro ¡aunque esgrima al gran Hegel! Sin embargo, el único argumento serio en esta dirección se basó precisamente en la aceptación que el socialismo era lo que decía ser. Si se trataba efectivamente del post capitalismo - acertó Fukuyama en 1990 - y se hundió, entonces Hegel tendría razón al afirmar que nos encontramos ante el fin de la historia.La lucha contra el capitalismo se presenta nuevamente más o menos en los mismos términos que en tiempos de Marx. Es decir, resulta indispensable conocer a fondo como funciona, de modo de apreciar cuales son las fuerzas en las cuales es posible apoyarse para contener sus rasgos más perversos y destructivos - la única forma en que pudiese significar el fin de la historia es que terminase destruyendo el planeta, o al menos la especie humana. Al mismo tiempo, como siempre, con firmeza, inteligencia, perseverancia y amplitud, continuar construyendo en la práctica cotidiana del trabajo social, teórico y especialmente político, los actores multitudinarios capaces de ponerle límites. Que no son otros que aquellos llamados a ponerle término, cuando le llegue su momento.Muchos caen rendidos ante su discreto encanto. Ello suele ponerse de moda, especialmente cuando todo va para arriba y parece funcionar como un reloj - algunos han llegado a afirmar que Marx habría demostrado que una vez instalado operaría como tal ¡una verdadera perla!. Lamentablemente, las inmensas contradicciones que genera continuamente - cuyo develamiento constituye el real objeto de El Capital - desembocan a cada tanto en catástrofes y calamidades. Éstas, sin embargo, cumplen el rol necesario de restablecer los equilibrios perdidos, incluido el volver a la mayoría a sus cabales.El fenómeno global en curso pareciera principal. Al menos, está determinando la perspectiva del equilibrio general de fuerzas en el mundo, entre otras cosas. Incluso, lúcidos análisis recientes del capitalismo central han invertido la forma tradicional de apreciar su relación con la periferia. Es decir, aquella visiones que explicaban todo a partir de la evolución de los países más desarrollados, están dejando paso a otras más equilibradas en las cuales el impacto del fenómeno antes aludido se aprecia de modo pleno.Algo por el estilo sostenía Rosa Luxemburgo. Claro que ella suponía que la incorporación de mercados atrasados era indispensable para suplir la limitación del consumo de los obreros en Alemania, idea contra la cual Lenin polemizaba con muy buenas razones. Ahora, no se trata de una periferia que proporciona mercados y campos de inversión - que lo sigue haciendo y mucho más que antes. Ya no es tampoco principalmente un proveedor de materias primas. Al revés, ahora compite por ellas; excepto algunos países, como Chile, que parecieran andar como los cangrejos en este aspecto. Lo que se yergue sobre el horizonte es un competidor capitalista hecho y derecho. Lo que es más, sus dimensiones en todos los aspectos ya han sobrepasado largamente a los pioneros - quienes se han visto forzados a integrarse - y alcanzan rápidamente las del país hoy hegemónico. Éstos siguen siendo importantes, sin embargo, en perspectiva resultan empequeñecidos ante el tamaño gigantesco de los que se vienen.¿Como comprenderlo? Se pueden intentar muchas maneras, siguiendo las pistas mas diversas, desde la tecnología a las circunvoluciones del capital financiero, y hasta asuntos administrativos como la política arancelaria. Otros privilegiarán el punto de vista de la fuerza militar, es decir, la capacidad de imponerse mediante la violencia. Se trata de un derrotero importante, quién puede dudarlo. Al menos los chilenos lo tenemos muy claro. Aprendimos que cuando las cosas llegan a determinado punto se resuelven como en el ring, a favor de quién pelea mejor - otra cosa mucho mas compleja es como se adquiere esa capacidad. Sin embargo, como es bien sabido, absolutizar la importancia de la fuerza resulta asimismo equivocado.Tal idea era sustentada, por ejemplo, de modo extremo por un tal Eugene Dühring, pomposo charlatán decimonónico que posaba de izquierdista furibundo y terminó como uno de los inspiradores del anti-semitismo alemán. Engels le dedicó el "Anti-Dühring" cuando apareció recomendando hacer una "lectura política" de El Capital. Apostrofó esta obra de "economicista," ciertamente sin haberse dado la molestia de estudiarla ¡tales menesteres resultan innecesarios para genios de la talla del señor Dühring!Incluso, como dice Eric Hobsbawm, a alguien se le podría ocurrir seguir el hilo conductor de la música jazz. De seguro, llegaría a varias conclusiones novedosas y desde luego mucho más entretenidas que las de tipos como Dühring. Sin duda, para este propósito las categorías de El Capital parecen mucho más enjundiosas que todas las anteriores. Por ejemplo, el concepto básico de modo de producción capitalista permite comprender las diferencias tajantes entre el capitalismo moderno y su homónimo mercantil de los siglos anteriores. Asimismo, dilucida la diferencia esencial de lo que está ocurriendo hoy en China e India, por ejemplo, con lo que aconteció allí hace un siglo y medio.Entonces, las mercancías del naciente capitalismo inglés los invadieron de improviso, como una marea imparable que inundó hasta el rincón más recóndito. Apoyadas en su mejor calidad y precios mucho más bajos. Respaldadas además por las nuevas y atractivas ideas y formas de vida que insinuaban. Sin despreciar tampoco el papel de las cañoneras que las promovían. Todo ello había sido generado porque en una isla lejana y pequeña había surgido un nuevo modo de producción. Éste terminaría también por llegar, pero tardaría todavía un siglo y medio. Hoy, el milagro de China e India asombra al mundo. Sin embargo, recién apenas la mitad de la población de esos inmensos países ha adoptado el nuevo modo de producción ¡Como será!Otro concepto clave de El Capital es su acumulación originaria. El objeto de la obra son las leyes generales de dicho modo de producción en plena operación, por así decirlo. Sin embargo, Marx estimó conveniente incluir el concepto que permite comprender como llega al mundo. Lo presenta en el famoso capítulo 24 del tomo I, que ilustra con el ejemplo del país primigenio, Inglaterra, adonde cursó a lo largo de los siglos XVII y XVIII, principalmente.¿En que consiste? Sencillamente en la acumulación de obreros. Es el proceso que permite generar el actor social moderno por excelencia: masas de trabajadores libres en un doble sentido, como dice Marx. Por una parte, libres de vender su fuerza de trabajo a quien quiera comprarla. Al mismo tiempo, forzados a venderla para no de morir de hambre, puesto que han sido además "liberados" de medios de vida y producción propios. La segunda "liberación," sin embargo, requiere ni más ni menos que su expropiación masiva. Ésta no ha sido nunca, en ninguna parte, un proceso idílico. De ahí la afirmación de Marx en el referido capítulo, de que ésta ocurre cuando "llegado el momento, se agitan en su seno fuerzas poderosas," que con violencia, "la partera de la historia,"el capitalismo "viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros." El caso chileno lo confirma, como se verá.Las otras condiciones necesarias para su surgimiento son desde luego también importantes - la existencia de mercados, dinero, y capitalistas, ni más ni menos. Sin embargo, todas ellas antecedieron en siglos al surgimiento del modo de producción capitalista. El capital moderno es una relación social. Consiste precisamente en la contratación privada y masiva de trabajo asalariado, con el objeto de obtener plusvalía, a partir de la producción de mercancías - es decir, bienes y servicios destinados a venderse a cambio de dinero. La condición básica para ello es la presencia de los sujetos que puedan ser objeto de tal contratación: una multitud de modernos asalariados.En otras palabras, el modo de producción capitalista no puede operar - excepto como remedo atrofiado - allí donde la mayoría de la población sigue viviendo "a la antigua." Es decir, trabajando para sus señores, para sí mismos, o sus familias - o de cualquier modo que impida su incorporación al mercado del trabajo. Así ocurre en la vida campesina tradicional. Por ello, la acumulación originaria ha coincidido en general con el proceso de urbanización - que es muy reciente y se encuentra todavía en pleno curso. Sin embargo, teórica y prácticamente puede perdurar asimismo fuera del campo, al menos durante un tiempo.A medida que van agotando su cantera de campesinos los países deben echar mano de otras. Principalmente las mujeres dueñas de casa. En Chile, como se verá, ambos procesos se suceden a lo largo del siglo pasado y continúan a buen paso, especialmente el segundo. Cuando ambas canteras se han explotado hasta el último - lo que usualmente coincide asimismo con una reducción en la tasa de crecimiento general de la población, e incluso su contracción - siempre es posible atraer inmigrantes desde regiones donde siguen siendo abundantes.La contratación más o menos general de la población trabajadora por parte del Estado en el mundo subdesarrollado del siglo XX ha sido quizás la manera más civilizada de acompañar su inevitable transición del campo a la ciudad. Al mismo tiempo que la estimulaba y a veces forzaba. Sin embargo, impidió asimismo su plena incorporación al mercado del trabajo. Esto vino a ser facilitado por los masivos procesos privatizadores de fin de siglo. En otros países atrasados, al parecer, la renta del petróleo ha permitido que por décadas se haya proporcionado medios de vida mínimos a masas urbanas pobres. Quizás por ello, su llegada a esas ciudades no ha terminado todavía con el antiguo régimen o generado aún la irrupción del capitalismo. De este modo, la acumulación originaria cursa por vías bien insospechadas y actuales, renovándose constantemente.Hay por ahí quienes sostienen que el proceso de acumulación originaria se agotó en aquel descrito por Marx en El Capital. Ello equivale a creerse el cuento que Dios creó el mundo en siete días. Significa otorgar este toque divino a las circunspectas leyes de "encirclement," que dieron a los terratenientes ingleses la propiedad de las tierras campesinas ubicadas al interior de sus predios. Resulta sugerente que esta suerte de reforma agraria al revés fuese imitada en la Rusia de Stalin, a favor del Estado en el último caso. Similar omnipotencia habría que reconocer en las ovejas que corretearon a los campesinos escoceses para proveer de lana a las hilanderías holandesas.El proceso particular de la acumulación originaria en Inglaterra - que discurrió muy lento y a escala extremadamente reducida - solo adquirió importancia histórica por tratarse del primero. Al igual que el capitalismo inglés decimonónico. Éste fue el tubo de ensayo donde observándolo "in vitro," el genio de Marx descubrió las leyes generales de este modo de producción. Asimismo, sirvió para ilustrarlas en El Capital, cuyo análisis mantiene hoy completa y creciente vigencia. Sus dimensiones, sin embargo, no eran más importantes que la modesta economía chilena de hoy - ambas descansan sobre una masa de aproximadamente seis millones de obreras y obreros.La grandiosa y terrible epopeya de la acumulación originaria a nivel global se ha venido desarrollando desde entonces. Se relata en las historias de cada familia del pueblo. Ha seguido derroteros extraños que no guardan mucho respeto por la geografía. Se ha paseado por todos los continentes. Salta a veces de modo aparentemente caprichoso de un lado al otro del globo. Aparece súbitamente en los lugares menos pensados. Siguiendo las corrientes migratorias, brinca de Irlanda a Manhattan, de Galicia o Ucrania a Buenos Aires. Un siglo después, salta de Morazán a Los Angeles, de Marruecos a Barcelona o de Polonia a Londres. Remueve de modo inesperado las entrañas de Corea, Taiwan y Singapur. Sin embargo, puede tomarse tranquilamente un siglo o más en atravesar barreras venerables pero nada formidables, como los Pirineos o el Adriático.Finalmente está empezando a alcanzar los lugares más poblados del planeta. Sin embargo, hoy se encuentra más o menos a medio camino si se considera al mundo en su conjunto. De hecho, exactamente allí desde el punto de vista de las personas afectadas. La ONU acaba de publicar el Estado de la Población Mundial 2007, donde constata que recién este año, por vez primera, el número de habitantes urbanos ha superado levemente a los campesinos en el mundo entero. Tiene razón cuando afirma que se trata de un hito mayor en la historia de la humanidad.La continuada acumulación originaria a nivel planetario a lo largo de tres siglos ha sido la fuente principal del crecimiento capitalista. Al menos en el mundo subdesarrollado, como lo demuestra palmariamente el caso de Chile, que se verá. Especialmente en la actualidad, cuando se incorporan al mercado de trabajo mundial más mujeres y hombres cada año, que a lo largo de todo el siglo XIX.Hasta ahora, la acumulación originaria a nivel global explica asimismo buena parte del crecimiento de los países de capitalismo maduro. La prensa especializada ha destacado recientemente, por ejemplo, que la inmigración ha sido la fuente principal del crecimiento del PIB en varios países del Norte durante la última década. Ello se ha verificado no sólo allí donde siempre lo ha sido, como es el caso de los EE.UU.. Ha venido ocurriendo asimismo en países muy antiguos, donde el capitalismo ha llegado mucho más recientemente, como España. Lo más asombroso desde el punto de vista teórico, sin embargo, es que ello ha sucedido también en el país que fue la cuna de la producción capitalista. Es decir, la acumulación originaria continúa teniendo lugar ¡en Inglaterra!Las cifras al respecto son bien impresionantes. El banco Goldman Sachs acaba de publicar un estudio acerca de la inmigración en Europa y los EE.UU. (Financial Times 070822) en el cual consigna un importante incremento del fenómeno. Las personas nacidas fuera del continente europeo han aumentado desde alrededor de un 2% - 4% en 1960 a aproximadamente un 8% -13% en la actualidad. Los países que más han aumentado sus inmigrantes han sido Italia (de 2% ha subido a 13%), Alemania (de 3% a 12%) y España (desde menos de 1% a 10%), especialmente después del 2000. El aumento ha sido menor en el Reino Unido (3% a 8%) y Francia (7% a 9%). Llama poderosamente la atención que los EE.UU., que durante el siglo XIX y principios del XX se conformó como un país de inmigrantes, hoy día tiene una proporción similar de personas nacidas en el extranjero. Ésta de hecho baja hasta 1970, cuando alcanza un mínimo de 4% y luego se recupera hasta alcanzar un 11% en la actualidad.Sin embargo, la cifra del estudio referido que resulta más impactante es que entre 2001 y 2005, el ritmo de inmigración en la llamada Europa de los 15, alcanzó un promedio de 0,5% de la población total por año - similar a los EE.UU. -, agregando un total de 8,7 millones de personas, dos tercios de ellos a España. Esta cifra parece moderada, sin embargo, ella resulta comparable a la velocidad de inmigración campesina en Chile a mediados del siglo XX, cuando esta alcanza su máxima velocidad. En ese momento, como se muestra más abajo, un número de personas equivalente al 0,8% de la población total migraba cada año del campo a las ciudades, principalmente a Santiago. Por cierto, el estudio referido así como varios otros publicados recientemente muestran como el crecimiento de la fuerza de trabajo debido a la inmigración explica buena parte del crecimiento económico reciente en los países señalados, especialmente España y el Reino Unido. Lo mismo ocurre en Chile a lo largo de un siglo, como se verá. Sin embargo, lo que resulta asombroso es que la magnitud del fenómeno en los países más desarrollados alcanza en la actualidad un orden de magnitud similar al que presentaba en un país subdesarrollado como el Chile de los años 1950.Como se puede apreciar, transcurridos cuatro siglos desde que empezara a manifestarse por primera vez en Inglaterra, la llamada acumulación originaria del capital sigue vivita y coleando, gozando de muy buena salud ¡en el mundo entero!. El proceso tiene todavía para un buen rato, puesto que resta todavía medio mundo del cual echar mano. Varias décadas a lo menos, aún al vertiginoso ritmo actual. Algún día, sin embargo, estas inmensas canteras terminarán por agotarse . ¿Significa que entonces el capitalismo dejará de funcionar? ¿O al menos de crecer? ¿Quizás Rosa Luxemburgo tenía razón y el capitalismo no puede funcionar sin periferia - solo que ésta resulta indispensable no como mercado sino como fuente de obreros?Marx dedica precisamente a esta pregunta la sección 7 del primer libro de El Capital, que titula El proceso de acumulación capitalista. Nuevamente, al igual que con la acumulación originaria, no se trata de dinero ni de capitalistas, sino de obreros. Bien pensado, resulta evidente que lo único que el capital no puede permitirse, a riesgo de andar para atrás, es la disminución del número de obreros bajo su explotación. Por el contrario, el constante aumento de los mismos constituye la base de su acumulación ampliada. Esa es la gallina de los huevos de oro. Sin ellas y ellos no hay valor ni plusvalía que valgan, valga la redundancia.El secreto de la acumulación capitalista - dice Marx - es como éste evita quedarse sin obreros y aumenta su número constantemente. Para que este modo de producción sea sustentable en el tiempo, ello debe suceder aún sin recurrir a la acumulación originaria, en ninguna de sus formas. Es decir, el capitalismo caminando sobre sus propios pies - como dice Marx - debe ser capaz de reproducir constantemente las condiciones sociales que lo hacen posible en primer lugar. En otras palabras, asegurarse que la mayoría de la población reproduzca de modo permanente su condición de obreros.Para ello - dice Marx -, es indispensable que salgan del proceso de producción igual como entraron. Es decir, tan desposeídos como antes de medios de vida y producción. De este modo, estarán forzados a reproducir constantemente su obligación de vendedores de fuerza de trabajo. En otras palabras, deben ganar lo justo para continuar de este modo sin remedio, generación tras generación. Atados al capital por cadenas de oro que resultan más resistentes que el acero.Al mismo tiempo que la acumulación capitalista exige ampliar constantemente el número total de obreros, cada empresa los expulsa a cada rato introduciendo adelantos tecnológicos. De este modo intenta mantener la delantera respecto de sus competidores en la producción de plusvalía extraordinaria. En ese proceso además, - descubre Marx - se encuentra la clave no solo del carácter revolucionario del capitalismo, sino asimismo de su funcionamiento cíclico. De este modo, no es solo que cada firma los expulse de modo constante, sino que además, periódicamente, la forma de movimiento del capitalismo los expulsa por millones.Sin embargo, lo que se asienta necesariamente en medio de estas idas y venidas, necesariamente es el aumento en el número de obreros. Paralelamente, sin embargo - demuestra Marx - crece asimismo el ejército industrial de reserva, es decir, la masa de obreros sin trabajo. Ello resulta indispensable para que los salarios se mantengan en niveles tales que fuercen a los obreros a vender nuevamente su fuerza de trabajo. Es decir, lo suficientemente bajos.Agotado todo, y si el aumento de población resulta insuficiente, es posible lograr que la producción de valor y plusvalía aumente por parte de la misma masa de obreros. Para ello, sin embargo, no queda más remedio que educarla major, para lograr de ella un trabajo mas complejo, aparte de lo poco más que se logre al aumentar la intensivad del mismo. La tecnología no es muy útil, puesto que no crea valor nuevo, mas bien al revés. Solo lo transfiere a los trabajadores más tecnologizados desde los menos. El caso chileno que se verá, parece confirmar estos acertos de El Capital de un modo espectacular.
La Acumulación Originaria en Chile
En Chile, esta saga constituye el trasfondo de la historia del siglo XX, determinando sus contornos principales. Dos hitos clarísimos demarcan sus grandes períodos y ambos tienen lugar un día 11 de septiembre, de 1924 y 1973, respectivamente. En esos instantes, en medio de una intensa agitación popular, el devenir histórico es intervenido de modo decisivo por la fracción más organizada de aquella que constituye, de lejos la principal creación institucional de la sociedad chilena: el Estado. El carácter de la intervención es bien diferente en uno y otro caso. En 1924, hacen ruido de sables para forzar la aprobación de una serie de leyes progresistas que la oposición conservadora mantenía bloqueadas en el parlamento. En 1973, en cambio, llevan a cabo una sanguinaria contra-revolución.Ambos eventos, sin embargo, determinan el rumbo del Estado durante décadas por venir, siguiendo dos grandes estrategias que se conocen generalmente como desarrollismo y consenso de Washington, respectivamente. Ambas se confrontan violentamente, sin embargo, parecen conformar una unidad al mismo tiempo, en cuyas profundidades tectónicas transcurre en Chile el proceso de acumulación originaria del capital.Como todo parto, èste no fue precisamente un paseo. Dio a luz en dos contracciones violentas, y un trabajo creciente el resto del tiempo. La primera de ellas es precedida por un largo momento de aspiración, que consiste en el enganche de campesinos para trabajar en las minas del salitre. Ello tuvo lugar a lo largo de más de medio siglo, a medida que sextuplica su producción desde medio millón de toneladas en 1884, hasta más de tres millones en 1928, cuando alcanza su máximo auge. Ese año, las oficinas ocupaban a 59.900 trabajadores, que representaban aproximadamente el 10% de la fuerza de trabajo nacional. A continuación, sin embargo, esta contracción se desencadena en un espasmo violentísimo. La crisis de 1929 despidió a cinco de cada seis obreros de las salitreras. En 1933 ellos se habían reducido a 8.394.Algunos de los expulsados del desierto regresaron al campo desde donde habían sido enganchados años atrás. La mayor parte, sin embargo, se trasladó a las ciudades. Principalmente a Santiago, cuya población prácticamente se duplica en pocos años, superando un millón de habitantes. Esta migración en reversa afecta a alrededor de uno de cada diez trabajadores y su impacto sobre la estructura social chilena sería inconmensurable. Su efecto más inmediato y trascendente es que por primera vez aparece en forma masiva sobre el paisaje social chileno el actor moderno por excelencia: el asalariado urbano o proletariado propiamente tal. Cabe señalar que - aunque sus dueños fuesen empresas capitalistas que se transaban en la bolsa de Londres - la relación social realmente existente en las oficinas salitreras más se parecía todavía a aquella de las haciendas desde donde hacía poco habían enganchados a los trabajadores. ¡Hasta pagaban en fichas!Otra consecuencia trascendente de la crisis discurre en el espacio más sutil de la conciencia de los trabajadores. Bien poco trajeron de vuelta del desierto los desplazados por la crisis. Sus manos habían creado riquezas inmensas – buena parte de las cuales se esfumaron en especulaciones financieras en la City de Londres donde el llamado Rey del Salitre, John Thomas North, murió sin un peso, igual como empezó. Sin embargo, regresaban con ellas vacías. Más piojos traían consigo que monedas, cuentan quienes los vieron llegar, tantos que se desató por esos años en Santiago una epidemia de tifus exantemático.Sin embargo, sus conciencias atesoraban la rica experiencia adquirida en las salitreras. Muchos aprendieron allí a leer y escribir. Especialmente, todos se graduaron en la escuela superior de las huelgas y luchas sindicales. El Partido Comunista, por ejemplo, nacido en las salitreras en 1912, se transformó en una organización nacional en el curso de 1931 y 1932, a medida que sus cuadros fogueados en el desierto se dislocaron a lo largo de todo el territorio. A poco andar, este desplazamiento de hombres y conciencias tendría un impacto sobre la estructura socio-económica todavía mayor que la Gran Depresión. Mediante su influencia sobre la acción del Estado, originaría el segundo gran pujo del parto de la moderna clase obrera chilena. Para ello habría que esperar todavía algunas décadas.La migración campesina se acelera asimismo extraordinariamente después de la crisis, alcanzando su máxima velocidad hacia mediados del siglo. Santiago queda rodeado de poblaciones callampas. Muchas de ellas nacieron de "tomas" cuyos organizadores fueron a menudo los hijos de los llegados del salitre. Sus familias continúan siendo hasta hoy el núcleo de las principales poblaciones populares que conforman el moderno paisaje urbano de la capital.La segunda gran contracción del parto del Chile moderno tiene lugar durante los años 60 y 70. Esta vez, sin embargo, no es provocado por un terremoto económico sino político: una gran revolución seguida de una sangrienta contra-revolución. En la culminación del período desarrollista, los gobiernos de Frei Montalva y Allende realizaron profundas transformaciones bajo el impulso de una extendida agitación social.Hacia el final, ésta alcanza proporciones de revolución hecha y derecha. Aunque fue conducida desde las ciudades por trabajadores, estudiantes y sectores medios, suma por esos años – por primera y única vez – a las amplias masas del campesinado. Por entonces, ellos despiertan de su siesta secular y se organizan en sindicatos.. Finalmente se toman los fundos a lo largo de todo Chile. Los “viejos” del salitre que habían regresado al campo tras la gran crisis cumplieron también un rol importante en este despertar. Fue gracias a este proceso turbulento y multitudinario, que en poco más de dos años el gobierno de Allende fue capaz de expropiar prácticamente toda las tierras a lo largo del país – aparte de nacionalizar el cobre y otras realizaciones que hoy parecen asombrosas. Pinochet terminó brutalmente con la revolución y la democracia. Desmanteló en buena medida las instituciones del estado de bienestar creadas bajo el desarrollismo. Violó todas las leyes. Sin embargo, no pudo derogar la nacionalización del cobre. Muy por el contrario, mantuvo su explotación en manos del Estado y duplicó su producción. Profitó de este modo de la enorme renta de los minerales - aunque dictó las leyes que más tarde sirvieron para volver a desnacionalizarlo.Es menos conocido, sin embargo, que respetó casi al pie de la letra – aunque en su estilo vil y sanguinario - aquella que más odio había engendrado en los viejos terratenientes: la ley de reforma agraria. En efecto, si bien devolvió a éstos, o más bien a sus hijos, alrededor de un tercio de las tierras expropiadas, por lo general lo hizo en la forma de “reservas” relativamente pequeñas establecidas en la misma ley. Otro tercio, conformado en buena medida por predios de cordillera, algunos cubiertos de bosques nativos, lo remató a grandes empresas forestales. Sin embargo, la mayor parte de las tierras expropiadas por Frei y Allende, alrededor del 40% de las mismas, las entregó efectivamente a los campesinos en la forma de parcelas individuales. Por lo general, a los que se habían mantenido leales a sus patrones.Bien distinta fue la suerte que corrió la mayor parte, especialmente aquellos que habían apoyado la reforma agraria. No sólo no “tocaron parcela,” sino que muchas veces hasta de sus “pueblas” - como llamaban la casa campesina con su cerco - los echaron. Por decenas de miles fueron lanzados a los caminos. Eso, cuando lograron escapar de los escuadrones de la muerte conformados por militares y policías. Junto a dueños de fundo y sus lacayos asolaron los campos, por esos días, asesinando a más de la mitad de los detenidos desaparecidos y ejecutados durante toda la dictadura. A poco andar, fueron expulsados asimismo los que vivían en las “reservas” y las grandes explotaciones forestales. Aparte que los cambios en el régimen de propiedad hacían inviable allí la restitución del inquilinaje, ningún propietario de tierras quería arriesgarse a nuevas ”tomas” campesinas. De este modo, tras la reforma agraria y especialmente debido a forma en que culmina durante la dictadura, al cabo de pocos años los campos se despoblaron casi por completo. Sólo permanecieron viviendo allí, con sus familias, pequeños campesinos independientes y los nuevos parceleros de la reforma agraria. Unos y otros, sin embargo, han ido de a poco vendiendo sus propiedades – a veces a los descendientes de los antiguos latifundistas, otras a parceleros que prosperaron, y muchos a empresas forestales. En la actualidad su número no alcanza sino una fracción de los que eran antes de todos estos sucesos.CENDA acaba de publicar Chile, Resultados de las Estrategias del Estado a lo Largo de un Siglo (disponible en www.cendachile.cl), donde presenta las cifras más importantes del período. Está basado principalmente en series construidas por investigadores de la Universidad Católica dirigidos por Rolf Lüders. CENDA las completó hasta el 2006 y midió sus variaciones a lo largo de los principales ciclos económicos del período.Muestran como la población se multiplica por cuatro entre 1929 y 2006 hasta alcanzar 16 millones en la actualidad. Sin embargo, los habitantes de las cinco principales ciudades aumentan seis veces y siete los de Santiago. Mientras tanto, la población rural mantiene su número casi sin variaciones, al tiempo que su proporción se reduce drásticamente. Desde la mitad que eran entonces a la décima parte hoy, o poco más.Por añadidura, todos viven y trabajan de un modo bien diferente. Sus manos han adquirido el toque de Midas, puesto que el producto interno bruto crece casi catorce veces en el mismo período. Sin embargo, el grueso de dicho incremento se debe al aumento de la fuerza de trabajo dispuesta a contratarse en el mercado. Ésta crece casi cinco veces, significativamente más que la población. Ello se debe en parte importante a la incorporación de las mujeres, cuyo número aumenta más de ocho veces.. Adicionalmente, las trabajadoras y trabajadores elevan su productividad al triple. Ello se debe especialmente a la elevación de sus niveles de salud y especialmente educación. Todo ello ilustra de modo contundente la teoría clásica del valor, que Marx desarrolla a un nuevo nivel en El Capital.Sin embargo, los resultados de ambas estrategias estatales son bien diferentes. Durante el desarrollismo, el país crece muy rápido (3,1% anual promedio 1929-71), especialmente hacia el final del período (4,1% anual 1958-71). Ello se debe al incremento moderado de la fuerza de trabajo (1,6% anual), producto principalmente de la migración campesina, la que alcanza su máxima velocidad hacia mediados del siglo. Sin embargo, el factor que más incide en el crecimiento es el aumento en la productividad del trabajo (1,6% anual).Durante el consenso de Washington considerado en su conjunto, el crecimiento es algo más rápido (3,8% anual). Sin embargo, ello se explica en esta ocasión principalmente por el rápido crecimiento de la fuerza de trabajo (2,6% anual), y especialmente por la masiva incorporación de las mujeres (3,9% anual). En cambio, la productividad se estanca (1,2% anual).Las diferencias anotadas se pueden explicar en parte importante por el énfasis muy diferente del Estado en sus políticas sociales. El desarrollismo realiza extraordinarios avances en salud (8,5% anual de incremento en el gasto 1929-73) y educación (6,9% anual de incremento en el gasto, 3,4% las matriculas, 1929-73), especialmente hacia el final del período (13,9% anual de incremento en el gasto educacional, 5,4% anual en matrículas, 1958-73).Por el contrario, en su frenesí revanchista, la dictadura las desmantela de modo brutal, reduciendo el gasto a la mitad y las matrículas en más de cien mil hasta 1982. Los gobiernos de transición han recuperado en parte el daño anterior. Sin embargo, especialmente en educación, continuaron con la privatización a lo largo de todo el período. De este modo, aún después de su recuperación posterior a 1990, el esfuerzo público en salud (3,7% anual de incremento en el gasto 1973-06) y en educación (2,3% anual de incremento en el gasto, 1,2% las matriculas, 1973-06), se reduce considerablemente durante el consenso de Washington considerado en su conjunto, en relación al período anterior.Como resultado de todo ello, en 1973 había 30 de cada cien habitantes matriculados en todo el sistema educacional. Al término de la dictadura se habían reducido a 25 , y actualmente son solo 27. En paralelo, la proporción de niños y jóvenes ha disminuido algo, lo cual ha permitido que la cobertura se incremente al mismo tiempo que se reducía el esfuerzo educacional. Sin embargo, el país se ha quedado atrás, especialmente en el nivel superior, donde la cobertura alcanza a menos del 40%. Eso es mucho menos que en los vecinos Argentina y Uruguay y está a una distancia inmensa de los países desarrollados, o países como Corea, que ha logrado un 98% de cobertura en este nivel.
El Socialismo del Siglo XX ¿Una forma límite del Desarrollismo?
Mediante estas estrategias sucesivas, el Estado ha presidido el gran parto de la modernidad en este lejano rincón del mundo. Estrategias similares se pueden identificar alrededor de todo el mundo subdesarrollado.¿En que consiste la esencia de cada una de ellas? En el primer caso, en un ámbito de economías muy atrasadas, el Estado se ve forzado a asumir varias de las tareas que en los países pioneros habían surgido espontáneamente desde los actores sociales modernos, que acá prácticamente no existían; mientras los criaba al mismo tiempo. De este modo, la consigna central del Estado durante buena parte del siglo se puede resumir en una palabra: Progreso, en sus dos dimensiones, económico y social.En cambio, la estrategia que la sucede hacia las décadas finales pone el énfasis en establecer condiciones favorables para el funcionamiento de los negocios, en un marco de apertura al comercio y especialmente la inversión extranjera, en un proceso de globalización por entonces en pleno despegue.Sin embargo, son muy variadas las formas que adquieren ambas en los diferentes países y aún en distintos momentos de cada una. También en Chile, los gobiernos que implementaron cada una de ellas presentaron todos los colores y pelajes.Durante el desarrollismo la burocracia estatal, civil y militar, adquiere un rol protagónico, en todos los países. En Chile, ya se mencionado que el período se inicia con un golpe militar de carácter más bien progresista. Luego en su mayor parte es implementada por gobiernos democráticos de muy distintas orientaciones políticas. Alcanza su clímax, como se ha reiterado, en una revolución hecha y derecha encabezada por un gobierno socialista.Los inicios son de algún modo similares en Brasil, algo más tarde en Argentina y mucho más tarde en Perú, así como en varios otros países de América Latina. En Brasil, los militares juegan un papel mucho más extendido y son dictaduras conservadoras las que lo conducen a su culminación, en los años 1980. Algo parecido ocurre en cierta manera ocurre en Argentina, mientras en el Uruguay todo el proceso es encabezado por gobiernos democráticos.El caso de México es muy singular y quizás el más notable. Allí, el origen del desarrollismo es muy temprano y es la burocracia civil que se afianza tras la revolución - la primera gran revolución del siglo XX en el mundo - la que dirige todo el proceso en un régimen de partido único.En el otro extremo del mundo, Corea representa quizás el caso más exitoso de desarrollismo estatal de la segunda mitad del siglo XX. En su base se encuentra la liquidación de la vieja nobleza que había colaborado con la ocupación japonesa, mediante una radical reforma agraria realizada tras la guerra. Es conducido allí con mano de hierro por burocracias conservadoras, militares y civiles.Sin embargo, por muy diferentes que fuesen sus formas, los rasgos esenciales del desarrollismo se repiten en todos ellos: surgen en países campesinos y son conducidos por la burocracia estatal que asume directamente en sus manos las tareas del progreso económico y social de sus países. Este segundo aspecto es tan importante como el primero, y se encuentra en la definición misma de la estrategia.En el caso chileno, por ejemplo, la historiadora María Angélica Illanes cita un notable documento que el Dr. Alejandro del Río prepara en 1924 para los militares. Explicita que lo principal para el progreso y la defensa del país es mejorar la salubridad y nivel educacional del pueblo. El Dr. del Río fue luego el primer ministro de seguridad social y encabezó el distinguido grupo de profesionales, médicos principalmente, que pasarían a conformar el primer núcleo civil del Estado desarrollista.En todas partes, asimismo, incluidas también de alguna manera sus versiones conservadoras, el Estado desarrollista adquiere temprana autonomía y se enfrenta de modo creciente, a veces violentamente, con las viejas elites agrarias que predominaron durante los siglos anteriores. El socialismo cumple en buena medida un rol similar en los países donde se establece. La diferencia fundamental radica en que allí el Estado no se limita a las funciones económicas principales, como ocurre en los otros, sino que asume todas las tareas de la economía. Esto, sin embargo, obedece a razones estrictamente políticas. Donde todo esto queda más claro que en ninguna otra parte es en la primera y más importante revolución socialista.De alguna manera, puede decirse que el origen de todo el asunto tiene que ver en el papel jugado por ¡los Mencheviques! y otros grupos políticos similares. Estos adquirieron justificada y sempiterna mala fama - con toda razón, en medios de izquierda su nombre equivale al peor de los insultos - no porque afirmasen la imposibilidad de una revolución socialista en un país atrasado. Los revolucionarios rusos habían estudiado seriamente El Capital y el debate tenía allí un gran nivel teórico que ya se quisieran en otras latitudes. Todos ellos, sin excepción ninguna, sabían perfectamente que para el marxismo el socialismo no estaba a la orden del día en un país atrasado como el suyo. Así lo establecía el programa de los bolcheviques, el cual tanto en 1905 como en 1917 planteaba el carácter democrático burgués de la revolución rusa.La gran traición política de los Mencheviques simboliza la gran traición histórica de la naciente burguesía rusa. Ésta no fue otra que ponerse en contra de la revolución en alianza con sus peores enemigos internos y externos. El gobierno que dirigieron tras la revolución de febrero continuó la guerra e intentó reprimir la revolución en curso. Nunca imaginaron la profundidad que aquella tenía. Tampoco que sus rivales bolcheviques. que por entonces eran todavía un partido muy pequeño, serían capaces de conducirla a la victoria del modo brillante en que lo hicieron.Durante la guerra del 18 al 20, los Mencheviques tomaron decidido partido en contra de la revolución. Terminaron en el exilio en Europa, junto con el grueso de la naciente burguesía y buena parte de los cuadros intelectuales de la pequeña burguesía Rusa. Algo similar tendría lugar en China a mediados de siglo y en Cuba medio siglo más tarde. En tales condiciones, bien poca alternativa tenía el Estado surgido de la revolución que no fuera el asumir todas las funciones económicas, de la más grande a la más pequeña.Una vez en el poder y en esas circunstancias, el planteamiento de los bolcheviques respecto de la posibilidad del socialismo en Rusia adoptó una forma mucho más compleja e inteligente que la que suponen algunos que no entienden mucho del materialismo histórico. Como buenos marxistas, cuidaron desde luego su estricta coherencia con el análisis de El Capital. Fue propuesto por Bujarin en Teoría económica del periodo de transición publicado en 1920 y formulado en su forma clásica por Lenin en su teoría de eslabón más débil. La idea central era que el sistema capitalista conformaba una cadena mundial y lo que había ocurrido en Rusia consistía en realidad en la ruptura de ésta. Precisamente en su eslabón más débil.De este modo, el carácter de la Revolución Rusa no era ya algo aislado a ese país - cuyo retraso evidentemente sólo daba cabida a una revolución democrático-burguesa como afirmaban ellos mismos. Lo que estaba ocurriendo en Rusia era, por el contrario, la primera jornada de la revolución socialista mundial. Por cosas de la guerra, principalmente, ésta había tenido lugar no en los países más desarrollados, donde era de esperarse, sino en el último y más atrasado rincón del mundo, literalmente dicho así.Lenin murió esperando la inminente revolución en Alemania - que la hubo a principios de los años 1920, al igual que en Hungría y otros países de mucho mayor desarrollo que Rusia por esos años, pero fueron derrotadas. La teoría del socialismo en un solo país fue formulada muy posteriormente y su autoría corresponde a Stalin.Hasta el final, el PCUS sostenía básicamente este mismo planteamiento, denominado la teoria de la crisis general del capitalismo. Mal podría cualquiera de ellos, todos marxistas estudiosos y cultos, haber propuesto que el socialismo pudiese surgir antes que el capitalismo hubiese "dado de si todo lo que podía," según la famosa formulación de Marx relativa a la transición de un modo de producción a otro.Era una bonita idea. Pudiese haber sido posible ¡Porqué no! Hubiese sido fantástico que así hubiese sido. La humanidad se habría ahorrado los sufrimientos de la esclavitud capitalista y el mundo muchos riesgos.En realidad, miradas las cosas ahora después de todo lo ocurrido, parecía bien improbable. Las solas transiciones a los modos de producciones anteriores habían durado siglos. A ellas había que sumar todas las demás etapas de cada uno de éstos hasta alcanzar su auge, decadencia y muerte. Hasta que hubiesen "dado de si todo lo que podían," transcurrieron muchos siglos más. Y resultaba que ahora el modo de producción capitalista, con toda su potencia y globalidad reconocida por Marx, iba a vivir todo aquello apenas en un siglo, o siglo y medio a lo más ¡Difícil!El visualizar el socialismo real del siglo XX como un caso límite del desarrollismo Estatal no le resta ni un solo gramo de grandeza histórica, Muy por el contrario, restablece en plenitud el carácter inmensamente progresista y en definitiva exitoso de esas experiencias. Desde luego, ello se hace extensivo a las revoluciones que las iniciaron, empezando con la gloriosa e inmortal Gran Revolución de Octubre. Ésta sin duda alguna determinó el curso del siglo XX. Solo que éste no tenía el carácter que todos le supusieron hasta el final. Más bien, resulta parecido a aquel de alcance mñas modesto, pero igualmente glorioso, que iniciara la Gran Revolución Francesa. Ésta fue siempre respetada por todos los revolucionarios del mundo, en pirmer lugar por el propio Marx.¿Porqué cayó el socialismo? Probablemente por la misma razón que cayó el desarrollismo, más o menos contemporáneamente. Quizás el motivo radique en el éxito de ambos en cuanto a lograr el objetivo primero que se propusieron: alcanzar el progreso económico de sus países y el progreso social de sus pueblos. Para entenderlo, puede ser útil volver al concepto de acumulación originaria. El capitalismo no puede operar como modo de producción sin la existencia de los sujetos que lo hacen posible: una masa de obreros libres en un doble sentido descrito por Marx. Sin embargo, esta afirmación tiene un corolario que durante muchos años se mantuvo en reserva: Allí donde se han creado ya estas condiciones sociales para su surgimiento, la producción capitalista brota como las callampas. No se lo puede contener, aunque se ponga en ello un gran empeño - y de seguro el socialismo se empeñó en ello, especialmente en la URSS, a lo largo de setenta años. Dadas las condiciones sociales para ello, el capitalismo irrumpe y logra extenderse y desarrollarse de modo pleno. Aparentemente, los acontecimientos de fin de siglo han demostrado este incómodo corolario de la acumulación originaria.El desarrollismo fue sucedido por el llamado consenso de Washington, que también adoptó en el mundo formas muy diferentes. En Chile se conoció la más temprana y adoptó una de sus formas más revanchistas, extremas y dañina. Quizás en esto se asemeja a la que conoció la misma Rusia bajo Yeltsin. A estas altursas, sin embargo, esta segunda estrategia parece haber dado de si todo lo que podía. Está pidiendo a gritos ser reemplazada.Ello no va a ocurrir por si sola, como Marx brillantemente propone. Habrá que hacerla caer, es la tarea de hoy. Están llamados a realizarla los mismos que con sus luchas hicieron posible la historia del siglo XX: La gentes sencillas que han sido los sufridos protagonistas de la gesta de la acumulación originaria en este pequeño y lejano país.Hay que leer El Capital. Aunque algunos por ahí sugieran que es mejor que no, debido a la cantidad de prevenciones y advertencias que según ellos habría que tener en cuenta antes de hacerlo.Hay que leer El Capital, a pesar de la cantidad de traducciones no perfectas. A este respecto, los chilenos podemos enorgullecernos de contar con la única al español directamente desde el original alemán, que hizo Cristián Fazio Coll, y que Hugo, su padre, revisó en forma concienzuda. Dicho sea de paso, la Editorial Progreso en Moscú sólo alcanzó a imprimir el Tomo I antes de la caída de la URSS. Sin embargo, Cristián tradujo y Hugo ha revisado también los libros II y III. Una empresa no menor consistiría en la edición final e impresión de los dos faltantes.Hay que leer el El Capital completito, de pé a pá. Ello requiere no poco tiempo. Usualmente, demora no menos de tres semestres, como comprueban los cursos que el profesor Galo Eidelstein y este autor iniciaron en 1984 en el ICAL ¡con más de 80 alumnos en plena dictadura! y luego han continuado con pocas interrupciones en CENDA, ARCIS y otros lugares.Hay que leer El Capital. Es la obra fundamental para comprender de modo crítico la época que vivimos yHay que leer El Capital. Ello permite renovar la esperanza que vendrán tiempos mejores.

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