tag:blogger.com,1999:blog-52644987030704827282024-02-06T22:26:09.431-08:00Marx y el NeoliberalismoSeminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.comBlogger10125tag:blogger.com,1999:blog-5264498703070482728.post-88646030279708915762008-04-14T17:42:00.000-07:002008-04-14T17:49:06.090-07:00Coloquio "Marx y el Neoliberalismo"<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqkXnM3hg9wgocPOjKF6qXVHtofkXM8gM6SL2D4XR1K_axQAWOyjEdFdHzQk_VLeH2gUwGMJEgWeSsSEx26G-Ek48nkmxllGBhwk5y84pmQTbnGjdW7gL7GS8GZLRuxaprH27jPyOsWXg/s1600-h/imageeconomia.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqkXnM3hg9wgocPOjKF6qXVHtofkXM8gM6SL2D4XR1K_axQAWOyjEdFdHzQk_VLeH2gUwGMJEgWeSsSEx26G-Ek48nkmxllGBhwk5y84pmQTbnGjdW7gL7GS8GZLRuxaprH27jPyOsWXg/s320/imageeconomia.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5189266492476219042" border="0" /></a><br /> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size:15;"></span> </p><p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span style="font-size:15;">“Marx: 190 Años. Tercer Coloquio Anual Interdisciplinario”<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span style="font-size:15;">Seminario Permanente Hegel - Marx<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span style="font-size:15;">Facultad de Filosofía y Humanidades<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span style="font-size:15;">Universidad de Chile<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><span style="font-size:16;"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><strong><span style="font-size:22;">Coloquio "Marx y el Neoliberalismo"</span></strong><b style=""><span style="font-size:18;"> <o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><b style=""><span style="font-size:18;">Jueves 24 de abril 18.30 hrs. <o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center;" align="center"><b style=""><span style="font-size:18;">Sala Ercilla de <st1:personname productid="la Biblioteca Nacional" st="on">la Biblioteca Nacional</st1:personname> de Chile.<o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> </p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt; font-family: "Times New Roman";"><st1:personname productid=" 梨 "></st1:PersonName></span><span style="font-size: 12pt; font-family: "Times New Roman";"><st1:personname productid=" 梨 "></st1:PersonName></span><st1:personname productid=" 梨 "></st1:PersonName> </p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">A <span style=""> </span>pocas semanas de la aparición de la “Contribución de <st1:personname productid="la Cr■tica" st="on">la Crítica</st1:PersonName> de <st1:personname productid="La Econom■a Pol■tica" st="on">la Economía Política</st1:PersonName>” de Marx , en agosto de 1859, Engels subrayaba uno de los aspectos centrales de esta obra,<span style=""> </span>considerada <span style=""> </span>el comienzo de la sistematización de las investigaciones económicas de Karl Marx: “Aquí se planteaba, por tanto, otro problema que, de suyo, no tenía nada que ver con la Economía Política. Con qué método había de tratarse la ciencia?”. A más de un siglo de este aserto, el problema que señala Engels nos muestra una problemática que el desarrollo actual de los estudios de la sociedad, orientados por la especialización del saber, <span style=""> </span>ha relegado a un plano secundario. Dicha problemática constituye uno de los fundamentos<span style=""> </span>de la concepción de Marx, consistente en la ruptura epistemológica que precede y es resultado de la investigación socio-económica y que señala, a la vez, la perspectiva metodológica que hace posible el conocimiento de la realidad. “Aun el método descubierto de acuerdo con la crítica de <st1:personname productid="La Econom■a Pol■tica" st="on">la Economía Política</st1:PersonName> podía acometerse de dos modos: el histórico o el lógico (…) el único método indicado era el lógico. Pero éste no es, en realidad, más que el método histórico, despojado únicamente de su forma histórica y de las contingencias perturbadoras. Allí donde comienza esta historia debe comenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuente, de la trayectoria histórica; una imagen refleja corregida, pero corregida con arreglo a las leyes que brinda la propia trayectoria histórica; y así, cada factor puede estudiarse en el punto de desarrollo de su plena madurez, en su forma plena”. La historización<span style=""> </span>del desarrollo de la sociedad y la comprensión de lo real a partir de su propio movimiento se nos presentan así como las premisas que Marx se impone al momento de emprender el análisis económico, premisas que serán, mayoritariamente, desplazadas en la tradición intelectual de los “marxismos” en pos de la cientificidad de Marx y, en consecuencia, de la homologación de su método dialéctico al método científico-natural. A partir de esta tradición el pensamiento de Marx devenía teoría universal de lo real cuya validez respondía al mismo estatuto epistemológico que las ciencias físicas y, por tanto, como teoría social, era “aplicable” a la realidad social, como una ecuación a la construcción de un puente. Ciertamente, tras el colapso de la experiencia soviética significó también el colapso de la “validez científica” de esta perspectiva de comprensión del pensamiento de Marx. La caída del Muro de Berlín se produce paralelamente a la expansión de la globalización, a la irrupción de la tesis del fin de la historia y a la posmodernidad como momento actual del conocimiento. En particular, en nuestro país, dichos fenómenos se desarrollan en un marco socio-cultural en el cual<span style=""> </span>el estudio de la historia como premisa metodológica decae para dar paso a la especialización del saber, específicamente, en el ámbito de las ciencias económicas. El desarrollo del neoliberalismo supone, como condición de existencia, la ahistoricidad del saber. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El Coloquio “Marx y el Neoliberalismo”<span style=""> </span>se propone examinar esta relación en una doble perspectiva, entendiendo al neoliberalismo como un pensamiento económico que vendría a superar la ciencia económica anterior y como la realidad económica actual en tanto predominio del mercado en el intercambio y en tanto política económica. En la primera perspectiva, el neoliberalismo como teoría económica, arranca de una concepción cuyos fundamentos epistemológicos y principios metodológicos consideramos necesario estudiar críticamente así como su propio desarrollo interno a partir del cual es dable afirmar que la teoría neoliberal es más hija de <st1:personname productid="la Guerra Fr■a" st="on">la Guerra Fría</st1:PersonName> que de la sociedad contemporánea. En la segunda perspectiva, el neoliberalismo como práctica de las clases capitalistas y como supremacía del mercado en las sociales<span style=""> </span>presenta una amplia diversidad en el concierto internacional, la experiencia neoliberal denota evidentes contradicciones si se considera, sólo a modo de ejemplo, que ésta no significó en las economías del primer mundo la reducción de la presencia del estado al nivel en que fue promovida por los gobiernos latinoamericanos de la década de los noventa. Sin duda alguna, en este sentido, es Chile el representante más genuino de un estado cuyas políticas públicas estaban orientadas a su propia reducción. La política económica de los Chicago Boys en el régimen militar, al postular desde el estado el repliegue del estado, no sólo determinó una nueva forma de la vida social de nuestro país hasta nuestros días sino que también sentó las bases para su propia comprensión, es decir, situó, como principio metodológico del estudio económico, el binomio tecnocratización/despolitización, de acuerdo al cual la economía política se desprendía de lo político a fin de aislar y analizar la propia objetividad de la realidad económica, conceptualizada como una realidad superior a los agentes económicos, esto es, como una realidad natural.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Finalmente, quisiéramos invitar, especialmente, a los estudiantes a revisar los siguientes textos para una más eficiente conversación con los ponencistas.</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;">“El método de la economía política<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;">3 ) El método de la economía política<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;">Cuando consideramos un país dado desde el punto de vista económico-político comenzamos con su población, con su distribución en clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferentes ramas de la producción, exportación e importación, producción y consumo anual, precios de las mercancías, etc.<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;">Parece correcto empezar por lo real y concreto, con el presupuesto efectivo; y en consecuencia, empezar, por ejemplo, en la economía con la población, que es el fundamento y sujeto de todo acto de producción social. Sin embargo, ante un examen más detenido, esto se manifiesta como falso. La población es una abstracción, si dejo, por ejemplo, de lado las clases de las que se compone. Estas clases son a su vez una palabra vacía, si no conozco los elementos sobre las que descansan. Por ejemplo, trabajo asalariado, capital, etc. Éstos presuponen cambio, división del trabajo, precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo asalariado, sin valor, dinero, precio, etc. Si comenzara, por lo tanto, con la población, esto sería una representación caótica de la totalidad y mediante una determinación más precisa llegaría analíticamente a conceptos cada vez más simples; de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles, hasta alcanzar las determinaciones más simples. A partir de aquí habría que emprender de nuevo el viaje a la inversa, hasta llegar finalmente de nuevo a la población, pero esta vez no como una representación caótica de un todo, sino como una totalidad rica de múltiples determinaciones y relaciones. El primer camino es el que tomó históricamente la economía en sus comienzos. Los economistas del siglo XVII, por ejemplo, comienzan siempre con la totalidad viva, con la población, con la nación, con el estado, con varios estados, etc.; pero siempre acaban descubriendo mediante el análisis algunas relaciones generales abstractas determinantes, como división del trabajo, dinero, valor, etc. Tan pronto como estos momentos aislados fueron más o menos fijados y abstraídos, comenzaron los sistemas económicos, que se elevaban de lo simple, como el trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de cambio, hasta el Estado, cambio entre las naciones y el mercado mundial.”</span></i><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;"> </span>(Texto disponible en <a href="http://marxeconomia.blogspot.com/">http://marxeconomia.blogspot.com/</a>)</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;">“El fetichismo de la mercancía, y su secreto.<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;">El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores. Este quid pro quo es lo que convierte a los productos de trabajo en mercancía, en objetos físicamente metafísicos o en objetos sociales. Es algo así como lo que sucede con la sensación luminosa de un objeto en el nervio visual, que parece como si no fuese una excitación subjetiva del nervio de la vista, sino la forma material de un objeto situado fuera del ojo. Y, sin embargo, en este caso hay realmente un objeto, la cosa exterior, que proyecta luz sobre otro objeto, sobre el ojo. Es una relación física entre objetos físicos. En cambio, la forma mercancía y la relación de valor de los productos del trabajo en que esa forma cobra cuerpo, no tiene absolutamente nada que ver con su carácter físico ni con las relaciones materiales que de este carácter se derivan. Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres. Por eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la religión, donde los productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre. A esto es a lo que yo llamo el fetichismo bajo el que se presentan los productos del trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción.<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;">Este carácter fetichista del mundo de las mercancías responde, como lo ha puesto ya de manifiesto el análisis anterior, al carácter social genuino y peculiar del trabajo productor de mercancías.<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;">Si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura y simplemente, porque son productos de trabajos privados independientes los unos de los otros. El conjunto de estos trabajos privados forma el trabajo colectivo de la sociedad. Como los productores entran en contacto social al cambiar entre sí los productos de su trabajo, es natural que el carácter específicamente social de sus trabajos privados sólo resalte dentro de este intercambio. También podríamos decir que los trabajos privados sólo funcionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por medio de las relaciones que el cambio establece entre los productos del trabajo y, a través de ellos, entre los productores. Por eso, ante éstos, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados aparecen como lo que son; es decir, no como relaciones directamente sociales de las personas en sus trabajos, sino como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas.”</span></i><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;"> </span>(Texto disponible en <a href="http://marxeconomia.blogspot.com/">http://marxeconomia.blogspot.com/</a>)</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;">“Aun el método descubierto de acuerdo con la crítica de <st1:personname productid="La Econom■a Pol■tica" st="on">la Economía Política</st1:PersonName> podía acometerse de dos modos: el histórico o el lógico. Como en la historia, al igual que en su reflejo literario, las cosas se desarrollan también, a grandes rasgos, desde lo más simple hasta lo más complejo, el desarrollo histórico de la literatura sobre Economía Política brindaba un hilo natural de engarce para la crítica, pues, en términos generales, las categorías económicas aparecerían aquí por el mismo orden que en su desarrollo lógico. Esta forma presenta, aparentemente, la ventaja de una mayor claridad, puesto que en ella se sigue el desarrollo real de las cosas, pero en la práctica lo único que se conseguiría, en [528] el mejor de los casos, sería hacerla más popular. La historia se desarrolla con frecuencia a saltos y en zigzags, y habría que seguirla así en toda su trayectoria, con lo cual no sólo se recogerían muchos materiales de escasa importancia, sino que habría que romper muchas veces la ilación lógica. Además la historia de <st1:personname productid="La Econom■a Pol■tica" st="on">la Economía Política</st1:PersonName> no podría escribirse sin la de la sociedad burguesa, con lo cual la tarea se haría interminable, ya que faltan todos los trabajos preparatorios. Por tanto, el único método indicado era el lógico. Pero éste no es, en realidad, más que el método histórico, despojado únicamente de su forma histórica y de las contingencias perturbadoras. Allí donde comienza esta historia debe comenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuente, de la trayectoria histórica; una imagen refleja corregida, pero corregida con arreglo a las leyes que brinda la propia trayectoria histórica; y así, cada factor puede estudiarse en el punto de desarrollo de su plena madurez, en su forma clásica.<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;">Con este método, partimos siempre de la relación primera y más simple que existe históricamente, de hecho; por tanto, aquí, partimos de la relación económica con que nos encontramos. Luego, procedemos a analizarla. Ya en el sólo hecho de tratarse de una relación, va implícito que tiene dos lados que se relacionan entre sí. Cada uno de estos dos lados se estudia separadamente, de donde luego se desprende su relación recíproca y su interacción. Nos encontramos con contradicciones, que reclaman una solución. Pero, como aquí no seguimos un proceso discursivo abstracto, que se desarrolla exclusivamente en nuestras cabezas, sino una sucesión real de hechos, ocurridos real y efectivamente en algún tiempo o que siguen ocurriendo todavía, estas contradicciones se habrán planteado también en la práctica y en ella habrán encontrado también, probablemente, su solución. Y si estudiamos el carácter de esta solución, veremos que se logra creando una nueva relación, cuyos dos lados contrapuestos tendremos que desarrollar ahora, y así sucesivamente.”</span></i><span style="font-size: 10pt; font-family: Arial;"> </span>(Texto disponible en <a href="http://marxeconomia.blogspot.com/">http://marxeconomia.blogspot.com/</a>)</p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br /><st1:personname productid=" 梨 "></st1:PersonName></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br /><st1:personname productid=" 梨 "></st1:personname></p>Seminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5264498703070482728.post-58243282629258812242008-04-14T17:38:00.000-07:002008-04-14T17:41:37.077-07:00Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política. Engels<h2>F. ENGELS</h2> <h1>CARLOS MARX. CONTRIBUCION A LA CRITICA DE LA ECONOMIA POLITICA.</h1> <p align="justify"><b>PRIMER FASCICULO, BERLIN,</b></p> <p align="justify"><b>FRANZ DUNKER, 1859</b> <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn0" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB0">[1]</a></p> <p align="justify"><b>I</b></p> <p align="justify">En todos los campos de la ciencia los alemanes han demostrado hace tiempo que valen tanto, y en muchos de ellos más, que las otras naciones civilizadas. No había más que una ciencia que no contase entre sus talentos ningún nombre alemán: la Economía Política. La razón se alcanza fácilmente. La Economía Política es el análisis teórico de la moderna sociedad burguesa y presupone, por tanto, relaciones burguesas desarrolladas, relaciones que después de las guerras de la Reforma y las guerras campesinas <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn1" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB1">[2]</a> y sobre todo después de la guerra de los Treinta años <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn2" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB2">[3]</a>, no podían darse en Alemania antes de que pasasen varios siglos. La separación de Holanda deI Imperio alemán <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn3" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB3">[4]</a> apartó a Alemania del comereio mundial y redujo de antemano su desarrollo industrial a las proporciones más mezquinas. Y, mientras los alemanes se reponían tan fatigosa y lentamente de los estragos de las guerras intestinas, mientras gastaban todas sus energías cívicas, que nunca fueron demasiado grandes, en una lucha estéril contra las trabas aduaneras y las necias ordenanzas comerciales que cada príncipe en miniatura y cada barón del Reich imponía a la industria de sus súbditos; mientras las ciudades imperiales languidecían entre la quincalla de los gremios y el patriciado, Holanda, Inglaterra y Francia conquistaban los primeros puestos en el comercio mundial, establecían colonia tras colonia y llevaban la industria manufacturera a su máximo apogeo, hasta que, por último, Inglaterra, [522] con la invención del vapor, que valorizó por fin sus yacimientos de hulla y de hierro, se colocó a la cabeza del desarrollo burgués moderno. Mientras hubiese que luchar contra restos tan ridículamente anticuados de la Edad Media como los que hasta 1830 obstruían el progreso material burgués de Alemania, no había que pensar en que existiese una Economía Política alemana. Hasta la fundación de la Liga aduanera <script><!-- D(["mb","\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn4\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fnB4\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[5]\u003c/a\u003e, los alemanes no se encontraron en condiciones de poder \u003ci\u003eentender\u003c/i\u003e, únicamente, la Economía política. En efecto, a partir de entonces comienza a importarse la Economía Política inglesa y francesa, en provecho de la burguesía alemana. La gente erudita y los burócratas no tardaron en adueñarse de la materia importada, aderezándola de un modo que no honra precisamente al «espíritu alemán». De la turbamulta de caballeros de industria, mercaderes, dómines y burócratas metidos a escritores, nació una literatura económica alemana que, en punto a insipidez, superficialidad, vacuidad, prolijidad y plagio, sólo puede parangonarse con la novela alemana. Entre la gente de sentido práctico se ha formado en primer término la escuela de los industriales proteccionistas, cuya primera autoridad, List, sigue todavía siendo lo mejor que ha producido la literatura económica burguesa alemana, aunque toda su obra gloriosa esté copiada del francés Ferrier, padre teórico del sistema continental \u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn5\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fnB5\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[6]\u003c/a\u003e. Frente a esta tendencia, apareció en la década del cuarenta la escuela librecambista de los comerciantes de las provincias del Báltico, que repetían balbuceando, con una fe infantil, aunque interesada, los argumentos de los «freetraders» ingleses \u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn6\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fnB6\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[7]\u003c/a\u003e. Finalmente, entre los dómines y los burócratas, a cuyo cargo corría el lado teórico de esta ciencia, tenemos áridos herboristas sin sentido crítico, como el señor Rau, especuladores seudo-ingeniosos como el señor Stein, que se dedicaba a traducir las tesis de los extranjeros al lenguaje indigerido de Hegel, o espigadores literaturizantes dentro del campo de la «historia de la cultura», como el señor Riehl. De todo esto salieron, por último, las ciencias camerales ",1] ); //--></script> <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn4" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB4">[5]</a>, los alemanes no se encontraron en condiciones de poder <i>entender</i>, únicamente, la Economía política. En efecto, a partir de entonces comienza a importarse la Economía Política inglesa y francesa, en provecho de la burguesía alemana. La gente erudita y los burócratas no tardaron en adueñarse de la materia importada, aderezándola de un modo que no honra precisamente al «espíritu alemán». De la turbamulta de caballeros de industria, mercaderes, dómines y burócratas metidos a escritores, nació una literatura económica alemana que, en punto a insipidez, superficialidad, vacuidad, prolijidad y plagio, sólo puede parangonarse con la novela alemana. Entre la gente de sentido práctico se ha formado en primer término la escuela de los industriales proteccionistas, cuya primera autoridad, List, sigue todavía siendo lo mejor que ha producido la literatura económica burguesa alemana, aunque toda su obra gloriosa esté copiada del francés Ferrier, padre teórico del sistema continental <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn5" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB5">[6]</a>. Frente a esta tendencia, apareció en la década del cuarenta la escuela librecambista de los comerciantes de las provincias del Báltico, que repetían balbuceando, con una fe infantil, aunque interesada, los argumentos de los «freetraders» ingleses <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn6" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB6">[7]</a>. Finalmente, entre los dómines y los burócratas, a cuyo cargo corría el lado teórico de esta ciencia, tenemos áridos herboristas sin sentido crítico, como el señor Rau, especuladores seudo-ingeniosos como el señor Stein, que se dedicaba a traducir las tesis de los extranjeros al lenguaje indigerido de Hegel, o espigadores literaturizantes dentro del campo de la «historia de la cultura», como el señor Riehl. De todo esto salieron, por último, las ciencias camerales <script><!-- D(["mb","\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn7\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fnB7\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[8]\u003c/a\u003e, un potaje de yerbajos de toda especie, revuelto con una salsa ecléctico-economista, que servía a los opositores para ingresar en los escalafones de la Administración pública.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eMientras, en Alemania, la burguesía, los dómines y los burócratas se esforzaban por aprenderse de memoria, como dogmas intangibles, y por explicarse un poco los primeros rudimentos de la Economía política anglo-francesa, salió a la palestra el partido proletario alemán. Todo el contenido de la teoría de este partido emanaba del estudio de la Economía Política, y del instante de su advenimiento data también la \u003ci\u003eEconomía Política alemana\u003c/i\u003e, como ciencia con existencia propia. Esta Economía Política alemana se basa sustancialmente en la \u003ci\u003econcepción materialista\u003c/i\u003e [523] \u003ci\u003ede la historia\u003c/i\u003e, cuyos rasgos fundamentales se exponen concisamente en el prólogo de la obra que comentamos. La parte principal de este prólogo \u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn8\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fnB8\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[*]\u003c/a\u003e se ha publicado ya en \u0026quot;Das Volk\u0026quot; \u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn9\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fnB9\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[9]\u003c/a\u003e por lo cual nos remitimos a ella. La tesis de que «el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general», de que todas las relaciones sociales y estatales, todos los sistemas religiosos y jurídicos, todas las ideas teóricas que brotan en la historia, sólo pueden comprenderse cuando se han comprendido las condiciones materiales de vida de la época de que se trata y se ha sabido explicar todo aquello por estas condiciones materiales; esta tesis era un descubrimiento que venía a revolucionar no sólo la Economía Política, sino todas las ciencias históricas (y todas las ciencias que no son naturales, son históricas). «No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia». Es una tesis tan sencilla, que por fuerza tenía que ser la evidencia misma, para todo el que no se hallase empantanado en las engañifas idealistas. Pero esto no sólo encierra consecuencias eminentemente revolucionarias para la teoría, sino también para la práctica: «Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de ",1] ); //--></script> <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn7" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB7">[8]</a>, un potaje de yerbajos de toda especie, revuelto con una salsa ecléctico-economista, que servía a los opositores para ingresar en los escalafones de la Administración pública.</p> <p align="justify">Mientras, en Alemania, la burguesía, los dómines y los burócratas se esforzaban por aprenderse de memoria, como dogmas intangibles, y por explicarse un poco los primeros rudimentos de la Economía política anglo-francesa, salió a la palestra el partido proletario alemán. Todo el contenido de la teoría de este partido emanaba del estudio de la Economía Política, y del instante de su advenimiento data también la <i>Economía Política alemana</i>, como ciencia con existencia propia. Esta Economía Política alemana se basa sustancialmente en la <i>concepción materialista</i> [523] <i>de la historia</i>, cuyos rasgos fundamentales se exponen concisamente en el prólogo de la obra que comentamos. La parte principal de este prólogo <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn8" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB8">[*]</a> se ha publicado ya en "Das Volk" <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn9" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB9">[9]</a> por lo cual nos remitimos a ella. La tesis de que «el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general», de que todas las relaciones sociales y estatales, todos los sistemas religiosos y jurídicos, todas las ideas teóricas que brotan en la historia, sólo pueden comprenderse cuando se han comprendido las condiciones materiales de vida de la época de que se trata y se ha sabido explicar todo aquello por estas condiciones materiales; esta tesis era un descubrimiento que venía a revolucionar no sólo la Economía Política, sino todas las ciencias históricas (y todas las ciencias que no son naturales, son históricas). «No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia». Es una tesis tan sencilla, que por fuerza tenía que ser la evidencia misma, para todo el que no se hallase empantanado en las engañifas idealistas. Pero esto no sólo encierra consecuencias eminentemente revolucionarias para la teoría, sino también para la práctica: «Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de <script><!-- D(["mb","\u003ci\u003erevolución social\u003c/i\u003e. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella... Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo» \u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn10\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fnB10\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[*]\u003c/a\u003e\u003csup\u003e*\u003c/sup\u003e. Por tanto, si seguimos desarrollando nuestra tesis materialista y la aplicamos a los tiempos actuales, se abre inmediatamente ante nosotros la perspectiva de una potente revolución, la revolución más potente de todos los tiempos.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003ePero, mirando las cosas de cerca, vemos también, inmediatamente, que esta tesis, en apariencia tan sencilla, de que la conciencia del hombre depende de su existencia, y no al revés, rechaza [524] de plano, ya en sus primeras consecuencias, todo idealismo, aun el más disimulado. Con ella, quedan negadas todas las ideas tradicionales y acostumbradas acerca de cuanto es histórico. Toda la manera tradicional de la argumentación política se viene a tierra; la hidalguía patriótica se revuelve, indignada, contra esta falta de principios en el modo de ver las cosas. Por eso la nueva concepción tenía que chocar forzosamente, no sólo con los representantes de la burguesía, sino también con la masa de los socialistas franceses que pretenden sacar al mundo de quicio con su fórmula mágica de \u003ci\u003eliberté, égalité, fraternité\u003c/i\u003e. Pero, donde provocó la mayor cólera fue entre los voceadores democrático-vulgares de Alemania. Lo cual no fue obstáculo para que pusiesen una especial predilección en explotar, plagiándolas, las nuevas ideas, si bien con un confusionismo extraordinario.",1] ); //--></script> <i>revolución social</i>. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella... Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo» <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn10" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB10">[*]</a><sup>*</sup>. Por tanto, si seguimos desarrollando nuestra tesis materialista y la aplicamos a los tiempos actuales, se abre inmediatamente ante nosotros la perspectiva de una potente revolución, la revolución más potente de todos los tiempos.</p> <p align="justify">Pero, mirando las cosas de cerca, vemos también, inmediatamente, que esta tesis, en apariencia tan sencilla, de que la conciencia del hombre depende de su existencia, y no al revés, rechaza [524] de plano, ya en sus primeras consecuencias, todo idealismo, aun el más disimulado. Con ella, quedan negadas todas las ideas tradicionales y acostumbradas acerca de cuanto es histórico. Toda la manera tradicional de la argumentación política se viene a tierra; la hidalguía patriótica se revuelve, indignada, contra esta falta de principios en el modo de ver las cosas. Por eso la nueva concepción tenía que chocar forzosamente, no sólo con los representantes de la burguesía, sino también con la masa de los socialistas franceses que pretenden sacar al mundo de quicio con su fórmula mágica de <i>liberté, égalité, fraternité</i>. Pero, donde provocó la mayor cólera fue entre los voceadores democrático-vulgares de Alemania. Lo cual no fue obstáculo para que pusiesen una especial predilección en explotar, plagiándolas, las nuevas ideas, si bien con un confusionismo extraordinario. <script><!-- D(["mb","\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eEl desarrollar la concepción materialista aunque sólo fuese a la luz de un único ejemplo histórico, era una labor científica que habría exigido largos años de estudio tranquilo, pues es evidente que aquí con simples frases no se resuelve nada, que sólo la existencia de una masa de materiales históricos, críticamente cribados y totalmente dominados, puede capacitarnos para la solución de este problema. La revolución de Febrero lanzó a nuestro partido a la palestra política, impidiéndole con ello entregarse a empresas puramente científicas. No obstante, aquella concepción fundamental inspira, une como hilo de engarce, todas las producciones literarias del partido. En todas ellas se demuestra, caso por caso, cómo la acción brota siempre de impulsos directamente materiales y no de las frases que la acompañan; lejos de ello, las frases políticas y jurídicas son otros tantos efectos de los impulsos materiales, ni más ni menos que la acción política y sus resultados.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eTras la derrota de la revolución de 1848-49, llegó un momento en que se hizo cada vez más imposible influir sobre Alemania desde el extranjero, y entonces nuestro partido abandonó a los demócratas vulgares el campo de los líos entre los emigrados, única actividad posible de tales momentos. Mientras aquéllos daban rienda suelta a sus querellas, arañándose hoy para abrazarse mañana, y al día siguiente volver a lavar delante de todo el mundo sus trapos sucios; mientras recorrían toda América mendigando, para armar en seguida un nuevo escándalo por el reparto del puñado de monedas reunido, nuestro partido se alegraba de encontrar otra vez un poco de sosiego para el estudio. Llevaba a los demás la gran ventaja de tener por base teórica una nueva concepción científica del mundo, cuya elaboración le daba bastante que hacer, razón suficiente, ya de suyo, para que no pudiese caer nunca tan bajo como los «grandes hombres» de la emigración.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eEl primer fruto de estos estudios es el libro que tenemos delante.",1] ); //--></script> </p> <p align="justify">El desarrollar la concepción materialista aunque sólo fuese a la luz de un único ejemplo histórico, era una labor científica que habría exigido largos años de estudio tranquilo, pues es evidente que aquí con simples frases no se resuelve nada, que sólo la existencia de una masa de materiales históricos, críticamente cribados y totalmente dominados, puede capacitarnos para la solución de este problema. La revolución de Febrero lanzó a nuestro partido a la palestra política, impidiéndole con ello entregarse a empresas puramente científicas. No obstante, aquella concepción fundamental inspira, une como hilo de engarce, todas las producciones literarias del partido. En todas ellas se demuestra, caso por caso, cómo la acción brota siempre de impulsos directamente materiales y no de las frases que la acompañan; lejos de ello, las frases políticas y jurídicas son otros tantos efectos de los impulsos materiales, ni más ni menos que la acción política y sus resultados.</p> <p align="justify">Tras la derrota de la revolución de 1848-49, llegó un momento en que se hizo cada vez más imposible influir sobre Alemania desde el extranjero, y entonces nuestro partido abandonó a los demócratas vulgares el campo de los líos entre los emigrados, única actividad posible de tales momentos. Mientras aquéllos daban rienda suelta a sus querellas, arañándose hoy para abrazarse mañana, y al día siguiente volver a lavar delante de todo el mundo sus trapos sucios; mientras recorrían toda América mendigando, para armar en seguida un nuevo escándalo por el reparto del puñado de monedas reunido, nuestro partido se alegraba de encontrar otra vez un poco de sosiego para el estudio. Llevaba a los demás la gran ventaja de tener por base teórica una nueva concepción científica del mundo, cuya elaboración le daba bastante que hacer, razón suficiente, ya de suyo, para que no pudiese caer nunca tan bajo como los «grandes hombres» de la emigración.</p> <p align="justify">El primer fruto de estos estudios es el libro que tenemos delante. <script><!-- D(["mb","\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e[525\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003cb\u003eII\u003c/b\u003e\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eUn libro como éste no podía limitarse a criticar sin ilación algunos capítulos sueltos de la Economía Política, estudiar aisladamente tal o cual problema económico litigioso. No; este libro tiende desde el primer momento a una síntesis sistemática de todo el conjunto de la ciencia económica, a desarrollar de un modo coherente las leyes de la producción burguesa y del cambio burgués. Y como los economistas no son más que los intérpretes y los apologistas de estas leyes, el desarrollarlas es, al mismo tiempo, hacer la crítica de toda la literatura económica.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eDesde la muerte de Hegel apenas se había intentado desarrollar una ciencia en su propia conexión interna. La escuela hegeliana oficial sólo había aprendido de la dialéctica del maestro la manipulación de los artificios más sencillos, que aplicaba a diestro y siniestro, y además con una torpeza no pocas veces risible. Para ellos, toda la herencia de Hegel se reducía a un simple patrón por el cual podían cortarse y construirse todos los temas posibles, y a un índice de palabras y giros que ya no tenían más misión que colocarse en el momento oportuno, para encubrir con ellos la ausencia de ideas y conocimientos positivos. Como decía un profesor de Bonn, estos hegelianos no sabían nada de nada, pero podían escribir acerca de todo. Y así era, en efecto. Sin embargo, pese a su suficiencia, estos señores tenían tanta conciencia de su pequeñez que rehuían, en cuanto les era posible, los grandes problemas; la vieja ciencia pedantesca mantenía sus posiciones por la superioridad de su saber positivo. Sólo cuando vino Feuerbach y dio el pasaporte al concepto especulativo, el hegelianismo fue languideciendo poco a poco, y parecía como si hubiese vuelto a instaurarse en la ciencia el reinado de la vieja metafísica, con sus categorías inmutables.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eLa cosa tenía su explicación lógica. Al régimen de los diadocos \u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn11\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fnB11\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e",1] ); //--></script> </p> <p align="justify">[525</p> <p align="justify"><b>II</b></p> <p align="justify">Un libro como éste no podía limitarse a criticar sin ilación algunos capítulos sueltos de la Economía Política, estudiar aisladamente tal o cual problema económico litigioso. No; este libro tiende desde el primer momento a una síntesis sistemática de todo el conjunto de la ciencia económica, a desarrollar de un modo coherente las leyes de la producción burguesa y del cambio burgués. Y como los economistas no son más que los intérpretes y los apologistas de estas leyes, el desarrollarlas es, al mismo tiempo, hacer la crítica de toda la literatura económica.</p> <p align="justify">Desde la muerte de Hegel apenas se había intentado desarrollar una ciencia en su propia conexión interna. La escuela hegeliana oficial sólo había aprendido de la dialéctica del maestro la manipulación de los artificios más sencillos, que aplicaba a diestro y siniestro, y además con una torpeza no pocas veces risible. Para ellos, toda la herencia de Hegel se reducía a un simple patrón por el cual podían cortarse y construirse todos los temas posibles, y a un índice de palabras y giros que ya no tenían más misión que colocarse en el momento oportuno, para encubrir con ellos la ausencia de ideas y conocimientos positivos. Como decía un profesor de Bonn, estos hegelianos no sabían nada de nada, pero podían escribir acerca de todo. Y así era, en efecto. Sin embargo, pese a su suficiencia, estos señores tenían tanta conciencia de su pequeñez que rehuían, en cuanto les era posible, los grandes problemas; la vieja ciencia pedantesca mantenía sus posiciones por la superioridad de su saber positivo. Sólo cuando vino Feuerbach y dio el pasaporte al concepto especulativo, el hegelianismo fue languideciendo poco a poco, y parecía como si hubiese vuelto a instaurarse en la ciencia el reinado de la vieja metafísica, con sus categorías inmutables.</p> <p align="justify">La cosa tenía su explicación lógica. Al régimen de los diadocos <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn11" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB11"> <script><!-- D(["mb","[10]\u003c/a\u003e hegelianos, que se había perdido en meras frases, siguió, naturalmente, una época en la que el contenido positivo de la ciencia volvió a sobrepujar su aspecto formal. Al mismo tiempo, Alemania, congruentemente con el formidable progreso burgués conseguido desde 1848, se lanzaba con una energía verdaderamente extraordinaria a las ciencias naturales; y, al poner de moda estas ciencias, en las que la tendencia especulativa no había llegado jamás a adquirir gran importancia, volvió a echar raíces también la vieja manera metafísica de discurrir, hasta caer en la extrema vulgaridad de un Wolff. Hegel había sido olvidado, y se desarrolló el nuevo materialismo naturalista, que apenas se distingue en nada, teóricamente, de aquél del siglo XVIII y que en la mayor parte de los casos no le lleva más ventaja que la de poseer un material [526] de ciencias naturales, y principalmente químico y fisiológico, más abundante. La angosta mentalidad filistea de los tiempos prekantianos vuelve a presentársenos, reproducida hasta la más extrema vulgaridad, en Büchner y Vogt; y hasta el propio Moleschott, que jura por Feuerbach, se pierde a cada momento, de un modo divertidísimo, entre las categorías más sencillas. Naturalmente, el envarado penco del sentido común burgués se detiene perplejo ante la zanja que separa la esencia de las cosas de sus manifestaciones, la causa, del efecto; y, si uno va a cazar con galgos en los terrenos escabrosos del pensar abstracto, no debe hacerlo a lomos de un penco.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eAquí se planteba, por tanto, otro problema que, de suyo, no tenía nada que ver con la Economía Política. ¿Con qué método había de tratarse la ciencia? De un lado estaba la dialéctica hegeliana, bajo la forma completamente abstracta, «especulativa», en que la dejara Hegel; de otro lado, el método ordinario, que volvía a estar de moda, el método, en su esencia metafísico, wolffiano, y del que se servían también los economistas burgueses para escribir sus gordos e incoherentes libros. Este último método había sido tan destruido teóricamente por Kant, y sobre todo por Hegel, que sólo la inercia y la ausencia de otro método ",1] ); //--></script> [10]</a> hegelianos, que se había perdido en meras frases, siguió, naturalmente, una época en la que el contenido positivo de la ciencia volvió a sobrepujar su aspecto formal. Al mismo tiempo, Alemania, congruentemente con el formidable progreso burgués conseguido desde 1848, se lanzaba con una energía verdaderamente extraordinaria a las ciencias naturales; y, al poner de moda estas ciencias, en las que la tendencia especulativa no había llegado jamás a adquirir gran importancia, volvió a echar raíces también la vieja manera metafísica de discurrir, hasta caer en la extrema vulgaridad de un Wolff. Hegel había sido olvidado, y se desarrolló el nuevo materialismo naturalista, que apenas se distingue en nada, teóricamente, de aquél del siglo XVIII y que en la mayor parte de los casos no le lleva más ventaja que la de poseer un material [526] de ciencias naturales, y principalmente químico y fisiológico, más abundante. La angosta mentalidad filistea de los tiempos prekantianos vuelve a presentársenos, reproducida hasta la más extrema vulgaridad, en Büchner y Vogt; y hasta el propio Moleschott, que jura por Feuerbach, se pierde a cada momento, de un modo divertidísimo, entre las categorías más sencillas. Naturalmente, el envarado penco del sentido común burgués se detiene perplejo ante la zanja que separa la esencia de las cosas de sus manifestaciones, la causa, del efecto; y, si uno va a cazar con galgos en los terrenos escabrosos del pensar abstracto, no debe hacerlo a lomos de un penco.</p> <p align="justify">Aquí se planteba, por tanto, otro problema que, de suyo, no tenía nada que ver con la Economía Política. ¿Con qué método había de tratarse la ciencia? De un lado estaba la dialéctica hegeliana, bajo la forma completamente abstracta, «especulativa», en que la dejara Hegel; de otro lado, el método ordinario, que volvía a estar de moda, el método, en su esencia metafísico, wolffiano, y del que se servían también los economistas burgueses para escribir sus gordos e incoherentes libros. Este último método había sido tan destruido teóricamente por Kant, y sobre todo por Hegel, que sólo la inercia y la ausencia de otro método <script><!-- D(["mb","\u003ci\u003esencillo\u003c/i\u003e podían explicar que aún perdurase prácticamente. Por otro lado, el método hegeliano era de todo punto inservible en su forma \u003ci\u003eexistente\u003c/i\u003e. Era un método esencialmente idealista, y aquí se trataba de desarrollar una concepción del mundo más materialista que todas las anteriores. Aquel método arrancaba del pensar puro, y aquí había que partir de los hechos más tenaces. Un método que, según su propia confesión, «partía de la nada, para llegar a la nada, a través de la nada» \u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn12\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fnB12\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[11]\u003c/a\u003e, era de todos modos impropio bajo esta forma. Y no obstante, este método era, entre todo el material lógico existente, lo único que podía ser utilizado. No había sido criticado, no había sido superado; ninguno de los adversarios del gran dialéctico había podido abrir una brecha en su airoso edificio; había caído en el olvido, porque la escuela hegeliana no supo qué hacer con él. Lo primero era, pues, someter a una crítica a fondo el método hegeliano.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eLo que ponía al modo discursivo de Hegel por encima del de todos los demás filósofos era el formidable sentido histórico que lo animaba. Por muy abstracta e idealista que fuese su forma, el desarrollo de sus ideas marchaba siempre paralelamente con el desarrollo de la historia universal, que era, en realidad, sólo la piedra de toque de aquél. Y aunque con ello se invirtiese y pusiese cabeza abajo la verdadera relación, la Filosofía nutríase toda ella, no obstante, del contenido real; tanto más cuanto que Hegel se distinguía de sus discípulos en que no alardeaba, como [527] éstos, de ignorancia, sino que era una de las cabezas más eruditas de todos los tiempos. El fue el primero que intentó poner de relieve en la historia un proceso de desarrollo, una conexión interna; y por muy peregrinas que hoy nos parezcan muchas cosas de su filosofía de la historia, la grandeza de la concepción fundamental sigue siendo todavía algo admirable, lo mismo si comparamos con él a sus predecesores que si nos fijamos en los que después de él se han permitido hacer consideraciones generales acerca de la historia. En la \u0026quot;Fenomenología\u0026quot;, en la \u0026quot;Estética\u0026quot;, en la \u0026quot;Historia de la Filosofía\u0026quot;, en todas partes vemos reflejada esta concepción grandiosa de la historia, y en todas partes encontramos la materia tratada históricamente, en una determinada conexión con la historia, aunque esta conexión aparezca invertida de un modo abstracto.",1] ); //--></script> <i>sencillo</i> podían explicar que aún perdurase prácticamente. Por otro lado, el método hegeliano era de todo punto inservible en su forma <i>existente</i>. Era un método esencialmente idealista, y aquí se trataba de desarrollar una concepción del mundo más materialista que todas las anteriores. Aquel método arrancaba del pensar puro, y aquí había que partir de los hechos más tenaces. Un método que, según su propia confesión, «partía de la nada, para llegar a la nada, a través de la nada» <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn12" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB12">[11]</a>, era de todos modos impropio bajo esta forma. Y no obstante, este método era, entre todo el material lógico existente, lo único que podía ser utilizado. No había sido criticado, no había sido superado; ninguno de los adversarios del gran dialéctico había podido abrir una brecha en su airoso edificio; había caído en el olvido, porque la escuela hegeliana no supo qué hacer con él. Lo primero era, pues, someter a una crítica a fondo el método hegeliano.</p> <p align="justify">Lo que ponía al modo discursivo de Hegel por encima del de todos los demás filósofos era el formidable sentido histórico que lo animaba. Por muy abstracta e idealista que fuese su forma, el desarrollo de sus ideas marchaba siempre paralelamente con el desarrollo de la historia universal, que era, en realidad, sólo la piedra de toque de aquél. Y aunque con ello se invirtiese y pusiese cabeza abajo la verdadera relación, la Filosofía nutríase toda ella, no obstante, del contenido real; tanto más cuanto que Hegel se distinguía de sus discípulos en que no alardeaba, como [527] éstos, de ignorancia, sino que era una de las cabezas más eruditas de todos los tiempos. El fue el primero que intentó poner de relieve en la historia un proceso de desarrollo, una conexión interna; y por muy peregrinas que hoy nos parezcan muchas cosas de su filosofía de la historia, la grandeza de la concepción fundamental sigue siendo todavía algo admirable, lo mismo si comparamos con él a sus predecesores que si nos fijamos en los que después de él se han permitido hacer consideraciones generales acerca de la historia. En la "Fenomenología", en la "Estética", en la "Historia de la Filosofía", en todas partes vemos reflejada esta concepción grandiosa de la historia, y en todas partes encontramos la materia tratada históricamente, en una determinada conexión con la historia, aunque esta conexión aparezca invertida de un modo abstracto. <script><!-- D(["mb","\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eEsta concepción de la historia, que hizo época, fue la premisa teórica directa de la nueva concepción materialista, y ya esto brindaba también un punto de partida para el método lógico. Si, ya desde el punto de vista del «pensar puro», esta dialéctica olvidada había conducido a tales resultados, y si además había acabado como jugando con toda la lógica y la metafísica anteriores a ella, indudablemente tenía que haber en ella algo más que sofística y pedantesca sutileza. Pero, el acometer la crítica de este método, empresa que había hecho y hace todavía recular a toda la filosofía oficial, no era ninguna pequeñez.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eMarx era y es el único que podía entregarse a la labor de sacar de la lógica hegeliana la médula que encierra los verdaderos descubrimientos de Hegel en este campo, y de restaurar el método dialéctico despojado de su ropaje idealista, en la sencilla desnudez en que aparece como la única forma exacta del desarrollo del pensamiento. El haber elaborado el método en que descansa la crítica de la Economía Política por Marx es, a nuestro juicio, un resultado que apenas desmerece en importancia de la concepción materialista fundamental.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eAun el método descubierto de acuerdo con la crítica de la Economía Política podía acometerse de dos modos: el histórico o el lógico. Como en la historia, al igual que en su reflejo literario, las cosas se desarrollan también, a grandes rasgos, desde lo más simple hasta lo más complejo, el desarrollo histórico de la literatura sobre Economía Política brindaba un hilo natural de engarce para la crítica, pues, en términos generales, las categorías económicas aparecerían aquí por el mismo orden que en su desarrollo lógico. Esta forma presenta, aparentemente, la ventaja de una mayor claridad, puesto que en ella se sigue el desarrollo \u003ci\u003ereal\u003c/i\u003e de las cosas, pero en la práctica lo único que se conseguiría, en [528] el mejor de los casos, sería hacerla más popular. La historia se desarrolla con frecuencia a saltos y en zigzags, y habría que seguirla así en toda su trayectoria, con lo cual no sólo se recogerían muchos materiales de escasa importancia, sino que habría que romper muchas veces la ilación lógica. Además la historia de la Economía Política no podría escribirse sin la de la sociedad burguesa, con lo cual la tarea se haría interminable, ya que faltan todos los trabajos preparatorios. Por tanto, el único método indicado era el lógico. Pero éste no es, en realidad, más que el método histórico, despojado únicamente de su forma histórica y de las contingencias perturbadoras. Allí donde comienza esta historia debe comenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuente, de la trayectoria histórica; una imagen refleja corregida, pero corregida con arreglo a las leyes que brinda la propia trayectoria histórica; y así, cada factor puede estudiarse en el punto de desarrollo de su plena madurez, en su forma clásica.",1] ); //--></script> </p> <p align="justify">Esta concepción de la historia, que hizo época, fue la premisa teórica directa de la nueva concepción materialista, y ya esto brindaba también un punto de partida para el método lógico. Si, ya desde el punto de vista del «pensar puro», esta dialéctica olvidada había conducido a tales resultados, y si además había acabado como jugando con toda la lógica y la metafísica anteriores a ella, indudablemente tenía que haber en ella algo más que sofística y pedantesca sutileza. Pero, el acometer la crítica de este método, empresa que había hecho y hace todavía recular a toda la filosofía oficial, no era ninguna pequeñez.</p> <p align="justify">Marx era y es el único que podía entregarse a la labor de sacar de la lógica hegeliana la médula que encierra los verdaderos descubrimientos de Hegel en este campo, y de restaurar el método dialéctico despojado de su ropaje idealista, en la sencilla desnudez en que aparece como la única forma exacta del desarrollo del pensamiento. El haber elaborado el método en que descansa la crítica de la Economía Política por Marx es, a nuestro juicio, un resultado que apenas desmerece en importancia de la concepción materialista fundamental.</p> <p align="justify">Aun el método descubierto de acuerdo con la crítica de la Economía Política podía acometerse de dos modos: el histórico o el lógico. Como en la historia, al igual que en su reflejo literario, las cosas se desarrollan también, a grandes rasgos, desde lo más simple hasta lo más complejo, el desarrollo histórico de la literatura sobre Economía Política brindaba un hilo natural de engarce para la crítica, pues, en términos generales, las categorías económicas aparecerían aquí por el mismo orden que en su desarrollo lógico. Esta forma presenta, aparentemente, la ventaja de una mayor claridad, puesto que en ella se sigue el desarrollo <i>real</i> de las cosas, pero en la práctica lo único que se conseguiría, en [528] el mejor de los casos, sería hacerla más popular. La historia se desarrolla con frecuencia a saltos y en zigzags, y habría que seguirla así en toda su trayectoria, con lo cual no sólo se recogerían muchos materiales de escasa importancia, sino que habría que romper muchas veces la ilación lógica. Además la historia de la Economía Política no podría escribirse sin la de la sociedad burguesa, con lo cual la tarea se haría interminable, ya que faltan todos los trabajos preparatorios. Por tanto, el único método indicado era el lógico. Pero éste no es, en realidad, más que el método histórico, despojado únicamente de su forma histórica y de las contingencias perturbadoras. Allí donde comienza esta historia debe comenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuente, de la trayectoria histórica; una imagen refleja corregida, pero corregida con arreglo a las leyes que brinda la propia trayectoria histórica; y así, cada factor puede estudiarse en el punto de desarrollo de su plena madurez, en su forma clásica. <script><!-- D(["mb","\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eCon este método, partimos siempre de la relación primera y más simple que existe históricamente, de hecho; por tanto, aquí, partimos de la relación económica con que nos encontramos. Luego, procedemos a analizarla. Ya en el sólo hecho de tratarse de una \u003ci\u003erelación\u003c/i\u003e, va implícito que tiene dos lados que \u003ci\u003ese relacionan entre sí\u003c/i\u003e. Cada uno de estos dos lados se estudia separadamente, de donde luego se desprende su relación recíproca y su interacción. Nos encontramos con contradicciones, que reclaman una solución. Pero, como aquí no seguimos un proceso discursivo abstracto, que se desarrolla exclusivamente en nuestras cabezas, sino una sucesión real de hechos, ocurridos real y efectivamente en algún tiempo o que siguen ocurriendo todavía, estas contradicciones se habrán planteado también en la práctica y en ella habrán encontrado también, probablemente, su solución. Y si estudiamos el carácter de esta solución, veremos que se logra creando una nueva relación, cuyos dos lados contrapuestos tendremos que desarrollar ahora, y así sucesivamente.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eLa Economía Política comienza por la \u003ci\u003emercancía\u003c/i\u003e, por el momento en que se cambian unos productos por otros, ya sea por obra de individuos aislados o de comunidades de tipo primitivo. El producto que entra en el intercambio es una mercancía. Pero lo que le convierte en mercancía es, pura y simplemente, el hecho de que a la \u003ci\u003ecosa\u003c/i\u003e, al producto, vaya ligada una \u003ci\u003erelación\u003c/i\u003e entre dos personas o comunidades, la relación entre el productor y el consumidor, que aquí no se confunden ya en la misma persona. He aquí un ejemplo de un hecho peculiar que recorre toda la Economía [529] Política y ha producido lamentables confusiones en las cabezas de los economistas burgueses. La Economía Política no trata de cosas, sino de \u003ci\u003erelaciones\u003c/i\u003e entre personas y, en última instancia, entre clases; si bien estas relaciones van siempre \u003ci\u003eunidas a cosas y aparecen como cosas\u003c/i\u003e. Aunque ya algún que otro economista hubiese vislumbrado, en casos aislados, esta conexión, fue Marx quien la descubrió en cuanto a su alcance para toda la Economía Política, simplificando y aclarando con ello hasta tal punto los problemas más difíciles, que hoy hasta los propios economistas burgueses pueden comprenderlos.",1] ); //--></script> </p> <p align="justify">Con este método, partimos siempre de la relación primera y más simple que existe históricamente, de hecho; por tanto, aquí, partimos de la relación económica con que nos encontramos. Luego, procedemos a analizarla. Ya en el sólo hecho de tratarse de una <i>relación</i>, va implícito que tiene dos lados que <i>se relacionan entre sí</i>. Cada uno de estos dos lados se estudia separadamente, de donde luego se desprende su relación recíproca y su interacción. Nos encontramos con contradicciones, que reclaman una solución. Pero, como aquí no seguimos un proceso discursivo abstracto, que se desarrolla exclusivamente en nuestras cabezas, sino una sucesión real de hechos, ocurridos real y efectivamente en algún tiempo o que siguen ocurriendo todavía, estas contradicciones se habrán planteado también en la práctica y en ella habrán encontrado también, probablemente, su solución. Y si estudiamos el carácter de esta solución, veremos que se logra creando una nueva relación, cuyos dos lados contrapuestos tendremos que desarrollar ahora, y así sucesivamente.</p> <p align="justify">La Economía Política comienza por la <i>mercancía</i>, por el momento en que se cambian unos productos por otros, ya sea por obra de individuos aislados o de comunidades de tipo primitivo. El producto que entra en el intercambio es una mercancía. Pero lo que le convierte en mercancía es, pura y simplemente, el hecho de que a la <i>cosa</i>, al producto, vaya ligada una <i>relación</i> entre dos personas o comunidades, la relación entre el productor y el consumidor, que aquí no se confunden ya en la misma persona. He aquí un ejemplo de un hecho peculiar que recorre toda la Economía [529] Política y ha producido lamentables confusiones en las cabezas de los economistas burgueses. La Economía Política no trata de cosas, sino de <i>relaciones</i> entre personas y, en última instancia, entre clases; si bien estas relaciones van siempre <i>unidas a cosas y aparecen como cosas</i>. Aunque ya algún que otro economista hubiese vislumbrado, en casos aislados, esta conexión, fue Marx quien la descubrió en cuanto a su alcance para toda la Economía Política, simplificando y aclarando con ello hasta tal punto los problemas más difíciles, que hoy hasta los propios economistas burgueses pueden comprenderlos. <script><!-- D(["mb","\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eSi enfocamos la mercancía en sus diversos aspectos —pero la mercancía que ha cobrado ya su pleno desarrollo, no aquella que comienza a desarrollarse trabajosamente en los actos primigenios de trueque entre dos comunidades primitivas—, se nos presenta bajo los dos puntos de vista del valor de uso y del valor de cambio, con lo que entramos inmediatamente en el terreno del debate económico. El que desee un ejemplo palmario de cómo el método dialéctico alemán, en su fase actual de desarrollo, está tan por encima del viejo método metafísico, vulgar y charlatanesco, por lo menos como los ferrocarriles sobre los medios de transporte de la Edad Media, no tiene más que ver, leyendo a Adam Smith o a cualquier otro economista oficial de fama, cuántos suplicios les costaba a estos señores el valor de cambio y el valor de uso, cuán difícil se les hacía distinguirlos claramente y concebirlos cada uno de ellos en su propia y peculiar precisión, y comparar luego esto con la clara y sencilla exposición de Marx.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eDespués de aclarar el valor de uso y el valor de cambio, se estudia la mercancía como unidad directa de ambos, tal como entra en el \u003ci\u003eproceso de cambio\u003c/i\u003e. A qué contradicciones da lugar esto, puede verse en las págs. 20 y 21. Advertiremos únicamente que estas contradicciones no tienen tan sólo un interés teórico abstracto, sino que reflejan al mismo tiempo las dificultades que surgen de la naturaleza de la relación de intercambio directo, del simple acto del trueque, y las imposibilidades con que necesariamente tropieza esta primera forma tosca de cambio. La solución de estas imposibilidades se encuentra transfiriendo a una mercancía especial —el \u003ci\u003edinero\u003c/i\u003e— la cualidad de representar el valor de cambio de todas las demás mercancías. Tras esto, se estudia en el segundo capítulo el dinero o la circulación simple, a saber:\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e1) el dinero como \u003ci\u003emedida del valor\u003c/i\u003e, determinándose en forma más concreta el valor medido en dinero, el \u003ci\u003eprecio\u003c/i\u003e;\u003c/p\u003e",1] ); //--></script> </p> <p align="justify">Si enfocamos la mercancía en sus diversos aspectos —pero la mercancía que ha cobrado ya su pleno desarrollo, no aquella que comienza a desarrollarse trabajosamente en los actos primigenios de trueque entre dos comunidades primitivas—, se nos presenta bajo los dos puntos de vista del valor de uso y del valor de cambio, con lo que entramos inmediatamente en el terreno del debate económico. El que desee un ejemplo palmario de cómo el método dialéctico alemán, en su fase actual de desarrollo, está tan por encima del viejo método metafísico, vulgar y charlatanesco, por lo menos como los ferrocarriles sobre los medios de transporte de la Edad Media, no tiene más que ver, leyendo a Adam Smith o a cualquier otro economista oficial de fama, cuántos suplicios les costaba a estos señores el valor de cambio y el valor de uso, cuán difícil se les hacía distinguirlos claramente y concebirlos cada uno de ellos en su propia y peculiar precisión, y comparar luego esto con la clara y sencilla exposición de Marx.</p> <p align="justify">Después de aclarar el valor de uso y el valor de cambio, se estudia la mercancía como unidad directa de ambos, tal como entra en el <i>proceso de cambio</i>. A qué contradicciones da lugar esto, puede verse en las págs. 20 y 21. Advertiremos únicamente que estas contradicciones no tienen tan sólo un interés teórico abstracto, sino que reflejan al mismo tiempo las dificultades que surgen de la naturaleza de la relación de intercambio directo, del simple acto del trueque, y las imposibilidades con que necesariamente tropieza esta primera forma tosca de cambio. La solución de estas imposibilidades se encuentra transfiriendo a una mercancía especial —el <i>dinero</i>— la cualidad de representar el valor de cambio de todas las demás mercancías. Tras esto, se estudia en el segundo capítulo el dinero o la circulación simple, a saber:</p> <p align="justify">1) el dinero como <i>medida del valor</i>, determinándose en forma más concreta el valor medido en dinero, el <i>precio</i>;</p> <script><!-- D(["mb","\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e2) como \u003ci\u003emedio de circulación\u003c/i\u003e, y\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e3) como unidad de ambios conceptos en cuanto \u003ci\u003edinero real\u003c/i\u003e, como representación de toda la riqueza burguesa material.\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e[530] Con esto, terminan las investigaciones del primer fascículo, reservándose para el segundo la transformación del dinero en capital.\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eVemos, pues, cómo con este método el desenvolvimiento lógico no se ve obligado, ni mucho menos, a moverse en el reino de lo puramente abstracto. Por el contrario, necesita ilustrarse con ejemplos históricos, mantenerse en contacto constante con la realidad. Por eso, estos ejemplos se aducen en gran variedad y consisten tanto en referencias a la trayectoria histórica real en las diversas etapas del desarrollo de la sociedad como en referencias a la literatura económica, en las que se sigue, desde el primer paso, la elaboración de conceptos claros de las relaciones económicas. La crítica de las distintas definiciones, más o menos unilaterales o confusas, se contiene ya, en lo sustancial, en el desarrollo lógico y puede resumirse brevemente.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eEn un tercer artículo, nos detendremos a examinar el contenido económico de la obra. \u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn13\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fnB13\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[12]\u003c/a\u003e\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eEscrito por F. Engels del 3 Se publica de acuerdo con el\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eal 15 de agosto de 1859. texto del periódico. \u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003ePublicado en \u0026quot;Das Volk\u0026quot;, Traducido del alemán. \u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003een los números 14 y 16,\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003edel 6 y 20 de agosto de 1859. \u003c/p\u003e\n\u003ccenter\u003e\n\u003chr width\u003d\"75%\" size\u003d\"6\"\u003e\n\u003c/center\u003e\n\u003ch4 align\u003d\"center\"\u003eNOTAS\u003c/h4\u003e\u003cfont size\u003d\"-1\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB0\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn0\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[1]\u003c/a\u003e \n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e",1] ); //--></script> <p align="justify">2) como <i>medio de circulación</i>, y</p> <p align="justify">3) como unidad de ambios conceptos en cuanto <i>dinero real</i>, como representación de toda la riqueza burguesa material.</p> <p align="justify">[530] Con esto, terminan las investigaciones del primer fascículo, reservándose para el segundo la transformación del dinero en capital.</p> <p align="justify">Vemos, pues, cómo con este método el desenvolvimiento lógico no se ve obligado, ni mucho menos, a moverse en el reino de lo puramente abstracto. Por el contrario, necesita ilustrarse con ejemplos históricos, mantenerse en contacto constante con la realidad. Por eso, estos ejemplos se aducen en gran variedad y consisten tanto en referencias a la trayectoria histórica real en las diversas etapas del desarrollo de la sociedad como en referencias a la literatura económica, en las que se sigue, desde el primer paso, la elaboración de conceptos claros de las relaciones económicas. La crítica de las distintas definiciones, más o menos unilaterales o confusas, se contiene ya, en lo sustancial, en el desarrollo lógico y puede resumirse brevemente.</p> <p align="justify">En un tercer artículo, nos detendremos a examinar el contenido económico de la obra. <a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fn13" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fnB13">[12]</a></p> <p align="justify">Escrito por F. Engels del 3 Se publica de acuerdo con el</p> <p align="justify">al 15 de agosto de 1859. texto del periódico. </p> <p align="justify">Publicado en "Das Volk", Traducido del alemán. </p> <p align="justify">en los números 14 y 16,</p> <p align="justify">del 6 y 20 de agosto de 1859. </p> <center> <hr size="6" width="75%"> </center> <h4 align="center">NOTAS</h4><span style="font-size:-1;"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB0" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn0">[1]</a> <p align="justify"> <script><!-- D(["mb","277. Este artículo de Engels es una reseña del libro de Carlos Marx \u0026quot;Contribución a la Crítica de la Economía Política\u0026quot;. Engels lo caracteriza de eminente conquista científica del partido proletario e importante etapa en la elaboración de la concepción científica proletaria del mundo. La reseña quedó sin terminar. Se publicaron sólo sus dos primeras partes. La tercera, en la que Engels se proponía ofrecer un análisis del contenido económico del libro, no apareció impresa debido a que el periódico fue suspendido; el manuscrito no se ha encontrado.— 521, 530.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB1\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn1\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[2]\u003c/a\u003e 278. Reforma: amplio movimiento social contra la Iglesia católica que se extendió durante todo el siglo XVI por numerosos países europeos. En la mayoría de los países, el movimiento de la Reforma fue acompañado de grandes batallas entre las clases; la guerra campesina de 1524-1525 en Alemania transcurrió bajo el signo ideológico de la Reforma.— 521\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB2\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn2\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[3]\u003c/a\u003e 279. La guerra de los treinta años (1618-1648): guerra europea general debida a la lucha entre protestantes y católicos. Alemania se hizo el campo principal de esta lucha y objeto del merodeo y de las pretensiones anexionistas de los beligerantes.— 521\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB3\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn3\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[4]\u003c/a\u003e 280. En el período de 1477 a 1555 Holanda formaba parte del Sacro Imperio Romano Germánico, después de cuyo división se vio bajo el dominio de España. Al final de la revolución burguesa del siglo XVI, Holanda se libró de la dominación española y se convirtió en República burguesa independiente.— 521",1] ); //--></script> 277. Este artículo de Engels es una reseña del libro de Carlos Marx "Contribución a la Crítica de la Economía Política". Engels lo caracteriza de eminente conquista científica del partido proletario e importante etapa en la elaboración de la concepción científica proletaria del mundo. La reseña quedó sin terminar. Se publicaron sólo sus dos primeras partes. La tercera, en la que Engels se proponía ofrecer un análisis del contenido económico del libro, no apareció impresa debido a que el periódico fue suspendido; el manuscrito no se ha encontrado.— 521, 530.</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB1" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn1">[2]</a> 278. Reforma: amplio movimiento social contra la Iglesia católica que se extendió durante todo el siglo XVI por numerosos países europeos. En la mayoría de los países, el movimiento de la Reforma fue acompañado de grandes batallas entre las clases; la guerra campesina de 1524-1525 en Alemania transcurrió bajo el signo ideológico de la Reforma.— 521</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB2" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn2">[3]</a> 279. La guerra de los treinta años (1618-1648): guerra europea general debida a la lucha entre protestantes y católicos. Alemania se hizo el campo principal de esta lucha y objeto del merodeo y de las pretensiones anexionistas de los beligerantes.— 521</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB3" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn3">[4]</a> 280. En el período de 1477 a 1555 Holanda formaba parte del Sacro Imperio Romano Germánico, después de cuyo división se vio bajo el dominio de España. Al final de la revolución burguesa del siglo XVI, Holanda se libró de la dominación española y se convirtió en República burguesa independiente.— 521 <script><!-- D(["mb","\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB4\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn4\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[5]\u003c/a\u003e 166. Zollverein (La Liga aduanera), fundada en 1834 bajo los auspicios de Prusia, agrupaba a casi todos los Estados alemanes; una vez establecida una frontera aduanera común, contribuyó en lo sucesivo a la unión política de Alemania.— 311, 522\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB5\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn5\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[6]\u003c/a\u003e 15. El sistema continental, o bloqueo continental: prohibición, declarada en 1806 por Napoleón I para los países del continente europeo de comerciar con Inglaterra. El bloqueo continental cayó después de la derrota de Napoleón en Rusia.— 36, 310, 522\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB6\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn6\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[7]\u003c/a\u003e 149. Freetraders (Librecambistas): partidarios de la libertad de comercio y de la no intervención del Estado en la vida económica. En los años 40-50 del siglo XIX constituyeron un grupo político aparte que entró posteriormente en el Partido Liberal.— 287, 364, 522\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB7\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn7\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[8]\u003c/a\u003e 281. Ciencias camerales: curso de asignaturas de administración, hacienda, economía y otras que se enseñaban en las universidades medievales, y luego también en las burguesas, de una serie de países europeos.— 522\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB8\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn8\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[*]\u003c/a\u003e Véase el presente tomo, págs. 516-520 (\u003cb\u003eN. de la Edit.\u003c/b\u003e)\u003c/p\u003e",1] ); //--></script> </p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB4" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn4">[5]</a> 166. Zollverein (La Liga aduanera), fundada en 1834 bajo los auspicios de Prusia, agrupaba a casi todos los Estados alemanes; una vez establecida una frontera aduanera común, contribuyó en lo sucesivo a la unión política de Alemania.— 311, 522</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB5" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn5">[6]</a> 15. El sistema continental, o bloqueo continental: prohibición, declarada en 1806 por Napoleón I para los países del continente europeo de comerciar con Inglaterra. El bloqueo continental cayó después de la derrota de Napoleón en Rusia.— 36, 310, 522</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB6" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn6">[7]</a> 149. Freetraders (Librecambistas): partidarios de la libertad de comercio y de la no intervención del Estado en la vida económica. En los años 40-50 del siglo XIX constituyeron un grupo político aparte que entró posteriormente en el Partido Liberal.— 287, 364, 522</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB7" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn7">[8]</a> 281. Ciencias camerales: curso de asignaturas de administración, hacienda, economía y otras que se enseñaban en las universidades medievales, y luego también en las burguesas, de una serie de países europeos.— 522</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB8" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn8">[*]</a> Véase el presente tomo, págs. 516-520 (<b>N. de la Edit.</b>)</p> <script><!-- D(["mb","\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB9\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn9\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[9]\u003c/a\u003e 282. Das Volk (El Pueblo): semanario que aparecía en alemán en Londres desde el 7 de mayo hasta el 20 de agosto de 1859 con la colaboración directa de Marx; desde comienzos de julio Marx fue, de hecho, su director.— 523\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB10\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn10\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[**]\u003c/a\u003e Véase el presente tomo, pág. 518 (\u003cb\u003eN. de la Edit.\u003c/b\u003e)\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB11\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn11\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[10]\u003c/a\u003e 283. Aquí, alusión irónica a los hegelianos de derecha que ocupaban en los años 30 y 40 del siglo XIX numerosas cátedras de las universidades alemanas y utilizaron su situación para atacar a los representantes de otra dirección más radical en filosofía.\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003eDiadocos: generales de Alejandro Magno que se enzarzaron al fallecer éste, en enconada lucha por el poder. A lo largo de esta lucha (fines del siglo IV y comienzos del siglo III a. de n. e.), la monarquía de Alejandro, que era, en sí, una agrupación administrativo-militar efímera, se dividió en varios Estados.- 525\u003c/p\u003e\n\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB12\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn12\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[11]\u003c/a\u003e 284. Véase \u0026quot;La Ciencia de la Lógica\u0026quot; de Hegel, parte I, sección 2.\u003c/p\u003e\n\u003cp align\u003d\"justify\"\u003e\u003ca href\u003d\"http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB13\" name\u003d\"1192ff8406a8d80a_fn13\" target\u003d\"_blank\" onclick\u003d\"return top.js.OpenExtLink(window,event,this)\"\u003e[12]\u003c/a\u003e 277. Este artículo de Engels es una reseña del libro de Carlos Marx \u0026quot;Contribución a la Crítica de la Economía Política\u0026quot;. Engels lo caracteriza de eminente conquista científica del partido proletario e importante etapa en la elaboración de la concepción científica proletaria del mundo. La reseña quedó sin terminar. Se publicaron sólo sus dos primeras partes. La tercera, en la que Engels se proponía ofrecer un análisis del contenido económico del libro, no apareció impresa debido a que el periódico fue suspendido; el manuscrito no se ha encontrado.— 521, 530. ",1] ); //--></script> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB9" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn9">[9]</a> 282. Das Volk (El Pueblo): semanario que aparecía en alemán en Londres desde el 7 de mayo hasta el 20 de agosto de 1859 con la colaboración directa de Marx; desde comienzos de julio Marx fue, de hecho, su director.— 523</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB10" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn10">[**]</a> Véase el presente tomo, pág. 518 (<b>N. de la Edit.</b>)</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB11" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn11">[10]</a> 283. Aquí, alusión irónica a los hegelianos de derecha que ocupaban en los años 30 y 40 del siglo XIX numerosas cátedras de las universidades alemanas y utilizaron su situación para atacar a los representantes de otra dirección más radical en filosofía.</p> <p align="justify">Diadocos: generales de Alejandro Magno que se enzarzaron al fallecer éste, en enconada lucha por el poder. A lo largo de esta lucha (fines del siglo IV y comienzos del siglo III a. de n. e.), la monarquía de Alejandro, que era, en sí, una agrupación administrativo-militar efímera, se dividió en varios Estados.- 525</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB12" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn12">[11]</a> 284. Véase "La Ciencia de la Lógica" de Hegel, parte I, sección 2.</p> <p align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe116.htm#fnB13" target="_blank" name="1192ff8406a8d80a_fn13">[12]</a> 277. Este artículo de Engels es una reseña del libro de Carlos Marx "Contribución a la Crítica de la Economía Política". Engels lo caracteriza de eminente conquista científica del partido proletario e importante etapa en la elaboración de la concepción científica proletaria del mundo. La reseña quedó sin terminar. Se publicaron sólo sus dos primeras partes. La tercera, en la que Engels se proponía ofrecer un análisis del contenido económico del libro, no apareció impresa debido a que el periódico fue suspendido; el manuscrito no se ha encontrado.— 521, 530. <script><!-- D(["mb","\u003c/p\u003e\n\u003c/font\u003e\n",0] ); D(["ce"]); //--></script> </p></span>Seminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5264498703070482728.post-46593334660433203092008-04-14T17:34:00.000-07:002008-04-14T17:37:15.323-07:00El Capital: La Mercancía<p style="text-align: center;" class="MsoTitle"><span lang="ES-AR">Libro Primero</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; line-height: 150%;" align="center"><b style=""><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;" lang="ES-AR">EL PROCESO DE <a name="OP1_nveoBQAt"></a><a name="S0"></a><span style="">PRODUCCION</span> DEL CAPITAL<o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; line-height: 150%;" align="center"><a name="S1"></a><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; line-height: 150%;" align="center"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;" lang="ES-AR">Sección<span style=""> </span>Primera<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; line-height: 150%;" align="center"><a name="OP2_hCRxvLwp"></a><a name="S2"></a><span style=""><b style=""><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;" lang="ES-AR">MERCANCIA</span></b></span><b style=""><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;" lang="ES-AR"> Y DINERO<o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; line-height: 150%;" align="center"><b style=""><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; line-height: 150%;" align="center"><b style=""><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></b></p> <p class="MsoTitle"><span lang="ES-AR">Capítulo I<a name="S3_41"></a></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; line-height: 150%;" align="center"><st1:personname productid="LA MERCANCIA" st="on"><i style=""><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;" lang="ES-AR">LA <a name="OP2_hnHiAOzr"></a><a name="S4"></a><span style="">MERCANCIA</span></span></i></st1:PersonName><i style=""><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;" lang="ES-AR"><o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">1<a name="S5"></a>. Los dos factores de la mercancía: valor de uso y valor (sustancia y magnitud del valor)</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.55pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos aparece como un <a name="S6"></a>"inmenso arsenal de mercan<a name="uno">cías"</a><sup>1</sup> y la mercancía como su <i style="">forma elemental. </i>Por eso, nuestra investigación arranca del análisis de la mercancía.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.55pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de <a name="S8_cualquier_43ualquier"></a>cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo para estos <a name="OP2_zHKysXoB"></a><a name="S9_afectase"></a><span style="">efectos.<sup>2</sup></span> Ni interesa tampoco, desde este punto de vista, <i style="">cómo </i>ese objeto satisface las necesidades humanas, si directamente, como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o indirectamente, como medio de producción.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.55pt;"><span style="font-size: 12pt;">Todo objeto útil, el hierro, el papel, <a name="OP2_iDepF0BD"></a><a name="S10_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> puede considerarse desde dos puntos de vista: atendiendo a su <i style="">calidad o </i>a su <i style="">cantidad. </i>Cada objeto de éstos representa un <a name="S11_conjunto"></a>conjunto de las más diversas propiedades y puede emplearse, por tanto, en los más diversos aspectos. El descubrimiento de estos diversos aspectos y, por tanto, de las diferentes modalidades de uso de las cosas, constituye un hecho <a name="S12"></a>histórico.<sup>3</sup> Otro tanto acontece con la invención de las <i style="">medidas </i><a name="S14_sectores"></a>sociales para expresar la <i style="">cantidad </i>de los objetos útiles. Unas veces, la diversidad<b style=""> </b>que se advierte en las medidas de las mercancías responde a la</span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> diversa naturaleza de los objetos que se trata de medir; otras veces. es fruto de la convención.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La utilidad de un objeto lo convierte en <i style="">valor de <a name="OP3_oSCIgKbo"></a><a name="S42_usos"></a><span style="">uso.</span></i><span style=""><sup>4</sup></span><i style=""> </i>Pero esta utilidad de los objetos no flota en el aire. Es algo que está <a name="OP3_7yAphLeo"></a><a name="S43"></a><span style="">condicio</span>nado por las cualidades materiales de la mercancía y que no puede existir sin ellas. Lo que constituye un <i style="">valor de uso o </i>un bien es, por tanto, la <i style="">materialidad de la mercancía </i>misma, el hierro, el trigo, el diamante, <a name="OP3_cvWf2OXr"></a><a name="S44_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Y este carácter de la mercancía no depende de que la apropiación de sus cualidades útiles cueste al hombre mucho o poco trabajo. Al apreciar un valor de uso, se le supone siempre concretado en una cantidad, v. <i style="">gr. </i>una <i style="">docena </i>de relojes, una <i style="">vara</i> de lienzo, una <i style="">tonelada </i>de hierro, <a name="OP3_RhB15R0u"></a><a name="S45_en_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Los valores de uso suministran los materiales para una disciplina especial: la del <i style="">conocimiento <a name="OP3_ZMVMeRav"></a><a name="S46_noticias"></a><span style="">pericial</span> de las <a name="OP3_rWzDjRev"></a><a name="S47"></a><span style="">mer</span><a name="OP3_0AeqZSWv"></a><a name="S48"></a><span style="">cancías.</span></i><span style=""><sup>5</sup></span><i style=""> </i>El valor de uso sólo toma cuerpo en el uso o consumo de los objetos. Los valores de uso forman <i style="">el contenido material de la riqueza, </i>cualquiera que sea la <i style="">forma social </i>de ésta. En el tipo de sociedad que nos proponemos estudiar, los valores de uso son, además, el soporte material del <i style="">valor de cambio.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">A primera vista, el valor de cambio aparece como la relación <i style="">cuantitativa, </i>la proporción en que se cambian valores de uso de una clase por valores de uso de <a name="OP3_Bq3j8X3A"></a><a name="S49_otras_otros"></a><span style="">otra,</span> <sup>6</sup> relación que varía constantemente con los lugares y los tiempos. Parece, pues, como si el valor de cambio fuese algo puramente casual y <i style="">relativo</i>, como sí, por tanto, fuese una <a name="OP3_kwGq2Z0C"></a><a name="S50"></a><span style=""><i style="">contradictio</i></span><i style=""> in <a name="OP3_eudu7Z5C"></a><a name="S51"></a><span style="">adjecto(5)</span> </i>la existencia de un valor de cambio interno, inmanente a la mercancía <a name="OP3_f888dZaD"></a><a name="S52"></a><span style=""><i style="">(valeur</i></span><i style=""> <a name="OP3_M5C5gZeD"></a><a name="S53"></a><span style="">intrinseque).</span></i><span style=""><sup>7</sup></span><sup> </sup>Pero, observemos la cosa más de cerca.<a name="bebe"></a><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Una determinada mercancía, un <a name="OP3_aH7za16F"></a><a name="S54"></a><span style=""><i style="">quarter</i></span><i style=""> </i>de trigo por ejemplo, se cambia en las <i style="">más diversas proporciones </i>por otras mercancías v. <i style="">gr.: </i>por <a name="OP3_hevV03VG"></a><a name="S55"></a><span style=""><i style="">x</i></span> betún, por <i style="">y</i> seda, por <a name="OP3_T92Q822G"></a><a name="S56"></a><span style=""><i style="">z</i></span> oro, <a name="OP3_X6GQa25G"></a><a name="S57_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Pero, como <a name="OP3_18eOf2aG"></a><a name="S58"></a><span style=""><i style="">x</i></span> betún, <i style="">y </i>seda, <a name="OP3_5UdBZ3UH"></a><a name="S59"></a><span style=""><i style="">z</i></span> oro, <a name="OP3_kR4B13WH"></a><a name="S60_ese2E"></a><span style="">etc.</span> representan el valor de cambio de un <a name="OP3_KLGCf3bH"></a><a name="S61"></a><span style=""><i style="">quarter</i></span><i style=""> </i>de trigo,<a name="OP3_Qz3gsJmm"></a><a name="S82"></a><span style=""> <i style="">x</i></span> betún, <i style="">y</i> seda, <a name="OP3_7xfexJsm"></a><a name="S83"></a><span style=""><i style="">z</i></span> oro, <a name="OP3_gu0fzJum"></a><a name="S84_ese2C2E"></a><span style="">etc.</span> tienen que ser necesariamente valores de cambio <a name="OP3_85u6uJsn"></a><a name="S85"></a><span style="">permutables</span> los unos por los otros o iguales entre sí. De donde se sigue: primero, que los diversos valores de cambio de la misma mercancía expresan todos ellos algo igual; segundo, que el valor de cambio no es ni puede ser más que la <a name="OP3_a8J8DLAp"></a><a name="S86_expresiFFn_45xpresiFFn"></a><span style=""><i style="">expresi6n</i></span><i style=""> </i>de un contenido <a name="OP3_h6qYLLHp"></a><a name="S87"></a><span style="">dife</span><a name="OP3_RTcKsMpq"></a><a name="S88"></a><span style="">renciable</span> de él, su <a name="OP3_oTlKyMuq"></a><a name="S89_forma"></a><span style="">“forma</span> de manifestarse”.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Tomemos ahora dos mercancías, por ejemplo trigo y hierro. Cualquiera que sea la proporción en que se cambien, cabrá siempre representarla por una igualdad en que una determinada cantidad de trigo equivalga a una cantidad cualquiera de hierro, v. <i style="">gr.: 1 <a name="OP3_xIsBLPHt"></a><a name="S90"></a><span style="">quarter</span> </i>de trigo <a name="OP3_vEUevQpt"></a><a name="S91"></a><span style="">=</span> <a name="OP3_qBDgwQqt"></a><a name="S92"></a><span style=""><i style="">x</i></span> quintales de hierro. ¿Qué nos dice esta igualdad? Que en los dos objetos distintos, o sea, en 1 <a name="OP3_j9e1EQBu"></a><a name="S93"></a><span style=""><i style="">quarter</i></span><i style=""> (7) </i>de trigo y en <a name="OP3_hauPMQHu"></a><a name="S94"></a><span style=""><i style="">x</i></span> quintales de hierro, se contiene un algo común de magnitud igual. Ambas cosas son, por tanto, iguales a una tercera, que no es de suyo ni la una ni la otra. Cada una de ellas debe, por consiguiente, en cuanto valor de cambio, poder reducirse a este <a name="S95"></a>tercer término.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Un sencillo ejemplo geométrico nos aclarará esto. Para determinar y comparar las áreas de dos <a name="OP3_PjvhBVyy"></a><a name="S96"></a><span style="">polígonos</span> hay que convertirlas previamente en triángulos. Luego, los triángulos se reducen, a su vez, a una expresión completamente distinta de su figura visible: la mitad<b style=""> </b>del producto de su base por su altura. Exactamente lo mismo ocurre con los valores de cambio de las mercancías: hay que reducirlos necesariamente a un <i style="">algo común </i>respecto al cual representen un más o un menos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-AR">Este algo común no puede consistir en una propiedad <a name="OP3_nas9KZHD"></a><a name="S97_geomFFtrico2C"></a><span style="">geométrica,</span> física o química, ni en ninguna otra propiedad natural de las mercancías. Las propiedades materiales de las cosas sólo interesan cuando las consideremos como objetos útiles, es decir, como valores de uso. Además, lo que caracteriza visiblemente la relación de cambio de las mercancías es precisamente el hecho de hacer abstracción de sus valores de uso respectivos. Dentro de ella, un valor de uso, siempre y cuando que se presente en la proporción adecuada, vale exactamente lo mismo que otro cualquiera. Ya lo dice el viejo <a name="OP3_WJaCE5BJ"></a><a name="S98_42FFrbara3A"></a><span style="">Barbon:</span> "Una clase de mercancías vale tanto como otra, siempre que su valor de cambio sea igual. Entre objetos cuyo valor de cambio es idéntico, no existe disparidad ni posibilidad de <a name="OP3_ePHPA7yL"></a><a name="S99"></a><span style="">distinguír."<sup>8</sup></span><sup> </sup><span style=""> </span>Como valores de uso, las mercancías representan, ante todo, cualidades distintas; como valores de cambio, sólo se distinguen por la cantidad: no encierran, por tanto, ni un átomo de valor de uso.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Ahora bien, si prescindimos del valor de uso de las mercancías éstas sólo conservan una cualidad: la de ser productos del trabajo.<a name="nico"></a><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span><span style=""> </span></span></b><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Pero no productos de un trabajo real y concreto. Al prescindir de su valor de uso, prescindimos también de los elementos materiales y de las formas que los convierten en tal valor de uso. Dejarán de ser una mesa, una casa, una madeja de hilo o un objeto útil cualquiera. Todas sus propiedades materiales se habrán evaporado. Dejarán de ser también productos del trabajo del ebanista, del carpintero, del tejedor o de otro trabajo productivo concreto cualquiera. Con el carácter útil de los productos del trabajo, desaparecerá el carácter útil de los trabajos que representan y desaparecerán también, por tanto, las diversas formas concretas de estos trabajos, que dejarán de distinguirse unos de otros para reducirse todos ellos al mismo trabajo humano, al trabajo humano abstracto.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.15pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">¿Cuál es el residuo de los productos así considerados? Es la misma materialidad espectral, un simple coágulo de trabajo humano <a name="OP4_btDkiSev"></a><a name="S108"></a><span style="">indis</span><a name="OP4_3ltbZTVw"></a><a name="S109"></a><span style="">tinto,</span> es decir, de empleo de fuerza humana de trabajo, sin atender para nada a la forma en que esta fuerza se emplee. Estos objetos sólo nos dicen que en su producción se ha invertido fuerza humana de trabajo, se ha acumulado trabajo humano. Pues bien, considerados como cristalización de esta sustancia social común a todos ellos, estos objetos son valores, valores–mercancías.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.15pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Fijémonos ahora en la relación de cambio de las mercancías. Parece como sí el valor de cambio en sí fuese algo totalmente <a name="OP4_mcF9hYeB"></a><a name="S110"></a><span style="">indepen</span>diente de sus valores de uso. Y en efecto, prescindiendo real y verdaderamente del valor de uso de los productos del trabajo, obtendremos el valor tal y como acabamos de <a name="OP4_Cl7ia06D"></a><a name="S111_definirle2E_definirles2E"></a><span style="">definirlo.</span> Aquel algo <a name="OP4_yil7h0dD"></a><a name="S112_comFFn"></a><span style="">comú</span>n que toma cuerpo en la relación de cambio o valor de cambio de la <a name="OP4_y7HNj0eE"></a><a name="S113"></a><span style="">mer</span><a name="OP4_7REEZ1VF"></a><a name="S114"></a><span style="">canc</span>ía es, por tanto, su valor. En el curso de nuestra investigación volveremos de nuevo al valor de cambio, como expresión necesaria o forma obligada de manifestarse el valor, que por ahora estudiaremos independientemente de esta forma.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.15pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Por tanto, un valor de uso, un bien, sólo encierra <i style="">un valor </i>por ser <i style="">encarnación o materialización </i>del <i style="">trabajo </i>humano abstracto. ¿Cómo se mide la <i style="">magnitud </i>de<i style=""> </i>este valor? Por la <i style="">cantidad</i> de “sus<a name="OP4_bHIyZ6VK"></a><a name="S115"></a><span style="">tancia</span> creadora de valor”, es decir, de trabajo, que encierra. Y, a su vez, la cantidad de trabajo que encierra se mide por el <i style="">tiempo</i> <i style="">de </i>su<i style=""> <a name="OP4_b4IWZ7WL"></a><a name="S116_duraciFFn2C_44uraciFFn2C"></a><span style="">duración,</span> </i>y el tiempo de trabajo, tiene, finalmente, su unidad de medida en las <i style="">distintas <a name="OP4_nJ4z783M"></a><a name="S117_fracciones_reacciones_Oraciones"></a><span style="">fracciones</span> de tiempo: </i>horas, días, <a name="OP4_QLzuh8cL"></a><a name="S118_ese2E"></a><span style="">etc.</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.15pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Se dirá que si el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo <a name="OP4_fhF84a1N"></a><a name="S119_invertida_invertido_invertFFan"></a><span style="">invertida</span> en su producción, las mercancías encerrarán tanto más valor cuanto más holgazán o más torpe sea el hombre que las produce o, lo que es lo mismo, cuanto más tiempo tarde en pro<a name="OP4_dnrfZcWP"></a><a name="S120"></a><span style="">ducirlas.</span> Pero no; el trabajo que forma la sustancia de los <a name="OP4_ZeP4iceP"></a><a name="S121_valores"></a><span style="">valores</span> es trabajo humano igual, inversión de la misma fuerza humana <a name="S122_cae"></a>de trabajo. Es como si toda la fuerza de trabajo de la sociedad, <a name="S123"></a><a name="S124"></a>materializada en la totalidad de los valores que forman el mundo de las mercancías, representase para estos efectos una inmensa fuerza humana de trabajo, no obstante ser la suma de un sinnúmero de fuerzas de trabajo<b style=""> </b>individuales. Cada una de estas<b style=""> </b>fuerzas<b style=""> </b>es una fuerza humana de trabajo equivalente a las demás<b style="">, </b>siempre y cuando que presente el carácter de una fuerza media de trabajo<b style=""> </b>social y dé, además, el rendimiento que a esa fuerza media<b style=""> </b>de trabajo social corresponde; o lo que es lo mismo, siempre y cuando que<b style=""> </b>para producir una mercancía no consuma más que el tiempo de trabajo que representa la media necesaria, o sea el <i style="">tiempo de trabajo socialmente necesario</i>. Tiempo<i style=""> </i>de trabajo<b style=""> </b>socialmente necesario es aquel que se requiere para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo <a name="OP4_JzFwCQzu"></a><a name="S125_FFaparentes"></a><span style="">imperantes</span> en la sociedad. Así, por ejemplo, después d<a name="OP4_bksbyRwu"></a><a name="S126"></a><span style="">e introducirse</span> en Inglaterra el telar de vapor, el volumen de trabajo necesario para convertir en tela una determinada cantidad de hilado, seguramente <a name="OP4_5JmICSzw"></a><a name="S127_quedarFFa_quedara_Quedara_quedaran"></a><span style="">quedaría</span> reducido a la mitad. El tejedor manual inglés seguía invirtiendo en esta operación, naturalmente, el mismo tiempo de trabajo que antes, pero ahora el producto de su trabajo individual sólo representaba ya medía hora de trabajo social, quedando por tanto limitado a la mitad de su valor primitivo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>Por consiguiente, lo que determina la <i style="">magnitud de valor </i>de un objeto no es más que la <i style="">cantidad de trabajo socialmente necesaria, </i><a name="S128_e"></a>o sea el <i style="">tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción </i><a name="OP4_XFsFJXHB"></a><a name="S129_producciones"></a><span style=""><sup>9</sup><i style="">.</i></span><i style=""> </i>Para estos efectos, cada mercancía se considera como un ejemplar medio de su <a name="OP4_Jr4rwZsC"></a><a name="S130_especie_especiero_45speciero"></a><span style="">especie.<sup>10</sup></span> Mercancías que encierran cantidades de trabajo iguales o que pueden ser producidas en el <i style="">mismo tiempo</i> <i style="">de trabajo </i>representan, por tanto, la <i style="">misma magnitud de valor. El </i>valor de una mercancía es al valor de cualquiera otra lo que el tiempo de trabajo necesario para la producción de la primera es al tiempo de trabajo necesario para la producción de la segunda. "Consideradas como valores, las <a name="OP4_gKbsx3vG"></a><a name="S131_mercancFFas"></a><span style="">mercancías</span> no son todas ellas más que determinadas cantidades de <i style="">tiempo de trabajo cristalizado.”</i><sup>11</sup><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.15pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La <i style="">magnitud de valor </i>de una mercancía permanecería, <a name="OP4_G0vYK4FI"></a><a name="S132_par_por_peor"></a><span style="">por</span> tanto, constante, invariable, si permaneciese también constante <a name="OP4_ZghpJ5EI"></a><a name="S133_oFF_sFF_el_en_es"></a><span style="">e</span>l tiempo de trabajo necesario para su producción. Pero éste cambia al cambiar la <i style="">capacidad productiva del trabajo. </i>La capacidad productiva del <a name="OP4_G1yLM6HK"></a><a name="S134"></a><span style="">tra</span>bajo depende de una serie de factores, entre los cuales se <a name="OP5_SwWlhJdm"></a><a name="S146_cuentan_cuenten_suscitan_cuestan"></a><span style="">cuentan</span> el grado medio de destreza del obrero, el nivel de progreso de la ciencia y de sus aplicaciones, la organización social del proceso de producción, el volumen y la eficacia de los medios de producción y las <i style="">condiciones naturales. </i>Así, por ejemplo, la misma cantidad de trabajo que en años de buena cosecha arroja 8 <a name="OP5_bY7Q9M5q"></a><a name="S147"></a><span style=""><i style="">bushels</i></span><i style=""> </i>(8) de trigo, en años de mala cosecha sólo arroja 4. El rendimiento obtenido en la extracción de metales con la misma cantidad de trabajo variará según que se trate de yacimientos ricos o pobres, <a name="OP5_WdGX9P4s"></a><a name="S148_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Los diamantes son raros en la corteza de la tierra; por eso su extracción supone, <i style="">por término medio, </i>mucho tiempo de trabajo, y ésta es la razón de que representen, en dimensiones pequeñisimas, cantidades de trabajo enormes. <a name="OP5_E790hQdu"></a><a name="S149"></a><span style="">Jacob</span> duda que el oro se pague nunca por todo su valor. Lo mismo podría decirse, aunque con mayor razón aún, de los diamantes. Según los cálculos de <a name="OP5_Hqup3T0w"></a><a name="S150"></a><span style="">Eschwege,</span> en 1823 la extracción en total de las minas de diamantes de Brasil no alcanzaba, calculada a base de un periodo de ochenta años, el precio representado por el producto medio de las plantaciones brasileñas de azúcar y café durante año y medio, a pesar de suponer mucho más trabajo y, por tanto, mucho más valor. En minas más ricas, la misma cantidad de trabajo representaría más diamantes, con lo cual estos objetos <a name="OP5_rvEveXaA"></a><a name="S151_bajarFFan_bajaron"></a><span style="">bajarían</span> de valor. Y sí el hombre llegase a conseguir transformar el carbón en diamante con poco trabajo, el valor de los diamantes descendería por debajo del de los ladrillos. Dicho en términos generales: cuanto mayor sea la capacidad productiva del trabajo, tanto más corto será el tiempo de trabajo necesario para la producción de un articulo, tanto menor la cantidad de trabajo cristalizada en él y tanto más reducido su valor. Y por el contrario, cuanto menor sea la capacidad productiva del trabajo, tanto mayor será el tiempo de trabajo necesario para la producción de un artículo y tanto más grande el valor de éste. Por tanto, la <i style="">magnitud del valor de una </i>mercancía cambia <i style="">en razón directa </i>a la <i style="">cantidad y en razón inversa </i>a la <i style="">capacidad productiva </i>del trabajo que en ella se invierte.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 11.35pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Un objeto puede ser <i style="">valor de uso </i>sin ser <i style="">valor. </i>Así acontece cuando la utilidad que ese objeto encierra para el hombre no se debe al trabajo. Es el caso del aire, de la tierra virgen, de las praderas naturales, de los bosques silvestres, <a name="OP5_17MRb86M"></a><a name="S152_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Y puede, asimismo, un objeto ser útil y producto del trabajo humano sin ser <i style="">mercancía.. </i>Los productos del trabajo destinados a satisfacer las necesidades personales de quien los crea son, indudablemente, valores de uso, pero no mercancías. Para producir mercancías, no basta producir valores de uso, sino que es menester producir <i style="">valores de uso para otros, valores de uso sociales. </i>(Y<i style=""> </i>no sólo para otros, pura y simplemente. El labriego de <st1:personname productid="la Edad Medía" st="on">la Edad Medía</st1:PersonName> producía el trigo del tributo para el señor feudal y el trigo del diezmo para el cura; y, sin embargo, a pesar de producirlo para otros, ni el trigo del tributo ni el trigo<a name="OP5_b3OUsInm"></a><a name="S153_del_46iel_Miel_Piel_44el"></a><span style=""> del</span> diezmo eran mercancías. Para ser mercancía, el producto ha de pasar a manos de otro, del que lo consume, <i style="">por medio de un acto de <a name="OP5_4o3mtKqn"></a><a name="S154"></a><span style="">cambio.)</span></i><span style=""><sup>12</sup></span><i style=""> </i>Finalmente, ningún objeto puede ser un <i style="">valor </i>sin ser a la vez objeto útil. Si es inútil, lo será también el trabajo que éste encierra; no contará como trabajo ni representará, por tanto, un valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">2. Doble carácter del trabajo representado por las mercancías</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.1pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Veíamos al comenzar que la <i style="">mercancía </i>tenia dos <i style="">caras: </i>la de valor de uso y la de valor de cambio. Más tarde, hemos vuelto a encontrarnos con que el trabajo expresado en el valor no presentaba los mismos caracteres que el trabajo creador de valores de uso. Nadie, hasta ahora, había puesto de relieve <a name="OP5_Ge05ESBv"></a><a name="S155"></a><span style="">críticamente</span> este doble carácter del trabajo representado por la <a name="OP5_dUyNCSAw"></a><a name="S156_mercancFFa_caricia_mercancFFas"></a><span style="">mercancía.<sup>1</sup></span><sup>3</sup> Y como este punto es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política, hemos de detenernos a examinarlo con cierto cuidado.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.1pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Tomemos dos mercancías, v. <i style="">gr.: </i>una levita y 10 varas de lienzo. Y digamos que la primera tiene el doble de valor que la segunda; es decir, que si 10 varas de lienzo <a name="OP5_zLYmDWxz"></a><a name="S157"></a><span style="">=</span> <i style="">v</i>, 1 levita <a name="OP5_NHdiHWCz"></a><a name="S158"></a><span style="">=</span> 2 <i style="">v.</i><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.1pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La levita es un valor de uso que satisface una necesidad concreta. Para crearlo, se requiere una <i style="">determinada clase de actividad productiva</i>.<i style=""> </i>Esta actividad está <a name="OP5_fMLEAYyC"></a><a name="S159_determinadas_44eterminadas"></a><span style="">determina</span> por su fin, modo de operar, objeto, medios y resultado. El trabajo cuya utilidad viene a <a name="OP5_1tXaMZHC"></a><a name="S160"></a><span style="">ma</span><a name="OP5_mkibs0qD"></a><a name="S161"></a><span style="">terializarse</span> así en el valor de uso de su producto o en el hecho de que su producto sea un valor de uso, es lo que llamamos, resumiendo todo eso, <i style="">trabajo útil. </i>Considerado desde este punto de vista, el trabajo se nos revela siempre asociado a su <i style="">utilidad.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.1pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Del mismo modo que la levita y el lienzo son <i style="">valores de uso <a name="OP5_nV3Mt3rH"></a><a name="S162"></a><span style="">cualitativamente</span> distintos, los </i>trabajos a que deben su existencia –o sea, el <i style="">trabajo del sastre y el </i>del <i style="">tejedor– </i>son también trabajos <a name="OP5_oj5bt5rI"></a><a name="S163"></a><span style=""><i style="">cualitativamente</i></span><i style=""> distintos. </i>Si no fuesen valores de uso cualitativamente distintos y, por tanto, productos de trabajos útiles <a name="OP5_CJ2CL5HJ"></a><a name="S164"></a><span style="">cualitati</span><a name="OP5_rQGCt6pK"></a><a name="S165"></a><span style="">vamente</span> distintos también, aquellos objetos bajo ningún concepto podrían enfrentarse el uno con el otro como mercancías. No es práctico cambiar una levita por otra, valores de uso por otros idénticos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.1pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Bajo el tropel de los diversos valores de uso o mercancías, desfila ante nosotros un conjunto de. trabajos útiles no menos variados, trabajos que difieren unos de otros en género, especie, familia, subes<a name="OP5_w4G6taoO"></a><a name="S166"></a><span style="">pecie</span> y variedad: es la <i style="">división social del trabajo, </i>condición de vida de la producción de mercancías, <a name="OP5_pHJADbAP"></a><a name="S167"></a><span style="">aunque, ésta</span> no lo sea, a su vez,<a name="fede"></a> de<a name="S168"></a> la división social del trabajo. Así, por ejemplo, la comunidad de <st1:personname productid="la India" st="on">la India</st1:PersonName> antigua, supone una división social del trabajo, a pesar de lo cual los <i style="">productos </i>no se convierten allí en <i style="">mercancías</i>. 0, para poner<b style=""> </b>otro ejemplo más cercano a nosotros: en toda fábrica reina una división sistemática del trabajo, pero esta división no se basa en el hecho de que los obreros cambien entre sí sus <i style="">productos individuales. </i>Sólo los<i style=""> </i>productos de <i style="">trabajos privados independientes </i>los<i style=""> </i>unos de los otros pueden revestir en sus relaciones mutuas el carácter de <i style="">mercancías.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Vemos, pues, que el valor de uso de toda mercancía representa una determinada actividad productiva encaminada a un fin o, lo que es lo mismo, un determinado trabajo útil. Los valores de uso no pueden enfrentarse los unos con los otros como <i style="">mercancías </i>si<i style=""> </i>no encierran trabajos útiles <a name="OP6_ql3c7S5v"></a><a name="S173"></a><span style="">cualitativamente</span> distintos. En una sociedad cuyos productos revisten <i style="">en general </i>la forma de <i style="">mercancías, </i>es decir, en una sociedad de productores de mercancías, esta diferencia <a name="OP6_7CyviTew"></a><a name="S174"></a><span style="">cual</span><a name="OP6_ZwroZUVx"></a><a name="S175"></a><span style="">itativa</span> que se acusa entre los distintos trabajos útiles realizados <a name="OP6_hjxbiUex"></a><a name="S176"></a><span style="">inde</span><a name="OP6_YejcZVYy"></a><a name="S177"></a><span style="">pendientemente</span> los unos de los otros como actividades privativas de otros tantos productores independientes, se va desarrollando hasta formar un complicado sistema, hasta convertirse en una división social del trabajo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">A la levita, como tal levita, le tiene sin cuidado, por lo demás, que la vista el sastre o su cliente. En ambos casos cumple su misión de valor de uso. La relación entre esa prenda y el trabajo que la produce no cambia tampoco, en realidad, porque la actividad del sastre se convierta en profesión especial, en categoría independiente dentro de la división social del trabajo. <a name="OP6_Axxpc17E"></a><a name="S178_41l"></a><span style="">A</span>llí donde la necesidad de vestido le acuciaba, el hombre se pasó largos siglos cortándose prendas más o menos burdas antes de convertirse de hombre en sastre. Sin embargo, la levita, el lienzo, todos los elementos de la <i style="">riqueza material </i>no suministrados por la naturaleza, deben siempre su existencia a una actividad productiva específica, útil, por medio de la cual se asimilan a determinadas necesidades humanas determinadas materias que la naturaleza brinda al hombre. Como creador de valores de uso, es decir como <i style="">trabajo útil, </i>el trabajo es, por tanto, condición de vida del hombre, y condición independiente de todas las formas de sociedad, una necesidad perenne y natural sin la que no se concebiría el intercambio orgánico entre el hombre y la naturaleza ni, por consiguiente, la vida humana.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Los valores de uso, levita, lienzo, <a name="OP6_aO6Aba6O"></a><a name="S179_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> o lo que es lo mismo, las <a name="OP6_bD5k0bXO"></a><a name="S180_mercancFFas"></a><span style="">mercancías</span> consideradas como objetos corpóreos, son <i style="">combinaciones de dos elementos: </i>la materia, que suministra la naturaleza, y el trabajo. Si descontamos el conjunto de trabajos útiles contenidos en la levita, en el lienzo, <a name="OP6_HDDp7d2Q"></a><a name="S181_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> quedará siempre un <a name="OP6_frLjedbQ"></a><a name="S182"></a><span style="">substrato</span> material, que es el que la naturaleza ofrece al hombre sin intervención de la mano de éste. En su producción, el hombre sólo puede proceder como procede la misma naturaleza, es decir, <i style="">haciendo que la materia cambie de <a name="OP6_kPAFvJsn"></a><a name="S183_formara_formal_formales_formar"></a><span style="">forma..</span></i><span style=""><sup>14</sup></span><i style=""> </i>Más aún. En este trabajo de conformación, el hombre se apoya constantemente en las fuerzas naturales. El <i style="">trabajo no es, pues, la fuente única y exclusiva de los valores de uso que produce, </i>de la <i style="">riqueza material. </i>El trabajo es, como ha dicho <a name="OP6_0EfvsMpp"></a><a name="S184"></a><span style="">William</span> <a name="OP6_NDlCvMrq"></a><a name="S185"></a><span style="">Petty,</span> el padre de la riqueza, y la tierra la madre.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Pasemos ahora de la mercancía considerada como objeto útil a la mercancía considerada como <i style="">valor.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Partimos del supuesto de que la <a name="OP6_0JoBEOAs"></a><a name="S186_levita_Levita_Invita_invita"></a><span style="">levita</span> vale el doble que 10 varas de lienzo. Pero ésta es una diferencia puramente <a name="OP6_9tJdJPFs"></a><a name="S187_cuanta_cuenta_cuenca_cuanto"></a><span style=""><i style="">cuant</i></span><i style="">itativa<a name="S188"></a><a name="S189_talFF_casi"></a><a name="S190"></a>, </i>que, por el momento, no nos interesa. Nos limitamos, por tanto, a recordar que si el valor de una levita es el doble que el de 10 varas de <a name="OP6_JBtrvRru"></a><a name="S191_lienzo"></a><span style="">lienzo,</span> 20 varas de lienzo representarán <i style="">la misma <a name="OP6_1ACoKRGu"></a><a name="S192_ni"></a><span style="">magn</span><a name="S193"></a>i<a name="OP6_SoGfMRHu"></a><a name="S194_tus"></a><span style="">tud</span> de valor </i>que una levita. Considerados como valores, la levita y el lienzo son objetos que encierran <i style="">idéntica sustancia, </i>objetos de igual naturaleza, expresiones objetivas <i style="">del mismo tipo de trabajo. </i>Pero el <i style="">trabajo del sastre </i>y el <i style="">del tejedor </i>son trabajos <a name="OP6_3eH4IUHx"></a><a name="S195"></a><span style="">cualitativamente</span> distintos. Hay, sin embargo, sociedades en que el <i style="">mismo hombre </i>trabaja alternativamente como sastre y tejedor y en que, por tanto, estas dos modalidades distintas de trabajo no son más que <i style="">variantes del trabajo del mismo individuo, </i>en que no representan todavía funciones fijas y concretas de diferentes personas, del mismo modo que la levita que hoy corta nuestro sastre y los pantalones que cortará <a name="S196_maFFana_MaFFana_43ampana_43atalana"></a>mañana no representan más que modalidades del mismo trabajo individual. A simple vista se advierte, además, que en nuestra so<a name="OP6_6DHvs0oD"></a><a name="S197"></a><span style="">ciedad</span> capitalista una <i style="">cantidad concreta de trabajo humano </i>se aporta alternativamente en forma de trabajo de sastrería o de trabajo textil, según las fluctuaciones que experimente la demanda de trabajo. Es posible que estos cambios de forma del trabajo no se operen sin resistencia, pero tienen que operarse, necesariamente.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Si prescindimos del carácter concreto de la actividad productiva y, por tanto, de la utilidad del trabajo, ¿qué queda en pie de él? Queda, simplemente, el ser un <i style="">gasto de fuerza humana de trabajo. </i>El trabajo del sastre y el del tejedor, aun representando actividades productivas <a name="OP6_3WGOw6vK"></a><a name="S198"></a><span style="">cualitativamente</span> distintas, tienen de común el ser un gasto productivo de cerebro <i style="">humano, </i>de músculo, de nervios, de brazo, <a name="OP7_geh21KXn"></a><a name="S215_ese2E3B"></a><span style="">etc.;</span> por tanto, en este sentido, ambos son <i style="">trabajo humano. </i>No son más que dos formas distintas de aplicar la fuerza de trabajo del hombre. Claro está que, para poder <a name="OP7_couocL9o"></a><a name="S216_aplicarse"></a><span style="">aplicarse</span> bajo tal o cual forma, es necesario que la fuerza humana de trabajo <a name="OP7_e1w1gLdp"></a><a name="S217_adquiera_adquirFFa"></a><span style="">adquiera</span> un grado mayor o menor de desarrollo. Pero, de suyo, el valor de 1a mercancía sólo representa trabajo humano, gasto de <i style="">trabajo humano </i>pura y simplemente. Ocurre con el <i style="">trabajo humano, </i>en este respecto, lo que en la sociedad burguesa ocurre con el hombre, que como tal <i style="">hombre </i>no es apenas nada, pues como se cotiza y representa un gran papel en esa sociedad es como general o como <a name="OP7_0jdidQbt"></a><a name="S218_banquero"></a><span style="">banquero.<sup>15</sup></span> El <i style="">trabajo humano </i>es el empleo de esa <i style="">simple </i>fuerza de trabajo que todo hombre común y corriente, por término medio, posee en su organismo corpóreo, sin necesidad de una especial educación. El <i style="">simple trabajo medio </i>cambia, indudablemente, de carácter según los países y la cultura de cada época, pero existe siempre, dentro de una sociedad dada. El trabajo complejo no es mas que el trabajo simple <i style="">potenciado o, </i>mejor dicho, <i style="">multiplicado: </i>por donde una pequeña cantidad de trabajo complejo puede equivaler a una cantidad grande de trabajo simple. Y la experiencia demuestra que esta <a name="OP7_yH8zeWbA"></a><a name="S219_reducciFFn"></a><span style="">reducción</span> de trabajo complejo a trabajo simple es un fenómeno que se da todos los días y a todas horas. Por muy complejo que sea el trabajo a que debe su existencia una mercancía, el <i style="">valor </i>la equipara enseguida al producto del trabajo simple, y como tal valor sólo representa, por tanto, una determinada cantidad de trabajo <a name="OP7_baybdZaD"></a><a name="S220_simple_simples_simplerFFa_simpleza"></a><span style="">simple.<sup>1</sup></span><sup>6</sup> Las diversas proporciones en que diversas clases de trabajo se reducen a la <i style="">unidad de medida </i>del trabajo simple se establecen a través de un proceso social que obra a espaldas de los productores, y esto les mueve a pensar que son el fruto de la costumbre. En lo sucesivo, para mayor sencillez, consideraremos siempre la fuerza de trabajo, cualquiera que ella sea, como expresión directa de la fuerza de trabajo <i style="">simple, </i>ahorrándonos así la <a name="OP7_n8C0642I"></a><a name="S221_molestia"></a><span style="">molestia</span> de reducirla a la unidad.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.3pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Del mismo modo que en los <i style="">valores </i>levita y lienzo se prescinde de la diferencia existente entre sus <i style="">valores de uso, </i>en los <i style="">trabajos </i>que esos <i style="">valores </i>representan se hace caso omiso de la diferencia de sus <i style="">formas útiles, o </i>sea de la <i style="">actividad del sastre y de </i>la del <i style="">tejedor. Y </i>así como los <i style="">valores de uso </i>lienzo y levita son el fruto de la <a name="OP7_wKNrj8eL"></a><a name="S222_coro7E_canto7E_cara7E_caro7E"></a><span style=""><i style="">com</i></span><a name="OP7_csulZ9WM"></a><a name="S223"></a><span style=""><i style="">binaci6n</i></span><i style=""> </i>de una actividad útil productiva, con la tela y el hilado respectivamente, mientras que considerados como <i style="">valores </i>la levita y el lienzo no son, por el contrario, más que simples <a name="OP7_EFQzgaeO"></a><a name="S224"></a><span style=""><i style="">cristalizaciones</i></span><i style=""> análogas de</i> <i style="">trabajo</i>, los<i style=""> </i>trabajos encerrados en estos <i style="">valores </i>no son<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">lo que son por la relación productiva que guardan con la tela y el hilado, sino por <i style="">ser inversiones de fuerza humana de trabajo </i>pura y simplemente. Los trabajos del sastre y el tejedor son elementos integrantes de los <i style="">valores de uso </i>levita y lienzo gracias precisamente a sus <i style="">diversas </i>cualidades<i style="">; </i>en cambio, sólo son sustancia y base de los <i style="">valores</i> lienzo y levita en cuanto en ellos se hace <a name="OP7_oJsBIMFq"></a><a name="S231_abstracciFFn"></a><span style=""><i style="">abstracción</i></span><i style=""> </i>de sus <a name="OP7_3sOksNpq"></a><a name="S232_cualidades"></a><span style="">cualidades</span> específicas, para reducirlos a la <i style="">misma cualidad: </i>la del <i style="">trabajo humano.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.05pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Pero la levita y el lienzo no son solamente <i style="">valores en general, </i>sino <a name="OP7_FGvxuPqt"></a><a name="S233_valores_vapores_46avores_Labores"></a><span style="">valores</span> de una <i style="">determinada magnitud, </i>pues ya hemos dicho que, según el supuesto de que partimos, la levita vale el doble que 10 varas de lienzo. ¿Cómo se explica esta diferencia de <i style="">magnitud de valor</i>?<i style=""> </i>Tiene su explicación en el hecho de que las 10 varas de lienzo sólo encierran la mitad de trabajo que una levita; lo cual quiere <a name="OP7_g9r1uSqw"></a><a name="S234_decir"></a><span style="">decir</span> que, para producir ésta, la fuerza de trabajo deberá funcionar doble <i style="">tiempo </i>del que se necesita para producir aquéllas.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.05pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Por tanto, si con relación. al <i style="">valor de uso </i>el trabajo representado por la mercancía sólo interesa <a name="OP7_WmMeCVBy"></a><a name="S235"></a><span style=""><i style="">cualitativamente,</i></span><i style=""> </i>con relación a la <i style="">magnitud del valor </i>interesa sólo en su aspecto <i style="">cuantitativo, </i>una vez reducido a la unidad de trabajo humano puro y simple. En el primer caso, lo que interesa es la <i style="">clase y</i> <i style="">calidad</i> del trabajo; en el segundo caso, su <i style="">cantidad</i>, su<i style=""> </i>duración. Y como la magnitud de valor de una mercancía sólo acusa la cantidad del trabajo encerrado en ella, en ciertas y determinadas proporciones las <a name="OP7_HJEqIZFC"></a><a name="S236_mercancFFas"></a><span style="">mercancías</span> representaran siempre, necesariamente, valores iguales.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 18.05pt;"><span style="font-size: 12pt;">Si la capacidad productiva de todos los trabajos útiles necesarios para la producción de una levita, supongamos, permanece invariable, la magnitud de valor de las levitas aumentará en la medida en que aumente su cantidad. Si por ejemplo una levita representa <a name="OP7_C10Iv3pH"></a><a name="S237"></a><span style=""><i style="">x</i></span> días de trabajo, 2 levitas representarán 2 <a name="OP7_z1NJJ3DH"></a><a name="S238"></a><span style=""><i style="">x</i></span> días de trabajo, <a name="OP7_0GKqu4pH"></a><a name="S239_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Pero <a name="OP7_mA8yx4vI"></a><a name="S240"></a><span style="">supóngase</span> que el trabajo necesario para producir una levita se duplica o bien que se reduce a la mitad. En el primer caso, una levita tendrá el mismo valor que antes dos, y en el segundo caso harán falta dos levitas para formar el valor que antes tenía una, a pesar de que tanto en uno como en otro caso esta prenda sigue prestando exactamente los mismos servicios y de que el trabajo útil que encierra sigue siendo de la misma calidad. Lo que cambia es la cantidad de trabajo invertida en su producción. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.05pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Cuanto mayor sea la cantidad de valor de<b style=""> </b>uso mayor será, de por sí, la <i style="">riqueza material</i>: dos levitas encierran más riqueza que una. Con dos levitas pueden vestirse dos personas; con una de estas prendas una solamente, <a name="OP7_yoh9AcvP"></a><a name="S241_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Sin embargo, puede ocurrir que a medida que<i style=""> </i>crece la riqueza material, disminuya la <i style="">magnitud de</i> <i style="">valor </i>que representa. Estas fluctuaciones contradictorias entre si se explican por el <i style="">doble carácter</i> del trabajo. La capacidad productiva es siempre, naturalmente, capacidad productiva de trabajo útil, con<a name="OP8_2xphZJVm"></a><a name="S242_cerco2E"></a><span style="">creto.</span> Y sólo determina, como es lógico, el grado de eficacia de una actividad productiva útil, encaminada a un fin, dentro de un período de tiempo dado. Por tanto, el trabajo útil rendirá una cantidad más o menos grande de productos <i style="">según </i>el ritmo con que aumente o disminuya su capacidad productiva. Por el contrario, los cambios <a name="OP8_45s5ZMWq"></a><a name="S243_44eseados_44eseadas_45sperados"></a><span style="">operados</span> en la capacidad productiva no afectan de suyo al trabajo que el <i style="">valor representa. </i>Como la capacidad productiva es siempre función de la forma concreta y útil del trabajo, es lógico que tan pronto como se hace caso <a name="OP8_Yfx67P3s"></a><a name="S244_izo_omiso_omito"></a><span style="">omiso</span> de su forma concreta, útil, no afecte para nada a éste. El mismo trabajo rinde, por tanto, <i style="">durante el mismo tiempo, idéntica cantidad de valor, </i>por mucho que cambie su capacidad productiva. En cambio, puede arrojar <i style="">en el mismo tiempo cantidades distintas de valores de uso, </i>mayores o menores según que su capacidad productiva aumente o <a name="OP8_eRhQeScw"></a><a name="S245_disminuye2E_44isminuye2E"></a><span style="">disminuya.</span> Como se ve, el mismo cambio operado en la capacidad productiva, por virtud del cual aumenta el rendimiento del trabajo y, por tanto, la masa de los valores de uso creados por éste, <i style="">disminuye la magnitud de valor </i>de esta masa total <a name="OP8_KLCE8V6z"></a><a name="S246"></a><span style=""><i style="">incrementada,</i></span><i style=""> </i>siempre en el supuesto de que acorte el <i style="">tiempo de trabajo </i>necesario para su producción. Y a la inversa.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Todo trabajo es, de una parte, gasto de la fuerza humana de trabajo en el sentido fisiológico y, como tal, como trabajo humano igual<b style=""> </b>o trabajo humano abstracto, forma el valor de la mercancía. Pero todo trabajo es, de otra parte, gasto de la fuerza humana de trabajo bajo una forma especial y encaminada a un fin y, como tal, como trabajo concreto y útil, produce los valores de <a name="OP8_ZDsvg1cE"></a><a name="S247"></a><span style="">uso.<sup>17</sup></span><sup><o:p></o:p></sup></span></p> <p class="MsoNormal"><sup><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></sup></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">3. La forma del valor o valor de cambio</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Las mercancías vienen al mundo bajo la forma de valores de uso u objetos materiales: hierro, tela, trigo, <a name="OP8_uDdnFLAo"></a><a name="S263_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Es su forma prosaica y natural. Sin embargo, si son mercancías es por encerrar una doble significación: la de objetos útiles y, a la par, la de materializaciones de valor. Por tanto, sólo se presentan como mercancías, sólo revisten el carácter de mercancías, cuando poseen esta <i style="">doble forma: </i>su<i style=""> </i>forma natural y la forma del valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La <a name="OP8_3IrGuPst"></a><a name="S264"></a><span style="">objetivación</span> de valor de las mercancías se distingue de <a name="OP8_zInBLPHt"></a><a name="S265"></a><span style="">Wittib</span> <a name="OP8_NnKnsQot"></a><a name="S266"></a><span style="">Hurtig,</span> la amiga de <a name="OP8_epwhyQvt"></a><a name="S267"></a><span style="">Falstaff,</span> en que no se sabe por dónde <a name="OP8_lploKQHt"></a><a name="S268_cogerFFa2E_rosario2E_regresa2E"></a><span style="">cogerla.</span> Cabalmente al revés de lo que ocurre con la materialidad de las mercancías corpóreas, visibles y tangibles, en su valor <a name="OP8_jPgOIRGv"></a><a name="S269"></a><span style="">objetivado</span> no entra ni un átomo de materia natural. Ya podemos tomar una mercancía y darle todas las vueltas que queramos: como valor, nos encontraremos con que es siempre <a name="OP8_KUSTDTBx"></a><a name="S270"></a><span style="">inaprehensible.</span> Recordemos, sin embargo, que las mercancías sólo se materializan como valores en cuanto son expresión de la misma unidad social: trabajo humano, que, por tanto, su materialidad como valores es puramente social, y comprenderemos sin ningún esfuerzo que esa su materialidad como valores sólo puede <a name="OP8_InYdyXuA"></a><a name="S271_envararse"></a><span style="">revelarse</span> en la relación social de unas mercancías con otras. En efecto, en nuestra investigación comenzamos estudiando el valor de cambio o relación de cambio de las mercancías, para descubrir, encerrado en esta relación, su valor. Ahora, no tenemos más remedio que <a name="OP8_Lhl1A0yD"></a><a name="S272_entretenernos"></a><span style="">retrotraernos</span> nuevamente a esta forma o manifestación de valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Todo el mundo sabe, aunque no sepa más que eso, que las mercancías poseen una forma común de valor que` contrasta de una manera muy ostensible con la abigarrada diversidad de formas naturales que presentan sus valores de uso: esta forma es el dinero. Ahora bien, es menester que consigamos nosotros lo que la economía burguesa no ha intentado siquiera: poner en claro la génesis de la forma dinero, para lo cual tendremos que investigar, <a name="OP8_3OrFI5HJ"></a><a name="S273_comentFFndonos_enmaraFFFFndonos"></a><span style="">remontándonos</span> desde esta forma fascinadora hasta sus manifestaciones más sencillas y más humildes, el desarrollo de la expresión del valor que se encierra en la relación de valor de las mercancías. Con ello, veremos, al mismo tiempo, cómo el enigma del dinero se esfuma.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La relación <i style="">más simple</i> de valor es, evidentemente, la relación de valor de una mercancía con <i style="">otra</i> <i style="">concreta y distinta</i>, <i style="">cualquiera<a name="fff"></a> que ella sea</i>. <i style="">La relación de valor entre</i> <i style="">dos mercancías</i> constituye, por tanto, la expresión más simple de valor de una mercancía.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">A.<span style=""> </span>FORMA SIMPLE, CONCRETA 0 FORTUITA DEL VALOR<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><a name="OP9_sty61NVq"></a><a name="S283"></a><span style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">x</span></i></span><span style=""></span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> mercancía A <a name="OP9_lvC64NZq"></a><a name="S284"></a><span style="">=</span> <a name="S285_e"></a><i style="">y</i> mercancía B, o bien: <a name="OP9_6we9bN6q"></a><a name="S286"></a><span style=""><i style="">x</i></span> mercancía A vale <a name="S287_e"></a><i style="">y</i> mercancía B<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>(20 varas lienzo <a name="OP9_Sta46O1r"></a><a name="S288"></a><span style="">=</span> 1 levita, o bien: 20 varas lienzo valen 1 levita)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span><i style=""><o:p></o:p></i></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">1.<span style=""> </span>Los dos <a name="OP9_4osh5Q1t"></a><a name="S289_polos_pocos_palos_pasos_pelos"></a><span style="">polos</span> de la expresión del valor: forma relativa </span><span style="font-style: normal;" lang="ES-AR">del valor y forma <a name="OP9_6XGZbQ9u"></a><a name="S290_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.45pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">En esta <i style="">forma simple del valor</i> reside el secreto de <i style="">todas las</i> formas del valor. Por eso es en su análisis donde reside la verdadera dificultad del problema.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.45pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Dos mercancías distintas, A y B, en nuestro ejemplo el lienzo y la levita, desempeñan aquí <i style="">dos</i> <i style="">papeles</i> manifiestamente distintos. El lienzo <i style="">expresa su valor</i> en la levita; la levita <i style="">sirve de material para</i> <i style="">esta expresión de valor</i>. La primera mercancía desempeña un papel activo, la segunda un papel pasivo. El valor de la primera mercancía aparece <i style="">bajo la forma del valor relativo</i>, o lo que es lo mismo, reviste la <i style="">forma relativa del valor</i>. La segunda mercancía funciona como <i style="">equivalente</i>, o lo que es lo mismo, reviste <i style="">forma <a name="OP9_L9ub0ZYD"></a><a name="S291_equivalencias2E_45quivalencias2E"></a><span style="">equivalencial</span></i><span style="">.</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.45pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Forma relativa del valor y forma <a name="OP9_u235c09E"></a><a name="S292_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span> son dos aspectos de la misma relación, aspectos inseparables y que se condicionan mutuamente, pero también y a la par dos <i style="">extremos opuestos y antagónicos</i>, <i style="">los dos polos de la misma expresión del valor</i>; estos dos términos se <i style="">desdoblan</i> constantemente entre las <i style="">diversas</i> mercancías relacionadas entre sí por la expresión del valor. Así, por ejemplo, el valor del lienzo no puede expresarse en lienzo. La relación de 20 <i style="">varas de lienzo</i> <a name="OP9_vaUM55ZJ"></a><a name="S293"></a><span style="">=</span> 20 varas de lienzo no representaría expresión ninguna de valor. Esta igualdad sólo nos diría que 20 varas de lienzo no son mas que 20 varas de lienzo, es decir, una determinada cantidad del <i style="">objeto útil</i> lienzo. Por tanto, el <i style="">valor</i> del lienzo sólo puede expresarse en términos <i style="">relativos</i>, es decir <a name="OP9_UHZDf8cM"></a><a name="S294_recurriendo_recorriendo"></a><span style="">recurriendo</span> <i style="">a otra</i> <i style="">mercancía</i>; o, lo que es lo mismo, la <i style="">forma relativa del valor</i> del lienzo supone como premisa el que otra <i style="">mercancía cualquiera</i> desempeñe respecto al lienzo la función de <i style="">forma <a name="OP9_NQvReacO"></a><a name="S295_equivalencias2C_45quivalencias2C"></a><span style="">equivalencial.</span></i><span style=""></span> Y a su vez, esta otra <i style="">mercancía</i> que funciona <i style="">como equivalente no puede desempeñar al mismo tiempo el papel de</i> <i style="">forma relativa de valor.</i> No es su propio <i style="">valor</i> <i style="">lo que ella expresa.</i> Se limita a suministrar <i style="">el material</i> <i style="">para la expresión de valor de otra mercancía.</i><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.45pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Cierto es que la relación 20 <i style="">varas de<b style=""> </b>lienzo</i> <a name="OP9_YJomee9R"></a><a name="S296"></a><span style="">=</span> 1 <i style="">levita</i> o 20 <i style="">varas de lienzo valen</i> 1 <i style="">levita</i> lleva <a name="OP9_ldGg8f5S"></a><a name="S297_implFFcita"></a><span style="">implícita</span> la forma inversa: 1 levita <a name="OP9_Rrg2jfeS"></a><a name="S298"></a><span style="">=</span> 20<a name="OP9_nSJBtJon"></a><a name="S299_curas_rutas_sumas_Severas_severas"></a><span style=""> <i style="">varas</i></span><i style=""> de lienzo</i> o 1 <i style="">levita vale 20 varas de lienzo</i>. Pero, en realidad, lo que se hace aquí es <i style="">invertir</i> los términos de la igualdad para <i style="">expresar</i> el valor de la levita <i style="">de</i> <i style="">un modo relativo</i>; al hacerlo, el lienzo cede a la levita su puesto de equivalente. Por tanto, <i style="">una misma</i> mercancía <i style="">no puede asumir al mismo tiempo ambas formas en la misma <a name="OP9_qV2NMMHq"></a><a name="S300"></a><span style="">expre</span><a name="OP9_ndm9tNoq"></a><a name="S301"></a><span style="">sión</span> de valor</i>. Estas formas se excluyen la una a la otra como los <i style="">dos polos</i> o los dos extremos de una línea.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.45pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">El que una mercancía revista la forma relativa del valor o la <a name="OP9_nvUGtPot"></a><a name="S302_forja_forjaba_forma_formara"></a><span style="">forma</span> opuesta, la de equivalente, depende exclusivamente <i style="">de la <a name="OP9_MHZHMPHt"></a><a name="S303"></a><span style="">posi</span><a name="OP9_elk4sQot"></a><a name="S304"></a><span style="">ción</span> que esa mercancía ocupe dentro de la expresión de valor en un</i><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">momento dado</span></i><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">, es decir, de que sea la mercancía cuyo valor se expresa o aquella en que se expresa este valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><a name="OP9_XEgwxTsx"></a><a name="S305_e2E"></a><span style=""><span lang="ES-AR">2.</span></span><span lang="ES-AR"><span style=""> </span>La forma relativa del valor</span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo2"><span lang="ES-AR">a)<span style=""> </span>Contenido de la forma relativa del valor</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.45pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Para averiguar dónde reside, en la relación de valor entre dos mercancías, la expresión simple del valor de una de ellas no hay más remedio que empezar prescindiendo totalmente del aspecto cuantitativo de esta relación. Cabalmente al revés de lo que suele hacerse, pues lo frecuente es no ver en la relación de valor más que la <a name="OP9_PDTuLZHC"></a><a name="S306"></a><span style="">propor</span><a name="OP9_bacSsZoD"></a><a name="S307"></a><span style="">ción</span> de equivalencia entre determinadas cantidades de dos distintas<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">mercancías. Sin advertir que <i style="">para que las magnitudes de objetos distintos puedan ser <a name="OP9_CqIny1xE"></a><a name="S308"></a><span style="">cuantitativamente</span><span style=""> </span>comparables entre sí, es necesario ante todo reducirlas a la misma unidad.</i> Sólo representándonoslas<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyText"><span lang="ES-AR">como <i style="">expresiones de la misma unidad</i> podremos ver en ellas <i style="">magnitudes de signo igual</i> y, por tanto <a name="OP9_OCVvC3BG"></a><a name="S309_conmensurables_conmensurable"></a><span style=""><i style="">conmensurables</i>.<sup>18</sup></span><sup><o:p></o:p></sup></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.45pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Cuando decimos que 20 varas de lienzo <a name="OP9_PyfbG4BH"></a><a name="S310"></a><span style="">=</span> 1 levita, o igual 20, o igual <a name="OP9_x4JMv4pI"></a><a name="S311"></a><span style=""><i style="">x</i></span> levitas, en cada una de estas relaciones se <a name="OP9_04vZI4GI"></a><a name="S312"></a><span style="">sobrentiende</span> que e! lienzo y las levitas son, como magnitudes de valor, expresiones distintas de la misma unidad, objetos de igual naturaleza.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 18.6pt; text-align: justify; text-indent: -17.55pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Lienzo <a name="OP9_weWQv7pK"></a><a name="S313"></a><span style="">=</span> levita: he ahí la fórmula que sirve de base a la relación. Pero en esta igualdad, las dos <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 18.6pt; text-align: justify; text-indent: -17.55pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">mercancías <a name="OP9_kQYNG7FL"></a><a name="S314"></a><span style="">cualitativamente</span> equiparadas no desempeñan el mismo papel. La igualdad sólo expresa el<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">valor del lienzo. ¿Cómo? Refiriéndolo a la levita como a su <a name="S315"></a>“equivalente” u objeto “permutable” por él. En esta relación, la levita sólo interesa como exteriorización de valor, como valor mate<a name="OP9_8bF7sbpO"></a><a name="S316"></a><span style="">rializado,</span> pues sólo en función de tal puede decirse que exista identidad entre ella y el lienzo. Por otra parte, de lo que se trata es de hacer resaltar, de hacer que cobre expresión <a name="OP10_BEnwcJ9n"></a><a name="S330_sustantivo"></a><span style="">sustantiva</span> la existencia de valor propia del lienzo, ya que sólo en cuanto valor puede <a name="OP10_1vKciKen"></a><a name="S331"></a><span style="">encon</span><a name="OP10_39U1ZKVo"></a><a name="S332"></a><span style="">trársele</span> a éste una relación de equivalencia o cambio con la levita. Un ejemplo. El ácido <a name="OP10_pNvF7L3p"></a><a name="S333"></a><span style="">butírico</span> es un cuerpo distinto del <a name="OP10_nJMBiLep"></a><a name="S334"></a><span style="">formiato</span> de <a name="OP10_1y8y0MXq"></a><a name="S335_prepara2E_prepare2E"></a><span style="">propilo.</span> Y sin embargo, ambos están integrados por las mismas sustancias químicas: carbono <a name="OP10_obva9N4q"></a><a name="S336_28O292C_4143TO2C_4143FF2C"></a><span style="">(C),</span> hidrógeno <a name="OP10_B9v9eM9q"></a><a name="S337"></a><span style="">(H)</span> y oxígeno (0) y en idéntica proporción, o sea <a name="OP10_gUMQ9N4r"></a><a name="S338_43M_43m"></a><span style="">C4</span> <a name="OP10_lTWPaN5r"></a><a name="S339"></a><span style="">H</span>8 02. Pues bien, si dijésemos que el <a name="OP10_hEFv1OYr"></a><a name="S340"></a><span style="">formiato</span> de <a name="OP10_dCcB5O2s"></a><a name="S341"></a><span style="">propilo</span> es igual al <a name="OP10_kAErbO7r"></a><a name="S342_FFvido"></a><span style="">ácido</span> <a name="OP10_dyurdOar"></a><a name="S343"></a><span style="">butírico,</span> diríamos dos cosas: primero, que el <a name="OP10_bkBc6P3s"></a><a name="S344"></a><span style="">formiato</span> de <a name="OP10_6k5jaP6s"></a><a name="S345"></a><span style="">propilo</span> no es más que una modalidad de la fórmula <a name="OP10_Y3wY6P1t"></a><a name="S346_43M_43m"></a><span style="">C4</span> <a name="OP10_20FY7P2t"></a><a name="S347"></a><span style="">H</span>8 02; segundo, que el ácido <a name="OP10_lXrOgPdt"></a><a name="S348"></a><span style="">butírico</span> está formado por los mismos elementos y en igual proporción. Es decir que, equiparando el <a name="OP10_Hs6k6R2u"></a><a name="S349"></a><span style="">formiato</span> de <a name="S350"></a>propilo al ácido <a name="OP10_gnwffRcu"></a><a name="S351"></a><span style="">butírico,</span> <a name="OP10_cwNliReu"></a><a name="S352"></a><span style="">expre</span><a name="OP10_5jo5ZSWv"></a><a name="S353"></a><span style="">saríamos</span> la sustancia química común a estos dos cuerpos de forma diferente.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Al decir que las mercancías, consideradas como valores, no son más que <a name="OP10_cqni2U1x"></a><a name="S354"></a><span style="">cristalizaciones</span> de trabajo humano, nuestro análisis las reduce a la abstracción del valor, pero sin darles una forma de valor distinta a las formas naturales que revisten. La cosa cambia cuando se trata de la expresión de valor de una mercancía. Aquí, es su propia relación con otra mercancía lo que acusa su carácter de valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Así por ejemplo, al equiparar la levita, como valor materializado, al lienzo, lo que hacemos es equiparar el trabajo que aquélla encierra al trabajo contenido en éste. Ya sabemos que el trabajo del sastre que hace la levita es un trabajo concreto, distinto del trabajo del tejedor que produce el lienzo. Pero al <a name="OP10_fKpLb09E"></a><a name="S355_equiparado"></a><span style="">equipararlo</span> a éste, reducimos el trabajo del sastre a lo que hay de igual en ambos trabajos, a su nota común, que es la de ser trabajo humano. Y de este modo, por medio de un rodeo, venimos a decir al propio tiempo, que el trabajo del tejedor, al tejer valor, no encierra nada que <a name="OP10_RBqsf3aG"></a><a name="S356"></a><span style="">1o</span> <a name="OP10_0yAqg3dG"></a><a name="S357_diferencia_44iferencia"></a><span style="">diferencie</span> del trabajo del sastre, siendo por tanto trabajo humano, abstracto. Es la expresión de equivalencia de diversas mercancías la que pone de manifiesto el carácter específico del trabajo como fuente de valor, al reducir a su nota común, la de trabajo humano puro y simple, los diversos trabajos contenidos en las diversas <a name="OP10_04zWe6cK"></a><a name="S358_mercancFFas"></a><span style="">mercancías.<sup>19</sup></span><sup><o:p></o:p></sup></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">No basta, sin embargo, expresar el carácter específico del trabajo de que está formado el valor del lienzo. La fuerza humana de<a name="hhh"></a> <a name="lll"></a>trabajo en su estado fluido, o sea el trabajo humano, crea valor, pero no es de por sí valor. Se convierte en valor al plasmarse, al cobrar forma corpórea. Para expresar el valor del lienzo como cristalización de trabajo humano, tenemos necesariamente que <a name="OP10_UEwtLLHo"></a><a name="S367"></a><span style="">expre</span><a name="OP10_U57XsLnp"></a><a name="S368"></a><span style="">sarlo</span> como un “algo objetivo” distinto <a name="OP10_SbS9FMDp"></a><a name="S369"></a><span style="">corporalmente</span> del propio lienzo y a la par común a éste y a otra mercancía. Este problema lo hemos resuelto ya.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Lo que en la expresión de valor de lienzo permite a la levita asumir el papel de su igual cualitativo, de objeto de idéntica naturaleza, es el ser un valor. La levita tiene, pues, para estos efectos, la consideración de objeto en que toma cuerpo el valor, de objeto que representa el valor en su forma natural y tangible. Pero <a name="OP10_Hcv4LRHu"></a><a name="S370"></a><span style="">adviér</span>tase que la levita, la materialidad de la mercancía levita, es un simple valor de uso. Realmente, una levita es un objeto tan poco apto para expresar valor como cualquier pieza de lienzo. Lo cual prueba que, situada en la relación o razón de valor con el lienzo, la levita adquiere una importancia que tiene fuera de ella, del mismo modo que ciertas personas ganan en categoría al embutirse en una levita <a name="OP10_SWLUuVrz"></a><a name="S371"></a><span style="">galoneada.</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">En la producción de la levita se ha invertido real y efectivamente, bajo la forma de trabajo de sastrería, fuerza humana de trabajo. En ella se acumula, por tanto, trabajo humano. Así considerada, la levita es <a name="OP10_9SrRyYxC"></a><a name="S372_representaciFFn"></a><span style="">“representación</span> de valor”, aunque esta propiedad suya no se trasluzca ni aun al través de la más delgada de las levitas. En la relación o razón de valor del lienzo, la levita sólo nos interesa en este aspecto, es decir como valor materializado o encarnación corpórea de valor. Por mucho que se abroche los botones, el lienzo descubre en ella el alma palpitante de valor hermana de la suya. Sin embargo, para que la levita desempeñe respecto al lienzo el papel de valor, es imprescindible que el valor revista ante<b style=""> </b>el<b style=""> </b>lienzo la<b style=""> </b>forma de levita. Es lo mismo que acontece en otro orden de relaciones, donde el individuo <a name="OP10_m8D1B4wI"></a><a name="S373_45"></a><span style="">B</span><b style=""> </b>no<b style=""> </b>puede asumir ante el individuo<b style=""> </b>A los atributos de la majestad sin que al mismo tiempo la majestad revista a los ojos de éste la figura corpórea de <a name="OP10_NBevJ6EJ"></a><a name="S374_452C"></a><span style="">B,</span> los rasgos <a name="OP10_V9p2s6qK"></a><a name="S375"></a><span style="">fisonómicos,</span> el color del pelo y muchas otras señas personales del soberano reinante en un momento dado.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Por tanto, en la relación o razón de valor en que la levita actúa como equivalente del lienzo, la forma levita es considerada como forma del valor. El valor de la mercancía lienzo se expresa, por consiguiente, en la materialidad corpórea de la mercancía levita; o lo que es lo mismo, el <i style="">valor</i> de una mercancía se expresa <i style="">en él valor</i> <i style="">de uso de otra.</i> Considerado como valor de uso, el lienzo es un objeto <a name="OP10_7Y6QvctQ"></a><a name="S376_anteriormente"></a><span style="">materialmente</span> distinto de la levita, pero considerado como valor es algo "igual a la levita" y que presenta, por tanto, la misma fisonomía de ésta. Esto hace que revista una forma de valor distinta de<b style=""> </b>su forma natural. En su<b style=""> </b>identidad con la levita se revela su<b style=""> </b>verdadera naturaleza como valor, del mismo modo que el carácter <a name="OP11_6B4sZKVn"></a><a name="S377_comerFFa_carneroFF"></a><span style="">carneril</span> del cristiano se revela en su identidad con el cordero de Dios.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.55pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Por tanto, todo lo que ya nos había dicho antes el análisis de valor de la mercancía nos lo repite ahora el propio lienzo, al trabar contacto con otra mercancía, con la mercancía levita. Lo que ocurre es que el lienzo expresa sus ideas en su lenguaje peculiar, en el lenguaje propio de una mercancía. Para decir que el trabajo, considerado en abstracto, como trabajo humano, crea su propio valor, nos dice que la levita, en lo que tiene de común con él o, lo que tanto da, en lo que tiene de valor, está formada por el mismo trabajo que el lienzo. Para decir que su sublime materialización de valor no se confunde con su tieso cuerpo de lienzo, nos dice que el valor presenta la forma de una levita y que por tanto él, el lienzo, considerado como objeto de valor, se parece a la levita como un huevo a otro huevo. Diremos <a name="OP11_pIRz8T6x"></a><a name="S378"></a><span style="">incidentalmente</span> que el lenguaje de las mercancías posee también, aparte de estos giros <a name="OP11_KnVefUcx"></a><a name="S379"></a><span style="">talmúdicos,</span> otras muchas maneras más o menos correctas de expresarse. Así por ejemplo, la expresión alemana <a name="OP11_YMmD9V6z"></a><a name="S380"></a><span style=""><i style="">Wertsein</i></span><i style=""> </i>expresa con menos fuerza que el verbo latino <a name="OP11_Gvmk6W2z"></a><a name="S381"></a><span style=""><i style="">valere,</i></span><i style=""> valer, <a name="OP11_0rIkaW6z"></a><a name="S382_valore2C_varear2C_volear2C"></a><span style="">valoir,</span> </i>como la equiparación de la mercancía <a name="OP11_lbC43XYA"></a><a name="S383_45"></a><span style="">B</span> a la mercancía A es la expresión propia de valor de ésta. <i style="">Paris <a name="OP11_JYPJ4XZB"></a><a name="S384"></a><span style="">vaut</span> bien une <a name="OP11_gR2P8X5B"></a><a name="S385"></a><span style="">messe! (9)</span><o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.55pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Por tanto, la relación o razón de valor hace que la forma natural de la mercancía <a name="OP11_dpug4ZZC"></a><a name="S386_45"></a><span style="">B</span> se convierta en la forma de valor de la mercancía A o que la materialidad corpórea de la primera sirva de espejo de valor de la segunda.<sup>20</sup> |Al referirse a la mercancía <a name="OP11_3JmCg0bE"></a><a name="S387_45"></a><span style="">B</span> como materialización corpórea de valor, como encarnación material de trabajo humano, la mercancía A convierte el valor de uso <a name="OP11_I6Z0g1aF"></a><a name="S388_45"></a><span style="">B</span> en material de su propia expresión de valor. El valor de la mercancía A expresado así, es decir, expresado en el valor de uso de la mercancía <a name="OP11_qvUpk3eG"></a><a name="S389_452C"></a><span style="">B,</span> reviste la forma del valor relativo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo2"><a name="OP11_BN2O05UJ"></a><a name="S390_ti_o29_be_bu_by"></a><span style=""><span lang="ES-AR">b)</span></span><span lang="ES-AR"> <a name="OP11_8N9G151J"></a><a name="S391"></a><span style=""><span style=""> </span>Determinabilidad</span> cuantitativa de la forma relativa del valor</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.55pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Cuando tratamos de expresar el valor de una mercancía, nos referimos siempre a determinada cantidad de un objeto de uso: 15 fanegas de trigo, <st1:metricconverter productid="100 libras" st="on">100 libras</st1:metricconverter> de café, <a name="OP11_MHwqc87L"></a><a name="S392_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Esta cantidad dada de una mercancía encierra una determinada cantidad de trabajo humano. Por tanto la forma del valor no puede limitarse a expresar <i style="">valor pura y simplemente </i>sino que ha de expresar un <i style="">valor cuantitativo determinado, </i>una <i style="">cantidad de valor. </i>En la relación o proporción de valor de la mercancía A con la mercancía <a name="OP11_lCMyGJBn"></a><a name="S396_N_452C"></a><span style="">B,</span> del lienzo con la levita, no sólo <i style="">equiparamos <a name="OP11_JjobBKAn"></a><a name="S397"></a><span style="">cualitativamente</span> </i>la mercancía levita al lienzo <i style="">en cuanto representación de valor en general, </i>sino que establecemos la proporción con una determinada cantidad de lienzo, por ejemplo entre 20 varas de lienzo y una <i style="">determinada cantidad de la representación corpórea del valor o </i>equivalente, v. <i style="">gr. </i>una levita.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.55pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La relación <a name="OP11_FOAFxNsr"></a><a name="S398"></a><span style="">“20</span> varas de lienzo <a name="OP11_V3lDDNyr"></a><a name="S399"></a><span style="">=</span> 1 levita o 20 varas de lienzo valen <a name="S400_41"></a>1 levita” arranca del supuesto de que en 1 levita se contiene la misma sustancia de valor que en 20 varas de lienzo; es decir, del supuesto de que ambas cantidades de mercancías cuestan la misma suma de trabajo o el mismo tiempo de trabajo.<a name="OP11_puAtKQFt"></a><a name="S401_Paro_Perro_Pero_Puro_Pedro"></a><span style=""> Pero</span> como el tiempo de trabajo necesario para producir 20 varas de lienzo o 1 levita cambia al cambiar la capacidad productiva de la industria textil o de sastrería, conviene que investiguemos más de cerca cómo influyen estos cambios en la expresión relativa de la magnitud de valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.55pt;"><a name="OP11_0jdbtVoy"></a><a name="S402_412E"></a><span style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">I.</span></span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> Supongamos que varía el valor del lienzo<sup>21</sup> sin que el <i style="">valor </i>de la levita sufra alteración. Al duplicarse el tiempo de trabajo necesario para producir el lienzo, por efecto, supongamos, del agotamiento progresivo del suelo en que se cultiva el lino, se duplica también su valor. En vez de 20 varas de lienzo <a name="OP11_gfHRIYDB"></a><a name="S403"></a><span style="">=</span> levita, ten<a name="OP11_LNPDsYoC"></a><a name="S404_citemos2C_amemos2C_dramas2C"></a><span style="">dremos,</span> por tanto: 20 <i style="">varas de lienzo <a name="OP11_hXGyEYzC"></a><a name="S405"></a><span style="">=</span> 2 levitas, </i>ya que ahora 1 levita sólo encierra la mitad de tiempo de trabajo de 20 varas de lienzo. Y a la inversa, sí el tiempo de trabajo necesario para producir el lienzo queda reducido a la mitad, v. <i style="">gr. </i>por los progresos conseguidos en la fabricación de telares, el valor del lienzo quedará también reducido a la mitad. Por tanto, ahora: 20 <i style="">varas de lienzo </i><a name="OP11_UcjMv3qG"></a><a name="S406"></a><span style="">=</span> <a name="S407"></a>1/2<i style=""> levita. </i>El valor relativo de la mercancía A, o sea, su valor expresado en la mercancía <a name="OP11_fDGyD3yH"></a><a name="S408_N_452C"></a><span style="">B,</span> aumenta y disminuye, por tanto, en razón directa al aumento o disminución experimentados por la mercancía A, siempre y cuando que el valor de la segunda permanezca constante.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.55pt;"><a name="OP11_ZUvLt6oK"></a><a name="S409_H2E_M_TI2E"></a><span style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">II.</span></span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> <a name="OP11_zUtSv6sK"></a><a name="S410"></a><span style="">Supóngase</span> que el valor del lienzo no varia y que varía, en cambio, el valor de la levita. Sí, en estas circunstancias, el tiempo de trabajo necesario para producir la levita se duplica, v. <i style="">gr., </i>por<i style=""> </i>el menor rendimiento del <a name="OP11_5WnXA8xM"></a><a name="S411_esquiara2C_esquiase2C_45squiara2C"></a><span style="">esquileo,</span> tendremos, en vez de 20 varas de lienzo <a name="OP11_SUivv9qM"></a><a name="S412"></a><span style="">=</span> 1 levita, 20 varas de lienzo <a name="OP11_MQcsF9AM"></a><a name="S413"></a><span style="">=</span> <a name="OP11_NBcDG9BN"></a><a name="S414"></a><span style="">1/2</span> levita. Por el contrario, si el valor de la levita queda reducido a la mitad, la relación será: 20 <i style="">varas de lienzo <a name="OP11_2fsRAbvO"></a><a name="S415"></a><span style="">=</span> </i>2<i style=""> levitas. </i>Por tanto, permaneciendo inalterable el valor de la mercancía A, su valor relativo, expresado en la mercancía <a name="OP11_7tyqxcsP"></a><a name="S416_452C"></a><span style="">B,</span> aumenta o disminuye <i style="">en razón inversa a los cambios de valor experimentados por ésta.</i> <i style=""><o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal"><b style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>Comparando los distintos casos expuestos en los dos apartados anteriores, vemos que <i style="">el mismo cambio de magnitud del valor relativo puede provenir de causas opuestas. </i>Así<i style="">, </i>por ejemplo, la <a name="OP12_ctvtZLWo"></a><a name="S418_igualdad_Igualdad_FFguardas"></a><span style="">igualdad</span> 20 <i style="">varas de lienzo <a name="OP12_7Jwj8L3o"></a><a name="S419"></a><span style="">=</span> </i>1<i style=""> levita </i>da origen: l° a la ecuación 20 <i style="">varas de lienzo <a name="OP12_mqK05M0p"></a><a name="S420"></a><span style="">=</span> </i>2<i style=""> levitas, </i>bien porque el valor del lienzo se duplique, bien porque el valor de las levitas quede reducido a la mitad, y <a name="OP12_4Asr2NXq"></a><a name="S421"></a><span style="">2</span>° a la igualdad 20 <i style="">varas de lienzo <a name="OP12_ZOpodN8q"></a><a name="S422"></a><span style="">=</span></i><span style=""></span><a name="S423"></a>1/2<i style=""> levita, </i>ya porque el valor del lienzo se reduzca a la mitad, o porque el valor de la levita aumente al doble.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><a name="OP12_p6bY1PWt"></a><a name="S424"></a><span style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">III.</span></span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> Mas puede también ocurrir que las cantidades de trabajo necesarias para producir el lienzo y la levita varíen simultáneamente en el mismo sentido y en la misma <a name="OP12_4witbR9u"></a><a name="S425_proporciFFn2E"></a><span style="">proporción.</span> En este caso, la igualdad, cualesquiera que sean los cambios experimentados por sus correspondientes valores, seguirá siendo la misma: 20 <i style="">varas de lienzo <a name="OP12_nMMn2TWw"></a><a name="S426"></a><span style="">=</span> </i>1<i style=""> levita. </i>Para descubrir los cambios respectivos de valor de estas mercancías, no hay más que compararlas con una tercera cuyo valor se mantiene constante. Si los valores de <i style="">todas </i>las mercancías aumentasen o disminuyesen al mismo tiempo y en la misma proporción, sus <i style="">valores relativos </i>permanecerían invariables. Su cambio efectivo de valor se revelaría en el hecho de que en el mismo tiempo de trabajo se produciría, en términos generales, una cantidad mayor o menor de mercancías que antes.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><a name="OP12_qxep1ZWC"></a><a name="S427"></a><span style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">IV.</span></span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> Los tiempos de trabajo necesarios respectivamente para producir el lienzo y la levita, y por tanto sus valores, pueden <a name="OP12_cWlNZ0WE"></a><a name="S428_cambiar_sembrar"></a><span style="">cambiar</span> al mismo tiempo y en el mismo sentido, pero en grado desigual, en sentido opuesto, <a name="OP12_cLWv813E"></a><a name="S429_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Para ver cómo todas estas posibles combinaciones influyen en el valor relativo de una mercancía, no hay más que aplicar los casos <a name="OP12_o2CV923G"></a><a name="S430_412C"></a><span style="">I,</span> <a name="OP12_91sT924G"></a><a name="S431_TI"></a><span style="">II</span> y <a name="OP12_D1qSb26G"></a><a name="S432"></a><span style="">III.</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Como se ve, los cambios efectivos que pueden darse en la <a name="OP12_C1TRj3eH"></a><a name="S433"></a><span style="">mag</span><a name="OP12_fxCpZ4VH"></a><a name="S434"></a><span style="">nitud</span> del valor, no se acusan de un modo inequívoco ni completo en su expresión relativa o en la magnitud del valor relativo. El valor relativo de una mercancía puede cambiar aun permaneciendo constante el valor de esta mercancía. Y viceversa, puede ocurrir que su valor relativo permanezca constante aunque cambie su valor. Finalmente, no es necesario que los cambios simultáneos experimentados por la magnitud de valor de las mercancías coincidan con los que afectan a la expresión relativa de esta magnitud de <a name="OP12_YtWli9eM"></a><a name="S435_valores"></a><a name="aaa"></a><span style="">valor.<sup>22</sup></span><sup><o:p></o:p></sup></span></p> <p class="MsoNormal"><sup><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></sup></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">3. La forma <a name="OP12_NWpWDJBn"></a><a name="S442_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Hemos visto que cuando la mercancía A (el lienzo) expresa su valor en el valor de uso de otra mercancía, o sea, en la mercan<a name="OP12_VKtxsMnq"></a><a name="S443"></a><span style="">cía</span> B (en la levita), imprime a ésta una forma peculiar de valor, la forma de equivalente. La mercancía lienzo revela su propia esencia de valor por su ecuación con la levita, sin necesidad de que ésta revista una forma de valor distinta de su forma corporal. Es, por tanto, donde el lienzo expresa real y verdaderamente su esencia propia de valor en el hecho de poder cambiarse directamente por la levita. La forma <a name="OP12_zS9SzQxu"></a><a name="S444_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span> de una mercancía <i style="">es</i>, por <a name="OP12_0SxJLQHu"></a><a name="S445"></a><span style="">consi</span><a name="OP12_TyXysRov"></a><a name="S446"></a><span style="">guiente,</span> <i style="">la posibilidad de cambiarse directamente por otra mercancía.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">El que una clase de mercancías, <i style="">v</i> <i style="">gr. </i>levitas, sirva de equivalente a otra clase de mercancías, <i style="">v</i>. <i style="">gr. </i>lienzo; el que, por tanto, las levitas encierren la propiedad característica de poder cambiarse directamente por<b style=""> </b>lienzo no indica ni mucho menos la proporción en que pueden cambiarse uno y otras. Esta proporción depende, dada la magnitud del valor del lienzo, de la magnitud de valor de las levitas. Ya se exprese la levita como equivalente y el lienzo como valor relativo, o a la inversa, el lienzo como equivalente y como valor relativo la levita, su magnitud de valor responde siempre al tiempo de trabajo necesario para su producción, siendo independiente, por tanto, de la forma que su valor revista. Pero tan pronto como la clase de mercancía levita ocupa en la expresión del valor el lugar de equivalente, su magnitud de valor no cobra expresión como tal magnitud de valor, sino que figura en la igualdad como una determinada cantidad de un objeto.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Por ejemplo, 40 varas de lienzo “valen”... ¿qué? 2 levitas. Como aquí la clase de mercancías representada por las levitas <a name="OP12_IkubL3HG"></a><a name="S447"></a><span style="">desem</span>peña el papel de equivalente, es decir como el valor de uso levita asume respecto al lienzo la función de materializar el valor, basta una determinada cantidad de levitas para expresar una determinada<a name="tito"></a> cantidad de valor del lienzo. Dos levitas pueden expresar, por tanto, la magnitud de valor de 40 varas de lienzo, pero no pueden expresar jamás su propia magnitud de valor, la magnitud de valor de dos levitas. La observación superficial de este hecho, del hecho de que en la ecuación de valor el equivalente reviste siempre la forma de una cantidad simple de un objeto, de un valor de uso, indujo a <a name="OP13_eW2W2NYr"></a><a name="S461_42alay2C"></a><span style="">Bailey,</span> como a muchos de sus predecesores y sucesores, a no ver en la <a name="OP13_UEsD4O1s"></a><a name="S462"></a><span style="">expresión</span> de valor más que una relación puramente cuantitativa. Y no es así, sino que, lejos de ello, <i style="">la forma equiva<a name="OP13_70LTZPVt"></a><a name="S463"></a><span style="">lencia</span>l de una mercancía no encierra ninguna determinación</i> <i style="">cuan<a name="OP13_4H2AZQVu"></a><a name="S464"></a><span style="">titativa</span> de valor.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.25pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La <i style="">primera característica </i>con que tropezamos al estudiar la <i style="">forma <a name="OP13_cdNd1SZv"></a><a name="S465_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span> </i>es ésta: en ella, <i style="">el valor de uso se convierte en forma o expresión de su antítesis, o sea, del valor.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>La <i style="">forma natural </i>de la mercancía se convierte, pues, en <i style="">forma de valor. </i>Pero <a name="OP13_Unzf4U1x"></a><a name="S466"></a><span style="">adviértase</span> que este <a name="OP13_GlQmaU5x"></a><a name="S467_quid_guFFa"></a><span style=""><i style="">quid</i></span><i style=""> pro <a name="OP13_Cm0ldU9x"></a><a name="S468"></a><span style="">quo </span></i><span style="">(10)</span><i style=""> </i>sólo se da respecto a una mercancía, a la mercancía <a name="OP13_S49WbU6y"></a><a name="S469_45"></a><span style="">B</span> (levita, trigo, hierro. <a name="OP13_m3I2iUey"></a><a name="S470_ese2E292C_45se2E292C_FFse2E292C"></a><span style="">etc.),</span> <i style="">dentro de la relación de valor </i>que guarda con ella <i style="">otra </i>mercancía cualquiera, la mercancía A (lienzo, <a name="OP13_Ku5tbW6z"></a><a name="S471_ese2E292C_45se2E292C_FFse2E292C"></a><span style="">etc.),</span> <i style="">única y exclusivamente en esta relación. </i>Puesto que ninguna mercancía <i style="">puede referirse a sí<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><a name="S472"></a><a name="S473"></a><a name="S474"></a><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">misma como equivalente ni por tanto tomar su. pelleja natural propia por expresión de su propio valor, </span></i><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">no tiene más remedio que referirse como equivalente a <i style="">otra </i>mercancía, tomar la pelleja natural<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">de otra mercancía <i style="">como su forma propia de valor.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.25pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">El ejemplo de una <i style="">medida </i>inherente a las mercancías materiales corno tales mercancías materiales, es decir <i style="">como valores de uso, </i>nos aclarará esto. Un <i style="">pilón de azúcar, </i>por el mero hecho de ser un cuerpo, es <i style="">pesado, </i>tiene un <i style="">peso, </i>y sin<i style=""> </i>embargo, ni la vista ni el tacto acusan en ningún pilón de azúcar esta propiedad. Tomemos varios <i style="">trozos de hierro, </i>pesados previamente. La <i style="">forma física </i>del hierro no es de por sí, ni mucho menos, <i style="">signo o manifestación de la gravedad, </i>como no lo es la del pilón de azúcar. Y sin embargo, <a name="OP13_6q1iZ6VJ"></a><a name="S475_41ctuando_actuando_41cabando"></a><span style="">cuando</span> queremos <i style="">expresar </i>el pilón de azúcar <i style="">como peso lo relacionamos con el peso </i>del hierro. En esta relación, el hierro representa el papel de un cuerpo que <i style="">no asume más función que la de la gravedad. </i>Cantidades distintas de hierro sirven, por tanto, de medida de peso del azúcar, y no <i style="">tienen, </i>respecto a la materialidad física del azúcar, <i style="">más función que la del peso, la de servir de forma y <a name="OP13_eWKPi9eN"></a><a name="S476"></a><span style="">mani</span><a name="OP13_aCuuZaWN"></a><a name="S477"></a><span style="">festación</span> de la gravedad. </i>Pero el hierro sólo <a name="OP13_yGrGeabO"></a><a name="S478_desempeFFa_44esempeFFa"></a><span style="">desempeña</span> este <a name="OP13_qGLGjaeO"></a><a name="S479_papel_Papel"></a><span style="">papel</span> dentro de la relación que guarda con él el azúcar o el cuerpo, cualquiera que él sea, que se trata de pesar. Si ambos objetos <i style="">no fuesen pesados, </i>no podría establecerse entre ellos <i style="">esta relación, ni por tanto tomarse el uno como medida para expresar el peso del otro. </i>En efecto, si depositarnos ambos objetos en el platillo de la balanza, vemos que, <i style="">desde el punto de vista de la gravedad, ambos son lo mismo, </i>ambos comparten <i style="">en determinada <a name="OP13_4y7ycf9T"></a><a name="S480_proporciFFn"></a><span style="">proporción</span> la misma propiedad del peso.<a name="zzz"></a> </i>Pues bien, del mismo modo que la <i style="">materialidad física del hierro, </i>considerado como medida de peso, <i style="">no representa </i>respecto al pilón de azúcar <i style="">más que gravedad, </i>en nuestra expresión de valor la <i style="">materialidad física de la levita </i>no representa respecto al lienzo más que valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.25pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Pero la analogía no pasa de ahí. En la expresión del peso del pilón de azúcar, el hierro representa una propiedad natural común a ambos cuerpos: su gravedad; en cambio, en la expresión del valor del lienzo, la levita asume una propiedad sobrenatural de ambos <a name="OP13_vvAwsQou"></a><a name="S481_objetos2C_chistes2C_Objetos2C"></a><span style="">objetos,</span> algo puramente social: su valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.25pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Al expresar su esencia de valor como algo perfectamente distinto de su materialidad corpórea y de sus propiedades físicas, <i style="">v</i>. <i style="">gr. </i>como algo análogo a la levita, la forma relativa de valor de una mercancía, del lienzo por ejemplo, da ya a entender que esta expresión encierra <a name="S482_una_46ina_villa_vine_vino"></a>una relación de orden social. Al revés de lo que ocurre con la forma <a name="OP13_t3e4sUqy"></a><a name="S483_equivalencias2C"></a><span style="">equivalenc</span>ial la cual consiste precisamente en que la materialidad física de una mercancía, tal como la levita,<i style=""> <a name="OP13_1SSDFVAz"></a><a name="S484_me_ese_esa_esas_este"></a><span style="">este</span> </i>objeto concreto con sus propiedades materiales, exprese valor, es decir, posea por obra de la naturaleza forma de valor. Claro está que eso sólo ocurre cuando este cuerpo se halla situado dentro de la relación de valor en que la mercancía lienzo se refiere a la mercancía levita como equivalente <a name="OP13_gr8rvZsC"></a><a name="S485"></a><span style="">suyo.<sup>2</sup></span><sup>3</sup> Pero como las propiedades de un objeto no brotan de su relación con otros objetos, puesto que esta relación no hace más que confirmarlas, parece como si la levita <a name="OP13_kScKJ0GE"></a><a name="S486_debiera"></a><span style="">deb</span>iera su forma de equivalente, es decir, la propiedad que la hace susceptible de ser directamente cambiada, a la naturaleza, ni más ni menos que su propiedad de ser pesada o de guardar calor. De aquí el carácter misterioso de la forma <a name="OP13_GRsRz3xH"></a><a name="S487_equivalencias2C_45quivalencias2C"></a><span style="">equivalenc</span>ial carácter que la mirada <a name="OP13_7RcSK3HH"></a><a name="S488"></a><span style="">burgue</span><a name="OP13_uJAus4oH"></a><a name="S489"></a><span style="">samente</span> embotada del economista sólo advierte cuando esta forma se le presenta ya definitivamente materializada en el dinero. Al en<a name="OP13_ucVXs6oJ"></a><a name="S490_centrarse_ventearse"></a><span style="">contrarse</span> con el dinero, el economista se esfuerza por borrar el carácter místico del oro y la plata, colocando en su puesto mercancías menos fascinadoras y recorriendo con creciente <a name="OP13_puwvH7DK"></a><a name="S491_regocijo"></a><span style="">regocijo</span> el catálogo de toda la chusma de mercaderías a las que en otros tiempos estuvo reservado el papel de equivalentes de valor. Sin sospechar siquiera que este misterio de la forma equivalencial se encierra ya en la expresión más simple del valor, <i style="">v. gr.</i> en la de 20 varas de lienzo <a name="OP13_ApY0uboO"></a><a name="S492"></a><span style="">=</span> 1 levita.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.25pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La materialidad corpórea de la mercancía que sirve de equivalente rige siempre como encarnación del trabajo humano abstracto y es siempre producto de un determinado trabajo concreto, útil; es decir,<b style=""> </b>que este trabajo<b style=""> </b>concreto se convierte en expresión de trabajo humano abstracto. La levita, por ejemplo, se considera como simple <a name="OP14_R0mW0KZo"></a><a name="S493_materializaciFFn"></a><span style="">materialización,</span> y el trabajo del sastre, que cobra cuerpo de realidad en esta prenda, como simple forma de realización del trabajo humano abstracto. En la expresión del valor del lienzo, la utilidad del trabajo del sastre no consiste en hacer trajes y por tanto hombres <a name="OP14_EhEgiNcq"></a><a name="S494"></a><span style="">(</span><a name="OP14_LhMfjNdq"></a><a name="S495"></a><span style="">11)</span> <a name="OP14_8G4cjNdq"></a><a name="S496"></a><span style="">,</span> sino en crear un cuerpo que nos dice con sólo verlo que es valor, y por consiguiente cristalización de trabajo materializado en el valor del lienzo. Para poder crear semejante espejo de valor, es necesario <a name="OP14_LDytkPfs"></a><a name="S497_2841un_28sur_28Tus_28Une_28Use"></a><span style="">que</span> el trabajo del sastre no refleje absolutamente nada más que su cualidad abstracta de trabajo humano.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Bajo la forma del trabajo del sastre, como bajo la forma del trabajo del tejedor, se despliega fuerza humana de trabajo. Ambas actividades revisten, por tanto, la propiedad general de ser trabajo humano, y por consiguiente, en determinados casos, como por ejemplo en la producción de valor, sólo se las puede enfocar desde este punto de vista. Todo esto no tiene nada de misterioso. Pero al llegar a la expresión de valor de la mercancía, la cosa se invierte. Para expresar,<b style=""> </b>por ejemplo, que el tejer no crea el valor del lienzo en su forma concreta de actividad textil, sino en su modalidad general de trabajo humano, se le compara con el trabajo del sastre, con el trabajo concreto que produce el equivalente del lienzo, como forma tangible de realización del trabajo humano abstracto.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Es <a name="OP14_1DLK20ZE"></a><a name="S498"></a><span style="">decir, que</span> la <i style="">segunda característica de la <a name="OP14_MCnAf0bE"></a><a name="S499_fortuna_forja_forjaba_forma"></a><span style="">forma</span> <a name="OP14_WBxDh0fE"></a><a name="S500_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span> es que el <a name="OP14_Apba31YE"></a><a name="S501_ira_tFFa"></a><span style="">tra</span>bajo concreto se convierte aquí en forma o manifestación de su antítesis, o sea, del trabajo humano abstracto.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Pero, considerado como simple expresión del trabajo humano en general, este trabajo concreto, el trabajo del sastre, reviste formas de igualdad con otro trabajo, con el trabajo encerrado en el lienzo, y es por tanto, aunque trabajo privado, como cuantos producen mercancías, trabajo en forma directamente social. He aquí por qué se traduce en un producto susceptible de ser directamente cambiado por otra mercancía. Por tanto, la <i style="">tercera característica de la forma <a name="OP14_FZi107YL"></a><a name="S502_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span> es que en ella el trabajo privado reviste la forma de su antítesis, o sea, del trabajo en forma directamente social.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Estas dos últimas características de la <i style="">forma <a name="OP14_HAkEf9dN"></a><a name="S503_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span> </i>se nos presentarán todavía con mayor claridad si nos remontamos al gran pensador que primero analizó la <i style="">forma del valor, </i>como tantas otras formas del pensamiento, de la sociedad y de la naturaleza. Nos re<a name="OP14_GyEr0cWP"></a><a name="S504"></a><span style="">ferimos</span> a <a name="OP14_LyPs3c0P"></a><a name="S505"></a><span style=""><i style="">Aristóteles.</i></span><i style=""><o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Ante todo, <a name="OP14_GrCm5d2Q"></a><a name="S506"></a><span style="">Aristóteles</span> dice claramente que la <i style="">forma–dinero </i>de la mercancía no hace más que <i style="">desarrollar la forma simple del valor, </i>o lo que <i style="">es lo </i>mismo, la expresión del valor de una mercancía en otra cualquiera. He aquí sus <a name="OP14_WApt9f6S"></a><a name="S507_palabras_Palabras3A_palabras3A"></a><span style="">palabras:</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 102.55pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span><a name="OP14_2br2AKvn"></a><a name="S508"></a><span style="">“5</span> lechos <a name="OP14_Ns73DKxn"></a><a name="S509"></a><span style="">=</span> <a name="S510_a_O"></a>1 casa”</span></i><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 102.55pt;"><a name="OP14_FXPXzKvo"></a><a name="S511"></a><span style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">{</span></i></span><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">“Khívai <a name="S512"></a><a name="S513_civil"></a><a name="S514"></a><span style=""> </span>révre avri oixías”)<b style=""><o:p></o:p></b></span></i></p> <p class="MsoNormal" style=""><b style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 7.45pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">“ no se <a name="OP14_yhnkvMsp"></a><a name="S515_distingue2727_44istingue2727"></a><span style="">distingue</span>” de<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 7.45pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 7.45pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>“5 lechos = tanto o cuánto dinero”<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 7.45pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>(“Khívai révre avri ... ooov ai révre xhívai”)</span></i><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><a name="OP14_hIdGtPrt"></a><a name="S516"></a><a name="S517_KM"></a><a name="S518"></a><a name="S519_ti"></a><a name="S520"></a><a name="S521_S"></a><a name="S522"></a><a name="S523"></a><a name="S524"></a><span style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>Aristóteles</span></span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> advierte, además, que la <i style="">relación </i>de valor en que esta <i style="">expresión de valor </i>se contiene es, a su vez, una relación condicionada, pues la casa se <i style="">equipara <a name="OP14_jeXdzRyu"></a><a name="S525"></a><span style="">cualitativamente</span> </i>a los lechos, y si <i style="">no mediase alguna igualdad sustancial, estos objetos <a name="OP14_J2K3FRDv"></a><a name="S526"></a><span style="">corporalmente</span> distintos no <a name="OP14_3w6vsSov"></a><a name="S527_podrFFan_pondrFFan_pasarFFan"></a><span style="">podrían</span> relacionarse entre sí como magnitudes conmensurables. </i>“El cambio –dice <a name="OP14_QhAcxTvw"></a><a name="S528"></a><span style="">Aristóteles–</span> no podría existir <i style="">sin la igualdad, </i>ni<i style=""> </i>ésta <i style="">sin la <a name="OP14_rZnVwTwx"></a><a name="S529"></a><span style="">conmensurabilidad”.</span> </i>Mas al llegar aquí, se detiene y renuncia a seguir analizando la forma del valor. “Pero <i style="">en rigor </i><a name="OP14_LVFMLUHy"></a><a name="S530"></a><span style="">–aña</span>de– <i style="">es <a name="OP14_tuqavVpy"></a><a name="S531_a_O"></a><span style="">i</span><a name="OP14_Gj7jvVry"></a><a name="S532"></a><a name="S533"></a><span style="">mposible</span> </i>que objetos tan distintos sean conmensurables”, es decir, <a name="OP14_PXxUuVtz"></a><a name="S534"></a><span style=""><i style="">cualitativamente</i></span><i style=""> iguales. </i>Esta equiparación tiene que ser necesariamente algo ajeno a la verdadera naturaleza de las cosas, y por tanto un simple “recurso para salir del paso ante las necesidades de la práctica”.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>El propio <a name="OP14_vYpVxYuC"></a><a name="S535"></a><span style="">Aristóteles</span> nos dice, pues, en qué tropieza al llevar adelante su análisis: tropieza en la <a name="OP14_yRCLDZzD"></a><a name="S536_carencia"></a><span style="">carencia</span> de un <i style="">concepto del valor. </i>¿Dónde está <i style="">lo</i> <i style="">igual, </i>la sustancia común que <i style="">representa </i>la<i style=""> </i>casa respecto a los lechos, en la expresión de valor de éstos? Semejante sustancia <i style="">“no puede existir, en rigor”, </i>dice <a name="OP14_K4N0G1DF"></a><a name="S537"></a><span style="">Aristóteles.</span> ¿Por qué?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La casa representa respecto a los lechos un algo igual en la medida en que <i style="">representa </i>aquello que hay realmente de <i style="">igual </i>en ambos objetos, a saber: <i style="">trabajo humano.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><a name="OP14_ZUUQt4qI"></a><a name="S538"></a><span style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Aristóteles</span></span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> no podía <i style="">descifrar </i>por si mismo, analizando la forma del valor, el hecho de que en la forma de los valores de las mercancías todos los trabajos se <a name="OP14_Umeqy6vJ"></a><a name="S539_expresan_45xpresan_expresaba"></a><span style="">expresa</span>n como <i style="">trabajo humano </i>igual, y por tanto <i style="">como equivalentes, </i>porque la sociedad <i style="">griega </i>estaba basada en el <i style="">trabajo de los esclavos</i> y tenía, por tanto, <i style="">como base natural la desigualdad entre los hombres y sus fuerzas de trabajo. </i>El secreto de<i style=""> </i>la expresión de valor<i style="">, </i>la<i style=""> igualdad y equiparación de valor de todos los trabajos, </i>en cuanto son y por<i style=""> </i>el hecho de ser todos ellos trabajo humano en general<i style="">, </i>sólo podía ser descubierto a partir del momento en<i style=""> </i>que la<i style=""> idea de la igualdad humana </i>poseyese ya la firmeza <a name="OP14_wRXZuboP"></a><a name="S540_al_da_di_FFl_de"></a><span style="">d</span>e un prejuicio popular. Y para esto era necesario llegar a una sociedad como la actual, en que la<i style=""> forma–mercancía </i>es la forma general que<i style=""> </i>revisten los productos del trabajo, en que, por tanto, la relación social preponderante es la relación de unos hombres con otros<i style=""> como poseedores de mercancías. </i>Lo que acredita precisamente el genio de<i style=""> </i><a name="OP14_2jWgvfsS"></a><a name="S541"></a><span style="">Aristóteles</span> es el haber<i style=""> descubierto en la expresión de valor </i>de las mercancías una <i style="">relación</i> <i style="">de igualdad. </i>Fue la limitación histórica de la sociedad de su tiempo, la que le impidió <a name="OP15_cwpnIKGn"></a><a name="S542_desentraFFar_44esentraFFar"></a><span style="">desentrañar</span> en qué consistía. “en rigor”, <i style="">esta <a name="OP15_fck3BLyo"></a><a name="S543"></a><span style="">relación</span> de igualdad.<a name="xxx"></a><o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">4. La <a name="OP15_R1sTxMtq"></a><a name="S544_forma_forme_latina_fortuna_43orona"></a><span style="">forma</span> simple del valor, vista en conjunto</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La <a name="OP15_1AzruOqr"></a><a name="S545"></a><span style="">forma</span> simple del valor de una mercancía va implícita en su <a name="OP15_IjJasPos"></a><a name="S546_relaciFFn_FForaciFFn"></a><span style="">relación</span> de valor con una mercancía distinta o en la relación de cambio con ésta. El valor de la mercancía A se expresa cualitativa<a name="OP15_IReAsQou"></a><a name="S547"></a><span style="">mente</span> en la posibilidad de cambiar directamente la mercancía <a name="OP15_NE5xLQFu"></a><a name="S548_45"></a><span style="">B</span> por la mercancía A. Cuantitativamente, se expresa mediante la <a name="OP15_xkmlLRHu"></a><a name="S549"></a><span style="">posib</span>ilidad de cambiar una cantidad determinada de la mercancía <a name="OP15_J10VLRFv"></a><a name="S550_45"></a><span style="">B</span> por una determinada cantidad de la mercancía A. 0, dicho en otros términos: el valor de una mercancía se expresa independientemente al representársela como “valor de cambio”. Al comienzo de este capítulo decíamos, siguiendo el lenguaje tradicional: la mercancía es valor de uso y valor de cambio. En rigor, esta afirmación es falsa. La mercancía es valor de uso, objeto útil, y “valor”. A partir del momento en que su valor reviste una forma propia de manifestarse, distinta de su forma natural, la mercancía revela este doble aspecto suyo, pero no reviste jamás aquella forma si la contemplamos aisladamente: para ello, hemos de situarla en una relación de valor o cambio con otra mercancía. Sabiendo esto, aquel modo de expresarse no nos moverá a error y, aunque sea falso, puede usarse en gracia a la brevedad.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Nuestro análisis ha demostrado que la forma del valor o la expresión del valor de la mercancía brota de la propia naturaleza del <a name="OP15_Wthkt3pG"></a><a name="S551_valor_valer"></a><span style="">valor</span> de ésta, y no al revés, el valor y la magnitud del valor de su modalidad de expresión como valor de cambio. Así se les antoja, en efecto, no sólo a los mercantilistas y a sus modernos admiradores, tales como <a name="OP15_sxopA5wI"></a><a name="S552_46ormar2C_Tercer2C_Termine2C"></a><span style="">Ferrier,</span> <a name="OP15_Zx1oC5yI"></a><a name="S553"></a><span style="">Ganilh,</span> <a name="OP15_Cx5oF5AI"></a><a name="S554"></a><span style="">etc.,<sup>24</sup></span> sino también a sus antípodas, esos modernos viajantes de comercio del librecambio que son <a name="OP15_5YWQt6pK"></a><a name="S555_42estial_42estias"></a><span style="">Bastiat</span> y consortes. Los mercantilistas hacen especial hincapié en el aspecto <a name="OP15_KFGxw7tL"></a><a name="S556"></a><span style="">cualitativo</span> de la expresión del valor y, por tanto, en la forma <a name="OP15_Pnrnu8sL"></a><a name="S557_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span> de la mercancía, que tiene en el dinero su <a name="OP15_ijrcL8HL"></a><a name="S558"></a><span style="">defi</span><a name="OP15_I4dWs8oM"></a><a name="S559"></a><span style="">nitiva</span> configuración; por el contrario, los modernos buhoneros del librecambio, dispuestos a dar su mercancía a cualquier precio con tal de deshacerse de ella, insisten en el aspecto cuantitativo de la forma relativa del valor. Es decir, que para ellos la mercancía no tiene valor ni magnitud del valor fuera de la expresión que reviste en la relación de cambio, o lo que es lo m<a name="aaapriemro">ismo, en los boletines diarios de cotización de los precios. El escocés </a><a name="S560"></a><span style="">MacLeod, <a name="OP15_ViraKdHQ"></a><a name="S561"></a><span style="">esforzá</span></span><span style="">n</span><a name="OP1_lap1rInm"></a><a name="aa"></a><a name="S0_cose_case_cosa"></a><span style="">dose</span> por cumplir su cometido, que es sacar el mayor brillo posible de erudición a las ideas <a name="OP1_USFLzJxn">archiconfusas</a> de <a name="OP1_8TqNEJDn">Lombardstreet,</a> nos brinda la síntesis más perfecta de los mercantilistas supersticiosos y los viajantes ilustrados del librecambio.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Analizando de cerca la expresión de valor de la mercancía A, tal como se contiene en su relación de valor con la mercancía <a name="OP1_DO2IMMGq"></a><a name="S3_S_452C"></a><span style="">B,</span> veíamos que, dentro de esta relación, la forma natural de la mercancía A sólo interesaba en cuanto cristalización de valor de uso; la forma natural de la mercancía <a name="OP1_pSPMCOws"></a><a name="S4_452C"></a><span style="">B,</span> en cambio, sólo en cuanto forma o cristalización de valor. Por tanto, la antítesis interna de valor de uso y valor que se alberga en la mercancía toma cuerpo en una antítesis externa, es decir en la relación entre dos mercancías, de las cuales la una, aquella <i style="">cuyo</i> valor trata de expresarse, sólo interesa directamente como valor de uso, mientras que la otra, aquella <i style="">en que </i>se expresa el valor, interesa sólo directamente como valor de cambio. La forma simple del valor de una mercancía es, por tanto, la forma simple en que se manifiesta la antítesis de valor de uso y de valor encerrada en ella.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-AR">El producto del trabajo es objeto de uso en todos los tipos de sociedad; sólo en una época históricamente dada de progreso, aquella que ve en el trabajo invertido para producir un objeto de uso una propiedad “materializada” de este objeto, o sea su valor, se convierte el producto del trabajo en mercancía. De aquí se desprende que la forma simple del valor de la mercancía es al propio tiempo la forma simple de mercancía del producto del trabajo; que, por tanto, el desarrollo de la forma de la mercancía coincide con el desarrollo de la forma del valor.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">A primera vista, se descubre ya cuán insuficiente es la forma simple del valor, esta forma <a name="OP1_h9Q9A2xG"></a><a name="S7_germina"></a><span style="">germinal,</span> que tiene que pasar por una serie de metamorfosis antes de llegar a convertirse en la forma precio.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Su expresión en una mercancía cualquiera, en la mercancía <a name="OP1_wJXEL4FI"></a><a name="S8_N_452C"></a><span style="">B,</span> no hace más que diferenciar el valor de la mercancía A de su propio valor de uso; no hace, por tanto, más que ponerla en una relación de cambio con una clase cualquiera de mercancías distinta de aquélla, en vez de acusar su igualdad cualitativa y su proporcionalidad cuantitativa con todas las demás mercancías. A la forma simple y relativa del valor de una mercancía corresponde la forma concreta <a name="OP1_ezPzr9pN"></a><a name="S9_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span> de otra. Así por ejemplo, en la expresión relativa del valor del lienzo, la levita sólo cobra forma de equivalente o forma de <a name="OP1_gZcSsarO"></a><a name="S10"></a><span style="">cambiabilidad</span> directa con relación a esta clase especial de <a name="OP1_OfXXLbGO"></a><a name="S11"></a><span style="">mer</span><a name="OP1_dKZyrbnP">cancía:</a> el lienzo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Sin embargo, la forma simple de valor se remonta por sí misma a formas más complicadas. Por medio de esta forma, el valor de una mercancía, de la mercancía A, sólo puede expresarse, <a name="OP1_RXXQKdGR"></a><a name="S13"></a><span style="">induda</span><a name="OP1_dxMrreoR"></a><a name="S14"></a><span style="">blemente,</span> en una mercancía de otro género. Cuál sea el género de esta otra mercancía, si levitas, hierro, trigo, <a name="OP1_qslfGfBS"></a><a name="S15_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> no hace al caso.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.2pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Por consiguiente, según que aquella mercancía se encuadre en una relación de valor con esta o la otra clase de <a name="OP2_dtjadKbn"></a><a name="S16_mercancFFas_mercancFFas2C"></a><span style="">mercancías,</span> tendremos distintas expresiones simples de valor de la misma <a name="OP2_b0yQfKdo"></a><a name="S17"></a><span style="">mercancía.<sup>25</sup></span> El número de posibles expresiones de valor de una mercancía no tropieza con más limitación que la del número de clases de mercancías distintas de ella que existan. Su expresión simple de valor se convierte, por tanto, en una serie constantemente <a name="OP2_kPZObN8r"></a><a name="S18_Hable_hable"></a><span style="">ampliable</span> de diversas expresiones simples de valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 41.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">B.<span style=""> </span>FORMA TOTAL 0 DESARROLLADA DEL VALOR<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><a name="OP2_109G1RWv"></a><a name="S19"></a><span style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span><i style="">z</i></span></span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> mercancía A <a name="OP2_P0eA6R1v"></a><a name="S20"></a><span style="">=</span> <i style="">u</i> mercancía B, o <a name="OP2_qUPtdR7u"></a><a name="S21"></a><span style="">=</span> <i style="">v</i> mercancía <a name="OP2_mCOvhRcu"></a><a name="S22_O2C"></a><span style="">C,</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>o <a name="OP2_pJOj4SYv"></a><a name="S23"></a><span style="">=</span> <a name="OP2_jECk4SZv"></a><a name="S24_tu_es"></a><span style=""><i style="">w</i></span> mercancía <a name="OP2_bpHi8S3v"></a><a name="S25_O2C_o2C"></a><span style="">D,</span> o <a name="OP2_OAdbaS5v"></a><a name="S26"></a><span style="">=</span> <a name="OP2_GySdbS5v"></a><a name="S27"></a><span style=""><i style="">x</i></span> mercancía E, <a name="OP2_mr59fSav"></a><a name="S28_ese2E"></a><span style="">etc.</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 19.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">(20 varas de lienzo <a name="OP2_N2bC7T2x"></a><a name="S29"></a><span style="">=</span> 1 levita, o <a name="OP2_lXKxbT6x"></a><a name="S30"></a><span style="">=</span> <st1:metricconverter productid="10 libras" st="on">10 libras</st1:metricconverter> de té<a name="S31"></a>, o <a name="OP2_gREqiTdw"></a><a name="S32"></a><span style="">=</span> <st1:metricconverter productid="40 libras" st="on">40 libras</st1:metricconverter> de café, o <a name="OP2_XMll4UZx"></a><a name="S33"></a><span style="">=</span> 1 <a name="OP2_oDju6U2x"></a><a name="S34"></a><span style="">quarter</span> de trigo, o <a name="OP2_2ErebU6x"></a><a name="S35"></a><span style="">=</span> <st1:metricconverter productid="2 onzas" st="on">2 onzas</st1:metricconverter> de oro, o <a name="OP2_hyG8hUcx"></a><a name="S36"></a><span style="">=</span> <a name="S37"></a>1/2 <a name="OP2_brN9jUex"></a><a name="S38"></a><span style="">to</span><a name="OP2_9kPbZVVy"></a><a name="S39"></a><span style="">nelada</span> de hierro, <a name="OP2_ufwc5V0y"></a><a name="S40_ese2E29"></a><span style="">etc.)</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">1<a name="S41"></a>. La forma relativa de valor desarrollada</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 19.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">El valor de una mercancía, del lienzo por ejemplo, se expresa ahora en otros elementos innumerables del mundo de las <a name="OP2_H5QMjYeC"></a><a name="S42"></a><span style="">mer</span><a name="OP2_9TFKZZWD">cancías.<sup>26</sup></a> Aquí es donde se ve verdaderamente cómo este valor no <a name="OP2_9CRuZ0VD"></a><a name="S44"></a><span style="">es, más</span> que la <i style="">cristalización de trabajo humano indistinto</i>. En efecto, el trabajo creador de valor se representa ahora <i style="">explícitamente </i>como<i style=""> </i>un trabajo <i style="">equiparable a </i>todo otro trabajo humano cualquiera que sea la forma natural que revista, ya se materialice, por tanto, en levitas o en trigo, en hierro o en oro, <a name="OP2_Bnk6c37G"></a><a name="S45_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Como se ve, su <i style="">forma</i> <i style="">de valor </i>pone ahora al lienzo en <a name="OP2_AdQcCJym"></a><a name="S65_relaciFFn2C_estaciFFn2C_RelaciFFn2C"></a><span style="">relación,</span> no ya con una <i style="">determinada </i>clase de mercancías, sino con el <i style="">mundo de las mercancías</i> en general. Considerado como mercancía, el lienzo adquiere carta de ciudadanía dentro de este mundo. Al mismo tiempo, la serie <a name="OP2_Yk3cILFo"></a><a name="S66_infinita"></a><span style="">infinita de</span> sus expresiones indica que al <i style="">valor</i> de las mercancías le es indiferente la <i style="">forma específica de valor de uso</i> que pueda <i style="">revestir</i>.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">En la primera forma, o sea: 20 <i style="">varas</i> <i style="">de lienzo </i><a name="OP2_aKzlINDq"></a><a name="S67"></a><span style="">=</span> 1 <i style="">levita</i>, el que estas dos mercancías sean susceptibles de cambiarse en una <i style="">determinada proporción </i><a name="OP2_dWwNzOxs"></a><a name="S68_cuantitativa_cuantitativo"></a><span style="">cuantitativa</span> puede ser un hecho puramente casual. En la segunda forma se vislumbra ya, por el contrario, enseguida, la existencia de un fundamento <a name="OP2_akAaFQEt"></a><a name="S69"></a><span style="">sustancialmente</span> distinto de la manifestación casual y que la preside y determina. El valor del lienzo es siempre el mismo, ya se exprese en levitas, en café, en hierro, <a name="OP2_XzTluSpv"></a><a name="S70_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> es decir en innumerables mercancías distintas, pertenecientes a los más diversos poseedores. El carácter casual de la relación entre dos poseedores individuales de mercancías ha desaparecido. Ahora, es evidente que la magnitud de valor de la mercancía no se regula por el cambio, sino que, al revés, éste se halla regulado por la magnitud de valor de la mercancía.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">2. La forma <a name="OP2_6vKvBXzA"></a><a name="S71_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span> concreta</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Toda mercancía, levita, té, trigo, hierro, <a name="OP2_q1mNHYCC"></a><a name="S72_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> <a name="OP2_4S8RIYGC"></a><a name="S73_desempeFFa_desempeFFa2C"></a><span style="">desempeña,</span> en la expresión de valor de lienzo, el <i style="">papel</i> <i style="">de equivalente, </i>y por<i style=""> </i>tanto de <a name="OP2_DkVbt0rD"></a><a name="S74_materializaciFFn_MaterializaciFFn"></a><span style=""><i style="">materialización</i></span><i style=""> del valor</i>. Ahora, <i style="">la forma</i> <i style="">natural concreta</i> de cada una de estas mercancías es una forma <a name="OP2_KXlXG0EE"></a><a name="S75_equivalencias_45quivalencias"></a><span style=""><i style="">equivalencial</i></span><i style=""> dada, al </i>lado<b style=""> </b>de muchas<b style=""> </b>otras. Y lo mismo ocurre con las <i style="">diversas clases de trabajo útil, concreto</i>, <a name="OP2_KpogA2yF"></a><a name="S76_determinado_determinado2C"></a><span style=""><i style="">determinado,</i></span><i style=""> que </i>se contienen en las diversas mercancías materiales: sólo interesan como otras tantas formas <i style="">específicas</i> de realización o manifestación del <i style="">trabajo</i> <i style="">humano en general.</i><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">3. Defectos de la forma total o desarrollada del valor</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">En primer lugar, la expresión <i style="">relativa</i> del valor de la mercancía es siempre <i style="">incompleta, </i>pues la serie en que toma cuerpo no se acaba nunca. La cadena en que cada ecuación de valor se articula con las otras puede alargarse constantemente, empalmándose a ella nuevas y nuevas clases de mercancías, que suministran los materiales para nuevas y nuevas expresiones de valor. En segundo lugar, ante nosotros se despliega un mosaico abigarrado de expresiones de valor dispares y distintas. Y, finalmente, si el <i style="">valor relativo de toda mercancía </i>sé expresa, como necesariamente tiene que expresarse, en esta forma desarrollada, la forma relativa del valor de cada mercancía se representa por<b style=""> </b>una serie infinita de expresiones de valor <i style="">distintas </i>de la forma relativa de valor de cualquier otra mercancía. Los defectos de la forma <i style="">relativa </i>del valor <i style="">desarrollada </i>se reflejan, a su vez, en la correspondiente <i style="">forma <a name="OP3_WUET7J5n"></a><a name="S77_equivalencias2E_45quivalencias2E"></a><span style="">equivalencial.</span> </i>Como<i style=""> </i>aquí la forma natural de<b style=""> </b>cada clase concreta de mercancías es una <i style="">forma <a name="OP3_YDACfKdo"></a><a name="S78_equivalencias_45quivalencias"></a><span style="">equivalencial</span> determinada </i>al lado de otras innumerables, sólo existen <i style="">formas <a name="OP3_ynNmjLeo"></a><a name="S79"></a><span style="">equi</span><a name="OP3_f45XZLWp"></a><a name="S80"></a><span style="">valenciales</span> restringidas, </i>cada una de las cuales <i style="">excluye </i>a las demás. Y lo mismo ocurre con la <i style="">clase de trabajo útil, concreto, determinado, </i>que se <a name="OP3_uHGq2NYq"></a><a name="S81_contiene_contaste_contemple"></a><span style="">contiene</span> en cada equivalente especial de mercancías: sólo es una <i style="">forma <a name="OP3_ShXe3OZr"></a><a name="S82_especial2C_45special2C_esencial2C"></a><span style="">especial,</span> </i>y por<i style=""> </i>tanto <i style="">incompleta, del trabajo humano. </i>Claro está que éste tiene su forma total o completa de manifestarse en el <i style="">conjunto de todas </i>aquellas formas <i style="">específicas, </i>pero no posee una <a name="OP3_Hrfj1QXt"></a><a name="S83_forma"></a><span style="">forma</span> <i style="">única </i>y completa<i style=""> </i>en que se nos revele.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Sin embargo, <i style="">la forma <a name="OP3_JhI98R4u"></a><a name="S84_relativa_relativo_Relativa"></a><span style="">relativa</span> del valor desarrollada </i>sólo consiste en una suma de expresiones o igualdades relativas y simples de valor <i style="">de la primera forma, </i>tales como:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 42.95pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">20 varas de lienzo<span style=""> </span>=<span style=""> </span>1 levita,<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 42.7pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">20 varas de lienzo<span style=""> </span>=<span style=""> </span><st1:metricconverter productid="10 libras" st="on">10 libras</st1:metricconverter> de té, <a name="OP3_QUzFfUay"></a><a name="S85_ese2E"></a><span style="">etc.</span><o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Pero a su vez, cada una de estas <a name="OP3_Cdn4bW8z"></a><a name="S86"></a><span style="">ecuaciones</span> encierra, volviéndola del revés, otra <a name="OP3_1TeL4W1A"></a><a name="S87_ecuaciFFn"></a><span style="">ecuación</span> idéntica, a saber:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 36pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">1 levita =20 varas de lienzo,<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 36pt;"><st1:metricconverter productid="10 libras" st="on"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">10 libras</span></i></st1:metricconverter><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> de té = 20 varas de <a name="OP3_hW0OdY9C"></a><a name="S88_lienzo2C"></a><span style="">lienzo,</span> <a name="OP3_t4cOgYbC"></a><a name="S89_ese2E"></a><span style="">etc.</span><o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">En efecto, si una persona cambia su lienzo por muchas otras mercancías<b style="">, </b><i style="">expresando </i>por tanto el <i style="">valor </i>de aquélla en toda una serie<b style=""> </b>de mercancías distintas, es lógico que todos los<b style=""> </b>demás poseedores de<b style=""> </b>mercancías cambien éstas por lienzo y que, por tanto, expresen en la <i style="">misma tercera mercancía, </i>en lienzo, <i style="">el <a name="OP3_AhS8c37G"></a><a name="S90_valiera_valen_vales_valer_valga"></a><span style="">valor</span> </i>de todas las suyas, por diversas que ellas sean. Por consiguiente, si invertimos la serie: <i style="">20 varas de <a name="OP3_6KCB34ZI"></a><a name="S91_lienzo_lienzos_ligereza"></a><span style="">lienzo</span> <a name="OP3_aYwy540I">=</a> 1 levita, </i>o<i style=""> <a name="OP3_wYUya44I">=</a> <st1:metricconverter productid="10 libras" st="on">10 libras</st1:metricconverter> de té, <a name="OP3_uQrCg4bI"></a><a name="S94_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> </i>es decir, si expresamos la relación invertida que se contiene ya lógicamente en esa serie, llegamos al siguiente resultado:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 77.75pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">C.<span style=""> </span><a name="OP3_Q7KS672L"></a><a name="S95_46ORM41_46LORI4441_46ORJ41_TORN41"></a><span style="">FORMA</span> GENERAL DEL VALOR<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 38.65pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>1 levita<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 38.65pt;"><st1:metricconverter productid="10 libras" st="on"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">10 libras</span></st1:metricconverter><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> té<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 38.65pt;"><st1:metricconverter productid="40 libras" st="on"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">40 libras</span></st1:metricconverter><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> café<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 38.65pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>1<i style=""> <a name="OP3_3AXs3bZO">quarter</a> </i>trigo<span style=""> </span>=<span style=""> </span><span style=""> </span><i style="">20</i> <i style="">varas <a name="S97"></a>li<a name="OP3_cMwtfbbO"></a><a name="S98"></a><span style="">enzo.</span><o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 38.65pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span></span></i><st1:metricconverter productid="2 onzas" st="on"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">2 onzas</span></st1:metricconverter><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> oro<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 38.65pt;"><a name="S99_4127_4527_O27_U27_Y27"></a><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">1/2 tonelada hierro<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 38.65pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span><a name="OP3_fHon2dXQ"></a><a name="S100_M"></a><span style="">x</span> mercancía A<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 38.65pt;"><a name="OP3_Hkp32eXR"></a><a name="S101_43te2E_cte2E_ese2E"></a><span style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">etc.</span></span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> <a name="OP3_6mK43e0R"></a><a name="S102_mercancFFa"></a><span style="">mercancía</span><span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">1. Nuevo carácter de la forma del valor</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">En primer lugar, las mercancías acusan ahora sus valores de un modo <i style="">simple, </i>ya que lo expresan <i style="">en una sola mercancía, </i>y en segundo lugar, lo acusan de un modo <i style="">único, </i>pues lo acusan todas en <i style="">la misma </i>mercancía. Su forma de valor es <a name="OP3_nW2VDMyq"></a><a name="S103_simple"></a><span style="">simple</span> y común a todas; es, por tanto, <i style="">general.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Las formas <a name="OP3_IkHaxOrr"></a><a name="S104_41"></a><span style="">I</span> y II sólo conseguían expresar el valor de una mercancía como algo distinto de su propio valor de uso o de su materialidad corpórea de mercancía.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La <i style="">primera </i>forma <a name="OP3_QqvizQwt"></a><a name="S105"></a><span style="">traducíase</span> en <a name="OP3_2rNjDQAt"></a><a name="S106"></a><span style="">ecuaciones</span> de valor tales como: 1 levita <a name="OP3_ujTTvRpu"></a><a name="S107"></a><span style="">=</span> 20 varas de lienzo, <st1:metricconverter productid="10 libras" st="on">10 libras</st1:metricconverter> de té <a name="OP3_WmkVHRCu">=</a> 1/2 tonelada de <a name="OP3_NLsDsRov">hierro,</a> <a name="OP3_ZUIDuRpv"></a><a name="S111_ese2E"></a><span style="">etc.</span> En estas <a name="OP3_aP4GyRvv"></a><a name="S112"></a><span style="">ecuaciones,</span> el valor de la levita se expresa como <a name="OP3_MtNtsSnv"></a><a name="S113_algo_oigo_oFFdo_sigo"></a><span style="">algo</span> igual al lienzo, el valor del té como algo igual al hierro, <a name="OP3_CGlpMSHv"></a><a name="S114_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Pero lo igual al lienzo y lo igual al hierro, expresiones de valor de la levita y el té, respectivamente, son cosas tan distintas entre sí<a name="OP3_3L8ssUox"></a><a name="S115_e"></a><a name="S116_amo"></a><span style=""> como</span> el lienzo y el hierro mismos, Evidentemente, esta forma sólo se presentaba con un <a name="OP3_FsGbzVvy"></a><a name="S117_carFFcter"></a><span style="">carácter</span> práctico en tiempos muy primitivos, cuando los productos del trabajo se transformaban en mercancías por medio de actos de cambio eventuales y <a name="OP3_1JRKFWCA"></a><a name="S118"></a><span style="">episódicos.</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La <i style="">segunda </i>forma distingue más radicalmente que la primera el valor de una mercancía de su propio <a name="OP3_f9z0EXAB"></a><a name="S119_valor_valer_vapor"></a><span style="">valor</span> de uso, pues el valor de la levita, por ejemplo, se enfrenta aquí con su forma natural bajo todas las formas posibles, como algo igual al lienzo, al hierro, al té, <a name="OP3_LkG6t0oD"></a><a name="S120_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> es decir, como algo igual a todas las mercancías, con la sola excepción de la propia levita. Pero, por otra parte, esta forma excluye directamente toda <a name="S121_expresiFFn"></a>expresión común de valor de las mercancías, pues en la expresión de valor de cada una de éstas, las demás se reducen todas a la forma de equivalentes. La forma desarrollada del valor empieza a presentarse en la realidad a partir del momento en que un producto del trabajo, el ganado por <a name="OP3_3tkpE4BH"></a><a name="S122_ejemplo2C"></a><span style="">ejemplo,</span> se cambia, pero no como algo extraordinario, sino habitualmente, por otras diversas mercancías.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Esta forma <i style="">nueva </i>a que nos estamos refiriendo, expresa los valores del mundo de las mercancías en una sola clase de mercancías destacada de entre ellas, por ejemplo el lienzo, de tal modo que los valores de todas las mercancías se acusan por su relación con ésta. Ahora, tal valor de cada mercancía, considerada como algo igual al <a name="OP3_N3tVs9oN"></a><a name="S123_lienzo2C_Lienzo2C"></a><span style="">lienzo,</span> no <a name="S124_soto_sFFlo"></a>sólo se distingue de su propio valor de uso, sino de todo valor de uso en general, que es <a name="OP3_kNOMBazO"></a><a name="S125_precisamente"></a><span style="">precisamente</span> lo que le permite expresarse como aquello que tiene de común con todas las mercancías. Esta forma es, pues, la que relaciona y enlaza realmente a todas las mercancías como valores, la que hace que se <a name="S126_manifiestan"></a>manifiesten como valores de cambio las unas respecto a las otras.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Las dos formas anteriores expresaban el valor de una determinada mercancía, la primera en una mercancía concreta distinta de ella, la segunda en una serie de diversas mercancías. Tanto en uno como en otro caso era, por decirlo así, incumbencia privativa de cada mercancía el darse una forma de valor, cometido suyo, que realizaba sin la cooperación de las demás mercancías; éstas <a name="S127"></a>limitábanse a <a name="OP4_ReD3iLeo"></a><a name="S128"></a><span style="">desem</span><a name="OP4_47t4ZLVp"></a><a name="S129"></a><span style="">peñar</span> respecto a ella el papel puramente pasivo de equivalentes. No <a name="OP4_3XDEZMVq"></a><a name="S130_ocurre_ocurra_Incurre_Ocurra"></a><span style="">ocurr</span>e así con la forma general de valor, que brota por obra común del mundo todo de las mercancías. Una mercancía sólo puede cobrar expresión general de <a name="S131_valor_valer_vapor"></a>valor sí al propio tiempo las demás expresan todas su valor en el mismo equivalente, y cada nueva clase de mercancías que aparece tiene necesariamente que seguir el mismo camino. Esto revela que la <a name="OP4_GbY35Q3t"></a><a name="S132_materializaciFFn"></a><span style="">materialización</span> del valor de las mercancías, por ser la mera “existencia social” de estos objetos, sólo puede expresarse mediante su relación social con todos los demás; que por tanto su forma de valor, ha de ser, necesariamente, una forma que rija socialmente.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Bajo la forma de algo igual al lienzo, todas las mercancías se nos revelan ahora, no sólo como factores <a name="OP4_ww9mdUcx"></a><a name="S133"></a><span style="">cualitativamente</span> iguales, <a name="OP4_7tu9ZVVy"></a><a name="S134_como_cFFmo"></a><span style="">como</span> valores en general, sino también como magnitudes de valor cuan<a name="OP4_v1gR1VWz"></a><a name="S135_cita_ata_Lisa_lisa"></a><span style="">tita</span><a name="OP4_w1aR2VZz"></a><a name="S136"></a><span style="">tivamente</span> comparables entre sí. Al reflejar sus magnitudes de valor en el mismo material, en el lienzo, estas magnitudes de valor se reflejan también recíprocamente las unas a las otras. Así, por ejemplo, si <st1:metricconverter productid="10 libras" st="on">10 libras</st1:metricconverter> de té <a name="OP4_OkcU9Y4B"></a><a name="S137"></a><span style="">=</span> 20 varas de lienzo y <st1:metricconverter productid="40 libras" st="on">40 libras</st1:metricconverter> de café <a name="OP4_x5VG1YVC"></a><a name="S138"></a><span style="">=</span> 20 varas de lienzo, <st1:metricconverter productid="10 libras" st="on">10 libras</st1:metricconverter> de té <a name="OP4_41uCcY7C"></a><a name="S139"></a><span style="">=</span> <st1:metricconverter productid="40 libras" st="on">40 libras</st1:metricconverter> de café. Con lo cual decimos que <st1:metricconverter productid="1 libra" st="on">1 libra</st1:metricconverter> de café sólo encierra <a name="S140_Va_Ve"></a>1/4 de sustancia de valor, de trabajo, que <st1:metricconverter productid="1 libra" st="on">1 libra</st1:metricconverter> de té.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La forma relativa general de valor del mundo de las mercancías <a name="OP4_9ToRZ1WF"></a><a name="S141_imprime_Imprime"></a><span style="">imprime</span> a la mercancía destacada por ellas como equivalente, al lienzo, el carácter de equivalente general. Su forma natural propia es la configuración de valor común a todo este mundo de mercancías, y ello es lo que permite que el lienzo pueda ser directamente cambiado por cualquier otra mercancía. La forma corpórea del lienzo es considerada como encarnación visible, como el ropaje general que reviste dentro de la sociedad todo el trabajo humano. El trabajo textil, o sea, el trabajo privado que produce el lienzo, se halla enlazado al mismo tiempo en una forma social de carácter general, en una forma de igualdad, con todos los demás trabajos. Las innumerables <a name="OP4_wfMXj8eL"></a><a name="S142"></a><span style="">ecua</span><a name="OP4_aRHIZ8VM"></a><a name="S143"></a><span style="">ciones</span> que integran la forma general del valor van equiparando por turno el trabajo realizado en el lienzo a cada uno de los trabajos contenidos en las demás mercancías, convirtiendo así el trabajo textil en forma general de manifestación del trabajo humano, cualquiera que él sea. De este modo, el trabajo materializado en el valor de las mercancías no se representa tan sólo de un modo negativo, como trabajo en que se hace abstracción de todas las formas concretas y cualidades útiles de los trabajos reales, sino que con ello ponemos de relieve, además, de un modo expreso, su propio carácter positivo. Lo que hacemos es reducir todos los trabajos reales al carácter de trabajo humano común a todos ellos, a la inversión de fuerza humana de trabajo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La forma general del valor, forma que presenta los productos del trabajo como simples <a name="OP4_trDjzLxo"></a><a name="S144"></a><span style="">cristalizaciones</span> de trabajo humano indistinto; demuestra por su propia estructura que es la expresión social del mundo de las mercancías. Y revela al mismo tiempo que, dentro de este mundo, es el carácter general y humano del trabajo el que forma su carácter <a name="OP4_6elfxOwr"></a><a name="S145"></a><span style="">específicamente</span> social.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">2. Relación entre el desarrollo de la forma <a name="OP4_u3uUHPDt"></a><a name="S146_relativa_relativo"></a><span style="">relativa</span> del valor y el de la forma equivalente</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Al grado de desarrollo de la forma relativa del valor corresponde el grado de desarrollo de la forma equivalencial. Pero hay que tener muy buen cuidado en advertir que <i style="">el desarrollo de la forma <a name="OP4_lFhuKTHw">equiva</a><a name="OP4_Gal3sTox"></a><a name="S148"></a><span style="">lencial</span> no es más que la expresión y el resultado </i>del desarrollo <i style="">de la forma relativa del valor.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La <i style="">forma relativa simple </i>o<i style=""> </i>aislada <i style="">del valor </i>de una mercancía convierte a otra <a name="OP4_DCjkxWuz"></a><a name="S149_mercancFFa"></a><span style="">mercancía</span> en equivalente individual suyo. La forma desarrollada del valor relativo, expresión del valor de una mercancía en todas las demás, imprime a éstas la forma de diversos equivalentes concretos. Por último, una forma especial de mercancías reviste forma de equivalente general cuando todas las demás la convierten en material de su forma única y general de valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Pero en el mismo grado en que se desarrolla la forma del valor en general, <i style="">se desarrolla </i>también <i style="">la antítesis </i>entre sus dos polos, entre la <i style="">forma relativa del valor y la forma <a name="OP4_gb0aF2DF"></a><a name="S150_equivalencias2E_45quivalencias2E"></a><span style="">equivalencial.</span><o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Esta antítesis se contiene ya en la primera forma, en la de 20 varas de lienzo <a name="OP4_GT4ux3rG"></a><a name="S151"></a><span style="">=</span> 1 levita, pero sin plasmar aún. Según que esta ecuación se lea hacia adelante o hacía atrás, cada una de las mercancías que forman sus términos, el lienzo y la levita, ocupa el lugar de la forma relativa del valor o el de la forma <a name="OP4_mR5QE5CJ"></a><a name="S152_equivalencias2C_45quivalencias2C"></a><span style="">equivalencial</span>. Aquí resulta difícil todavía fijar los<b style=""> </b>dos polos <a name="OP4_4w1qC6zJ"></a><a name="S153"></a><span style="">antitéticos.</span><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>En la forma <a name="OP4_Ileex7sK"></a><a name="S154_U_TI2C"></a><span style="">II,</span> <i style="">sólo una de las clases de mercancías puede <a name="OP4_9pihK7HK">desarro</a>llar íntegramente su valor relativo, </i>sólo<i style=""> </i>ella posee en sí misma la <i style="">forma relativa de valor desarrollada, </i>ya que <i style="">todas las demás </i>revisten respecto a ella <i style="">forma de equivalentes. </i>Aquí, ya no cabe invertir los términos de la expresión de valor <a name="OP4_pkq3DayN"></a><a name="S156"></a><span style="">–<i style="">v</i></span> <i style="">gr. </i>20 varas de lienzo <a name="OP4_8sx4LaGN">=</a> 1 levita, o <a name="OP4_m4KFuapO">=</a> <st1:metricconverter productid="10 libras" st="on">10 libras</st1:metricconverter> de té, o <a name="OP4_v5VFBavO"></a><a name="S159"></a><span style="">=</span> 1 <a name="OP4_10WQCayO"><i style="">quarter</i></a><i style=""> </i>de trigo, <a name="OP4_62HLHaDO"></a><a name="S161_ese2E2D_etcFFtera"></a><span style="">etc.–</span> sin cambiar todo su carácter, transformándola de forma total en forma general del valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Finalmente, la última forma, la forma <a name="OP4_j46YFcAQ"></a><a name="S162_M"></a><span style="">III,</span> imprime al <i style="">mundo de las mercancías la forma relativa general–social del valor, </i>ya que todas las mercancías que lo componen,<b style=""> </b>excepción<b style=""> </b>hecha de una sola, <i style="">quedan al margen de la forma de equivalente general. </i>Es una sola<b style=""> </b>mercancía, el lienzo, la que reviste, por tanto, la forma de objeto directamente permutable por todos los demás, la que presenta forma directamente social, puesto que las demás se hallan todas <a name="OP5_MrKrhKen">imposibili</a><a name="OP5_bct3ZLVo">tadas</a> para <a name="OP5_wa423KZo">hacerlo.<sup>27</sup></a><sup><o:p></o:p></sup></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">A su vez, la mercancía que figura como <i style="">equivalente general </i>se halla excluida de la forma <i style="">relativa única </i>y por<i style=""> </i>tanto <i style="">general del valor del mundo de las mercancías. </i>Si el lienzo, es decir la mercancía que reviste forma de equivalente general, pudiese compartir además la <i style="">forma relativa general del valor, </i>tendría forzosamente que hacer <i style="">de equivalente para consigo <a name="OP5_RHKp7P3s"></a><a name="S166_misma_mis"></a><span style="">misma.</span> </i>Y así, llegaríamos a la fórmula de <i style="">20 varas de lienzo <a name="OP5_Yun55Q0t">=</a> 20 varas de lienzo, </i>perogrullada que no <a name="OP5_cpMfiQet">expre</a><a name="OP5_c6hTZQVu"></a><a name="S169"></a><span style="">saría</span> ni valor ni magnitud de valor. Para <i style="">expresar el valor relativo del equivalente general, </i>no tenemos más remedio que volver los ojos a la forma III. El equivalente general no participa de la forma <a name="OP5_JsOhjSev"></a><a name="S170"></a><span style="">rela</span><a name="OP5_fd75ZTUw"></a><a name="S171"></a><span style="">tiva</span> del valor de las demás mercancías, sino que <i style="">su</i> <i style="">valor </i>se expresa de un modo <i style="">relativo en la serie infinita de todas las demás mercancías <a name="OP5_fF4xZUWy"></a><a name="S172_materiales_materiales2E"></a><span style="">materiales.</span> </i>Por donde la forma <i style="">relativa desarrollada del valor </i>o<i style=""> </i>forma II, se presenta aquí como <i style="">forma relativa específica del valor de la mercancía </i>que hace funciones de <i style="">equivalente.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">3. Tránsito de la forma general del valor a la forma dinero</span></p> <p class="MsoNormal"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La <i style="">forma de equivalente general </i>es una <i style="">forma del valor </i>en abstracto. Puede, por tanto, recaer sobre cualquier mercancía. Por otra parte, una mercancía sólo ocupa el puesto que corresponde a la forma de equivalente general (forma <a name="OP5_MrEj914E"></a><a name="S173_M"></a><span style="">III)</span> siempre y cuando que <i style="">todas las demás mercancías la apartasen de su seno <a name="OP5_ngLXd28F">co</a>mo equivalente. </i>Hasta el momento en que <i style="">esta operación </i>no se concreta definitivamente en una clase determinada y <i style="">específica</i> de mercancías no adquiere <i style="">firmeza objetiva </i>ni <i style="">vigencia general dentro de la sociedad </i>la forma <i style="">única y relativa </i>de valor del mundo de las mercancías.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Ahora bien, la clase <i style="">específica </i>de mercancías a cuya forma <i style="">natural se incorpora socialmente la forma de equivalente, es </i>la que se convierte en mercancía –dinero o funciona como dinero. Esta mercancía tiene como <i style="">función social específica, y por </i>tanto como <i style="">monopolio social dentro del mundo de las mercancías, </i>el desempeñar el papel de equivalente general. Este puesto privilegiado fue <a name="OP5_VCfAGOEs"></a><a name="S191_conquistado"></a><span style="">conquistado</span> históricamente por una determinada mercancía, que figura entre aquellas que en la forma <a name="OP5_CXVQwPqt"></a><a name="S192_TI"></a><span style="">II</span> desfilan como equivalentes especiales del lienzo y que en la forma III expresan conjuntamente en éste su valor relativo: el oro. Así pues, con sólo <a name="OP5_FnTeARwu">sustituir</a> en la forma III el lienzo por oro, obtendremos la fórmula siguiente:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 109.45pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">D.<span style=""> </span><a name="OP5_xBrpBTxw"></a><a name="S194"></a><span style="">FORMA</span> DINERO<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 68.9pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">20 varas lienzo<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 68.9pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">1 levita<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 68.9pt;"><st1:metricconverter productid="10 libras" st="on"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">10 libras</span></st1:metricconverter><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> té<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 68.9pt;"><st1:metricconverter productid="40 libras" st="on"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">40 libras</span></st1:metricconverter><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> café<span style=""> </span>=<span style=""> </span><st1:metricconverter productid="12 onzas" st="on">12 <i style="">onzas</i></st1:metricconverter><i style=""> oro.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 68.9pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">1 <a name="OP5_shn8yYuB">quarter</a> </span></i><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">trigo<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 68.9pt;"><a name="OP5_gXEXwYrC"></a><a name="S196_Ve"></a><span style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">1/2</span></span><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"> tonelada hierro<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 68.9pt;"><a name="S197_M"></a><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">x mercancía<span style=""> </span>=<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">El paso de la forma <a name="OP5_ilkcz1uE"></a><a name="S198_41"></a><span style="">I</span> a la forma <a name="OP5_llFcD1yE"></a><a name="S199_TI"></a><span style="">II</span> y el de ésta a la forma <a name="OP5_ukfbM1HE"></a><a name="S200_M"></a><span style="">III,</span> entraña <i style="">cambios sustanciales. </i>Por el contrario, la forma <a name="OP5_B1fTK1FF"></a><a name="S201"></a><span style="">IV</span> no se distingue de la forma <a name="OP5_PJpAz2uG"></a><a name="S202_M"></a><span style="">III</span> sino en que aquí <i style="">es </i>el oro el que viene a sustituir al lienzo en su papel de forma de equivalente general. En la forma <a name="OP5_J6wYw3rH"></a><a name="S203"></a><span style="">IV,</span> el oro desempeña la función de <i style="">equivalente general </i>que, en la forma <a name="OP5_oPaGy4tI"></a><a name="S204_M"></a><span style="">III,</span> correspondía al lienzo. El progreso consiste pura y simplemente en que ahora la <i style="">forma de <a name="OP5_6t3lG5EI"></a><a name="S205"></a><span style="">cambiabilidad</span> directa y general, o </i>sea la <i style="">forma de equivalente general, se <a name="OP5_Fbz2I6EJ"></a><a name="S206_adhiere_adquiere"></a><span style="">adhiere</span> definitivamente, </i>por la fuerza de la costumbre social, a la <i style="">forma natural específica </i>de la mercancía <i style="">oro.</i><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Sí el <i style="">oro </i>se enfrenta con las demás mercancías en función de <i style="">dinero </i>es, sencillamente, porque ya antes se enfrentaba con ellas <i style="">en función de mercancía. Al </i>igual que todas las demás mercancías, el oro funcionaba respecto a éstas <i style="">como equivalente: </i>unas veces como equivalente <i style="">aislado, </i>en actos sueltos de cambio, otras veces como <a name="OP5_D4CSsbnP"></a><a name="S207"></a><span style=""><i style="">equ</i></span><a name="OP5_SUJLtbpP"></a><a name="S208"></a><a name="S209_Mente"></a><span style=""><i style="">ivalente</i></span><i style=""> concreto, </i>a la par de <i style="">otras </i>mercancías también equivalentes. Poco a poco, el oro va <a name="OP5_XAqACcAQ"></a><a name="S210_adquiriendo"></a><span style="">adquiriendo,</span> en proporciones más o menos extensas, la función de <i style="">equivalente general. </i>Tan pronto como conquista el monopolio de estas funciones en la <i style="">expresión de valor del mundo de las mercancías, </i>el oro se convierte en la <i style="">mercan<a name="OP5_DqegsfnS"></a><a name="S211"></a><span style="">cía</span> dinero, </i>y es entonces, a partir del momento en que <i style="">se ha </i>convertido<b style=""><i style=""> </i></b><i style="">ya en mercancía dinero, </i>cuando la forma <a name="OP6_hlTbfJam"></a><a name="S212"></a><span style="">IV</span> se distingue de la forma III, o lo que es lo mismo, cuando la <i style="">forma general del valor<b style=""> </b></i>se convierte en la <i style="">forma dinero.</i><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.85pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La <i style="">expresión simple y relativa del valor de una mercancía, </i>por ejemplo del lienzo, en aquella otra mercancía que funciona ya <i style="">como mercancía </i><a name="OP6_n5cW5M1q"></a><a name="S213_dinero2C_44inero2C"></a><span style="">dinero<i style="">,</i></span><i style=""> v. gr. </i>en oro, es la <i style="">forma <a name="OP6_O7VUfMaq"></a><a name="S214_presa"></a><span style="">preci</span><a name="S215"></a>o</i>. Por tanto, la <a name="OP6_gTcJ0NXr"></a><a name="S216_forma"></a><span style="">“forma</span> precio” del lienzo será:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 82.15pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">20 varas lienzo <a name="OP6_RbfKaP5s"></a><a name="S217"></a><span style="">=</span> <st1:metricconverter productid="2 onzas" st="on">2 onzas</st1:metricconverter> oro,<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">o bien, suponiendo que las <st1:metricconverter productid="2 onzas" st="on">2 onzas</st1:metricconverter> oro, <i style="">traducidas al lenguaje <a name="OP6_1fYWjQet"></a><a name="S218"></a><span style="">mo</span><a name="OP6_p2pT0QWu"></a><a name="S219"></a><span style="">netario,</span> </i>se denominen <st1:metricconverter productid="2 libras" st="on">2 <i style="">libras</i></st1:metricconverter><i style=""> esterlinas,<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 70.7pt;"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">20 varas lienzo <a name="OP6_7sv19S4v"></a><a name="S220"></a><span style="">=</span> <st1:metricconverter productid="2 libras" st="on">2 libras</st1:metricconverter> esterlinas.<o:p></o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal"><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La dificultad que encierra el concepto de la forma dinero se limita a comprender lo que es la forma de equivalente general, o sea la <i style="">forma general de valor </i>pura y simple, la forma <a name="OP6_AQnHgUby"></a><a name="S221_M_Ira2E_IrFF2E"></a><span style="">III.</span> Esta, a su vez, se reduce por reversión a la forma <a name="OP6_ZBurcV7y"></a><a name="S222_Ir2C_TI2C"></a><span style="">II,</span> a la forma desarrollada de valor, cuyo <i style="">elemento constitutivo </i>es la forma <a name="OP6_Pg29fW9z"></a><a name="S223_412C"></a><span style="">I,</span> o sea, 20 <i style="">varas lienzo <a name="OP6_Bl1U2XWA">=</a> 1 levita </i>o<i style=""> <a name="OP6_Wf8U6X1A"></a><a name="S225"></a><span style="">x</span> mercancía A <a name="OP6_Kd9NbX6A"></a><a name="S226"></a><span style="">=</span> <a name="OP6_IaQQcW6A"></a><a name="S227"></a><span style="">z</span> mercancía B. </i>El germen de la forma dinero se encierra ya, por tanto, en la forma simple de la mercancía.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="Subtitulo1"><span lang="ES-AR">El fetichismo de la mercancía, y su secreto</span></p> <p class="MsoNormal" style=""><i style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></i></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">A primera vista, parece como si las <i style="">mercancías </i>fuesen objetos evidentes y triviales. Pero, analizándolas, vemos, que son objetos <a name="OP6_wiEe03VG"></a><a name="S228_cuy_Muy_muy"></a><span style="">muy</span> intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios <a name="OP6_ER7Ij2eG"></a><a name="S229"></a><span style="">teoló</span><a name="OP6_yXUM03VH"></a><a name="S230"></a><span style="">gicos.</span> Considerada como <i style="">valor de uso, </i>la mercancía no encierra nada de misterioso, dando lo mismo que la contemplemos desde el punto de vista de un objeto apto para satisfacer necesidades del hombre o que enfoquemos esta propiedad suya como <i style="">producto </i>del trabajo humano. Es evidente que la actividad del hombre hace cambiar a las materias naturales de forma, para servirse de ellas. La forma de la madera, por ejemplo, cambia al <a name="OP6_NMKDf7cL"></a><a name="S231_convertirFFa_convertirFFn"></a><span style="">convertirla</span> en una mesa. No obstante, la mesa sigue siendo madera, sigue siendo un objeto físico vulgar y corriente. Pero en cuanto empieza a <a name="OP6_Vjb7i9fM"></a><a name="S232"></a><span style="">compor</span><a name="OP6_BcJV0aVN"></a><a name="S233"></a><span style="">tarse</span> <i style="">como</i> <i style="">mercancía, </i>la mesa se convierte en un objeto físicamente metafísico. No sólo se incorpora sobre sus patas encima del suelo, sino que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías, y de su cabeza de madera empiezan a salir antojos mucho más peregrinos y <a name="OP6_i4BN0cXQ"></a><a name="S234_extraFFos"></a><span style="">extraños</span> que si de pronto la mesa rompiese a bailar por su propio <a name="OP6_FDwC0dXR">impulso.<sup>28</sup></a><sup><o:p></o:p></sup></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span></span></b><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Como vemos, el<i style=""> </i>carácter místico de la mercancía no brota de su valor de uso. Pero tampoco brota del contenido de sus <a name="OP6_Z5rWLJHn"></a><a name="S240_ter_desee7E_doler7E_actor7E"></a><span style="">deter</span><a name="OP6_QSTJsKpo"></a><a name="S241_mansiones"></a><span style="">minaciones</span> de <i style="">valor. </i>En primer lugar, porque por mucho que difieran los trabajos útiles o actividades productivas, es una verdad <i style="">fisiológica </i>incontrovertible que todas esas actividades son funciones del organismo <i style="">humano y que </i>cada una de ellas, cualesquiera que sean su contenido y su forma, representa un <i style="">gasto </i>esencial de cerebro <i style="">humano, </i>de nervios, músculos, sentidos, <a name="OP6_srbaIODr"></a><a name="S242_ese2E"></a><span style="">etc.</span> En segundo lugar, por lo que se refiere a la magnitud de valor y a lo que sirve para determinarla, o sea, la <i style="">duración en el tiempo </i>de aquel gasto o la <i style="">cantidad </i>de trabajo invertido, es evidente que la <i style="">cantidad </i>se distingue incluso mediante los sentidos de la <i style="">calidad </i>del trabajo. El <i style="">tiempo </i>de trabajo necesario para producir sus medios de vida tuvo que interesar por fuerza al hombre en todas las épocas, aunque no le interesase por igual en las diversas fases de su <a name="OP6_anteJTHw"></a><a name="S243_evoluciFFn_evoluciones"></a><span style="">evolución.<sup>29</sup></span> Finalmente, tan pronto como los hombres trabajan los unos para los otros, de cualquier modo que lo hagan, su trabajo cobra una forma <i style="">social.</i><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">¿De dónde procede, entonces, el carácter misterioso que <a name="OP6_uzrnMWHz"></a><a name="S244_era7E_oro7E_prez"></a><span style="">pre</span><a name="OP6_Qk64sXnA"></a><a name="S245_unta_santa_santo"></a><span style="">senta</span> el producto del trabajo, tan pronto como reviste <i style="">forma de mercancía? </i>Procede, evidentemente, de esta misma forma. En las mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una <a name="OP6_fhEfxZvC">objetivación</a> igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste la fuerza humana de trabajo, medido por el tiempo de su duración, <a name="OP6_JCntE0AD"></a><a name="S247_reviste_revista"></a><span style="">reviste</span> la forma de magnitud de valor de los productos del trabajo, y, finalmente, las relaciones entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la función social de sus trabajos, cobran la forma de una <a name="OP6_DGGxH2DG"></a><a name="S248"></a><span style="">relación</span> social entre los propios productos de su trabajo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores. Este <i style="">quid pro <a name="OP6_tjn6B9wM"></a><a name="S249_que"></a><span style="">quo</span> </i>es lo que convierte a los productos de trabajo en mercancía, en objetos físicamente metafísicos o en <a name="OP6_QDLBsaoO"></a><a name="S250_Objetos_objetos"></a><span style="">objetos</span> sociales. Es algo así como lo que sucede con la sensación luminosa de un objeto en el nervio visual, que parece como si no fuese una excitación subjetiva del nervio de la vista, sino la forma material de un objeto situado fuera del ojo. Y, sin embargo, en este caso hay realmente un objeto, la cosa exterior, que proyecta luz sobre otro objeto, sobre el ojo. Es una relación física entre <a name="OP7_MzFz0MWq"></a><a name="S272_Objetos_objetos"></a><span style="">objetos</span> físicos. En cambio, la forma mercancía y la relación de valor de los productos del trabajo en que esa forma cobra cuerpo, no tiene absolutamente nada que ver con su carácter físico ni con las relaciones materiales que de este carácter se derivan. Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma <a name="OP7_ImVmePcs"></a><a name="S273_fantasmagFFrico"></a><span style="">fantasmagórica</span> de una relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres. Por eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que <a name="OP7_RyllhRfu"></a><a name="S274_comentamos"></a><span style="">remontarnos</span> a las <a name="OP7_z6G62RYv"></a><a name="S275_regiones"></a><span style="">regiones</span> nebulosas del mundo de la religión, donde los pro<a name="OP7_JNnF0SWw"></a><a name="S276_doctos_44octos_sustos_duelos"></a><span style="">ductos</span> de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre. A esto es a lo que yo llamo el fetichismo bajo el que se <a name="OP7_QJnC3V0z"></a><a name="S277_presentan"></a><span style="">presentan</span> los productos del trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.15pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Este carácter <a name="OP7_aOzH5X2B"></a><a name="S278"></a><span style="">fetichista</span> del mundo de las mercancías responde, como lo ha puesto ya de manifiesto el análisis anterior, al carácter social genuino y <a name="OP7_Vd0e5Z1C"></a><a name="S279_peculiar_necesitar"></a><span style="">peculiar</span> del trabajo productor de mercancías.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.15pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura y simplemente, porque son <i style="">productos de trabajos privados <a name="OP7_ZLhMi0fE"></a><a name="S280"></a><span style="">indepen</span>dientes los unos de los otros. El </i>conjunto de estos trabajos privados forma el trabajo colectivo de la sociedad. Como los productores <a name="OP7_GYlJ02WG"></a><a name="S281_entran_entrara_entren_45ntran"></a><span style="">entran</span> en contacto social al cambiar entre sí los productos de su trabajo, es natural que el carácter <a name="OP7_qCBBc3aH"></a><a name="S282"></a><span style="">específicamente</span> social de sus trabajos privados sólo resalte dentro de este intercambio. También podríamos decir que los trabajos privados sólo funcionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por medio de las relaciones que el cambio establece entre los productos del trabajo y, a través de ellos, entre los productores. Por eso, ante éstos, las relaciones <a name="OP7_1PUG37ZL"></a><a name="S283_sociales_saciases_saciaras"></a><span style="">sociales</span> que se establecen entre sus trabajos privados <i style="">aparecen </i>como lo que son; es decir, no como relaciones directamente <a name="OP7_Gbz309WM"></a><a name="S284_sociales_sectores"></a><span style="">sociales</span> de las personas en sus trabajos, sino como <i style="">relaciones mate<a name="OP7_GRXJ09VN"></a><a name="S285"></a><span style="">riales</span> </i>entre personas y relaciones <a name="OP7_EVzMa96N"></a><a name="S286_sociales"></a><span style=""><i style="">sociales</i></span><i style=""> entre cosas.<o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.15pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Es en el acto de cambio donde los productos del trabajo cobran una materialidad de valor socialmente igual e independiente de su <a name="OP7_G3U30bWP"></a><a name="S287"></a><span style="">múltiple</span> y diversa materialidad física de objetos útiles. Este <a name="OP7_A9e1jbfP">desdo</a><a name="OP7_HLoE0cXQ"></a><a name="S289"></a><span style="">blamiento</span> del producto del trabajo en objeto útil y materialización de valor sólo se presenta <a name="OP7_iv5w7d5R"></a><a name="S290"></a><span style="">prácticamente</span> allí donde el cambio adquiere <a name="OP7_FaU10dUR"></a><a name="S291_si_Ti_la_ti_le"></a><span style="">l</span>a extensión e <a name="OP7_8bob4e2R"></a><a name="S292"></a><span style="">importancia</span> suficientes para que se produzcan <a name="OP7_mfffiefR"></a><a name="S293_objetos"></a><span style="">objetos</span> <a name="OP7_FRYK0eVS"></a><a name="S294_FFtiles_FFtiles_Vitales_vitales"></a><span style="">útiles</span> con vistas al cambio, donde, por tanto, el carácter de valor de los objetos se acusa ya en el momento de ser producidos. A partir de este instante, los trabajos privados de los productores<b style=""> </b>asumen, de hecho, un doble carácter social. De una parte, considerados como trabajos útiles concretos, tienen necesariamente que satisfacer una determinada necesidad social y encajar, por tanto, dentro del trabajo colectivo de la sociedad, dentro del sistema elemental de la división social del trabajo. Mas, por otra parte, sólo serán aptos para satisfacer las múltiples necesidades de sus propios productores en la medida en que cada uno de esos trabajos privados y útiles concretos sea susceptible de ser cambiado por cualquier otro trabajo privado útil, o lo que es lo mismo, en la medida en que represente un equivalente suyo. Para encontrar la <i style="">igualdad </i><a name="OP7_WeV0MRHu"></a><a name="S295_t_toco_Loco_solo_toca"></a><span style="">toto</span> <a name="OP7_iz2zsRpv">coelo(13)</a> de <i style="">diversos trabajos, </i>hay que hacer forzosamente <a name="OP7_OMRFLRHv"></a><a name="S297"></a><span style=""><i style="">abstrac</i></span><a name="OP7_hei7sSov"><i style="">ción</i></a><i style=""> de su desigualdad real, </i>reducirlos al carácter común a todos ellos como <i style="">desgaste de fuerza humana de trabajo</i>, como<i style=""> trabajo humano </i>abstracto. El cerebro de los productores privados se limita a reflejar este doble carácter social de sus trabajos privados en aquellas formas que revela en la práctica el mercado, el cambio de productos: el carácter socialmente útil de sus trabajos privados, bajo la forma de que el producto del trabajo ha de ser útil, y útil para otros; el carácter social de la igualdad de los distintos trabajos, bajo la forma del<b style=""> </b>carácter de<b style=""> </b>valor común a todos esos objetos materialmente diversos que son los productos del trabajo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.15pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Por tanto, los hombres no relacionan entre sí los productos de su trabajo como <i style="">valores </i>porque estos objetos les parezcan <i style="">envolturas simplemente materiales </i>de un trabajo humano igual. Es al revés. Al equiparar <i style="">unos con otros </i>en el cambio, <a name="OP7_8RvBF1BF"></a><a name="S299_como_cFFmo"></a><span style=""><i style="">como</i></span><i style=""> valores</i>, sus diversos <i style="">productos</i>, lo que hacen es equiparar entre sí sus diversos trabajos, como modalidades de trabajo humano. No lo saben, pero lo <a name="OP7_GcL5L3HG"></a><a name="S300_hacen"></a><span style=""><i style="">hacen.</i><sup>30</sup></span><i style=""> </i>Por tanto, el valor no lleva escrito en la frente <i style="">lo que es.</i> Lejos de ello, convierte a todos los productos del trabajo en jeroglíficos <a name="OP7_86d0s4pI"></a><a name="S301_sociales_sectores2E"></a><span style="">sociales.</span> Luego, vienen los hombres y se esfuerzan por descifrar el sentido de estos jeroglíficos, por<b style=""> </b>descubrir el secreto de su propio<b style=""> </b>producto social, pues es evidente que el concebir los<b style=""> </b>objetos útiles<b style=""> </b><a name="OP7_6lv6s7oK"></a><a name="S302_o_FFamo_FFama_FFame_FFando"></a><span style=""><i style="">como</i></span><i style=""> valores</i> es obra social <i style="">suya</i><b style="">, </b>ni más ni menos que el lenguaje.<b style=""> </b>El descubrimiento científico tardío de que los productos del trabajo<b style="">, </b>considerados como valores, no son más que expresiones materiales del trabajo humano invertido en su producción, es un <a name="OP7_gBEvK9HM">descubri</a><a name="OP7_68V1s9oN">miento</a> que hace época en la historia del progreso humano, pero que no disipa ni mucho menos la sombra material que acompaña al carácter social del trabajo. Y lo que sólo tiene razón de ser en esta forma concreta de producción, en la producción de mercancías, a saber: que el carácter <a name="OP8_YIbK7J6n"></a><a name="S323"></a><span style="">específicamente</span> social de los trabajos privados independientes los unos de los otros reside en lo que tienen de igual como modalidades que son de trabajo humano, revistiendo la forma del carácter de valor de los productos del trabajo, sigue siendo para los espíritus cautivos en las redes de la <a name="OP8_pusvhMep"></a><a name="S324_producciFFn"></a><span style="">producción</span> de mercancías, aun después de hecho aquel descubrimiento, algo tan perenne y definitivo como la tesis de que la <a name="OP8_oTGTfNdr"></a><a name="S325_descomposiciFFn"></a><span style="">descomposición</span> cien<a name="OP8_WBau0OWr"></a><a name="S326"></a><span style="">tífica</span> del aire en sus elementos deja <a name="OP8_RAzzcO9s"></a><a name="S327_Intangible_intangible_Intendible"></a><span style="">intangible</span> la forma del aire como forma física material.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Lo que ante todo interesa prácticamente a los que cambian unos productos por otros, es saber cuántos productos ajenos obtendrán por el suyo propio, es decir, en qué proporciones se cambiarán unos productos por otros. Tan pronto como estas proporciones cobran, por la fuerza de la costumbre, cierta fijeza, parece como si brotasen de la propia <a name="OP8_RpGm4T1w"></a><a name="S328_naturaleza"></a><span style="">naturaleza</span> inherente a los productos del trabajo; como si, por ejemplo, 1 tonelada de hierro encerrase el mismo valor que <st1:metricconverter productid="2 onzas" st="on">2 onzas</st1:metricconverter> de oro, del mismo modo que <st1:metricconverter productid="1 libra" st="on">1 libra</st1:metricconverter> de oro y <st1:metricconverter productid="1 libra" st="on">1 libra</st1:metricconverter> de hierro encierran un peso igual, no obstante sus distintas propiedades físicas y químicas. En realidad, el carácter de valor de los productos del trabajo sólo se consolida al funcionar como magnitudes de valor. Estas cambian constantemente, sin que en ello intervengan la voluntad, el conocimiento <a name="OP8_Elhm8Y4B"></a><a name="S329_previa"></a><span style="">previo</span> ni los actos de las personas entre quienes se realiza el cambio. Su propio movimiento social cobra a sus ojos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control están, en vez de ser ellos quienes las controlen. Y hace falta que<b style=""> </b>la producción de mercancías se desarrolle en toda su integridad, para que de la propia experiencia nazca la conciencia científica de que los trabajos privados que se realizan independientemente los unos de los otros, aunque guarden entre sí y en todos sus aspectos una <a name="OP8_QTSN03WH"></a><a name="S330_relaciFFn"></a><span style="">relación</span> de mutua interdependencia, como <a name="OP8_ZTqMd3aH"></a><a name="S331_45slabones_eslabones"></a><span style=""><i style="">eslabones</i></span><i style=""> elementales que son</i> <i style="">de la división</i> <i style="">social del trabajo, </i>pueden reducirse constantemente a su grado de proporción social, porque en las <i style="">proporciones</i> fortuitas y sin cesar oscilantes <i style="">de cambio </i>de sus productos se impone siempre como <i style="">ley natural</i> <a name="OP8_dG4G865K"></a><a name="S332_Trasladara_trasladara"></a><span style="">reguladora</span> el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, al modo como se impone la ley de la gravedad cuando se le cae a uno la casa <a name="OP8_w2ZWf7bL">encima.<sup>31</sup></a> La <a name="OP8_S3iVj7fL">deter</a><a name="OP8_MJhD08XM"></a><a name="S335"></a><span style="">minación</span> de la magnitud de valor por el tiempo de trabajo es, por tanto, el secreto que se esconde detrás de las oscilaciones aparentes de los valores relativos de las mercancías. El descubrimiento de este secreto destruye la apariencia de la determinación puramente casual de las magnitudes de <a name="OP8_GxZp7b2O"></a><a name="S336_vales_vasos_velos_valor"></a><span style="">valo</span>r de los productos del trabajo, pero no destruye, ni mucho menos, su forma material.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis científico de ésta, sigue en general un camino opuesto al curso real de las cosas. Comienza <i style="">post <a name="OP8_8dU7ILEo"></a><a name="S345_44estusar_Testuz_destusar_testuz"></a><span style="">festum</span></i><span style=""></span> y arranca, por tanto, de los resultados <a name="OP8_3TbTCLBp"></a><a name="S346"></a><span style="">preestablecidos</span> del proceso histórico. Las formas que convierten a los productos del trabajo en mercancías y que, como es natural, presuponen la circulación de éstas, poseen ya la firmeza de formas naturales de la vida social antes de que los hombres se esfuercen por explicarse, no el carácter histórico de estas formas, que consideran ya algo inmutable, sino su contenido. Así se comprende que fuese simplemente el análisis de los precios de las mercancías lo que llevó a los hombres a investigar la determinación de la magnitud del valor, y la expresión colectiva en dinero de las mercancías lo que les movió a fijar su carácter <a name="OP8_XcT5HSEv">valorativo.</a> Pero esta forma acabada del mundo de las mercancías –la forma dinero –, lejos de revelar el carácter social de los trabajos privados y, por tanto, las relaciones sociales entre los productores privados, lo que hace es encubrirlas. Si digo que la levita, las botas, <a name="OP8_K8GUJUEy"></a><a name="S348_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> se refieren al lienzo como a la materialización general de trabajo humano abstracto, enseguida salta a la vista lo absurdo de este modo de expresarse. Y sin embargo, cuando los productores de levitas, botas, <a name="OP8_rFlstXoA"></a><a name="S349_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> refieren estas mercancías al lienzo –o al oro y la plata, que para el caso es lo mismo – como equivalente general, refieren sus trabajos privados al trabajo social colectivo bajo la misma forma absurda y disparatada.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Estas formas son precisamente las que constituyen las <i style="">categorías </i>de la economía burguesa. Son formas mentales aceptadas por la sociedad, y por tanto objetivas, en que se expresan las condiciones de <a name="OP8_lEoGt2rG">producción</a> <i style="">de este </i>régimen social de producción <i style="">históricamente dado </i>que es la producción de mercancías. Por eso, todo el misticismo del mundo de las mercancías, todo el encanto y el misterio que <a name="OP8_iOjHs4pI"></a><a name="S351_oraban"></a><span style="">nimban</span> los productos del trabajo basados en la producción de mercancías se esfuman tan pronto como los desplazamos a otras formas de producción.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.95pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Y ya que la <a name="OP8_ogS4y7uK"></a><a name="S352_economFFa"></a><span style="">economí</span>a política gusta tanto de las <a name="OP8_zjUfJ7HK">robinsonadas,<sup>32</sup></a> observemos ante todo a <a name="OP8_VSyOA7xL"></a><a name="S354_Robasen_Rebasan_Rebasen"></a><span style="">Robinson</span> en su isla. Pese a su innata sobriedad, <a name="OP8_0xEsv8sL"></a><a name="S355"></a><span style="">Robinson</span> tiene forzosamente que satisfacer toda una serie de necesidades que se le presentan, y esto le obliga a ejecutar <i style="">diversos trabajos útiles: </i>fabrica herramientas, construye muebles, domestica llamas, pesca, caza <a name="OP9_o77Q6I0m"></a><a name="S366_ese2E"></a><span style="">etc.</span> Y no hablamos del rezar y de otras cosas por el estilo, pues nuestro <a name="OP9_tE7v8J4m">Robinson</a> se divierte con ello y considera esas tareas como un goce. A pesar de toda la diversidad de sus funciones productivas, él sabe que no son más que diversas formas o <a name="OP9_jOJGZLXp">moda</a>lidades del mismo <a name="OP9_LLBC7L4p">Robinson,</a> es decir, diversas manifestaciones de trabajo <i style="">humano</i>. El mismo agobio en que vive le obliga a distribuir minuciosamente el <i style="">tiempo</i> entre sus diversas funciones. El que unas ocupan más sitio y otras menos, dentro de su actividad total, depende de las dificultades mayores o menores que tiene que vencer para alcanzar el resultado útil apetecido. La experiencia se lo enseña así, y nuestro <a name="OP9_qV4N7P3t"></a><a name="S370_Robasen_Rebasan_Rebasen"></a><span style="">Robinson</span> que ha logrado salvar del naufragio reloj, libro de cuentas, tinta y pluma, se apresura, como buen inglés, a contabilizar su vida. En su inventario figura una relación de los objetos útiles que posee, de las <i style="">diversas</i> operaciones que reclama su producción y finalmente del <i style="">tiempo de trabajo</i> que exige, por <a name="OP9_9BYrjSev">tér</a><a name="OP9_nuGl0TVw"></a><a name="S372"></a><span style="">mino</span> medio, la elaboración de determinadas cantidades de estos diversos productos. Tan claras y tan sencillas son las relaciones que median entre <a name="OP9_7PMG5U2y"></a><a name="S373"></a><span style="">Robinson</span> y los objetos que forman su riqueza, riqueza salida de sus propias manos, que hasta un señor M. <a name="OP9_jo0fiVey"></a><a name="S374"></a><span style="">Wirth</span> podría comprenderlas sin estrujar mucho el caletre. Y, sin embargo, en esas relaciones se contienen ya todos los factores sustanciales del <i style="">valor.</i><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.55pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Trasladémonos ahora de la luminosa isla de <a name="OP9_xed5gYdB"></a><a name="S375_Robasen_Rebasan_Rebasen"></a><span style="">Robinson</span> a la tenebrosa Edad Media europea. Aquí, el hombre independiente ha desaparecido; todo el mundo vive sojuzgado: siervos y señores de la gleba, <a name="OP9_orti400D"></a><a name="S376_vosotros"></a><span style="">vasallos</span> y señores feudales, seglares y eclesiásticos. La sujeción personal caracteriza, en esta época, así las condiciones sociales de la producción material como las relaciones de vida cimentadas sobre ella. Pero, precisamente por tratarse de una sociedad basada en los vínculos personales de sujeción, no es necesario que los trabajos y los productos revistan en ella una forma fantástica distinta de su realidad. Aquí, los trabajos y los productos se <a name="OP9_wt3jj4eH"></a><a name="S377"></a><span style="">incor</span><a name="OP9_twXk05VI">poran</a> al engranaje social como servicios y prestaciones. Lo que constituye la forma directamente social del trabajo es la forma natural de éste, su carácter concreto, y no su carácter general, como en el régimen de producción de mercancías. El trabajo del vasallo se mide por el tiempo, ni más ni menos que el trabajo productivo de mercancías, pero el siervo sabe perfectamente que es una determinada cantidad de su fuerza personal de trabajo la que invierte al servicio de su señor. El diezmo abonado al clérigo es harto más claro que las bendiciones de éste. Por tanto, cualquiera que sea el juicio que nos merezcan los papeles que aquí representan unos hombres frente a otros, el hecho es que las relaciones sociales de las personas en sus trabajos se revelan como relaciones <a name="OP9_IRtQcc9Q"></a><a name="S379_personales"></a><span style="">personales</span> suyas, sin <a name="OP9_nO4GjceQ">disfra</a><a name="OP9_vQPw0dVR">zarse</a> de relaciones sociales entre las cosas, entre los productos de su trabajo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><a name="S382"></a><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>Para estudiar el trabajo <a name="OP9_m2iHBIym"></a><a name="S383_comFFn_un_coman2C_comen2C_comFFn2C"></a><span style="">común,</span> es decir, directamente <a name="OP9_XPNFLIHm">social</a><a name="OP9_byAnsJom">izado,</a> no necesitamos <a name="OP9_ZGuozJxm"></a><a name="S386_remontamos_comentarnos"></a><span style="">remontarnos</span> a la forma primitiva del trabajo colectivo que se alza en los umbrales históricos de todos los pueblos <a name="OP9_dVNLsKqo"></a><a name="S387"></a><span style="">civilizados.<sup>33</sup></span> La industria rural y patriarcal de una familia <a name="OP9_B2OIMKHo"></a><a name="S388"></a><span style="">cam</span><a name="OP9_gD0zsLop"></a><a name="S389"></a><span style="">pesina,</span> de esas que producen trigo, ganado, hilados, lienzo, prendas de vestir, <a name="OP9_jsecvMrp"></a><a name="S390_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> para sus propias necesidades, nos brinda un ejemplo mucho más al alcance de la mano. Todos esos artículos producidos por ella representan para la familia otros tantos productos de su trabajo familiar, pero no guardan entre sí relación de mercancías. Los diversos trabajos que engendran estos productos, la agricultura y la ganadería, el hilar, el tejer y el cortar, <a name="OP9_XWTHGPBt"></a><a name="S391_ese2E2C"></a><span style="">etc.,</span> son, por su forma natural, funciones sociales, puesto que son funciones de una familia en cuyo seno reina una división propia y elemental del trabajo, ni mas ni menos que en la producción de mercancías. Las diferencias de sexo y edad y las condiciones naturales del trabajo, que cambian al cambiar las estaciones del año, regulan la distribución de esas funciones dentro de la familia y el tiempo que los individuos que la componen han de trabajar. Pero aquí, el gasto de las fuerzas individuales de trabajo, graduado por su duración en el tiempo, reviste la forma lógica y natural de un trabajo determinado socialmente, ya que en este régimen las fuerzas individuales de trabajo sólo actúan de por sí corno órganos de la fuerza colectiva de trabajo de la familia.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.55pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Finalmente, imaginémonos, para variar, una asociación de hombres libres que trabajen con medios colectivos de producción y que desplieguen sus numerosas fuerzas individuales de trabajo, con plena conciencia de lo que hacen, como <i style="">una </i>gran fuerza de trabajo social. En esta sociedad se <a name="OP9_QMdKB1yF"></a><a name="S392"></a><span style="">repetirán</span> todas las normas que presiden el trabajo de un <a name="OP9_wtljy2vF"></a><a name="S393_Robasen2C_Rebasan2C_Rebasen2C"></a><span style="">Robinson,</span> pero con carácter <i style="">social y no individual. </i>Los productos de <a name="OP9_H9l0y2vG"></a><a name="S394"></a><span style="">Robinson</span> eran todos producto personal y exclusivo suyo, y por tanto objetos directamente destinados <i style="">a su uso. </i>El producto colectivo de la asociación a que nos referimos es un producto <i style="">social</i>. Una parte de este producto vuelve a prestar servicio bajo la forma de medios de producción. <a name="OP9_OW9UD5zJ"></a><a name="S395_Sitie_sitie"></a><span style="">Sigue</span> siendo social. Otra<b style=""> </b>parte es<b style=""> </b>consumida por los individuos asociados, bajo forma de medios de vida. Debe, por tanto, ser <i style="">distribuida. </i>El <i style="">carácter </i>de esta <a name="OP9_EhY8L7HK"></a><a name="S396"></a><span style="">distribu</span><a name="OP10_4t4kZJUm"></a><a name="S406_cien_citan"></a><span style="">ción</span> variará según el carácter especial del propio organismo social de<b style=""> </b>producción y con arreglo al nivel histórico de los productores. <a name="OP10_4RfHZKXo"></a><a name="S407_Partiremos_Partiremos2C"></a><span style="">Partiremos,</span> sin embargo, aunque sólo sea a título de paralelo con el régimen de producción de mercancías, del supuesto de que la <a name="OP10_7nGdZMXp"></a><a name="S408_participaciFFn"></a><span style="">participación</span> asignada a cada productor en los medios de vida depende de su <a name="OP10_QYEO4M0q"></a><a name="S409_tiempo_he"></a><span style=""><i style="">tiempo</i></span><i style=""> de trabajo</i>. En estas condiciones, el tiempo de trabajo representaría, como se ve, una doble función. Su <a name="OP10_9rKiiNeq">distri</a><a name="OP10_7mPdZOVr"></a><a name="S411"></a><span style="">bución</span> con arreglo a un plan social servirá para regular la <a name="OP10_EkJ9iOer">propor</a><a name="OP10_767WZOUs">ción</a> adecuada entre las <a name="OP10_p1uR7O3s"></a><a name="S414_diversas"></a><span style="">diversas</span> funciones del trabajo y las distintas necesidades. De otra parte y simultáneamente, el tiempo de trabajo serviría para graduar la parte individual del productor en el trabajo colectivo y, por tanto, en la parte del producto también colectivo destinada al consumo. Como se ve, aquí las relaciones sociales de los hombres con su trabajo y los productos de su trabajo son perfectamente claras y <a name="OP10_wnRe6T2w"></a><a name="S415_sencillas_sencillas2C_sencillos2C"></a><span style="">sencillas,</span> tanto en lo tocante a la <a name="OP10_JeMdhTew"></a><a name="S416_producciFFn"></a><span style="">producción</span> como en lo que se refiere a la distribución.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.05pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Para una sociedad de productores de mercancías, cuyo régimen social de producción consiste en comportarse respecto a sus productos como <a name="OP10_4w8d1WZz"></a><a name="S417_mercancFFas_mercancFFas2C"></a><span style=""><i style="">mercancías</i>,</span> es decir como <i style="">valores</i>, y en relacionar sus trabajos privados, revestidos de esta forma <i style="">material</i>, como modalidades del <i style="">mismo trabajo humano</i>, <i style="">la forma de religión</i> más adecuada es, indudablemente, el <i style="">cristianismo</i>, con su culto del hombre abstracto, sobre todo en su <a name="OP10_L6GX5Y2C"></a><a name="S418_modalidad_mortalidad"></a><span style="">modalidad</span> burguesa, bajo la forma de protestantismo, <a name="OP10_mSkI1ZYD"></a><a name="S419_seFFsmo2C_seismo2C_cinismo2C"></a><span style="">deísmo,</span> <a name="OP10_RXAG4ZZD"></a><a name="S420_ese2E"></a><span style="">etc.</span> En los sistemas de producción de la antigua Asia y de otros países de <st1:personname productid="la Antigüedad" st="on">la <a name="OP10_utVs704D"></a><a name="S421_41ntigFFedad"></a><span style="">Antigüedad</span></st1:PersonName><span style="">,</span> la transformación del producto en mercancía, y por tanto la existencia del hombre como productor de mercancías, <a name="OP10_TVLS411F"></a><a name="S422_desempeFFa_44esempeFFa"></a><span style="">desempeña</span> un papel secundario, aunque va cobrando un relieve cada vez más acusado a medida que aquellas comunidades se acercan a su fase de muerte. Sólo <a name="OP10_Zdcdb39G">enquistados</a> en los intersticios del mundo antiguo, como los dioses de <a name="OP10_pVxTd39H">Epicuro</a> o los judíos en los poros de la sociedad polaca, nos encontramos con verdaderos pueblos comerciales. Aquellos antiguos organismos sociales de pro<a name="OP10_j9l0Z5WJ"></a><a name="S425"></a><span style="">ducción</span> son extraordinariamente más sencillos y más claros que el mundo burgués, pero se basan, bien en el carácter <a name="OP10_6FLxf6dK"></a><a name="S426_rudimentario"></a><span style="">rudimentario</span> del hombre ideal, que aún no se ha desprendido del cordón <a name="OP10_qoXei7eK">umbilical</a> de su enlace natural con otros seres de la misma especie, bien en un régimen directo de señorío y esclavitud. Están condicionados por un bajo nivel de progreso de las fuerzas productivas del trabajo y por la natural falta de desarrollo del hombre dentro de su proceso <a name="OP10_o1yR0aWO"></a><a name="S428_42araterFFa_42aterFFa_42aterFFas"></a><span style="">materia</span>l de <a name="OP10_4Z4W3a0O"></a><a name="S429"></a><span style="">producción</span> de vida, y, por tanto, de unos hombres con otros y <a name="OP10_4Hwx2bYP"></a><a name="S430_42ronce_Pronto_Pronta_bronce"></a><span style="">frente</span> a la naturaleza. Esta timidez real se refleja de un modo ideal en las religiones naturales y populares de los antiguos. El <i style="">reflejo religioso</i> del mundo real sólo podrá desaparecer para siempre cuando las condiciones de la vida diaria, laboriosa y activa, representen para los hombres relaciones claras y racionales entre si y<b style=""> </b><a name="S431_2C417E_2C457E_2CO7E_2CU7E_2CY7E"></a>respecto a la naturaleza. La forma del proceso social de vida, o lo que es lo mismo, del proceso material de producción, sólo se despojará de su halo místico cuando ese proceso sea obra de hombres libremente <a name="OP10_zSOIwKto"></a><a name="S432_socializados_socializadas"></a><span style="">socializados</span> y puesta bajo su mando consciente y <a name="OP10_6YGDMKHo"></a><a name="S433_m_ras"></a><span style="">ra</span><a name="OP10_6BOrsLoo">cional.</a> <a name="OP10_xAJqvLqo"></a><a name="S435_Islas2C_41ulas2C_salas2C_solas2C"></a><span style="">Mas,</span> para ello, la sociedad necesitará contar con una base material o con una serie de condiciones materiales de existencia, que son, a su vez, fruto natural de una larga y penosa evolución.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 18.05pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La economía política ha analizado, indudablemente, aunque de un modo imperfecto,<sup>34</sup> el concepto del valor y su magnitud, descubriendo el contenido que se escondía bajo estas formas. Pero no se le ha ocurrido preguntarse siquiera por qué este contenido reviste aquella forma, es decir, por qué el trabajo toma cuerpo <i style="">en el valor</i> y por qué la medida del trabajo según el tiempo de su duración se traduce en la <i style="">magnitud de valor</i> del producto del <a name="OP10_DYeVIRFv"></a><a name="S436_trabajosa_trabajosas_trabajoso"></a><span style="">trabajo.<sup>35</sup></span> <a name="OP10_KWMNLRHv"></a><a name="S437_Tratase_TrFFtese_Tentase_TrFFcese"></a><span style="">Trátase</span><a name="S457"></a><a name="S480_es2C"></a> de fórmulas que llevan estampado en la frente su estigma de fórmulas propias de un régimen de sociedad en que es el proceso de producción el que manda sobre el hombre, y no éste sobre el proceso de producción; pero la conciencia burguesa de esa sociedad las con<a name="OP11_XkobZMVp">sidera</a> como algo necesario por naturaleza, lógico y evidente como el propio trabajo productivo. Por eso, para ella, las formas <a name="OP11_z5vTjMeq">pre</a>burguesas del organismo social de producción son algo así como lo que para los padres de <st1:personname productid="la Iglesia" st="on">la Iglesia</st1:PersonName>, v. gr., las <a name="OP11_JmgjeObr"></a><a name="S490_religiones"></a><span style="">religiones</span> anteriores a <a name="OP11_DbU40PWs"></a><a name="S491_41ristoso_Tristones_Tristona"></a><span style="">Cristo.<sup>3</sup></span><sup>6</sup><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>Hasta <a name="OP11_yhZ7wJqm">qué</a> punto el fetichismo adherido al mundo de las <a name="OP11_roB4MJHm"></a><a name="S525_mar7E_mera_mero"></a><span style="">me</span><a name="OP11_U2QOsJon"></a><a name="S526_caricias_canelas2C_vencFFas2C"></a><span style="">rcancías,</span> o sea la apariencia <i style="">material </i>de las condiciones <i style="">sociales </i>del trabajo, empaña la mirada de no pocos economistas, lo prueba entre otras cosas esa aburrida y necia discusión acerca del <i style="">papel de la naturaleza </i>en la formación del valor de cambio. El valor de cambio no es más que una determinada manera social de expresar el trabajo invertido en un objeto y no puede, por tanto, contener materia alguna natural, como no puede contenerla, <i style="">v. gr.,</i> la <i style="">cotización</i> <a name="OP11_TOIGsOps"></a><a name="S527_cambiarFFa_cambiarFFa2E"></a><span style=""><i style="">cambiaria.</i></span><i style=""><o:p></o:p></i></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">La <i style="">forma mercancía </i>es la forma más general y rudimentaria de la <a name="OP11_ThXftQqt"></a><a name="S528_producciFFn"></a><span style="">producción</span> burguesa, razón por la cual aparece en la escena histórica muy pronto, aunque no con el carácter predominante y peculiar que hoy día tiene; por eso su fetichismo parece relativamente fácil de analizar. Pero al asumir formas mas concretas, se borra hasta esta apariencia de sencillez. ¿De dónde provienen las ilusiones del sistema monetario? El sistema monetario no veía en el oro y la plata, considerados como dinero, manifestaciones de un régimen social de producción, sino objetos naturales dotados de virtudes sociales maravillosas. Y los economistas modernos, que miran tan por encima del hombro al sistema monetario ¿no caen también, ostensiblemente, en el vicio del fetichismo, tan pronto corno tratan del <i style="">capital? </i>¿Acaso hace tanto tiempo que se ha desvanecido la ilusión <a name="OP11_9F4wyYvC">fisiocrática</a> de que la renta del suelo brotaba de la tierra, y no de la sociedad?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 17.8pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">Pero no nos adelantemos y limitémonos a poner aquí un ejemplo referente a la propia forma de las mercancías. Si éstas pudiesen hablar, dirían: es posible que nuestro valor de uso interese al hombre, pero el valor de uso no es atributo material nuestro. Lo inherente a nosotras, como tales <i style="">cosas</i>, es nuestro valor. Nuestras propias relaciones de mercancías lo demuestran. Nosotras sólo nos relacionamos las unas con las otras como valores de cambio. Oigamos ahora cómo habla el economista, leyendo en el alma de la mercancía: el <i style="">valor </i>(valor de cambio) es un <i style="">atributo de las cosas, </i>la riqueza (valor de uso) un atributo del hombre. El valor, con<a name="OP12_Ta71ZMVq">siderado</a> en este sentido, implica necesariamente el cambio; la <a name="OP12_8XBNjMeq"></a><a name="S542"></a><span style="">r</span><a name="OP12_T1xPZNVr">iqueza,</a> <a name="OP12_aQoG1NXr"></a><a name="S544"></a><span style="">no.<sup>37</sup></span> “La riqueza (valor de uso) es atributo del <i style="">hombre; el valor, atributo de las mercancías. </i>Un hombre o una sociedad son <a name="OP12_dfA40PWs"><i style="">ricos;</i></a><i style=""> </i>una perla o un diamante son <i style="">valiosos... </i>Una perla o un diamante encierran <i style="">valor como tal perla o diamante.</i>”<sup>38</sup> <a name="OP12_vMZChPct"></a><a name="S546_U"></a><span style="">Hasta</span> hoy, <a name="OP12_VFPDZQVu"></a><a name="S547_NingFFn_ningFFn"></a><span style="">ningún</span> químico ha logrado descubrir valor de cambio en el diamante o en la perla. Sin embargo, los descubridores económicos de esta sustancia química, jactándose de su gran sagacidad crítica, entienden que el valor de uso de las cosas es independiente de sus cualidades materiales y, en cambio, su valor inherente a ellas. Y en esta opinión los confirma la peregrina circunstancia de que el hombre realiza el valor de uso de las cosas <i style="">sin cambio, </i>en un plano de relaciones directas con ellas, mientras que el valor sólo se realiza me<a name="OP12_1gC8ZWVz"></a><a name="S548"></a><span style="">diante</span> el <i style="">cambio, </i>es decir, en un proceso <i style="">social</i>. Oyendo esto, se acuerda uno de aquel buen <a name="OP12_HQvO8W5A">Dogberry,</a> cuando le decía a <a name="OP12_NITzhWdA"></a><a name="S550"></a><span style="">Seacoal,</span> el sereno: “La traza y la figura las dan las <a name="OP12_5AkhdXbA"></a><a name="S551"></a><span style=""><i style="">circunstanci</i></span><a name="S552"></a><i style="">as</i>, pero el saber leer y escribir es un don <i style="">de la </i>naturaleza.”<sup>39</sup><b style=""><o:p></o:p></b></span></p> <p class="MsoNormal"><b style=""><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></b></p> <p class="MsoNormal" style="margin-left: 42.55pt;"><a name="OP12_hnigAKyn"></a><a name="S568"></a><span style=""><span style="" lang="ES-AR"><span style=""> </span></span></span><a name="S896"></a><span style="" lang="ES-AR"><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 9.6pt;" align="center"><b style=""><u><span style="font-size: 16pt;" lang="ES-AR">Notas al pie del Cap. I<o:p></o:p></span></u></b></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">1 Carlos Marx, Contribución a la crítica de la economía política. Berlín, 1859, p. 3.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">2 "Apetencia implica necesidad; es el apetito del espíritu, tan natural en éste corno el hambre en el cuerpo ... La mayoría (de las cosas) tiene un valor por el hecho de satisfacer las necesidades del espíritu" (Nicolás Barbon, A Discourse on coining the new money lighter, ín answer to Mr. Locke Considorations, etc. Londres, 1696, pp. 2, 3. (1)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">3 "Las cosas tienen una virtud interna (Vertue es, en Barbon, el término específico para designar el valor de uso), virtud que es siempre y en todas partes la misma, al modo como la del imán de atraer el hierro." (Barbon, A Discourse on coining the new money lighter, p. 6.) Sin embargo, la propiedad del imán de atraer el hierro no fue útil hasta que por medio de ella se descubrió la polaridad magnética<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">4 "El valor natural (natural worth) de todo objeto consiste en su capacidad para satisfacer las necesidades elementales de la vida humana o para servir a la co¬modidad del hombre" (John Locke, Some Considerations on the Consequences of the lowering of interest (2). 1691, en Works, ed. Londres, 1777, vol. II, p. 28). En los escritores ingleses del siglo XVII es corriente encontrarse todavía con dos términos distintos para designar el valor de uso y el valor de cambio, que son los de "worth" y “value” “respectivamente, como cuadra al espíritu de una lengua que gusta de expresar la idea directa con un término germánico y la idea refleja con un término latino.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">5 En la sociedad burguesa, reina la fictio juris (3) de que todo comprador de mercancías posee conocimientos enciclopédicos acerca de éstas.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">6 "El valor consiste en la proporción en que se cambia un objeto por otro. una determinada cantidad de un producto por una determinada cantidad de otro” ¬(Le Trosne. De l´intéret social. Physiocrates (4), ed. Daire, París, 1846, p. 889).<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">7 “Nada puede encerrar un valor de cambio intrínseco” (N. Barbon, A Dis¬course on coining the new money lighter, p. 6. 0, como dice Butler:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>The value of a thing<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>Is just as much as it will bring. (6)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">8 “One sort of wares are as good as another, if the value be equal. There is no difference or distinction in things of equal value . .”Y Barbon continua: “...100 libras esterlinas de plomo o de hierro tienen exactamente el mismo valor de cambio que <st1:metricconverter productid="100 libras" st="on">100 libras</st1:metricconverter> esterlinas de plata o de oro." ("One hundred pounds worth of lead or iron, is of as great a value as one hundred pounds worth of silver and gold.") A Discourse on coining the new money lighter, pp. 53 y 7.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">9 Nota a la 2° edici6n. "The value of them (the necessaries of life) when they are exchanged the one for another, is regulated by the quantity of labour necessarily required and commonly taken in producing them" (Some Thoughts on the Interest of Money in general. and particularly in the Public Funds, etc., Londres. p. 36). Esta notable obra anónima del siglo pasado no lleva fecha de publicación. Sin embargo, de su contenido se deduce que debió de ver la luz bajo el reinado de Jorge II, hacia los años 1739 ó 1740.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">10 "Los productos del mismo trabajo forman un todo, en rigor, una sola masa, cuyo precio se determina de un modo general y sin atender a las circunstan¬cias del caso concreto." (Le Trosne, De<span style=""> </span>l’Interet Social, p. 983.)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">11 Carlos Marx, Contribución a la crítica de la economía política, p. 6.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">12 Nota a la 4°ed. He añadido lo que aparece entre paréntesis para evitar el error, bastante frecuente, de los que creen que Marx considera mercancía, sin más, todo producto consumido por otro que no sea el propio productor. –F. E.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">13 Carlos Marx, Contribución a la crítica de la economía,<span style=""> </span>pp. 12,<span style=""> </span>13 y ss<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">14 “Los fenómenos del universo, ya los provoque la mano del hombre, ya se hallen regidos por las leyes generales de la naturaleza, no representan nunca una verdadera creación de la nada, sino una simple transformación de la materia. Cuando el espíritu humano analiza la idea de la reproducción, se encuentra siempre, constantemente, como únicos de uso, si bien el autor, en esta su polémica contra los fisíócratas, no sabe él mismo a ciencia cierta a qué clase elementos. con las operaciones de asociación y disociación; exactamente lo mismo acontece con la reproducción del valor (valore, valor de uso, si bien el autor, en esta su polémica contra los fisiócratas, no sabe él mismo a ciencia cierta a qué clase de valor se refiere) y de la riqueza, cuando la tierra, el aire y el agua se transforman en trigo sobre el campo o cuando, bajo la mano del hombre, la secreción viscosa de un insecto se convierte en seda o unas cuantas piezas de metal se ensamblan para formar un reloj de repetición" (Pietro Verri. Meditazíoni sulla Economía Política, obra impresa por vez primera en 1773, Economistas ita¬lianos, ed. Custodi, Parte Moderna, vol. XV, p. 22.)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">15 Ver Hegel, Philosophie des Rechts, Berlín, 1840, p. <st1:metricconverter productid="250 f" st="on">250 f</st1:metricconverter> 190.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">16 Advierta el lector que aquí no nos referimos al salario o valor abonado al obrero por un día de trabajo, supongamos, sino al valor de las mercancías en que su jornada de trabajo se traduce. En esta primera fase de nuestro estudio, es como sí la categoría del salario no existiese.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">17 Nota a la 2° ed. Para probar "que el trabajo es la única medida definitiva y real por la que puede apreciarse y compararse en todos los tiempos y en todos los lugares el valor de todas las mercancías", dice A. Smith: "Cantidades iguales de trabajo poseen siempre el mismo valor para el obrero, en todos los tiempos y en todos los lugares. En su estado normal de salud, fuerza y diligencia y supuesto en él el grado medio de destreza, el obrero tiene que sacrificar siempre la misma can¬tidad de descanso, libertad y dicha." (Wealth of Nations, t. I, cap. 5 [ed. E. G.]. Wakefield. Londres, 1836. t. I, pp 104, s.). De una parte. A. Smith confunde aquí (aunque no siempre) la determinación del valor por la cantidad de trabajo invertida en la producción de la mercancía con la determinación de los valores de las mercancías por el valor del trabajo, pretendiendo por tanto demostrar que a canti¬dades iguales de trabajo corresponde siempre un valor igual. De otra parte, pre¬siente que el trabajo, en cuanto materializado en el valor de las mercancías, sólo interesa como gasto de fuerza de trabajo, pero vuelve a concebir este acto simple¬mente como un sacrificio del descanso, la libertad y la dicha del obrero, y no como una función normal de vida. Claro está que, al decir esto, se refiere al obrero asa¬lariado moderno. Mucho más acertado anda el precursor anónimo de A. Smith citado en la p. 44 n. 9, cuando dice: “Una persona invierte una semana en pro¬ducir un objeto útil ... Si otra le da a cambio de él otro objeto, no dispondría de medida mejor para apreciar la verdadera equivalencia entre los dos objetos que calcular cuál de los que posee le ha costado el mismo trabajo (labour) y el mismo tiempo. Lo cual quiere decir, en realidad, que el trabajo que una persona ha em¬pleado en su producto durante un determinado período de tiempo se cambia por el trabajo que la otra ha invertido en otro objeto durante un período de tiempo igual." (Some Thoughts on the Interest of money etc., p. 39.) (Nota a la 4° ed. El idioma inglés tiene la ventaja de poseer dos términos dis¬tintos para designar estos dos aspectos distintos del trabajo. El trabajo que crea valores de uso y se determina cualitativamente recibe el nombre de work, para distinguirlo del trabajo que crea valor y sólo se mide cuantitativamente, al que se da el nombre de labour. Véase nota a la edición inglesa, p. 14.–F. E.)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">18 Los pocos economistas que, como S. Bailey, se han ocupado de analizar la forma del valor, no han conseguido llegar a ningún resultado positivo; en primer lugar, porque confunden la forma del valor con el valor, y en segundo lugar porque, influidos burdamente por el criterio del burgués práctico, se limitan desde el primer momento a enfocar exclusivamente la determinabilidad cuantitativa del valor. “La posibilidad de disponer de una cantidad... es lo que constituye el valor” (Money and its Vicissitudes. Londres, 1837, p. 11. Autor, S. Bailey).<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">19 Nota a la 2° ed. Uno de los primeros economistas que comprendió, después de William Petty, la naturaleza del valor, el famoso Franklin, dice: “Puesto que el comercio no es sino el cambio de unos trabajos por otros, como más exactamente se determinará el valor de todos los objetos será tasándolos en trabajo”. (The Works of B. Franklin, etc., ed. Sparks, Boston, 1836, vol. II, p. 267.) Franklin no se da cuenta de que, al tasar en “trabajo” el valor de todos los objetos, hace abstrac¬ción de la diversidad de los trabajos que se cambian, reduciéndolos a un trabajo humano igual. No se da cuenta de ello, pero lo dice. Primero, habla de “unos tra¬bajos”, luego de “otros” y por último de “Trabajo” en general, como sustancia del valor de todos los objetos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">20 Al hombre le ocurre en cierto modo lo mismo que a las mercancías. Como no viene al mundo provisto de un espejo ni proclamando filosóficamente, como Fichte: “yo soy yo”, sólo se refleja, de primera intención, en un semejante. Para referirse a sí mismo como hombre, el hombre Pedro tiene que empezar refiriéndose al hombre Pablo como a su igual. Y al hacerlo así, el tal Pablo es para él, con pelos y señales, en su corporeidad paulina, la forma o manifestación que reviste el género hombre.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">21<span style=""> </span>Empleamos aquí la palabra “valor”, como ya hemos hecho más arriba alguna que otra vez, en la acepción de valor cuantitativamente determinado, o sea, como sinónimo de magnitud de valor.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">22 Nota a la 2° ed. Esta incongruencia entre la magnitud del valor y su ex¬presión relativa ha sido explotada por la economía vulgar con la perspicacia a que nos tiene acostumbrados. Por ejemplo: “Conceded tan sólo que A disminuye al aumentar B, objeto por el que aquél se cambia, aunque el trabajo invertido en A sea el mismo, y vuestro principio general de valor se derrumbará... Con sólo reconocer que por el mero hecho de que el valor de A experimente un aumento relativo respecto a B el valor de B disminuye relativamente respecto a A, se desmo¬rona el fundamento en que Ricardo basa toda su tesis de que el valor de una mer¬cancía depende siempre de la cantidad de trabajo materializado en ella. Pues, si al cambiar el costo de A no sólo cambia su propio valor en relación a B, o sea, el objeto por el que se cambia, sino que varía también relativamente el valor de B respecto al de A, a pesar de no operarse el menor cambio en la cantidad de trabajo necesario para la producción de B, no sólo se viene a tierra la doctrina que asegura que el valor de un artículo se regula por la cantidad de trabajo invertida en él, sino también la doctrina de que es el costo de producción de un artículo lo que regula su valor” (J. Broadhurst, Treatise on Political Economy, Londres, 1834. pá¬ginas 11 y 14). <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">El señor Broadhurst podría decir, con igual razón: Contemplemos los quebrados 10/20, 10/50, 10/100, etc. El 20<span style=""> </span>50<span style=""> </span>100<span style=""> </span>numerador 10 permanece invariable, y sin embargo,<span style=""> </span>su magnitud proporcional, o sea su magnitud con relación a los denominadores 20, 50, 100, disminuye constantemente. Esto echa por tierra el gran principio de que la magnitud de un número entero, por ejemplo 10, se “regula” por el número de unidades que contiene.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">23 Con estas determinaciones por efecto reflejo ocurre siempre una cosa cu¬riosa. Tal hombre es, por ejemplo, rey porque otros hombres se comportan respecto a él como súbditos. Pero ellos, a su vez creen ser súbditos porque el otro es rey.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">24 Nota a la 2° ed. F.D.A. Ferrier (subinspector de aduanas). Du Gouverne¬ment consideré dans ses rapports avec le commerce, París, 1805, y Charles Ganilh, Des Systemes de l’économie politique, 2° ed. París, 1821.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">25 Nota a la 2° ed. En Homero, por ejemplo, el valor de un objeto aparece expresado en una serie de objetos distintos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">26 Por eso se habla del valor del lienzo en levitas, cuando su valor se repre¬senta en estas prendas, de su valor en trigo, cuando se representa en trigo, etc. Estas expresiones indican que es su valor el que toma cuerpo en los valores de uso levita, trigo, etc.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">“El valor de toda mercancía expresa su proporción en el cambio; por eso podemos referirnos a él como a su. . . valor en trigo o en paño, según la mercancía con que lo comparemos; y por eso existen mil valores diversos, tantos como mer¬cancías, valores todos ellos que tienen, por consiguiente, tanto de reales como de imaginarios.” ("A Critical Dissertation on the Nature, Measure and Causes of Value: chiefly in reference to the writings of Mr. Ricardo and his followers.” By the Author of "Essays on the Formation etc. of Opinions”, Londres, 1825, p. 39). S. Bailey, autor de esta obra anónima, que en su tiempo levantó una gran polvareda en Inglaterra, cree haber descubierto todas las determinaciones conceptuales del valor con apuntar a las diversas y abigarradas expresiones relativas del valor de una misma mercancía. Por lo demás, la irritación con que hubo de atacarle la escuela ricardiana, por ejemplo en <st1:personname productid="la Westminster Review" st="on">la Westminster Review</st1:PersonName> es prueba de que, pese a sus propias limitaciones, este autor llegó a tocar algunos puntos vulnerables de la teoría ricardiana.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">27 La forma de objeto general directamente permutable no presenta al exterior ningún signo en que se revele la forma antitética de mercancía que en él se encierra, forma tan es del carácter negativo del otro polo. Cabría, por tanto, pensar que a todas las mercancías se puede imprimir a la vez el sello de objetos directa¬mente permutables, del mismo modo que cabría pensar que todos los católicos pue¬den convertirse en papas. Para el pequeño burgués, que ve en la producción de mercancías el non plus ultra de la libertad humana y de la independencia individual, seria muy grato, naturalmente, ver remediados los abusos que lleva consigo esta forma, entre ellos y muy principalmente el de la imposibilidad de que, todos los objetos sean directamente cambiables. A pintar esta utopía de filisteo se reduce el socialismo de Proudhon, que como hube de demostrar en otro lugar no puede pre¬sumir ni siquiera de originalidad, ya que tal socialismo fue desarrollado mucho antes de venir él, y bastante mejor, por Gray, Bray y otros. Lo cual no obsta para que esa sabiduría haga hoy verdaderos estragos entre ciertas gentes, bajo el nombre de “ciencia”. Jamás ninguna escuela ha prodigado la palabra “ciencia” más a troche y moche que la proudhoniana, pues sabido es que<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">“a falta de ideas, <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">se sale del paso con una palabreja”.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">28 Recuérdese cómo China y las mesas rompieron a bailar cuando todo el resto del mundo parecía estar tranquilo... pour encourager les autres. (12)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><span style=""> </span>29 Nota a la 2° ed. Los antiguos germanos calculaban las dimensiones de una yugada de tierra por el trabajo de un día, razón por la cual daban a la fanega el nombre de Tagwek (o Tagwanne) (jurnale o jurnalis, terra jurnalis, jurnalis o diornalis, en latín), Mannwerk, Mannshraft, Mannsmahd, Mannshauet, etc. Véase Jorge Luis von Maurer, Einleitung zur Geschichte der Mark–, Hof–, ustv, Verfassung, Munich, 1854, pp. 128 s.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">30 Nota a la 2° ed. Por tanto, cuando Galiani dice que el valor es una relación entre personas (“la ricchezza é una ragione tra due persone”), debería añadir: dis¬frazada bajo una envoltura material (Galiani, Della Moneta, p. 220, t. III de <st1:personname productid="la Colección" st="on">la Colección</st1:PersonName> “Scrittori Classic Italiani di Economía Política”, dirigida por Custodi. Parte Moderna. Milán, 1803).<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">31 “¿Qué pensar de una ley que sólo puede imponerse a través de revolucio¬nes periódicas? Trátase, en efecto, de una ley natural basada en la inconsciencia de los interesados”. (Federico Engels, “Apuntes para una crítica de la economía política”, en Deutsch–Franzosische Jahrbücher, dirigidos por Arnold Ruge y Carlos Marx, París, 1844.)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">32 Nota a la 2° ed. Tampoco en Ricardo falta la consabida estampa robinso¬niana. “Al pescador y al cazador primitivos nos los describe inmediatamente cam¬biando su pescado y su caza como poseedores de mercancías, con arreglo a la propor¬ción del tiempo de trabajo materializado en estos valores de cambio, E incurre en el anacronismo de presentar a su cazador y pescador primitivos calculando el valor de sus instrumentos de trabajo sobre las tablas de anualidades que solían utilizarse en 1817 en <st1:personname productid="la Bolsa" st="on">la Bolsa</st1:PersonName> de Londres. Los 'paralelogramos del señor Owen' parecen ser la única forma de sociedad que este autor conoce, fuera de la burguesa.” (Carlos Marx, Contribución a la crítica, etc., pp. 38 y 39.)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">33 Nota a la 2° ed. “Es un prejuicio ridículo, extendido en estos últimos tiempos, el de que la forma de la propiedad colectiva natural sea una forma específicamente eslava, más aún, exclusivamente rusa. Es la forma primitiva que encon¬tramos, como puede demostrarse, entre los romanos, los germanos y los celtas, y todavía hoy los indios nos podrían ofrecer todo un mapa con múltiples muestras de esta forma de propiedad, aunque en estado ruinoso algunas de ellas. Un estudio minucioso de las formas asiáticas, y especialmente de las formas indias de propiedad colectiva, demostraría cómo de las distintas formas de la propiedad colectiva na¬tural se derivan distintas formas de disolución de este régimen. Así por ejemplo, los diversos tipos originales de propiedad privada romana y germánica tienen su raíz en diversas formas de la propiedad colectiva india”. (Carlos Marx, Contri¬bución a la crítica, etc., p. 10.)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">34 Cuán insuficiente es el análisis que traza Ricardo de la magnitud del valor –y el suyo es el menos malo – lo veremos en los libros tercero y cuarto de esta obra. Por lo que se refiere al valor en general, la economía política clásica no dis¬tingue jamás expresamente y con clara conciencia de lo que hace el trabajo materializado en el valor y el que toma cuerpo en el valor de uso de su producto. De hecho, traza, naturalmente, la distinción, puesto que en un caso considera el trabajo cuantitativamente y en otro caso desde un punto de vista cualitativo. Pero no se le ocurre pensar que la simple diferencia cuantitativa de varios trabajos presupone su unidad o igualdad cualitativa, y por tanto, su reducción a trabajo humano abs¬tracto. Ricardo, por ejemplo, se muestra de acuerdo con Destutt de Tracy, cuando dice: “Siendo evidente que no tenemos más riqueza originaria que nuestras capa¬cidades físicas y espirituales, el uso de estas capacidades, una cierta especie de tra¬bajo, constituye nuestro tesoro originario; este uso es el que crea todas las cosas a que damos el nombre de riquezas... Además, es evidente que todas esas cosas no representan más que el trabajo que las ha creado, y si poseen un valor, o incluso dos valores distintos, es gracias al del (al valor del) trabajo de que brotan.” ([Destutt de Tracy, Eléments d'ideologie IV y V partes, París, 1826, pp. 35 y 36]. Véase Ricardo, The Principles of Political Economy, 3° ed., Londres, 1821, p. 334.) Advertimos de pasada que Ricardo atribuye a Destutt un sentido pro¬fundo que es ajeno a él. Es cierto que Destutt dice, de una parte, que todas aquellas cosas que forman la riqueza “representan el trabajo que las ha creado”, pero por otra parte dice que obtienen sus “dos valores distintos” (el valor de uso y el valor de cambio) del “valor del trabajo”. Cae por tanto en la simpleza de la economía vulgar, al presuponer el valor de una mercancía (aquí, el trabajo) para luego determinar, partiendo de él, el valor de las demás. Ricardo le interpreta en el sentido de que tanto el valor de uso como el valor de cambio representan trabajo (trabajo y no valor de éste). Pero ni él mismo distingue el doble carácter del trabajo, repre¬sentado de ese doble modo, como lo demuestra el que en todo el capítulo titulado “El valor y la riqueza, sus características distintivas”, no hace más que darle vueltas, fatigosamente, a las vulgaridades de un J. B. Say. Por eso, al terminar, se muestra completamente asombrado de que Destutt esté de acuerdo con él acerca del trabajo como fuente del valor, entendiéndose al mismo tiempo con Say al definir el concepto de éste.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">35 Uno de los defectos fundamentales de la economía política clásica es el no haber conseguido jamás desentrañar del análisis de la mercancía, y más especial¬mente del valor de ésta, la forma del valor que lo convierte en valor de cambio. Precisamente en la persona de sus mejores representantes, como Adam Smith y Ri¬cardo, estudia la forma del valor como algo perfectamente indiferente o exterior a la propia naturaleza de la mercancía. La razón de esto no está solamente en que el análisis de la magnitud del valor absorbe por completo su atención. La causa es más honda. La forma de valor que reviste el producto del trabajo es la forma más abstracta y, al mismo tiempo, la más general del régimen burgués de producción, caracterizado así corno una modalidad específica de producción social y a la par, y por ello mismo, como una modalidad histórica. Por tanto, quien vea en ella la forma natural eterna de la producción social, pasará por alto necesariamente lo que hay de específico en la forma del valor y, por consiguiente, en la forma mer¬cancía, 'que, al desarrollarse, conduce a la forma dinero, a la forma capital, etc.' He aquí por qué aun en economistas que coinciden totalmente en reconocer el tiempo de trabajo como medida de la magnitud del valor nos encontramos con las ideas más variadas y contradictorias acerca del dinero, es decir, acerca de la forma definitiva en que se plasma el equivalente general. Así lo revelan, por ejemplo, de un modo palmario, los estudios acerca de los Bancos, donde no bastan esas definiciones del dinero hechas de lugares comunes. De aquí que surgiese, por antítesis, un sistema mercantilista restaurado (Ganith, etc.), que no ve en el valor más que la forma social, o más bien su simple apariencia, desnuda de toda sustancia. Y, para decirlo de una vez por todas, advertiré que yo entiendo por economía política clásica toda la economía que, desde W. Petty, investiga la concatenación interna del régimen burgués de producción, a diferencia de la economía vulgar, que no sabe más que hurgar en las concatenaciones aparentes, cuidándose tan sólo de explicar y hacer gratos los fenómenos más abultados, si se nos permite la frase, y mascando hasta convertirlos en papilla para el uso doméstico de la burguesía los materiales suministrados por la economía científica desde mucho tiempo atrás, y que por lo demás se contenta con sistematizar, pedantizar y proclamar como verdades eternas las ideas banales y engreídas que los agentes del régimen burgués de producción se forman acerca de su mundo, corno el mejor de los mundos posibles.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">36 “Los economistas tienen un modo curioso de proceder. Para ellos, no hay más que dos clases de instituciones: las artificiales y las naturales. Las instituciones del feudalismo son instituciones artificiales; las de la burguesía, naturales. En esto se parecen a los teólogos, que clasifican también las religiones en dos categorías. Toda religión que no sea la suya propia, es invención humana: la suya, en cambio, revelación divina. Así, habrá podido existir una historia, pero ésta termina al llegar a nuestros días.” (Carlos Marx, Misére de <st1:personname productid="la Philosophie. Reponse" st="on">la Philosophie. Reponse</st1:PersonName> á la philosophie de <st1:personname productid="la Misére" st="on">la Misére</st1:PersonName> par M. Proudhon, 1847, p. 113). Hombre verdadera¬mente divertido es el señor Bastiat, quien se figura que los antiguos griegos y ro¬manos sólo vivían del robo. Mas, para poder vivir del robo durante tantos siglos, tiene que existir por fuerza, constantemente, algo que pueda robarse, o reprodu¬cirse incesantemente el objeto del robo. Es de creer, pues, que los griegos y los ro¬manos tendrían también un proceso de producción, y, por tanto, una economía, en que residiría la base material de su mundo, ni más ni menos que en la economía burguesa reside la base del mundo actual. ¿0 es que Bastiat piensa, acaso, que un régimen de producción basado en el trabajo de los esclavos es un régimen de pro¬ducción erigido sobre el robo como sistema? Sí lo piensa así, se situará en un terreno peligroso. Y sí un gigante del pensamiento como Aristóteles se equivocaba al en¬juiciar el trabajo de los esclavos, ¿por qué no ha de equivocarse también al enjuiciar el trabajo asalariado un pigmeo de la economía como Bastiat? Aprovecharé la ocasión para contestar brevemente a una objeción que se me hizo por un periódico alemán de Norteamérica al publicarse, en <st1:metricconverter productid="1859, mi" st="on">1859, mi</st1:metricconverter> obra Contribución a la crítica de la economía política. Este periódico decía que mi tesis según la cual el régimen de producción vigente en una época dada y las relaciones de producción propias de este régimen, en una palabra “la estructura económica de la sociedad, es la base real sobre la que se alza la supraestructura jurídica y política y a la que corres¬ponden determinadas formas de conciencia social” y de que “el régimen de produc¬ción de la vida material condiciona todo el proceso de la vida social, política y es¬piritual” era indudablemente exacta respecto al mundo moderno, en que predo¬minan los intereses materiales, pero no podía ser aplicada a <st1:personname productid="la Edad Media" st="on">la Edad Media</st1:PersonName>, en que reinaba el catolicismo, ni a Atenas y Roma, donde imperaba la política. En primer lugar, resulta peregrino que haya todavía quien piense que todos esos tópicos vul¬garísimos que corren por ahí acerca de <st1:personname productid="la Edad Media" st="on">la Edad Media</st1:PersonName> y del mundo antiguo son ignorados de nadie. Es indudable que ni <st1:personname productid="la Edad Media" st="on">la Edad Media</st1:PersonName> pudo vivir del catolicismo ni el mundo antiguo de la política. Lejos de ello, lo que explica por qué en una era fundamental la política y en la otra el catolicismo es precisamente el modo como una y otra se ganaban la vida. Por lo demás, no hace falta ser muy versado en la historia de la república romana para saber que su historia secreta la forma la historia de la propiedad territorial. Ya Don Quijote pagó caro el error de creer que la caballería andante era una institución compatible con todas las formas económicas de la sociedad.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">37 “Value is a property of things, riches of men. Value, in this sense, necessarily implies exchange, riches do not”. Observations on certain verbal disputes in Political Economy, particularly relating to value and to demand and supply. Londres, 1821, p. 16.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">38 “Riches are the attribute of man, value is the attribute of commodities. A man or a community is rich, a pearl or a diamond is valuable... A pearl or a diamond is valuable as a pearl or a diamond.” S. Bailey, A Critical Dissertation, etc., p. 165.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR"><o:p> </o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 9.6pt;"><span style="font-size: 12pt;" lang="ES-AR">39 El autor de las “Observations” y S. Bailey reprochan a Ricardo el haber convertido el valor de cambio de un valor puramente relativo en algo absoluto. Todo lo contrario. Es él quien reduce la aparente relatividad que poseen estos objetos, los diamantes y las perlas por ejemplo, considerados como valores de cambio, a la verdadera relación que se esconde detrás de esa apariencia, a su relatividad como simples expresiones que son del trabajo humano. Y si los ricardianos con¬testan a Bailey bastante groseramente, pero sin argumentos decisivos, es sencillamente porque el propio Ricardo no les orienta acerca del enlace interno que existe entre el valor y la forma del valor o valor de cambio.<o:p></o:p></span></p>Seminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5264498703070482728.post-85293096151313400562008-04-14T17:31:00.000-07:002008-04-14T17:32:23.716-07:00El método de la economía política<p style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Verdana;">KARL MARX:</span></b></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">OME 21. Edit. Crítica, Barcelona, 1977 (pp. 24-36). Ed. dirigida por Manuel Sacristán Luzón</span></p> <h1 style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Introducción</span></h1> <h2 style="text-align: justify;"><i><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">El método de la economía política</span></i></h2> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">3 ) El método de la economía política</span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Cuando consideramos un país dado desde el punto de vista económico-político comenzamos con su población, con su distribución en clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferentes ramas de la producción, exportación e importación, producción y consumo anual, precios de las mercancías, etc. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Parece correcto empezar por lo real y concreto, con el presupuesto efectivo; y en consecuencia, empezar, por ejemplo, en la economía con la población, que es el fundamento y sujeto de todo acto de producción social. Sin embargo, ante un examen más detenido, esto se manifiesta como falso. La población es una abstracción, si dejo, por ejemplo, de lado las clases de las que se compone. Estas clases son a su vez una palabra vacía, si no conozco los elementos sobre las que descansan. Por ejemplo, trabajo asalariado, capital, etc. Éstos presuponen cambio, división del trabajo, precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo asalariado, sin valor, dinero, precio, etc. Si comenzara, por lo tanto, con la población, esto sería una representación caótica de la totalidad y mediante una determinación más precisa llegaría analíticamente a conceptos cada vez más simples; de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles, hasta alcanzar las determinaciones más simples. A partir de aquí habría que emprender de nuevo el viaje a la inversa, hasta llegar finalmente de nuevo a la población, pero esta vez no como una representación caótica de un todo, sino como una totalidad rica de múltiples determinaciones y relaciones. El primer camino es el que tomó históricamente la economía en sus comienzos. Los economistas del siglo XVII, por ejemplo, comienzan siempre con la totalidad viva, con la población, con la nación, con el estado, con varios estados, etc.; pero siempre acaban descubriendo mediante el análisis algunas relaciones generales abstractas determinantes, como división del trabajo, dinero, valor, etc. Tan pronto como estos momentos aislados fueron más o menos fijados y abstraídos, comenzaron los sistemas económicos, que se elevaban de lo simple, como el trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de cambio, hasta el Estado, cambio entre las naciones y el mercado mundial. Este último es evidentemente el método científicamente correcto. Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de muchas determinaciones, porque es, por lo tanto, unidad de lo múltiple. En el pensamiento lo concreto aparece, consiguientemente, como proceso de síntesis, como resultado, y no como punto de partida, a pesar de que es el punto de partida real y, en consecuencia, también el punto de partida de la intuición y la representación. En el primer camino la representación completa se volatiliza en una determinación abstracta; en el segundo las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento. De ahí que Hegel cayera en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento que se concentra en sí mismo, profundiza en sí mismo y se mueve a partir de sí mismo, mientras que el método de elevarse de lo abstracto a lo concreto sólo es la manera que tiene el pensamiento de apropiarse lo concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual. Pero en modo alguno se trata del proceso de génesis de lo concreto mismo. Por ejemplo, la categoría económica más simple, como, por ejemplo, el valor de cambio, presupone la población, y la población que produce dentro de determinadas relaciones; presupone también un cierto tipo de sistema familiar, o comunitario o político, etc. El valor de cambio no puede existir más que como relación abstracta y unilateral de un todo vivo, concreto, ya dado. Por el contrario, en cuanto categoría el valor de cambio tiene una existencia antediluviana. Para la conciencia, por lo tanto -y la conciencia filosófica está determinada de esta forma-, para la cual el pensamiento pensante es el hombre real y, en consecuencia, sólo es real el mundo pensado en cuanto tal -el movimiento de las categorías se presenta como el auténtico acto de producción-, el cual desgraciadamente sólo recibe un impulso desde fuera cuyo resultado es el mundo; y esto sólo es correcto -pero es a su vez una tautología- en la medida en que la totalidad concreta, en cuanto totalidad de pensamiento, es en realidad un producto del pensamiento, de la concepción; pero, en modo alguno, es el producto del concepto que se piensa y se engendra a sí mismo al margen de y por encima de la intuición y de la representación, sino el producto de la elaboración de la intuición y de la representación en conceptos. La totalidad, tal como se presenta en la mente como una totalidad de pensamiento, es un producto de la mente que piensa, que se apropia del mundo de la única forma que le es posible, una forma que es diferente de la apropiación artística, religiosa, práctico-espiritual del mundo. El sujeto real continúa manteniendo antes como después su autonomía fuera de la mente; al menos, en tanto la mente se comporta exclusivamente de forma especulativa, teórica. En consecuencia, también en el método teórico el sujeto, la sociedad, tiene que estar siempre presente como presupuesto de la representación. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Pero estas categorías simples, ¿no tienen también una existencia histórica o natural anterior a la de las categorías más concretas? <i>Ça depend</i>. Por ejemplo, Hegel</span> <sup><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">1</span></sup><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;"> comienza de forma correcta <st1:personname productid="la Filosof■a" st="on">la Filosofía</st1:PersonName> del Derecho con la posesión, en cuanto la relación jurídica más simple del sujeto. Pero no existe ninguna posesión antes de la familia, o antes de las relaciones de dominación y servidumbre, que son relaciones mucho más concretas. Por el contrario, sería correcto decir que existen familias y tribus, que sólo poseen, pero que no tienen propiedad. La categoría más simple se presenta, por lo tanto, como relación de simples comunidades familiares o tribales respecto de la propiedad. En la sociedad de un nivel superior se presenta como la relación más simple de una organización desarrollada. Pero el sustrato más concreto, cuya relación es la posesión, está siempre presupuesto. Uno puede representarse a un salvaje aislado que posee. Pero entonces la posesión no es ninguna relación jurídica. Es incorrecto que la posesión se desarrolla históricamente hasta la familia. <sup>2</sup> Ella presupone más bien y siempre esta «categoría jurídica más concreta». Sin embargo, permanece siempre el hecho de que las categorías simples son expresiones de relaciones, en las cuales puede haberse realizado lo concreto menos desarrollado, sin que haya sido producida todavía la relación o conexión multilateral que está expresada espiritualmente en la categoría más concreta; mientras que lo concreto más desarrollado conserva a estas mismas categorías en cuanto relación subordinada. El dinero puede existir y ha existido históricamente, antes de que existiera el capital, antes de que existieran los bancos, antes de que existiera el trabajo asalariado, etc. Desde este punto de vista puede decirse, por lo tanto, que las categorías más simples pueden expresar relaciones dominantes de un todo menos desarrollado, o relaciones subordinadas de un todo más desarrollado, las cuales ya tenían existencia histórica, antes de que el todo se desarrollara en el sentido expresado en una categoría más concreta. En este sentido, el camino del pensamiento abstracto, que se eleva de lo más simple a lo complejo, correspondería al proceso histórico real. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Por otra parte, se puede decir que existen formas de sociedad muy desarrolladas y, sin embargo, históricamente inmaduras, en las cuales tienen lugar las formas más elevadas de la economía, como por ejemplo, la cooperación, una división del trabajo desarrollada, etc., sin que exista dinero alguno, por ejemplo, Perú. <sup>3</sup> También entre las comunidades eslavas el dinero y el cambio que lo condiciona no aparece en absoluto, o sólo en escasa medida, dentro de cada comunidad, sino en sus fronteras, en el tráfico con otras comunidades; así pues, es en general falso colocar el cambio en el centro de la comunidad, como si fuera el elemento constitutivo originario. Al principio, aparece más bien antes en la relación de las diferentes comunidades entre sí, que para los miembros de una única y misma comunidad. Más aún: a pesar de que el dinero desempeña un papel desde muy pronto y en todos los sentidos, sin embargo, en la antigüedad como elemento dominante pertenece exclusivamente a naciones determinadas unilateralmente, a las naciones comerciales. E incluso en la antigüedad más desarrollada, entre los griegos y los romanos, su pleno desarrollo, que está presupuesto en la moderna sociedad burguesa, sólo aparece en el período de su disolución. Por lo tanto, esta categoría completamente simple no se presenta históricamente en su intensidad más que en las condiciones más desarrolladas de la sociedad. Pero sin permear, en modo alguno, todas las relaciones económicas. Por ejemplo, en el Imperio Romano, en su máximo desarrollo, los impuestos en especie y las prestaciones en especie continuaron siendo el fundamento del mismo. El sistema monetario propiamente dicho sólo se desarrolla allí por completo en el ejército. No llegó nunca a alcanzar a la totalidad del trabajo. Así, a pesar de que la categoría más simple puede haber existido históricamente antes que la más concreta, en su pleno desarrollo intensivo y extensivo, sin embargo puede pertenecer precisamente a una forma de sociedad compleja, mientras que la categoría más concreta estaba ya plenamente desarrollada en una forma de sociedad menos desarrollada. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">El trabajo parece una categoría completamente simple. También la representación del mismo en esta generalidad momo trabajo en general- es antiquísima. Sin embargo, considerado en esta simplicidad, desde el punto de vista económico, el «trabajo» es una categoría tan moderna como las relaciones que engendran esta abstracción simple. El monetarismo, por ejemplo, pone la riqueza de forma totalmente objetivada, como cosa fuera de sí mismo, en el dinero. Frente a este punto de vista fue un gran progreso, cuando el sistema manufacturero o comercial trasladó la fuente de la riqueza del objeto a la actividad subjetiva -el trabajo comercial o manufacturero-, si bien concibió siempre esta actividad en el aspecto limitado de creadora de dinero. Frente a este sistema, también constituyó un gran progreso el sistema fisiocrático, que considera una forma determinada del trabajo -la agricultura- como la creadora de riqueza, y no considera al objeto mismo en el disfraz del dinero, sino al producto en general, como resultado general del trabajo. Este producto, de acuerdo con el carácter limitado de la actividad, es considerado todavía como un producto determinado naturalmente momo producto de la agricultura, como producto de la tierra par excellence. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Fue un inmenso progreso el de Adam Smith al rechazar todo carácter determinado de la actividad creadora de riqueza, y considerarla como trabajo a secas; ni como trabajo manufacturero, ni como trabajo comercial, ni como trabajo agrícola, sino tanto el uno como el otro. Con la generalidad abstracta de la actividad creadora de riqueza se presenta ahora también la generalidad del objeto determinado como riqueza, como producto en general o como trabajo en general, pero como trabajo pasado, como trabajo objetivado. La dificultad y magnitud de esta transición se pone de manifiesto en el hecho de cómo el mismo Adam Smith recae a veces de nuevo en el sistema fisiocrático. Ahora podría parecer que de esta forma se habría encontrado la expresión más abstracta para la relación más antigua y más simple, en la que los hombres aparecen como productores, cualquiera que sea la forma de sociedad. Esto es correcto desde un punto de vista. Pero no lo es desde otro. La indiferencia frente a una determinada clase de trabajo presupone una totalidad muy desarrollada de trabajos reales, ninguno de los cuales domina a todos los demás. Así, las abstracciones más generales sólo surgen en general con el desarrollo concreto más rico, donde un elemento se presenta como lo común a muchos, como lo común a todos. Entonces deja de poder ser pensado exclusivamente en una forma particular. Por otra parte, esta abstracción del trabajo en general no es sólo el resultado ideal de una totalidad concreta de trabajos. La indiferencia frente al trabajo determinado corresponde a una forma de sociedad, en la que los individuos pasan con facilidad de un trabajo a otro y en la que el género determinado del trabajo es para ellos casual y, por lo tanto, indiferente. El trabajo se ha convertido aquí no sólo en cuanto categoría, sino en la realidad en el instrumento para la creación de la riqueza en general, y como determinación ha dejado de formar una unidad con los individuos como una particularidad suya. Una tal situación está más desarrollada que en ningún lado en la forma de existencia más moderna de las sociedades burguesas, en los Estados Unidos. Sólo aquí, por lo tanto, la abstracción de la categoría «trabajo», «trabajo en general», «trabajo sans phrase», que es el punto de partida de la economía moderna, deviene verdadera en la práctica. Por lo tanto, la abstracción más simple que la economía moderna coloca en la cúspide, y que expresa una relación antiquísima y válida para todas las formas de sociedad, se presenta, sin embargo, en esta abstracción, como verdadera en la práctica sólo en cuanto categoría de la sociedad más moderna. Se podría decir que lo que en los Estados Unidos se presenta como un producto histórico -esta indiferencia frente a un trabajo determinado- se presenta entre los rusos, por ejemplo, como una disposición natural. Sólo que en primer lugar existe una endiablada diferencia entre bárbaros con disposición para ser utilizados para todo, y civilizados que se dedican a todo. Y además entre los rusos a esta indiferencia frente al carácter determinado del trabajo corresponde la sujeción tradicional a un trabajo completamente determinado, del cual sólo son expulsados mediante influencias externas. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Este ejemplo del trabajo muestra de manera evidente cómo las mismas categorías más abstractas, a pesar de su validez -precisamente a causa de su abstracción- para todas las épocas, sin embargo, en la determinación de esta abstracción misma son producto de relaciones históricas y s6lo poseen plena validez para y dentro de estas relaciones. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">La sociedad burguesa es la organización histórica de la producción más desarrollada y compleja. Las categorías que expresan sus relaciones, la comprensión de su organización, permiten comprender al mismo tiempo la organización y las relaciones de producción de todas las formas de sociedad pasadas, con cuyas ruinas y elementos ella ha sido edificada, de los cuales ella continúa arrastrando en parte consigo restos todavía no superados, mientras que meros indicios han desarrollado en ella todo su significado. En la anatomía del hombre está la clave para la anatomía del mono. Los indicios de las formas superiores en las especies animales inferiores sólo pueden ser comprendidos cuando la forma superior misma ya es conocida. La economía burguesa suministra, por lo tanto, la clave de la economía antigua, etc. Pero, en modo alguno, de la forma en que proceden los economistas, que cancelan todas las diferencias históricas y ven en todas las formas de sociedad la forma burguesa. Se puede comprender el tributo, el diezmo, etc., cuando se conoce la renta de la tierra. Pero hay que no identificarlas. Puesto que además la misma sociedad burguesa no es más que una forma antagónica del desarrollo, determinadas circunstancias de formas anteriores se presentan en ella con frecuencia sólo de manera totalmente atrofiada o completamente caricaturizada. Por ejemplo, la propiedad comunal. En consecuencia, si es verdad que las categorías de la economía burguesa poseen una cierta validez para todas las demás formas de sociedad, est9 ha de ser aceptado <i>cum grano salis</i>. Ellas pueden contener dichas formas de un modo desarrollado, atrofiado, caricaturizado, etc., pero la diferencia será siempre esencial. El llamado desarrollo histórico descansa en general en el hecho de que la última forma considera a las formas pasadas como estadios que conducen a ella misma; y, puesto que ella rara vez y sólo en condiciones completamente determinadas es capaz de criticarse a sí misma -aquí no se habla en absoluto de aquellos períodos históricos que se presentan a sí mismos como la época de decadencia-, las concibe siempre de forma unilateral. La religión cristiana sólo fue capaz de contribuir a la comprensión objetiva de las mitologías anteriores cuando estuvo dispuesta, <i>δύναμέί</i>, por así decirlo, a realizar su autocrítica hasta un cierto punto. Así también, la economía burguesa sólo llegó a la comprensión de la sociedad feudal, antigua, oriental, cuando comenzó la autocrítica de la sociedad burguesa. En la medida en que la economía burguesa no se identifica pura y simplemente de forma mitológica con el pasado, su crítica de formas de sociedad anteriores, por ejemplo, de la feudal, con la que todavía tuvo que luchar directamente, se asemeja a la crítica que el cristianismo realizó al paganismo, o también el protestantismo al catolicismo. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Como en general en toda ciencia histórica, social, en el desarrollo de las categorías económicas hay que tener siempre presente que, como en la realidad, así también en la mente, el sujeto -aquí la moderna sociedad burguesa- está ya dado, y que las categorías sólo expresan, en consecuencia, formas de ser, determinaciones existenciales, a menudo sólo aspectos particulares de esta sociedad determinada, de este sujeto, y que, por lo tanto, incluso desde un punto de vista científico ella no empieza en modo alguno en el momento en que se empieza a hablar de ella en cuanto tal. Esto hay que tenerlo presente porque ofrece elementos decisivos para la división de nuestro estudio. Por ejemplo, nada parece más natural que empezar con la renta de la tierra, con la propiedad de la tierra, ya que está ligada a la tierra, que es la fuente de toda producción y de toda existencia, así como a la primera forma de producción de todas las sociedades consolidadas en cierta medida, a la agricultura. Y sin embargo, nada sería más erróneo. En todas las formas de sociedad hay una producción determinada que asigna a todas las demás su rango e influencia, y cuyas circunstancias, por lo tanto, asigna también a todas las demás circunstancias su rango e influencia. Es una iluminación general en la que se sumergen todos los demás colores y que los modifica en su particularidad. Es un éter particular que determina el peso específico de todas las formas de existencia que destacan en él. Por ejemplo, entre los pueblos pastores (los pueblos simplemente cazadores o pescadores están fuera del punto en el que empieza el desarrollo real). Entre éstos aparece cierta forma de agricultura esporádica. La propiedad de la tierra está determinada por este hecho. La propiedad es común y conserva esta forma más o menos, según que estos pueblos se mantengan más o menos firmes en sus tradiciones, por ejemplo, la propiedad común entre los eslavos. En los pueblos de agricultura sedentaria -y esta sedentariedad es ya un gran nivel-, en los que la agricultura domina, como entre los antiguos o en la sociedad feudal, la industria misma y su organización y las formas de propiedad que le corresponden tienen en mayor o menor medida el carácter de propiedad de la tierra; o bien dependen por completo de la propiedad de la tierra, como entre los antiguos romanos, o bien, como en <st1:personname productid="la Edad Media" st="on">la Edad Media</st1:PersonName>, reproducen en la ciudad la organización del campo y sus relaciones. El capital mismo en <st1:personname productid="la Edad Media" st="on">la Edad Media</st1:PersonName> -en la medida en que no es un puro capital dinerario- como instrumento artesanal tradicional, etc., tiene este carácter de propiedad de la tierra. En la sociedad burguesa es a la inversa. La agricultura deviene cada vez más una mera rama de la industria, y está totalmente dominada por el capital. Lo mismo la renta de la tierra. En todas las formas en las que la propiedad de la tierra domina, la relación con la naturaleza es la dominante. En aquellas en las que domina el capital, el elemento social, producido históricamente, es el dominante. La renta de la tierra no puede ser comprendida sin el capital. El capital, sin embargo, puede ser comprendido sin la renta de la tierra. El capital es el poder económico de la sociedad burguesa que lo domina todo. Tiene que constituir tanto el punto de partida como el punto de llegada y tiene que ser desarrollado antes que la propiedad de la tierra. Después de haber sido considerados ambos en particular, habrá que considerar su relación recíproca. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Sería, por lo tanto, impracticable y erróneo presentar la sucesión de las categorías económicas en el orden en que fueron históricamente determinantes. Su orden de sucesión está más bien determinado por la relación que tienen entre sí en la moderna sociedad burguesa, y que es exactamente el inverso de aquel que se presenta como natural o que corresponde al orden del desarrollo histórico. No se trata de la disposición que adoptan históricamente las relaciones económicas en la sucesión de las diferentes formas de sociedad. Aún menos de su sucesión «en la idea» <i>(Proudhon) </i>(una representación nebulosa del movimiento histórico). Sino de su articulación dentro de la sociedad burguesa moderna.</span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">La pureza (la determinación abstracta) en la que se presentan los pueblos comerciantes -fenicios, cartagineses- en el mundo antiguo, está dada precisamente por el predominio de los pueblos agrícolas. El capital comercial o el capital monetario se presenta, precisamente en esta abstracción, allí donde el capital no es todavía el elemento dominante de las sociedades. Los judíos, los lombardos, asumen esta posición frente a las sociedades medievales que practican la agricultura. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Como un ejemplo más de la posición diferente que asumen las mismas categorías en los diferentes estadios de la sociedad, una de las últimas formas de la sociedad burguesa: joint-stock-companies «sociedades por acciones. Sin embargo, aparecen también en sus comienzos en las grandes compañías comerciales privilegiadas y gozando de una situación de monopolio. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">El concepto mismo de riqueza nacional se insinúa entre los economistas del siglo XVII -una representación que en parte continúa entre los del XVIII- de una forma tal que la riqueza parece creada exclusivamente para el Estado, mientras que su poder parece ser proporcional a esta riqueza. <sup>4</sup> Ésta era una forma todavía inconscientemente hipócrita en la que la riqueza misma y la producción de la riqueza se anunciaba como la finalidad de los estados modernos, los cuales eran considerados exclusivamente en cuanto instrumento para la producción de la riqueza. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">La división de la materia ha de ser efectuada evidentemente de forma tal que se estudie: 1) las determinaciones abstractas generales que corresponden, por lo tanto, en mayor o menor medida, a todas las formas de sociedad, pero en el sentido antes indicado. 2 ) Las categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad burguesa y sobre las que descansan las clases fundamentales. Capital, trabajo asalariado, propiedad de la tierra. Su relación recíproca. Ciudad y campo. Las tres grandes clases sociales. Cambio entre ellas. Circulación. Crédito (privado). 3) Resumen de la sociedad burguesa en la forma de Estado. Considerado en relación consigo mismo. Las clases «no productivas». Impuestos. Deuda pública. La población. Las colonias. Emigración. 4) Relaciones internacionales de la producción. División internacional del trabajo. Cambio internacional. Exportación e importación. Cotización en el cambio. 5 ) El mercado mundial y las crisis. <sup>5</sup></span></p> <p style="text-align: justify;"><i><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">4) Producción. Medios de producción y relaciones de producción. Relaciones de producción y relaciones de tráfico. Formas de estado y de consciencia en relación con las relaciones de producción y tráfico. Relaciones jurídicas. Relaciones familiares. </span></i></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Notabene en relación con los puntos que han de ser mencionados aquí y que no deben ser olvidados.</span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">1) La guerra fue desarrollada antes que la paz; modo como mediante la guerra y en los ejércitos, etc., se desarrollan ciertas relaciones económicas, como trabajo asalariado, maquinaria, etc., antes que en el interior de la sociedad civil. También la relación entre la fuerza productiva y las relaciones de tráfico se presenta de forma particularmente visible en el ejército. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">2) Relación de la historiografía ideal existente hasta el momento con la historiografía real. En particular, las llamadas historias de la civilización, que son todas historias de la religión y de los estados. (Con ocasión de esto se puede decir algo sobre las diferentes clases de historiografía existente hasta el momento. La llamada historiografía objetiva, la subjetiva (moral, entre otras). La filosófica.) </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">3 ) Relaciones de producción secundarias y terciarias; en general relaciones de producción derivadas, transmitidas, no originarias. Aquí entran en juego las relaciones internacionales. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">4) Objeciones sobre el materialismo de esta concepción. Relación con el materialismo naturalista.</span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">5) Dialéctica de los conceptos fuerza productiva (medios de producción) y relaciones de producción, una dialéctica cuyos limites han de ser determinados y que no suprime la diferencia real. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">6) La relación desigual entre el desarrollo de la producción material y el desarrollo, por ejemplo, artístico. En general, el concepto de progreso no debe ser aprehendido en la abstracción usual. Con respecto al arte,* <sup>6</sup> etc., esta desproporción no es tan importante ni tan difícil de aprehender como dentro de las propias relaciones práctico-sociales. Por ejemplo, de la educación. Relación de los Estados Unidos con Europa. Pero el punto realmente difícil que ha de ser discutido aquí es, sin embargo, el de cómo las relaciones de producción en cuanto relaciones jurídicas tienen un desarrollo desigual. Por ejemplo, la relación del derecho privado romano (en el derecho penal y público esto ocurre en mucho menor medida) con la producción moderna. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">7) Esta concepción se presenta como un desarrollo necesario.</span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Pero justificación del azar. Cómo. (Entre otras cosas, también de la libertad.) (Influencia de los medios de comunicación. La historia mundial no ha existido siempre; la historia como historia mundial es un resultado.) </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">8) El punto de partida está naturalmente dado por las determinaciones naturales; subjetivas y objetivas. Tribus, razas, etc.</span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">El arte griego y la sociedad moderna</span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">1) Es sabido, por lo que al arte se refiere, que determinadas épocas de florecimiento del mismo no están en modo alguno en relación con el desarrollo general de la sociedad, y, por lo tanto, tampoco con el fundamento material, con el esqueleto de su organización. Por ejemplo, los griegos comparados con los modernos, o también Shakespeare. Respecto de ciertas formas de arte, por ejemplo, de la épica, se reconoce incluso que en su forma clásica, en la que hace época a escala mundial, no pueden ser producidas, tan pronto como aparece la producción artística en cuanto tal; y que, por lo tanto, dentro de la propia esfera del arte ciertas formas significativas del mismo sólo son posibles sobre la base de un estadio no desarrollado del desarrollo artístico. Si esto ocurre en la relación entre los diferentes géneros artísticos dentro de la esfera misma del arte, es menos sorprendente que esto ocurra en la relación de la esfera artística en su conjunto con el desarrollo general de la sociedad. La dificultad consiste exclusivamente en la formulación general de estas contradicciones. Tan pronto como son especificadas, ya han sido aclaradas. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Tomemos, por ejemplo, la relación del arte griego y luego de Shakespeare con la época actual. Es sabido que la mitología griega no sólo era el arsenal del arte griego, sino además el terreno del que se alimentaba. ¿Es posible la intuición de la naturaleza y de las relaciones sociales que sirve de base a la fantasía griega y, por lo tanto, a la mitología griega, con las máquinas de hilar automáticas, con los ferrocarriles y locomotoras y con los telégrafos eléctricos? ¿Qué quedaría de Vulcano frente a Roberts y Cia., de Júpiter frente al pararrayos, y de Hermes frente al Crédit Mobilier? Toda mitología somete, domina y conforma las fuerzas de la naturaleza en la imaginación y mediante la imaginación; desaparece, por lo tanto, con el dominio real sobre ellas. ¿En qué se convierte Fama frente a Printinghouse Square? El arte griego presupone la mitología griega, es decir, presupone la naturaleza y las mismas relaciones sociales ya elaboradas mediante la fantasía popular en una forma inconscientemente artística. Éste es su material. No cualquier mitología, es decir, no cualquier elaboración artística inconsciente de la naturaleza (aquí ya está incluido todo elemento objetivo, y, por lo tanto, la sociedad). La mitología egipcia no podía ser el terreno 0 el seno materno del arte griego. Pero, en cualquier caso, era necesaria una mitología. Por lo tanto, en ningún caso, un desarrollo de la sociedad, que excluye toda relación mitológica con la naturaleza, toda relación mitologizadora con ella; y que exige, por lo tanto, del artista una fantasía independiente de la mitología. <sup>7</sup></span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Por otra parte, ¿es posible Aquiles con la pólvora y con las balas? ¿O, en general, <st1:personname productid="la Iliada" st="on">la Iliada</st1:PersonName> con la prensa o con la máquina de imprimir? El canto y las leyendas y las musas, ¿no desaparecen necesariamente ante la palanca de la prensa del tipógrafo y no desaparecen, por lo tanto, necesariamente las condiciones de la poesía épica? </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Pero la dificultad no reside en. comprender que el arte y la épica griega están ligadas a ciertas formas de desarrollo social. La dificultad consiste en que todavía nos proporcionan un goce artístico y en que, en un cierto aspecto, tienen vigencia como norma y como modelo inalcanzable. </span></p> <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: 10pt; font-family: Verdana;">Un hombre no puede convertirse de nuevo en niño, sin convertirse en infantil. ¿Pero no disfruta con la ingenuidad del niño y no debe aspirar a reproducir a un nivel más elevado su verdad? ¿No revive en la naturaleza infantil el carácter propio de cada época en su verdad natural? ¿Por qué la infancia histórica de la humanidad, allí donde se ha desarrollado de la forma más bella, no debería ejercer un encanto eterno, como un estadio que no ha de volver jamás? Hay niños mal educados y niños precoces. Muchos de los pueblos antiguos pertenecen a esta categoría. Los griegos fueron los niños normales. El encanto de su arte no está en contradicción con el estadio de la sociedad no desarrollada sobre el que creció. Es más bien su resultado, y está más bien ligado inseparablemente al hecho de que las condiciones sociales inmaduras, bajo las cuales surgió y únicamente podía surgir, no pueden volver jamás. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>Seminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5264498703070482728.post-40822589431735478922007-08-27T19:00:00.000-07:002007-08-27T19:01:57.949-07:00Leer El Capital, Manuel Riesco.<div align="justify">Colaboración de Manuel Riesco.</div><div align="justify"> </div><div align="justify"><br /><strong>Leer </strong><a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank"><strong>El Capital</strong></a><strong><br /></strong><br />La iniciativa del profesor <a title="Escribir al profesor Alejandro Yánez Betancourt" href="mailto:yanez65@yahoo.com.mx" target="_blank">Alejandro Yáñez</a> de celebrar el 140 aniversario de <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>, junto a la actividad de la <a title="Cátedra Marx de la Universidad de Chile" href="http://catedramarx.blogspot.com/" target="_blank">Cátedra Marx </a><a title="Cátedra Marx de la Universidad de Chile" href="http://catedramarx.blogspot.com/" target="_blank">de la Universidad de Chile</a>, que dirige la académica Kemy Oyarzún - <a title="www.generación80.cl" href="http://www.generacion80.cl/">www.generacion80.cl</a> ha jugado asimismo un rol destacado -, han puesto nuevamente de relieve en Chile esta obra fundamental.Como de costumbre, de inmediato ha generado polémica. Ella es siempre bienvenida. Especialmente, cuando aborda problemas relevantes con ideas novedosas, apoyadas en una armazón conceptual rigurosa; mejor si es enjuta. Lamentablemente, a veces suele confundirse con la reiteración en caricatura de grandes discusiones viejas, en un estilo plagado de descalificaciones y monsergas, además de una serie de tonterías. De este modo resulta muy aburrida. Sin embargo, aún en estos casos puede motivar el interés general por el tema si sirve de pretexto para engarzar las riquísimas categorías de <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a> con los temas centrales de hoy.Posiblemente, el nudo teórico más relevante en la actualidad consiste en comprender el proceso en curso, de incorporación plena a la economía capitalista de aquellas partes del mundo que durante el siglo XX conformaron el mundo sub-desarrollado y el campo socialista. Adicionalmente, puede visualizarse que un fenómeno similar podría cursar más adelante en aquella otra parte que, debido a su atraso, ni siquiera formó parte de los grupos anteriores. Nunca antes en la historia había ocurrido un fenómeno de estas dimensiones. El mismo está trastocando, del modo más radical y rápido, la manera como miles de millones de seres humanos viven y trabajan todos los días. A partir de allí, todo lo demás.Algunas décadas atrás se podía todavía sostener de modo razonable que este proceso no era inevitable. Incluso, existían elementos que permitían argumentar que ocurría exactamente lo contrario. Es decir, que el capitalismo estaba viviendo su crisis general mientras se abría ya paso el régimen que inevitablemente le habrá de suceder en la historia. La trascendencia teórica inmensa de los acontecimientos de fin de siglo - precisamente el derrumbe del campo socialista - consiste en haber zanjado esta discusión de modo inapelable.Aquella idea debe ser tratada siempre con el mayor de los respetos. Alentó las esperanzas de millones de seres humanos que lucharon por un mundo mejor en el curso del siglo pasado. Los mejores en muchos países entregaron su vida a esta gesta y muchos la sacrificaron en ella. Lograron triunfos históricos que catapultaron el progreso de regiones enteras. En buena medida salvaron al planeta de catástrofes inconmensurables. Todavía hoy, esta idea es la consigna central tras la cual algunos pueblos defienden su patria con valor.Si sufrieron grandes derrotas es porque lucharon con habilidad, coraje y dignidad en grandes guerras y muchas batallas. Igual, consiguieron cambiar el mundo. Al final, corrieron la suerte de tantos luchadores por causas justas. William Morris la describió con sensibilidad en el siglo XIX: "Examiné todas estas cosas, y cómo los hombres luchan y pierden la batalla, y aquello por lo que lucharon tiene lugar pese a su derrota, y cuando llega resulta ser distinto a lo que se proponían bajo otro nombre."Especial respeto deben guardar por ella quienes antes la sustentaron. Fueron legión, tanto así, que durante largo tiempo predominó incluso entre sus adversarios. Es bien miserable la actitud de aquellos que hoy emporcan su propio nido. Oportunista, puesto que usualmente buscan de este modo arribar en el bando opuesto.Digna en cambio es la actitud de los viejos luchadores que la siguen sustentando en el fondo de su corazón. Pueden quizás estar equivocados en este punto. Sin embargo van a continuar batallando contra tanta injusticia y para que la gente viva mejor. Como lo han hecho toda su vida, Como todas las personas sabias, ellos nunca se dejaron encandilar con idea alguna, por atractiva que ella fuese. Ni siquiera las suyas propias. Jamás permitieron que nublasen su entendimiento básico de las cosas, como a muchos otros les ocurre a menudo. Siempre aquilataron las situaciones y las personas en su propio mérito. Van a morir con las botas puestas. ¡Honor a ellos!Desde luego, muchos pueden sostener con razones y argumentos su apego a la idea señalada. El asunto es ciertamente discutible. Otra cosa bien diferente, sin embargo, es la actitud de algunos que andan por ahí pontificando la exigencia del apego estricto a la misma, como condición para que ellos se dignen considerar la dispensa del cartabón de "revolucionario."Esta actitud se desliza por una pendiente resbalosa que conduce inevitablemente al marasmo donde pululan ciertos grupúsculos - a veces pandillas lumpenescas que visten sus desvaríos con una estridente verborrea pseudo revolucionaria, otras veces grupos escolásticos que se dedican a arrojarse citas por la cabeza unos a otros. Cubren su triste desamparo con permanentes y agresivos autos de fe revolucionaria, cuyas exigencias elevan constantemente de modo de asegurarse que nadie más que ellos pueda aprobar. Como este ritual no conoce límites, los grupos que lo practican a poco andar se convierten en minúsculas sectas en estado de división permanente.Éstas terminan realizando su labor de zapa en los rincones más sórdidos de los espacios modestos donde se construyen con dificultad las organizaciones y las ideas que son indispensables para lograr cambios de verdad. Aparte de esos lugares, es bien poco lo que le importan a nadie. Si se las observa desde prudente distancia, hasta pueden resultar divertidos por un rato. Desde luego, los capitalistas ni siquiera llegan a enterarse de su existencia. O quizás, les conceden una que otra primera plana si alguna vez sus desmanes resultan de utilidad para su propaganda negra.En el plano de las ideas, tales ambientes manejan una mezcolanza de consignas, citas y recetas mal comprendidas. Una actitud análoga es frecuente entre los vulgarizadores de todas las escuelas de pensamiento. Incapaces de argumentar, son dogmáticos e insolentemente arrogantes en su ignorancia. En el caso de los economistas, Chile está lleno de ellos (y al menos una mediática "ella"). Se merecen unos a otros. El neo-liberalismo vulgar anda de la mano con el lumpen marxismo. Para otros, desde luego, siempre cabe ejercer el sagrado derecho de vivir en babia Es decir, refugiarse en un estado mental independiente de lo que ocurre. La moderna sociedad es pródiga en instituciones de diverso tipo en las cuales es posible internarse para estos efectos.El que esta idea resultase al final equivocada no equivale al fin de la historia, ni mucho menos. De hecho, es exactamente al revés. Nadie en su sano juicio puede sostener realmente que este régimen perdurará para siempre, así como ningún otro ¡aunque esgrima al gran Hegel! Sin embargo, el único argumento serio en esta dirección se basó precisamente en la aceptación que el socialismo era lo que decía ser. Si se trataba efectivamente del post capitalismo - acertó Fukuyama en 1990 - y se hundió, entonces Hegel tendría razón al afirmar que nos encontramos ante el fin de la historia.La lucha contra el capitalismo se presenta nuevamente más o menos en los mismos términos que en tiempos de Marx. Es decir, resulta indispensable conocer a fondo como funciona, de modo de apreciar cuales son las fuerzas en las cuales es posible apoyarse para contener sus rasgos más perversos y destructivos - la única forma en que pudiese significar el fin de la historia es que terminase destruyendo el planeta, o al menos la especie humana. Al mismo tiempo, como siempre, con firmeza, inteligencia, perseverancia y amplitud, continuar construyendo en la práctica cotidiana del trabajo social, teórico y especialmente político, los actores multitudinarios capaces de ponerle límites. Que no son otros que aquellos llamados a ponerle término, cuando le llegue su momento.Muchos caen rendidos ante su discreto encanto. Ello suele ponerse de moda, especialmente cuando todo va para arriba y parece funcionar como un reloj - algunos han llegado a afirmar que Marx habría demostrado que una vez instalado operaría como tal ¡una verdadera perla!. Lamentablemente, las inmensas contradicciones que genera continuamente - cuyo develamiento constituye el real objeto de <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a> - desembocan a cada tanto en catástrofes y calamidades. Éstas, sin embargo, cumplen el rol necesario de restablecer los equilibrios perdidos, incluido el volver a la mayoría a sus cabales.El fenómeno global en curso pareciera principal. Al menos, está determinando la perspectiva del equilibrio general de fuerzas en el mundo, entre otras cosas. Incluso, lúcidos análisis recientes del capitalismo central han invertido la forma tradicional de apreciar su relación con la periferia. Es decir, aquella visiones que explicaban todo a partir de la evolución de los países más desarrollados, están dejando paso a otras más equilibradas en las cuales el impacto del fenómeno antes aludido se aprecia de modo pleno.Algo por el estilo sostenía Rosa Luxemburgo. Claro que ella suponía que la incorporación de mercados atrasados era indispensable para suplir la limitación del consumo de los obreros en Alemania, idea contra la cual Lenin polemizaba con muy buenas razones. Ahora, no se trata de una periferia que proporciona mercados y campos de inversión - que lo sigue haciendo y mucho más que antes. Ya no es tampoco principalmente un proveedor de materias primas. Al revés, ahora compite por ellas; excepto algunos países, como Chile, que parecieran andar como los cangrejos en este aspecto. Lo que se yergue sobre el horizonte es un competidor capitalista hecho y derecho. Lo que es más, sus dimensiones en todos los aspectos ya han sobrepasado largamente a los pioneros - quienes se han visto forzados a integrarse - y alcanzan rápidamente las del país hoy hegemónico. Éstos siguen siendo importantes, sin embargo, en perspectiva resultan empequeñecidos ante el tamaño gigantesco de los que se vienen.¿Como comprenderlo? Se pueden intentar muchas maneras, siguiendo las pistas mas diversas, desde la tecnología a las circunvoluciones del capital financiero, y hasta asuntos administrativos como la política arancelaria. Otros privilegiarán el punto de vista de la fuerza militar, es decir, la capacidad de imponerse mediante la violencia. Se trata de un derrotero importante, quién puede dudarlo. Al menos los chilenos lo tenemos muy claro. Aprendimos que cuando las cosas llegan a determinado punto se resuelven como en el ring, a favor de quién pelea mejor - otra cosa mucho mas compleja es como se adquiere esa capacidad. Sin embargo, como es bien sabido, absolutizar la importancia de la fuerza resulta asimismo equivocado.Tal idea era sustentada, por ejemplo, de modo extremo por un tal Eugene Dühring, pomposo charlatán decimonónico que posaba de izquierdista furibundo y terminó como uno de los inspiradores del anti-semitismo alemán. Engels le dedicó el "Anti-Dühring" cuando apareció recomendando hacer una "lectura política" de <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>. Apostrofó esta obra de "economicista," ciertamente sin haberse dado la molestia de estudiarla ¡tales menesteres resultan innecesarios para genios de la talla del señor Dühring!Incluso, como dice Eric Hobsbawm, a alguien se le podría ocurrir seguir el hilo conductor de la música jazz. De seguro, llegaría a varias conclusiones novedosas y desde luego mucho más entretenidas que las de tipos como Dühring. Sin duda, para este propósito las categorías de <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a> parecen mucho más enjundiosas que todas las anteriores. Por ejemplo, el concepto básico de modo de producción capitalista permite comprender las diferencias tajantes entre el capitalismo moderno y su homónimo mercantil de los siglos anteriores. Asimismo, dilucida la diferencia esencial de lo que está ocurriendo hoy en China e India, por ejemplo, con lo que aconteció allí hace un siglo y medio.Entonces, las mercancías del naciente capitalismo inglés los invadieron de improviso, como una marea imparable que inundó hasta el rincón más recóndito. Apoyadas en su mejor calidad y precios mucho más bajos. Respaldadas además por las nuevas y atractivas ideas y formas de vida que insinuaban. Sin despreciar tampoco el papel de las cañoneras que las promovían. Todo ello había sido generado porque en una isla lejana y pequeña había surgido un nuevo modo de producción. Éste terminaría también por llegar, pero tardaría todavía un siglo y medio. Hoy, el milagro de China e India asombra al mundo. Sin embargo, recién apenas la mitad de la población de esos inmensos países ha adoptado el nuevo modo de producción ¡Como será!Otro concepto clave de <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a> es su acumulación originaria. El objeto de la obra son las leyes generales de dicho modo de producción en plena operación, por así decirlo. Sin embargo, Marx estimó conveniente incluir el concepto que permite comprender como llega al mundo. Lo presenta en el famoso capítulo 24 del tomo I, que ilustra con el ejemplo del país primigenio, Inglaterra, adonde cursó a lo largo de los siglos XVII y XVIII, principalmente.¿En que consiste? Sencillamente en la acumulación de obreros. Es el proceso que permite generar el actor social moderno por excelencia: masas de trabajadores libres en un doble sentido, como dice Marx. Por una parte, libres de vender su fuerza de trabajo a quien quiera comprarla. Al mismo tiempo, forzados a venderla para no de morir de hambre, puesto que han sido además "liberados" de medios de vida y producción propios. La segunda "liberación," sin embargo, requiere ni más ni menos que su expropiación masiva. Ésta no ha sido nunca, en ninguna parte, un proceso idílico. De ahí la afirmación de Marx en el referido capítulo, de que ésta ocurre cuando "llegado el momento, se agitan en su seno fuerzas poderosas," que con violencia, "la partera de la historia,"el capitalismo "viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros." El caso chileno lo confirma, como se verá.Las otras condiciones necesarias para su surgimiento son desde luego también importantes - la existencia de mercados, dinero, y capitalistas, ni más ni menos. Sin embargo, todas ellas antecedieron en siglos al surgimiento del modo de producción capitalista. El capital moderno es una relación social. Consiste precisamente en la contratación privada y masiva de trabajo asalariado, con el objeto de obtener plusvalía, a partir de la producción de mercancías - es decir, bienes y servicios destinados a venderse a cambio de dinero. La condición básica para ello es la presencia de los sujetos que puedan ser objeto de tal contratación: una multitud de modernos asalariados.En otras palabras, el modo de producción capitalista no puede operar - excepto como remedo atrofiado - allí donde la mayoría de la población sigue viviendo "a la antigua." Es decir, trabajando para sus señores, para sí mismos, o sus familias - o de cualquier modo que impida su incorporación al mercado del trabajo. Así ocurre en la vida campesina tradicional. Por ello, la acumulación originaria ha coincidido en general con el proceso de urbanización - que es muy reciente y se encuentra todavía en pleno curso. Sin embargo, teórica y prácticamente puede perdurar asimismo fuera del campo, al menos durante un tiempo.A medida que van agotando su cantera de campesinos los países deben echar mano de otras. Principalmente las mujeres dueñas de casa. En Chile, como se verá, ambos procesos se suceden a lo largo del siglo pasado y continúan a buen paso, especialmente el segundo. Cuando ambas canteras se han explotado hasta el último - lo que usualmente coincide asimismo con una reducción en la tasa de crecimiento general de la población, e incluso su contracción - siempre es posible atraer inmigrantes desde regiones donde siguen siendo abundantes.La contratación más o menos general de la población trabajadora por parte del Estado en el mundo subdesarrollado del siglo XX ha sido quizás la manera más civilizada de acompañar su inevitable transición del campo a la ciudad. Al mismo tiempo que la estimulaba y a veces forzaba. Sin embargo, impidió asimismo su plena incorporación al mercado del trabajo. Esto vino a ser facilitado por los masivos procesos privatizadores de fin de siglo. En otros países atrasados, al parecer, la renta del petróleo ha permitido que por décadas se haya proporcionado medios de vida mínimos a masas urbanas pobres. Quizás por ello, su llegada a esas ciudades no ha terminado todavía con el antiguo régimen o generado aún la irrupción del capitalismo. De este modo, la acumulación originaria cursa por vías bien insospechadas y actuales, renovándose constantemente.Hay por ahí quienes sostienen que el proceso de acumulación originaria se agotó en aquel descrito por Marx en <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>. Ello equivale a creerse el cuento que Dios creó el mundo en siete días. Significa otorgar este toque divino a las circunspectas leyes de "encirclement," que dieron a los terratenientes ingleses la propiedad de las tierras campesinas ubicadas al interior de sus predios. Resulta sugerente que esta suerte de reforma agraria al revés fuese imitada en la Rusia de Stalin, a favor del Estado en el último caso. Similar omnipotencia habría que reconocer en las ovejas que corretearon a los campesinos escoceses para proveer de lana a las hilanderías holandesas.El proceso particular de la acumulación originaria en Inglaterra - que discurrió muy lento y a escala extremadamente reducida - solo adquirió importancia histórica por tratarse del primero. Al igual que el capitalismo inglés decimonónico. Éste fue el tubo de ensayo donde observándolo "in vitro," el genio de Marx descubrió las leyes generales de este modo de producción. Asimismo, sirvió para ilustrarlas en <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>, cuyo análisis mantiene hoy completa y creciente vigencia. Sus dimensiones, sin embargo, no eran más importantes que la modesta economía chilena de hoy - ambas descansan sobre una masa de aproximadamente seis millones de obreras y obreros.La grandiosa y terrible epopeya de la acumulación originaria a nivel global se ha venido desarrollando desde entonces. Se relata en las historias de cada familia del pueblo. Ha seguido derroteros extraños que no guardan mucho respeto por la geografía. Se ha paseado por todos los continentes. Salta a veces de modo aparentemente caprichoso de un lado al otro del globo. Aparece súbitamente en los lugares menos pensados. Siguiendo las corrientes migratorias, brinca de Irlanda a Manhattan, de Galicia o Ucrania a Buenos Aires. Un siglo después, salta de Morazán a Los Angeles, de Marruecos a Barcelona o de Polonia a Londres. Remueve de modo inesperado las entrañas de Corea, Taiwan y Singapur. Sin embargo, puede tomarse tranquilamente un siglo o más en atravesar barreras venerables pero nada formidables, como los Pirineos o el Adriático.Finalmente está empezando a alcanzar los lugares más poblados del planeta. Sin embargo, hoy se encuentra más o menos a medio camino si se considera al mundo en su conjunto. De hecho, exactamente allí desde el punto de vista de las personas afectadas. La ONU acaba de publicar el <a title="UNFPA state of the world population 2007.Unleashing the Potential of Urban Growth." href="http://cep.cl/Cenda/Cen_Documentos/Referencias/UN/sowp2007_eng.pdf" target="_blank">Estado de la Población Mundial 2007</a>, donde constata que recién este año, por vez primera, el número de habitantes urbanos ha superado levemente a los campesinos en el mundo entero. Tiene razón cuando afirma que se trata de un hito mayor en la historia de la humanidad.La continuada acumulación originaria a nivel planetario a lo largo de tres siglos ha sido la fuente principal del crecimiento capitalista. Al menos en el mundo subdesarrollado, como lo demuestra palmariamente el caso de Chile, que se verá. Especialmente en la actualidad, cuando se incorporan al mercado de trabajo mundial más mujeres y hombres cada año, que a lo largo de todo el siglo XIX.Hasta ahora, la acumulación originaria a nivel global explica asimismo buena parte del crecimiento de los países de capitalismo maduro. La prensa especializada ha destacado recientemente, por ejemplo, que la inmigración ha sido la fuente principal del crecimiento del PIB en varios países del Norte durante la última década. Ello se ha verificado no sólo allí donde siempre lo ha sido, como es el caso de los EE.UU.. Ha venido ocurriendo asimismo en países muy antiguos, donde el capitalismo ha llegado mucho más recientemente, como España. Lo más asombroso desde el punto de vista teórico, sin embargo, es que ello ha sucedido también en el país que fue la cuna de la producción capitalista. Es decir, la acumulación originaria continúa teniendo lugar ¡en Inglaterra!Las cifras al respecto son bien impresionantes. El banco Goldman Sachs acaba de publicar un estudio acerca de la inmigración en Europa y los EE.UU. (Financial Times 070822) en el cual consigna un importante incremento del fenómeno. Las personas nacidas fuera del continente europeo han aumentado desde alrededor de un 2% - 4% en 1960 a aproximadamente un 8% -13% en la actualidad. Los países que más han aumentado sus inmigrantes han sido Italia (de 2% ha subido a 13%), Alemania (de 3% a 12%) y España (desde menos de 1% a 10%), especialmente después del 2000. El aumento ha sido menor en el Reino Unido (3% a 8%) y Francia (7% a 9%). Llama poderosamente la atención que los EE.UU., que durante el siglo XIX y principios del XX se conformó como un país de inmigrantes, hoy día tiene una proporción similar de personas nacidas en el extranjero. Ésta de hecho baja hasta 1970, cuando alcanza un mínimo de 4% y luego se recupera hasta alcanzar un 11% en la actualidad.Sin embargo, la cifra del estudio referido que resulta más impactante es que entre 2001 y 2005, el ritmo de inmigración en la llamada Europa de los 15, alcanzó un promedio de 0,5% de la población total por año - similar a los EE.UU. -, agregando un total de 8,7 millones de personas, dos tercios de ellos a España. Esta cifra parece moderada, sin embargo, ella resulta comparable a la velocidad de inmigración campesina en Chile a mediados del siglo XX, cuando esta alcanza su máxima velocidad. En ese momento, como se muestra más abajo, un número de personas equivalente al 0,8% de la población total migraba cada año del campo a las ciudades, principalmente a Santiago. Por cierto, el estudio referido así como varios otros publicados recientemente muestran como el crecimiento de la fuerza de trabajo debido a la inmigración explica buena parte del crecimiento económico reciente en los países señalados, especialmente España y el Reino Unido. Lo mismo ocurre en Chile a lo largo de un siglo, como se verá. Sin embargo, lo que resulta asombroso es que la magnitud del fenómeno en los países más desarrollados alcanza en la actualidad un orden de magnitud similar al que presentaba en un país subdesarrollado como el Chile de los años 1950.Como se puede apreciar, transcurridos cuatro siglos desde que empezara a manifestarse por primera vez en Inglaterra, la llamada acumulación originaria del capital sigue vivita y coleando, gozando de muy buena salud ¡en el mundo entero!. El proceso tiene todavía para un buen rato, puesto que resta todavía medio mundo del cual echar mano. Varias décadas a lo menos, aún al vertiginoso ritmo actual. Algún día, sin embargo, estas inmensas canteras terminarán por agotarse . ¿Significa que entonces el capitalismo dejará de funcionar? ¿O al menos de crecer? ¿Quizás Rosa Luxemburgo tenía razón y el capitalismo no puede funcionar sin periferia - solo que ésta resulta indispensable no como mercado sino como fuente de obreros?Marx dedica precisamente a esta pregunta la sección 7 del primer libro de <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>, que titula El proceso de acumulación capitalista. Nuevamente, al igual que con la acumulación originaria, no se trata de dinero ni de capitalistas, sino de obreros. Bien pensado, resulta evidente que lo único que el capital no puede permitirse, a riesgo de andar para atrás, es la disminución del número de obreros bajo su explotación. Por el contrario, el constante aumento de los mismos constituye la base de su acumulación ampliada. Esa es la gallina de los huevos de oro. Sin ellas y ellos no hay valor ni plusvalía que valgan, valga la redundancia.El secreto de la acumulación capitalista - dice Marx - es como éste evita quedarse sin obreros y aumenta su número constantemente. Para que este modo de producción sea sustentable en el tiempo, ello debe suceder aún sin recurrir a la acumulación originaria, en ninguna de sus formas. Es decir, el capitalismo caminando sobre sus propios pies - como dice Marx - debe ser capaz de reproducir constantemente las condiciones sociales que lo hacen posible en primer lugar. En otras palabras, asegurarse que la mayoría de la población reproduzca de modo permanente su condición de obreros.Para ello - dice Marx -, es indispensable que salgan del proceso de producción igual como entraron. Es decir, tan desposeídos como antes de medios de vida y producción. De este modo, estarán forzados a reproducir constantemente su obligación de vendedores de fuerza de trabajo. En otras palabras, deben ganar lo justo para continuar de este modo sin remedio, generación tras generación. Atados al capital por cadenas de oro que resultan más resistentes que el acero.Al mismo tiempo que la acumulación capitalista exige ampliar constantemente el número total de obreros, cada empresa los expulsa a cada rato introduciendo adelantos tecnológicos. De este modo intenta mantener la delantera respecto de sus competidores en la producción de plusvalía extraordinaria. En ese proceso además, - descubre Marx - se encuentra la clave no solo del carácter revolucionario del capitalismo, sino asimismo de su funcionamiento cíclico. De este modo, no es solo que cada firma los expulse de modo constante, sino que además, periódicamente, la forma de movimiento del capitalismo los expulsa por millones.Sin embargo, lo que se asienta necesariamente en medio de estas idas y venidas, necesariamente es el aumento en el número de obreros. Paralelamente, sin embargo - demuestra Marx - crece asimismo el ejército industrial de reserva, es decir, la masa de obreros sin trabajo. Ello resulta indispensable para que los salarios se mantengan en niveles tales que fuercen a los obreros a vender nuevamente su fuerza de trabajo. Es decir, lo suficientemente bajos.Agotado todo, y si el aumento de población resulta insuficiente, es posible lograr que la producción de valor y plusvalía aumente por parte de la misma masa de obreros. Para ello, sin embargo, no queda más remedio que educarla major, para lograr de ella un trabajo mas complejo, aparte de lo poco más que se logre al aumentar la intensivad del mismo. La tecnología no es muy útil, puesto que no crea valor nuevo, mas bien al revés. Solo lo transfiere a los trabajadores más tecnologizados desde los menos. El caso chileno que se verá, parece confirmar estos acertos de <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital </a>de un modo espectacular.<br />La Acumulación Originaria en Chile<br />En Chile, esta saga constituye el trasfondo de la historia del siglo XX, determinando sus contornos principales. Dos hitos clarísimos demarcan sus grandes períodos y ambos tienen lugar un día 11 de septiembre, de 1924 y 1973, respectivamente. En esos instantes, en medio de una intensa agitación popular, el devenir histórico es intervenido de modo decisivo por la fracción más organizada de aquella que constituye, de lejos la principal creación institucional de la sociedad chilena: el Estado. El carácter de la intervención es bien diferente en uno y otro caso. En 1924, hacen ruido de sables para forzar la aprobación de una serie de leyes progresistas que la oposición conservadora mantenía bloqueadas en el parlamento. En 1973, en cambio, llevan a cabo una sanguinaria contra-revolución.Ambos eventos, sin embargo, determinan el rumbo del Estado durante décadas por venir, siguiendo dos grandes estrategias que se conocen generalmente como desarrollismo y consenso de Washington, respectivamente. Ambas se confrontan violentamente, sin embargo, parecen conformar una unidad al mismo tiempo, en cuyas profundidades tectónicas transcurre en Chile el proceso de acumulación originaria del capital.Como todo parto, èste no fue precisamente un paseo. Dio a luz en dos contracciones violentas, y un trabajo creciente el resto del tiempo. La primera de ellas es precedida por un largo momento de aspiración, que consiste en el enganche de campesinos para trabajar en las minas del salitre. Ello tuvo lugar a lo largo de más de medio siglo, a medida que sextuplica su producción desde medio millón de toneladas en 1884, hasta más de tres millones en 1928, cuando alcanza su máximo auge. Ese año, las oficinas ocupaban a 59.900 trabajadores, que representaban aproximadamente el 10% de la fuerza de trabajo nacional. A continuación, sin embargo, esta contracción se desencadena en un espasmo violentísimo. La crisis de 1929 despidió a cinco de cada seis obreros de las salitreras. En 1933 ellos se habían reducido a 8.394.Algunos de los expulsados del desierto regresaron al campo desde donde habían sido enganchados años atrás. La mayor parte, sin embargo, se trasladó a las ciudades. Principalmente a Santiago, cuya población prácticamente se duplica en pocos años, superando un millón de habitantes. Esta migración en reversa afecta a alrededor de uno de cada diez trabajadores y su impacto sobre la estructura social chilena sería inconmensurable. Su efecto más inmediato y trascendente es que por primera vez aparece en forma masiva sobre el paisaje social chileno el actor moderno por excelencia: el asalariado urbano o proletariado propiamente tal. Cabe señalar que - aunque sus dueños fuesen empresas capitalistas que se transaban en la bolsa de Londres - la relación social realmente existente en las oficinas salitreras más se parecía todavía a aquella de las haciendas desde donde hacía poco habían enganchados a los trabajadores. ¡Hasta pagaban en fichas!Otra consecuencia trascendente de la crisis discurre en el espacio más sutil de la conciencia de los trabajadores. Bien poco trajeron de vuelta del desierto los desplazados por la crisis. Sus manos habían creado riquezas inmensas – buena parte de las cuales se esfumaron en especulaciones financieras en la City de Londres donde el llamado Rey del Salitre, John Thomas North, murió sin un peso, igual como empezó. Sin embargo, regresaban con ellas vacías. Más piojos traían consigo que monedas, cuentan quienes los vieron llegar, tantos que se desató por esos años en Santiago una epidemia de tifus exantemático.Sin embargo, sus conciencias atesoraban la rica experiencia adquirida en las salitreras. Muchos aprendieron allí a leer y escribir. Especialmente, todos se graduaron en la escuela superior de las huelgas y luchas sindicales. El Partido Comunista, por ejemplo, nacido en las salitreras en 1912, se transformó en una organización nacional en el curso de 1931 y 1932, a medida que sus cuadros fogueados en el desierto se dislocaron a lo largo de todo el territorio. A poco andar, este desplazamiento de hombres y conciencias tendría un impacto sobre la estructura socio-económica todavía mayor que la Gran Depresión. Mediante su influencia sobre la acción del Estado, originaría el segundo gran pujo del parto de la moderna clase obrera chilena. Para ello habría que esperar todavía algunas décadas.La migración campesina se acelera asimismo extraordinariamente después de la crisis, alcanzando su máxima velocidad hacia mediados del siglo. Santiago queda rodeado de poblaciones callampas. Muchas de ellas nacieron de "tomas" cuyos organizadores fueron a menudo los hijos de los llegados del salitre. Sus familias continúan siendo hasta hoy el núcleo de las principales poblaciones populares que conforman el moderno paisaje urbano de la capital.La segunda gran contracción del parto del Chile moderno tiene lugar durante los años 60 y 70. Esta vez, sin embargo, no es provocado por un terremoto económico sino político: una gran revolución seguida de una sangrienta contra-revolución. En la culminación del período desarrollista, los gobiernos de Frei Montalva y Allende realizaron profundas transformaciones bajo el impulso de una extendida agitación social.Hacia el final, ésta alcanza proporciones de revolución hecha y derecha. Aunque fue conducida desde las ciudades por trabajadores, estudiantes y sectores medios, suma por esos años – por primera y única vez – a las amplias masas del campesinado. Por entonces, ellos despiertan de su siesta secular y se organizan en sindicatos.. Finalmente se toman los fundos a lo largo de todo Chile. Los “viejos” del salitre que habían regresado al campo tras la gran crisis cumplieron también un rol importante en este despertar. Fue gracias a este proceso turbulento y multitudinario, que en poco más de dos años el gobierno de Allende fue capaz de expropiar prácticamente toda las tierras a lo largo del país – aparte de nacionalizar el cobre y otras realizaciones que hoy parecen asombrosas. Pinochet terminó brutalmente con la revolución y la democracia. Desmanteló en buena medida las instituciones del estado de bienestar creadas bajo el desarrollismo. Violó todas las leyes. Sin embargo, no pudo derogar la nacionalización del cobre. Muy por el contrario, mantuvo su explotación en manos del Estado y duplicó su producción. Profitó de este modo de la enorme renta de los minerales - aunque dictó las leyes que más tarde sirvieron para volver a desnacionalizarlo.Es menos conocido, sin embargo, que respetó casi al pie de la letra – aunque en su estilo vil y sanguinario - aquella que más odio había engendrado en los viejos terratenientes: la ley de reforma agraria. En efecto, si bien devolvió a éstos, o más bien a sus hijos, alrededor de un tercio de las tierras expropiadas, por lo general lo hizo en la forma de “reservas” relativamente pequeñas establecidas en la misma ley. Otro tercio, conformado en buena medida por predios de cordillera, algunos cubiertos de bosques nativos, lo remató a grandes empresas forestales. Sin embargo, la mayor parte de las tierras expropiadas por Frei y Allende, alrededor del 40% de las mismas, las entregó efectivamente a los campesinos en la forma de parcelas individuales. Por lo general, a los que se habían mantenido leales a sus patrones.Bien distinta fue la suerte que corrió la mayor parte, especialmente aquellos que habían apoyado la reforma agraria. No sólo no “tocaron parcela,” sino que muchas veces hasta de sus “pueblas” - como llamaban la casa campesina con su cerco - los echaron. Por decenas de miles fueron lanzados a los caminos. Eso, cuando lograron escapar de los escuadrones de la muerte conformados por militares y policías. Junto a dueños de fundo y sus lacayos asolaron los campos, por esos días, asesinando a más de la mitad de los detenidos desaparecidos y ejecutados durante toda la dictadura. A poco andar, fueron expulsados asimismo los que vivían en las “reservas” y las grandes explotaciones forestales. Aparte que los cambios en el régimen de propiedad hacían inviable allí la restitución del inquilinaje, ningún propietario de tierras quería arriesgarse a nuevas ”tomas” campesinas. De este modo, tras la reforma agraria y especialmente debido a forma en que culmina durante la dictadura, al cabo de pocos años los campos se despoblaron casi por completo. Sólo permanecieron viviendo allí, con sus familias, pequeños campesinos independientes y los nuevos parceleros de la reforma agraria. Unos y otros, sin embargo, han ido de a poco vendiendo sus propiedades – a veces a los descendientes de los antiguos latifundistas, otras a parceleros que prosperaron, y muchos a empresas forestales. En la actualidad su número no alcanza sino una fracción de los que eran antes de todos estos sucesos.<a title="Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, CENDA, Santiago de Chile." href="http://www.cendachile.cl/" target="_blank">CENDA</a> acaba de publicar <a title="Chile,Riesco, Manue 2007. Resultados de las Estrategias del Estado a lo Largo de un Siglo, CENDA, Santiago." href="http://cendachile.cl/estrategias_siglo" target="_blank">Chile, Resultados de las Estrategias del Estado a lo Largo de un Siglo</a> (disponible en <a title="Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, CENDA, Santiago de Chile." href="http://www.cendachile.cl/" target="_blank">www.cendachile.cl</a>), donde presenta las cifras más importantes del período. Está basado principalmente en series construidas por investigadores de la Universidad Católica dirigidos por Rolf Lüders. CENDA las completó hasta el 2006 y midió sus variaciones a lo largo de los principales ciclos económicos del período.Muestran como la población se multiplica por cuatro entre 1929 y 2006 hasta alcanzar 16 millones en la actualidad. Sin embargo, los habitantes de las cinco principales ciudades aumentan seis veces y siete los de Santiago. Mientras tanto, la población rural mantiene su número casi sin variaciones, al tiempo que su proporción se reduce drásticamente. Desde la mitad que eran entonces a la décima parte hoy, o poco más.Por añadidura, todos viven y trabajan de un modo bien diferente. Sus manos han adquirido el toque de Midas, puesto que el producto interno bruto crece casi catorce veces en el mismo período. Sin embargo, el grueso de dicho incremento se debe al aumento de la fuerza de trabajo dispuesta a contratarse en el mercado. Ésta crece casi cinco veces, significativamente más que la población. Ello se debe en parte importante a la incorporación de las mujeres, cuyo número aumenta más de ocho veces.. Adicionalmente, las trabajadoras y trabajadores elevan su productividad al triple. Ello se debe especialmente a la elevación de sus niveles de salud y especialmente educación. Todo ello ilustra de modo contundente la teoría clásica del valor, que Marx desarrolla a un nuevo nivel en <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>.Sin embargo, los resultados de ambas estrategias estatales son bien diferentes. Durante el desarrollismo, el país crece muy rápido (3,1% anual promedio 1929-71), especialmente hacia el final del período (4,1% anual 1958-71). Ello se debe al incremento moderado de la fuerza de trabajo (1,6% anual), producto principalmente de la migración campesina, la que alcanza su máxima velocidad hacia mediados del siglo. Sin embargo, el factor que más incide en el crecimiento es el aumento en la productividad del trabajo (1,6% anual).Durante el consenso de Washington considerado en su conjunto, el crecimiento es algo más rápido (3,8% anual). Sin embargo, ello se explica en esta ocasión principalmente por el rápido crecimiento de la fuerza de trabajo (2,6% anual), y especialmente por la masiva incorporación de las mujeres (3,9% anual). En cambio, la productividad se estanca (1,2% anual).Las diferencias anotadas se pueden explicar en parte importante por el énfasis muy diferente del Estado en sus políticas sociales. El desarrollismo realiza extraordinarios avances en salud (8,5% anual de incremento en el gasto 1929-73) y educación (6,9% anual de incremento en el gasto, 3,4% las matriculas, 1929-73), especialmente hacia el final del período (13,9% anual de incremento en el gasto educacional, 5,4% anual en matrículas, 1958-73).Por el contrario, en su frenesí revanchista, la dictadura las desmantela de modo brutal, reduciendo el gasto a la mitad y las matrículas en más de cien mil hasta 1982. Los gobiernos de transición han recuperado en parte el daño anterior. Sin embargo, especialmente en educación, continuaron con la privatización a lo largo de todo el período. De este modo, aún después de su recuperación posterior a 1990, el esfuerzo público en salud (3,7% anual de incremento en el gasto 1973-06) y en educación (2,3% anual de incremento en el gasto, 1,2% las matriculas, 1973-06), se reduce considerablemente durante el consenso de Washington considerado en su conjunto, en relación al período anterior.Como resultado de todo ello, en 1973 había 30 de cada cien habitantes matriculados en todo el sistema educacional. Al término de la dictadura se habían reducido a 25 , y actualmente son solo 27. En paralelo, la proporción de niños y jóvenes ha disminuido algo, lo cual ha permitido que la cobertura se incremente al mismo tiempo que se reducía el esfuerzo educacional. Sin embargo, el país se ha quedado atrás, especialmente en el nivel superior, donde la cobertura alcanza a menos del 40%. Eso es mucho menos que en los vecinos Argentina y Uruguay y está a una distancia inmensa de los países desarrollados, o países como Corea, que ha logrado un 98% de cobertura en este nivel.<br />El Socialismo del Siglo XX ¿Una forma límite del Desarrollismo?<br />Mediante estas estrategias sucesivas, el Estado ha presidido el gran parto de la modernidad en este lejano rincón del mundo. Estrategias similares se pueden identificar alrededor de todo el mundo subdesarrollado.¿En que consiste la esencia de cada una de ellas? En el primer caso, en un ámbito de economías muy atrasadas, el Estado se ve forzado a asumir varias de las tareas que en los países pioneros habían surgido espontáneamente desde los actores sociales modernos, que acá prácticamente no existían; mientras los criaba al mismo tiempo. De este modo, la consigna central del Estado durante buena parte del siglo se puede resumir en una palabra: Progreso, en sus dos dimensiones, económico y social.En cambio, la estrategia que la sucede hacia las décadas finales pone el énfasis en establecer condiciones favorables para el funcionamiento de los negocios, en un marco de apertura al comercio y especialmente la inversión extranjera, en un proceso de globalización por entonces en pleno despegue.Sin embargo, son muy variadas las formas que adquieren ambas en los diferentes países y aún en distintos momentos de cada una. También en Chile, los gobiernos que implementaron cada una de ellas presentaron todos los colores y pelajes.Durante el desarrollismo la burocracia estatal, civil y militar, adquiere un rol protagónico, en todos los países. En Chile, ya se mencionado que el período se inicia con un golpe militar de carácter más bien progresista. Luego en su mayor parte es implementada por gobiernos democráticos de muy distintas orientaciones políticas. Alcanza su clímax, como se ha reiterado, en una revolución hecha y derecha encabezada por un gobierno socialista.Los inicios son de algún modo similares en Brasil, algo más tarde en Argentina y mucho más tarde en Perú, así como en varios otros países de América Latina. En Brasil, los militares juegan un papel mucho más extendido y son dictaduras conservadoras las que lo conducen a su culminación, en los años 1980. Algo parecido ocurre en cierta manera ocurre en Argentina, mientras en el Uruguay todo el proceso es encabezado por gobiernos democráticos.El caso de México es muy singular y quizás el más notable. Allí, el origen del desarrollismo es muy temprano y es la burocracia civil que se afianza tras la revolución - la primera gran revolución del siglo XX en el mundo - la que dirige todo el proceso en un régimen de partido único.En el otro extremo del mundo, Corea representa quizás el caso más exitoso de desarrollismo estatal de la segunda mitad del siglo XX. En su base se encuentra la liquidación de la vieja nobleza que había colaborado con la ocupación japonesa, mediante una radical reforma agraria realizada tras la guerra. Es conducido allí con mano de hierro por burocracias conservadoras, militares y civiles.Sin embargo, por muy diferentes que fuesen sus formas, los rasgos esenciales del desarrollismo se repiten en todos ellos: surgen en países campesinos y son conducidos por la burocracia estatal que asume directamente en sus manos las tareas del progreso económico y social de sus países. Este segundo aspecto es tan importante como el primero, y se encuentra en la definición misma de la estrategia.En el caso chileno, por ejemplo, la historiadora María Angélica Illanes cita un notable documento que el Dr. Alejandro del Río prepara en 1924 para los militares. Explicita que lo principal para el progreso y la defensa del país es mejorar la salubridad y nivel educacional del pueblo. El Dr. del Río fue luego el primer ministro de seguridad social y encabezó el distinguido grupo de profesionales, médicos principalmente, que pasarían a conformar el primer núcleo civil del Estado desarrollista.En todas partes, asimismo, incluidas también de alguna manera sus versiones conservadoras, el Estado desarrollista adquiere temprana autonomía y se enfrenta de modo creciente, a veces violentamente, con las viejas elites agrarias que predominaron durante los siglos anteriores. El socialismo cumple en buena medida un rol similar en los países donde se establece. La diferencia fundamental radica en que allí el Estado no se limita a las funciones económicas principales, como ocurre en los otros, sino que asume todas las tareas de la economía. Esto, sin embargo, obedece a razones estrictamente políticas. Donde todo esto queda más claro que en ninguna otra parte es en la primera y más importante revolución socialista.De alguna manera, puede decirse que el origen de todo el asunto tiene que ver en el papel jugado por ¡los Mencheviques! y otros grupos políticos similares. Estos adquirieron justificada y sempiterna mala fama - con toda razón, en medios de izquierda su nombre equivale al peor de los insultos - no porque afirmasen la imposibilidad de una revolución socialista en un país atrasado. Los revolucionarios rusos habían estudiado seriamente <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a> y el debate tenía allí un gran nivel teórico que ya se quisieran en otras latitudes. Todos ellos, sin excepción ninguna, sabían perfectamente que para el marxismo el socialismo no estaba a la orden del día en un país atrasado como el suyo. Así lo establecía el programa de los bolcheviques, el cual tanto en 1905 como en 1917 planteaba el carácter democrático burgués de la revolución rusa.La gran traición política de los Mencheviques simboliza la gran traición histórica de la naciente burguesía rusa. Ésta no fue otra que ponerse en contra de la revolución en alianza con sus peores enemigos internos y externos. El gobierno que dirigieron tras la revolución de febrero continuó la guerra e intentó reprimir la revolución en curso. Nunca imaginaron la profundidad que aquella tenía. Tampoco que sus rivales bolcheviques. que por entonces eran todavía un partido muy pequeño, serían capaces de conducirla a la victoria del modo brillante en que lo hicieron.Durante la guerra del 18 al 20, los Mencheviques tomaron decidido partido en contra de la revolución. Terminaron en el exilio en Europa, junto con el grueso de la naciente burguesía y buena parte de los cuadros intelectuales de la pequeña burguesía Rusa. Algo similar tendría lugar en China a mediados de siglo y en Cuba medio siglo más tarde. En tales condiciones, bien poca alternativa tenía el Estado surgido de la revolución que no fuera el asumir todas las funciones económicas, de la más grande a la más pequeña.Una vez en el poder y en esas circunstancias, el planteamiento de los bolcheviques respecto de la posibilidad del socialismo en Rusia adoptó una forma mucho más compleja e inteligente que la que suponen algunos que no entienden mucho del materialismo histórico. Como buenos marxistas, cuidaron desde luego su estricta coherencia con el análisis de <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>. Fue propuesto por Bujarin en Teoría económica del periodo de transición publicado en 1920 y formulado en su forma clásica por Lenin en su teoría de eslabón más débil. La idea central era que el sistema capitalista conformaba una cadena mundial y lo que había ocurrido en Rusia consistía en realidad en la ruptura de ésta. Precisamente en su eslabón más débil.De este modo, el carácter de la Revolución Rusa no era ya algo aislado a ese país - cuyo retraso evidentemente sólo daba cabida a una revolución democrático-burguesa como afirmaban ellos mismos. Lo que estaba ocurriendo en Rusia era, por el contrario, la primera jornada de la revolución socialista mundial. Por cosas de la guerra, principalmente, ésta había tenido lugar no en los países más desarrollados, donde era de esperarse, sino en el último y más atrasado rincón del mundo, literalmente dicho así.Lenin murió esperando la inminente revolución en Alemania - que la hubo a principios de los años 1920, al igual que en Hungría y otros países de mucho mayor desarrollo que Rusia por esos años, pero fueron derrotadas. La teoría del socialismo en un solo país fue formulada muy posteriormente y su autoría corresponde a Stalin.Hasta el final, el PCUS sostenía básicamente este mismo planteamiento, denominado la teoria de la crisis general del capitalismo. Mal podría cualquiera de ellos, todos marxistas estudiosos y cultos, haber propuesto que el socialismo pudiese surgir antes que el capitalismo hubiese "dado de si todo lo que podía," según la famosa formulación de Marx relativa a la transición de un modo de producción a otro.Era una bonita idea. Pudiese haber sido posible ¡Porqué no! Hubiese sido fantástico que así hubiese sido. La humanidad se habría ahorrado los sufrimientos de la esclavitud capitalista y el mundo muchos riesgos.En realidad, miradas las cosas ahora después de todo lo ocurrido, parecía bien improbable. Las solas transiciones a los modos de producciones anteriores habían durado siglos. A ellas había que sumar todas las demás etapas de cada uno de éstos hasta alcanzar su auge, decadencia y muerte. Hasta que hubiesen "dado de si todo lo que podían," transcurrieron muchos siglos más. Y resultaba que ahora el modo de producción capitalista, con toda su potencia y globalidad reconocida por Marx, iba a vivir todo aquello apenas en un siglo, o siglo y medio a lo más ¡Difícil!El visualizar el socialismo real del siglo XX como un caso límite del desarrollismo Estatal no le resta ni un solo gramo de grandeza histórica, Muy por el contrario, restablece en plenitud el carácter inmensamente progresista y en definitiva exitoso de esas experiencias. Desde luego, ello se hace extensivo a las revoluciones que las iniciaron, empezando con la gloriosa e inmortal Gran Revolución de Octubre. Ésta sin duda alguna determinó el curso del siglo XX. Solo que éste no tenía el carácter que todos le supusieron hasta el final. Más bien, resulta parecido a aquel de alcance mñas modesto, pero igualmente glorioso, que iniciara la Gran Revolución Francesa. Ésta fue siempre respetada por todos los revolucionarios del mundo, en pirmer lugar por el propio Marx.¿Porqué cayó el socialismo? Probablemente por la misma razón que cayó el desarrollismo, más o menos contemporáneamente. Quizás el motivo radique en el éxito de ambos en cuanto a lograr el objetivo primero que se propusieron: alcanzar el progreso económico de sus países y el progreso social de sus pueblos. Para entenderlo, puede ser útil volver al concepto de acumulación originaria. El capitalismo no puede operar como modo de producción sin la existencia de los sujetos que lo hacen posible: una masa de obreros libres en un doble sentido descrito por Marx. Sin embargo, esta afirmación tiene un corolario que durante muchos años se mantuvo en reserva: Allí donde se han creado ya estas condiciones sociales para su surgimiento, la producción capitalista brota como las callampas. No se lo puede contener, aunque se ponga en ello un gran empeño - y de seguro el socialismo se empeñó en ello, especialmente en la URSS, a lo largo de setenta años. Dadas las condiciones sociales para ello, el capitalismo irrumpe y logra extenderse y desarrollarse de modo pleno. Aparentemente, los acontecimientos de fin de siglo han demostrado este incómodo corolario de la acumulación originaria.El desarrollismo fue sucedido por el llamado consenso de Washington, que también adoptó en el mundo formas muy diferentes. En Chile se conoció la más temprana y adoptó una de sus formas más revanchistas, extremas y dañina. Quizás en esto se asemeja a la que conoció la misma Rusia bajo Yeltsin. A estas altursas, sin embargo, esta segunda estrategia parece haber dado de si todo lo que podía. Está pidiendo a gritos ser reemplazada.Ello no va a ocurrir por si sola, como Marx brillantemente propone. Habrá que hacerla caer, es la tarea de hoy. Están llamados a realizarla los mismos que con sus luchas hicieron posible la historia del siglo XX: La gentes sencillas que han sido los sufridos protagonistas de la gesta de la acumulación originaria en este pequeño y lejano país.Hay que leer <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>. Aunque algunos por ahí sugieran que es mejor que no, debido a la cantidad de prevenciones y advertencias que según ellos habría que tener en cuenta antes de hacerlo.Hay que leer <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>, a pesar de la cantidad de traducciones no perfectas. A este respecto, los chilenos podemos enorgullecernos de contar con la única al español directamente desde el original alemán, que hizo Cristián Fazio Coll, y que Hugo, su padre, revisó en forma concienzuda. Dicho sea de paso, la Editorial Progreso en Moscú sólo alcanzó a imprimir el Tomo I antes de la caída de la URSS. Sin embargo, Cristián tradujo y Hugo ha revisado también los libros II y III. Una empresa no menor consistiría en la edición final e impresión de los dos faltantes.Hay que leer el <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a> completito, de pé a pá. Ello requiere no poco tiempo. Usualmente, demora no menos de tres semestres, como comprueban los cursos que el profesor Galo Eidelstein y este autor iniciaron en 1984 en el ICAL ¡con más de 80 alumnos en plena dictadura! y luego han continuado con pocas interrupciones en CENDA, ARCIS y otros lugares.Hay que leer <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>. Es la obra fundamental para comprender de modo crítico la época que vivimos yHay que leer <a title="Marx, Karl, El Capital, Tomos I (1867), II y III" href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_Capital" target="_blank">El Capital</a>. Ello permite renovar la esperanza que vendrán tiempos mejores.</div>Seminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5264498703070482728.post-47566017762786395772007-08-27T18:59:00.000-07:002007-08-27T19:00:12.892-07:00Vigencia del pensamiento económico de Marx, José Cademartori<div align="justify">Colaboración de José Cademartori.<br /><br />Ponencia al Coloquio sobre Marx y la Ideología Alemana de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile<br />22 de Junio 2006<br /></div><div align="justify"> </div><div align="justify">La Ideología Alemana es la obra inicial en la que Marx y Engels expusieron su ruptura con la concepción idealista de la historia, representada por Hegel y los jóvenes hegelianos. Es una crítica despiadada al gobierno exclusivo de las ideas, a la especulación metafísica, con su pretensión de derivar de ella, leyes universales permanentes. “No es la conciencia la que determina el ser social, sino al revés, el ser social el que determina la conciencia”, resume su propuesta. En la Ideología Alemana y en otras obras tempranas hay también una crítica sin negar sus méritos, al materialismo anterior, individualista, contemplativo, que culmina con Feurbach. A pesar de ser una obra de juventud, la Ideología fue genial en muchos aspectos, pero, como toda obra de los comienzos, insuficiente y luego, profundizada por los mismos autores en los tres decenios siguientes.<br /><br />En la Ideología Alemana está la primera exposición de la concepción materialista de la historia. Ella establece la primacía de la vida real de los seres humanos sobre sus pensamientos, de sus necesidades materiales de subsistencia y desarrollo, su naturaleza social y no individual, aislada. De allí la importancia del modo de producción de cada sociedad, de su modo de intercambio y de distribución. Surge también la importancia de la evolución de estos sistemas, a lo largo de la historia pasada y presente. Fuerzas o capacidades productivas (que también pueden ser destructivas) y que engloban desde la naturaleza hasta el ser humano, sus obras, la ciencia y sus aplicaciones, etc. Relaciones sociales de producción que vinculan a los seres humanos y las contradicciones entre ambos, son conceptos fecundos aportados por Marx y Engels.La economía constituye la base sobre la que descansa la superestructura, esto es la política, la ideología, el derecho, la cultura, las costumbres, las relaciones de género, etc. La economía determina “en última instancia”, el curso de la historia humana, lo que nos dice que hay “otras instancias no económicas” también influyentes. Muy lejos de un “reduccionismo” económico, o de una relación lineal, mecánica entre esas instancias, Marx entiende que hay una relación recíproca, una influencia mutua entre base y superestructura. Más aún las ideas, los ideales y sobre todo las acciones políticas y sociales de los seres humanos, de las personalidades, juegan un papel relevante en los cambios históricos. Tan convencido estaba de ello, que Marx combinó su intenso trabajo teórico con su militancia activa en el naciente movimiento comunista internacional europeo y en las revoluciones de su época.En la concepción materialista de la historia, las relaciones sociales de producción comprendieron la división social del trabajo, las diferencia económicas entre los individuo, la propiedad, las clases sociales y el estado. El concepto de clases sociales y sus contradicciones fue iniciado por los historiadores franceses e ingleses, pero ellos dieron por superado sus luchas, después de la implantación del régimen burgués. La decisiva contribución de Marx fue su aplicación de la teoría de las clases a las contradicciones en el capitalismo, del que postuló que no era el fin de la historia. Y su tesis fundamental, por cierto aún no confirmada, de que las clases no son eternas sino corresponden a un breve período dentro de la larga historia humana. Y que por tanto tenderán a ser extinguidas, previo el cumplimiento de condiciones materiales y morales para el paso del socialismo al comunismo. “El pensador más grande del último milenio” proclamado por una encuesta de los auditores de la BBC en Septiembre de 1999, fue no sólo un filósofo innovador, un historiador acucioso, sino también un notable estudioso de la economía y política de su tiempo. Marx desentrañó como ninguno otro economista de su época, la anatomía, la fisiología y la evolución del capitalismo en sus diferentes fases, tanto desde el punto de vista teórico, como práctico. Muchos de sus hallazgos científicos son aceptados hasta hoy. Se le reconoce ampliamente su descubrimiento de los ciclos económicos, las crisis financieras y de sobreproducción, el carácter permanente del desempleo con sus alzas y bajas, la tendencia a la acumulación del capital, el crecimiento económico y la reproducción del sistema. Se puede decir que fue el precursor de la macroeconomía, con sus conceptos equivalentes a los actuales, de producto social bruto y valor agregado, inversión y consumo, demanda y oferta global y distribución de los ingresos en sus diversas categorías y su apropiación por las clases sociales. Su examen del rol de la moneda, el crédito y el sistema financiero, son de una gran actualidad. Marx conoció a fondo las obras de los grandes economistas de su época y los tempranos y valiosos avances de los socialistas utópicos. También se detuvo en los autores meramente apologéticos del capitalismo, entre ellos Malthus, Say, Bentham y otros a los que incluyó como integrantes de la “economía vulgar”. En tal sentido, Marx fue el primero en hacer la crítica implacable de la ideología propia del capital, el liberalismo. Esa crítica resulta de una notable actualidad, desde el momento que es aplicable al neoliberalismo y que hoy difunden sus servidores, desde el FMI y el Departamento del Tesoro hasta los editorialistas de El Mercurio. Marx diferenció a los aduladores del capital, de los verdaderos científicos, distinción válida para distinguir la paja del trigo entre los economistas. Asimiló particularmente a los clásicos, Adam Smith y David Ricardo. De ellos adoptó su principal premisa racional, la teoría del valor trabajo, la que depuró de sus fallas y desarrolló, con los nuevos conceptos de capital constante, capital variable y plusvalía como componentes del valor de la mercancía. Ellos explicaron el mecanismo de fondo de la explotación del trabajo ajeno, el salario, la ganancia y el capital. Marx incorporó a la filosofía el tema del trabajo y su alienación, hasta entonces despreciado y ausente, como una dimensión esencial de los seres humanos.Marx fue el primero que comprendió la vocación mundial del capitalismo en una época en la que éste sólo dominaba en una parte minoritaria del planeta, mientras la mayoría de la humanidad vivía en el feudalismo o en regímenes aún más atrasados. Su pronóstico de que el capital se adueñaría del mercado mundial ha resultado un acierto, sobre todo tras revelar sus métodos de conquista violenta, engaño e inversiones y comercio desigual, empleados con los países más débiles. Anticipó así lo que es el imperialismo moderno. Lo que se conoce hoy como la globalización transnacional aparece ya descrita en las magistrales páginas del Manifiesto Comunista. Muchas de sus brillantes formulaciones son continuamente citadas hoy por los estudiosos del tema.<br />En la actualidad es motivo de intensos debates los procesos mundiales respecto de la distribución desigual de los ingresos y las diferencias entre riqueza y pobreza. En su polémica ley de la acumulación y la pauperización con la que finaliza el primer tomo de El Capital, Marx llegó a la conclusión que la tendencia natural del sistema sería a la acumulación de la riqueza en un polo y de la pobreza y la miseria en el otro extremo de la sociedad. Esta tendencia se había contrarrestado y hasta revertido en muchos países del mundo, especialmente después de la segunda guerra mundial, gracias a las conquistas de los trabajadores como las regulaciones del trabajo, el derecho a la jubilación, el acceso a la salud, la educación gratuita, la disminución y el seguro contra el desempleo. La reducción de las diferencias económicas fue lograda mediante la intervención del estado en los países desarrollados tanto como en los atrasados, con políticas anticíclicas o desarrollistas. La ley de la acumulación y el empobrecimiento demostró que las leyes naturales del régimen capitalista podían ser contrarrestadas con la lucha de los asalariados, junto con el papel activo del estado y la limitación del libre mercado. Pero, esta ley económica volvió a tener actualidad cuando tuvo lugar la regresión política de los últimos decenios con las dictaduras militares del Cono Sur, los gobiernos de Tatcher, Reagan y otros similares. El giro hacia la derecha de los años ochenta tuvo por objeto implantar el modelo neoliberal que suprime los derechos sociales, los sustituye por las libertades económicas y transforma al estado en un aparato al servicio privilegiado del capital. El neoliberalismo y la globalización con sus nuevos actores, las transnacionales, se profundizaron después de la derrota del socialismo soviético que, con su bloque de países limitaba la expansión territorial del capital. Así, la ley marxiana de la acumulación de la riqueza en una minoría y de la pobreza en la mayoría está funcionando hoy plenamente, tanto en las diferencias crecientes a nivel internacional como dentro de la mayoría de los países en los diversos continentes. Las condiciones y supuestos de esta ley que eran las del período del capitalismo pre-monopolista y sin controles – sin conquistas sociales, sin el rol corrector del estado – vuelven a ponerse vigentes. Su resultado es la plena vigencia de la ley y su consecuencia inevitable, la agudización de las contradicciones sociales y económicas del capitalismo.Marx concluyó que la superación de las clases y su antagonismo comenzaría con una revolución, que sería violenta o pacífica según fuera la resistencia de los opresores. Esta revolución convertiría a la clase trabajadora en clase gobernante, dado que según el principio primario de la democracia y siempre que lograra su unidad política, era notoria la tendencia a constituirse en la abrumadora mayoría de la sociedad, como ya lo es en los países desarrollados y está en vías de serlo en gran número de los países pobres y en desarrollo. El autor de El Capital fue muy parco en trazar los lineamientos de la futura sociedad. Pero sostuvo que la dominación del proletariado sería una etapa históricamente transitoria, puesto que el proletariado no podría suprimir su propia explotación sin romper la opresión de todos los subyugados. El estado tendería a extinguirse, el gobierno de los hombres sería sustituido por la administración de las cosas, los recursos económicos serían asignados libre, racional, o planificadamente, por ellos.Hoy es evidente que el socialismo implantado en la URSS y extendido bajo la presión militar hasta Europa Oriental adoleció de fallas que lo llevaron a su derrumbe. Derrumbe y no derrota, puesto que en el momento decisivo no hubo resistencia popular. La clase trabajadora no lo defendió sino lo dejó caer. Desde luego, Marx no tuvo nada que ver con esta experiencia, por mucho que haya sido hasta cierto punto, fuente de referencia, aunque dogmática, de generaciones de líderes comunistas. Las falencias estuvieron en la escasa participación de los trabajadores en la construcción del nuevo estado, en su estrategia y tácticas, en las decisiones fundamentales. La “dictadura del proletariado” – que debió ser “la conquista de la democracia” según el Manifiesto, se tergiversó, no fue siquiera la del partido, sino la de un hombre, y luego la dictadura de una cúpula dirigente. En esa cúpula, recae el fracaso y la posterior traición al socialismo. En el plano económico, una planificación y dirección burocrática, rígida y arbitrariamente centralizada, ignoró las nuevas y legítimas demandas de la sociedad y los cambios tecnológicos ineludibles, ahogó la iniciativa de las masas, de científicos, intelectuales y cuadros medios fieles al socialismo, capacitados, críticos e innovadores. El estancamiento y la decadencia se apoderaron de este mundo socialista. Y la ley de Marx sobre la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción no se hizo esperar. No obstante, y a pesar de éstos y otros graves vicios, el socialismo soviético y europeo oriental durante setenta y cuarenta años respectivamente demostró la tesis marxista que es posible construir y reproducir una economía sin los capitalistas como clase dominante. Comprobó las posibilidades de la propiedad colectiva de los medios de producción, elevó en el largo plazo las fuerzas productivas, mejoró las condiciones materiales y culturales de vida de sus pueblos, garantizó el derecho al trabajo, realizó grandes hazañas científicas, redujo a los niveles mundiales más bajos los índices de las desigualdades y venció al nazi fascismo, el peor enemigo de la humanidad. No se puede tampoco ignorar su apoyo a los pueblos en lucha contra el imperialismo. Todo esto resalta ante los males inmensos que ha traído la reconstrucción del capitalismo en esos países con su proliferación de riqueza y pobreza, corrupción y criminalidad.<br /><br />¿Qué nos diría Marx si estuviera vivo, ante las dramáticas experiencias vividas en el siglo XX? Imagino que él contestaría: “En primer lugar el socialismo será o no, dependiendo de una construcción paralela de la democracia socialista. Como ya lo escribió más de una vez, habrá un largo período histórico de transición entre el capitalismo y el socialismo, tanto más largo para los países más pobres, que constituyen la mayoría de la humanidad, cuanto mayor sea su atraso y tanto menor, según sea la eficacia de sus propias fórmulas. Habrá que armarse con la “ardiente paciencia” de que hablaba Neruda. En las condiciones mundiales del siglo XXI con la crisis ecológica ad portas, el socialismo no es mero crecimiento productivo nacional, sino exige una gran cooperación internacional, pacífica y voluntaria, para preservar la naturaleza, eliminar el derroche consumista, reducir la carrera armamentista. La lucha entre ambos sistemas y entre sus clases portadoras continuará por largo tiempo, tanto en el terreno nacional como en el internacional. Habrá que esforzarse porque sea sin muertos, sin sangre. El socialismo será irreversible cuando la mayoría de la humanidad se convenza de su superioridad y en especial en los países más poderosos. Prestar atención a las razones de la supervivencia del socialismo existente en países como Cuba, Vietnam y China, aprendiendo de sus formas de construcción, de sus éxitos y de sus falencias.” No olvidar sus viejas recomendaciones: proletarios del mundo unios, a lo que ahora agregaría, pueblos del norte y el sur, de todas las etnias y naciones, hombres y mujeres, demócratas y pacifistas, luchadores contra el neoliberalismo y la globalización, partidarios del socialismo, unios.</div>Seminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5264498703070482728.post-18364475345406999322007-08-15T15:40:00.000-07:002007-08-15T15:42:02.460-07:00Primer Manuscrito 1844<div align="justify"><a name="1"></a>[Primer Manuscrito]<br /><br /><br /><a name="1-1"></a>Salario<br /><br />(I) El salario está determinado por la lucha abierta entre capitalista y obrero. Necesariamente triunfa el capitalista. El capitalista puede vivir más tiempo sin el obrero que éste sin el capitalista. La unión entre los capitalistas es habitual y eficaz; la de los obreros está prohibida y tiene funestas consecuencias para ellos. Además el terrateniente y el capitalista pueden agregar a sus rentas beneficios industriales, el obrero no puede agregar a su ingreso industrial ni rentas de las tierras ni intereses del capital. Por eso es tan grande la competencia entre los obreros. Luego sólo para el obrero es la separación entre capital, tierra y trabajo una separación necesaria y nociva. El capital y la tierra no necesitan permanecer en esa abstracción, pero sí el trabajo del obrero.<br />Para el obrero es, pues, mortal la separación de capital, renta de la tierra y trabajo.<br />El nivel mínimo de salario, y el único necesario, es lo requerido para mantener al obrero durante el trabajo. y para que él pueda alimentar una familia y no se extinga la raza de los obreros. El salario habitual es, según Smith, el mínimo compatible con la simple humanité, es decir, con una existencia animal.<br />La demanda de hombres regula necesariamente la producción de hombres, como ocurre con cualquier otra mercancía. Si la oferta es mucho mayor que la demanda, una parte de los obreros se hunde en la mendicidad o muere por inanición. La existencia del obrero está reducida, pues, a la condición de existencia de cualquier otra mercancía. El obrero se ha convertido en una mercancía y para él es una suerte poder llegar hasta el comprador. La demanda de la que depende la vida del obrero, depende a su vez del humor de los ricos y capitalistas. Si la oferta supera a la demanda entonces una de las partes constitutivas del precio, beneficio, renta de la tierra o salario, es pagada por debajo del precio; una parte de estas prestaciones se sustrae, pues, a este empleo y el precio del mercado gravita hacia el precio natural como su centro. Pero, 1.) cuando existe una gran división del trabajo le es sumamente difícil al obrero dar al suyo otra dirección; 2) el perjuicio le afecta a él en primer lugar a causa de su relación de subordinación respecto del capitalista.<br />Con la gravitación del precio de mercado hacia el precio natural es así el obrero el que más pierde y el que necesariamente pierde. Y justamente la capacidad del capitalista para dar a su capital otra dilección es la que, o priva del pan al obrero, limitado a una rama determinada de trabajo, o le obliga a someterse a todas las exigencias de ese capitalista.<br />(II) Las ocasionales y súbitas fluctuaciones del precio de mercado afectan menos a la renta de la tierra que a aquellas partes del precio que se resuelven en beneficios y salarios, pero afectan también memos al beneficio que al salario. Por cada salario que sube hay, por lo general, uno que se mantiene estacionario y uno que baja.<br />El obrero no tiene necesariamente que ganar con la ganancia del capitalista, pero necesariamente pierde con él. Así el obrero no gana cuando el capitalista mantiene el precio del mercado por encima del natural por obra de secretos industriales o comerciales, del monopolio o del favorable emplazamiento de su terreno.<br />Además: los precios del trabajo son mucho más constantes que los precios de los víveres. Frecuentemente se encuentran en proporción inversa. En un año de carestía el salario disminuye a causa de la disminución de la demanda y se eleva a causa del alza de los víveres. Queda, pues, equilibrado. En todo caso, una parte de los obreros queda sin pan. En años de abundancia, el salario se eleva merced al aumento de la demanda, disminuye merced a los precios de los víveres. Queda, pues, equilibrado.<br />Otra desventaja del obrero:<br />Los precios del trabajo de los distintos tipos de obreros difieren mucho más que las ganancias en las distintas ramas en las que el capital se coloca. En el trabajo toda la diversidad natural, espiritual y social de la actividad individual se manifiesta y es inversamente retribuida, en tanto que el capital muerto va siempre al mismo paso y es indiferente a la real actividad individual. En general hay que observar que allí en donde tanto el obrero como el capitalista sufren, el obrero sufren en su existencia y el capitalismo en la ganancia de su inerte Mammón.<br />El obrero ha de luchar no sólo por su subsistencia física, sino también por lograr trabajo, es decir, por la posibilidad, por lo medios, de poder realizar su actividad. Tomemos las tres situaciones básicas en que puede encontrarse la sociedad y observemos la situación del obrero en ellas.<br />l) Si la riqueza de la sociedad está en descenso, el obrero sufre más que nadie, pues aunque la clase obrera no puede ganar tanto como la de los propietarios en una situación social próspera, aucune ne souffre aussi cruellement de son déclin que la classe des ouvriers. (Ninguna sufre tanto con su decadencia como la clase obrera, Smith, II, 162).<br />III), 2) Tomemos ahora una sociedad en la que la riqueza aumenta. Esta situación es la única propicia para el obrero. Aquí aparece la competencia entre capitalistas la demanda de obreros excede a la oferta, pero:<br />En primer lugar, el alza de los salarios conduce a un exceso de trabajo de los obreros. Cuanto más quieren ganar, tanto más de su tiempo deben sacrificar y, enajenándose de toda libertad, han de realizar, en aras de la codicia, un trabajo de esclavos. Con ello acortan su vida. Este acortamiento en la duración de su vida es una circunstancia favorable para la clase obrera en su conjunto, porque con él se hace necesaria una nueva oferta. Esta clase ha de sacrificar continuamente a una parte de si misma para no perecer por completo.<br />Además, ¿cuándo se encuentra una sociedad en vías de enriquecimiento progresivo? Con el aumento de los capitales y las rentas de un país. Esto, sin embargo, sólo es posible: a) porque se ha acumulado mucho trabajo, pues el capital es trabajo acumulado; es decir, porque se ha ido arrebatando al obrero una cantidad creciente de su producto, porque su propio trabajo se le enfrenta en medida creciente como propiedad ajena, y los medios de su existencia y de su actividad se concentran cada vez más en mano del capitalista; b) la acumulación del capital aumenta la división del trabajo y la división del trabajo el número de obreros; y viceversa, el número de obreros aumenta la división del trabajo, así como la división del trabajo aumenta la acumulación de capitales. Con esta división del trabajo, de una parte, y con la acumulación de capitales, de la otra, el obrero se hace cada vez más dependiente exclusivamente del trabajo, y de un trabajo muy determinado, unilateral y maquinal. Y así, del mismo modo que se ve rebajado en lo espiritual y en lo corporal a la condición de máquina, y de hombre queda reducido a una actividad abstracta y un vientre. Se va haciendo cada vez más dependiente de todas las fluctuaciones del precio de mercado, del empleo de los capitales y del humor de los ricos. Igualmente, el crecimiento de la clase de hombres que no tienen (IV) más que su trabajo agudiza la competencia entre los obreros, por tanto, rebaja su precio. En el sistema fabril esta situación de los obreros alcanza su punto culminante.<br />c) En una sociedad cuya prosperidad crece, sólo los más ricos pueden aún vivir del interés del dinero. Todos los demás están obligados, o bien a emprender un negocio con su capital, o bien a lanzarlo al comercio. Con esto se hace también mayor la competencia entre los capitales. La concentración de capitales se hace mayor, los capitalistas grandes arruinan a los pequeños y una fracción de los antiguos capitalistas se hunde en la clase de los obreros, que por obra de esta aportación padece de nuevo la depresión del salario y cae en una dependencia aún mayor de los pocos grandes capitalistas; al disminuir el número de capitalistas, desaparece casi su competencia respecto de los obreros, y como el número de éstos se ha multiplicado, la competencia entre ellos se hace tanto mayor, más antinatural y más violenta. Una parte de la clase obrera cae con ello en la mendicidad o la inanición tan necesariamente como una parte de los capitalistas medios cae en la clase obrera.<br />Así, pues, incluso en la situación social más favorable para el obrero la consecuencia necesaria para éste es exceso de trabajo y muerte prematura, degradación a la condición de máquina, de esclavo del capital que se acumula peligrosamente frente a él, renovada competencia, muerte por inanición o mendicidad de una parte de los obreros.<br />(V) El alza de salarios despierta en el obrero el ansia de enriquecimiento propia del capitalista que él, sin embargo, sólo mediante el sacrificio de su cuerpo y de su espíritu puede saciar. El alza de salarios presupone la acumulación de capital y la acarrea; enfrenta, pues, el producto del trabajo y el obrero, haciéndolos cada vez más extraños el uno al otro. Del mismo modo, la división del trabajo hace al obrero cada vez más unilateral y más dependiente, pues acarrea consigo la competencia no sólo de los hombres, sino también de las máquinas. Como el obrero ha sido degradado a la condición de máquina, la máquina puede oponérsele como competidor. Finalmente, como la acumulación de capitales aumenta la cantidad de industria, es decir, de obreros, mediante esta acumulación la misma cantidad de industria trae consigo una mayor cantidad de obra hecha que se convierte en superproducción y termina, o bien por dejar sin trabajo a una gran parte de los trabajadores, o bien por reducir su salario al más lamentable mínimo. Estas son las consecuencias de una situación social que es la más favorable para el obrero, la de la riqueza creciente y progresiva.<br />Por último, sin embargo, esta situación ascendente ha de alcanzar alguna vez su punto culminante. ¿Cuál es entonces la situación del obrero?<br />3) «Los salarios y los beneficios del capital serán probablemente muy bajos en un país que haya alcanzado el último grado posible de su riqueza. La competencia entre los obreros para conseguir ocupación seria tan grande que los salarios quedarían reducidos a lo necesario para el mantenimiento del mismo número de obreros y si el país estuviese ya suficientemente poblado este número no podrá aumentarse». El exceso debería morir.<br />Luego, en una situación declinante de la sociedad, miseria progresiva; en una situación floreciente, miseria complicada, y en una situación en plenitud, miseria estacionaria.<br />Y como quiera que, según Smith, no es feliz una sociedad en donde la mayoría sufre, que el más próspero estado de la sociedad conduce a este sufrimiento de la mayoría, y como la Economía Política (en general la Sociedad del interés privado) conduce a este estado de suma prosperidad, la finalidad de la Economía Política es, evidentemente, la infelicidad de la sociedad.<br />En lo que respecta a la relación entre obreros y capitalistas, hay que observar todavía que el alza de salarios está más que compensada para el capitalista por la disminución en la cantidad del tiempo de trabajo, y que el alza de salarios y el alza en el interés del capital obran sobre el precio de la mercancía como el interés simple y el interés compuesto, respectivamente.<br />Coloquémonos ahora totalmente en el punto de vista del, economista, y comparemos, de acuerdo con él, las pretensiones teóricas y prácticas de los obreros.<br />Nos dice que, originariamente y de acuerdo con su concepto mismo todo el producto del trabajo pertenece al obrero. Pero al mismo tiempo nos dice que en realidad revierte al obrero la parte más pequeña e imprescindible del producto; sólo aquella que es necesaria para que é1 exista no como hombre, sino como obrero, para que perpetúe no la humanidad, sino la clase esclava de los obreros.<br />El economista nos dice que todo se compra con trabajo y que el capital no es otra osa que trabajo acumulado, pero al mismo tiempo nos dice que el obrero, muy lejos de poder comprarlo todo, tiene que venderse a sí mismo y a su humanidad.<br />En tanto que las rentas del perezoso terrateniente ascienden por lo general a la tercera parte del producto de la tierra, y el beneficio del atareado capitalista llega incluso al doble del interés del dinero, lo que el obrero gana es, en el mejor de los casos, lo necesario para que, de cuatro hijos, dos se le mueran de desnutrición (VII). En tanto que, según el economista, el trabajo es lo único con lo que el hombre aumenta el valor de los productos naturales, su propiedad activa, según la misma Economía Política, el terrateniente y el capitalista, que como terrateniente y capitalista son simplemente dioses privilegiados y ociosos, están en todas partes por encima del obrero y le dictan leyes.<br />En tanto que, según el economista el trabajo es el único precio invariable de las cosas, no hay nada más azaroso que el precio del trabajo, nada está sometido a mayores fluctuaciones.<br />En tanto que la división del trabajo eleva la fuerza productiva del trabajo, la riqueza y el refinamiento de la sociedad, empobrece al obrero hasta reducirlo a máquina. En tanto que el trabajo suscita la acumulación de capitales y con ello el creciente bienestar de la sociedad, hace al obrero cada vez más dependiente del capitalista, le lleva a una mayor competencia, lo empuja al ritmo desenfrenado de la superproducción, a la que sigue un marasmo igualmente profundo.<br />En tanto que, según los economistas, el interés del obrero no se opone nunca al interés de la sociedad, el interés de la sociedad está siempre y necesariamente en oposición al interés del obrero.<br />Según los economistas, el interés del obrero no está nunca en oposición al de la sociedad, 1) porque el alza del salario está más que compensada por la disminución en la cantidad del tiempo de trabajo, además de las restantes consecuencias antes desarrolladas, y 2) porque, en relación con la sociedad, el producto bruto total es producto neto y sólo en relación al particular tiene el neto significado<br />Pero que el trabajo mismo no sólo en las condiciones actuales, sino en general, en cuanto su finalidad, es simplemente el incremento de la riqueza; que el trabajo mismo, digo, es nocivo y funesto, es cosa que se deduce, sin que el economista lo sepa, de sus propias exposiciones.<br />De acuerdo con su concepto, la renta de la tierra y el beneficio del capital son deducciones que el salario padece. En realidad, sin embargo, el salario es una deducción que el capital y la tierra dejan llegar al obrero, una concesión del producto del trabajo de los trabajadores al trabajo.<br />El obrero sufre más que nunca en su estado de declinación social. Tiene que agradecer la dureza específica de su opresión a su situación de obrero, pero la opresión en general a la situación de la sociedad.<br />Pero en el estado ascendente de la sociedad, la decadencia y el empobrecimiento del obrero son producto de su trabajo y de la riqueza por él producida. La miseria brota, pues, de la esencia del trabajo actual.<br />El estado de máxima prosperidad social, un ideal, pero que puede ser alcanzado aproximadamente y que, en todo caso, constituye la finalidad, tanto de la Economía Política como de la sociedad civil, es, para el obrero, miseria estacionaria.<br />Se comprende fácilmente que en la Economía Política el proletario es decir, aquel que, desprovisto de capital y de rentas de la tierra, vive sólo de su trabajo, de un trabajo unilateral y abstracto, es considerado únicamente como obrero. Por esto puede la Economía asentar la tesis de que aquél, como un caballo cualquiera, debe ganar lo suficiente para poder trabajar. No lo considera en sus momentos de descanso como hombre, sino que deja este cuidado a la justicia, a los médicos, a la religión, a los cuadros estadísticos, a la policía y al alguacil de pobres.<br />Elevémonos ahora sobre el nivel de la Economía Política y, a partir de la exposición hasta ahora hecha, casi con las mismas palabras de la Economía Política, tratemos de responder a dos cuestiones.<br />1) ¿Qué sentido tiene, en el desarrollo de la humanidad, esta reducción de la mayor parte de la humanidad al trabajo abstracto?<br />2) ¿Qué falta cometen los reformadores en détail que, o bien pretenden elevar los salarios y mejorar con ello la situación de la clase obrera, o bien (como Proudhon) consideran la igualdad de salarios como finalidad de la revolución social?<br />El trabajo se presenta en la Economía Política únicamente bajo el aspecto de actividad lucrativa.<br />(VIII) Puede afirmarse que aquellas ocupaciones que requieren dotes especificas o una mayor preparación se han hecho, en conjunto, más lucrativas; en tanto que el salario medio para la actividad mecánica uniforme, en la que cualquiera puede ser fácil y rápidamente instruido, a causa de la creciente competencia ha descendido y tenia que descender, y precisamente este tipo de trabajo es, en el actual estado de organización de éste, el más abundante con mucha diferencia. Por tanto, si un obrero de primera categoría gana actualmente siete veces más que hace cincuenta años y otro de la segunda lo mismo, los dos ganan, ciertamente, por término medio, cuatro veces más que antes. Sólo que si en un país la primera categoría de trabajo ocupa únicamente 1.000 hombres y la segunda a un millón, 999.000 no están mejor que hace cincuenta años y están peor si, al mismo tiempo, han subido los precios de los artículos de primera necesidad. Y con estos superficiales cálculos de término medio se pretende engañar sobre la clase más numerosa de la población. Además, la cuantía del salario es sólo un factor en la apreciación del ingreso del obrero, pues para mesurar este último es también esencia tomar en consideración la duración asegurada del trabajo, de la que no puede hablarse en la anarquía de la llamada libre competencia, con sus siempre repetidas fluctuaciones e interrupciones. Por último, hay que tomar en cuenta la jornada de trabajo habitual antes y ahora. Esta ha sido elevada para los obreros ingleses en la manufactura algodonera, desde hace veinticinco años, esto es, exactamente desde el momento en que se introdujeron las máquinas para ahorrar trabajo, a doce o dieciséis horas diarias por obra de la codicia empresarial (IX), y la elevación en un país y en una rama de la industria tuvo que extenderse más o menos a otras partes, dado el derecho, aún generalmente reconocido, a una explotación incondicionada de los pobres por los ricos (Schulz, Bewegung del Produktion, pág.. 65).<br />Pero incluso si fuera tan cierto, como realmente es falso, que se hubiese incrementado el ingreso medio de todas las clases de la sociedad, podrían haberse hecho mayores las diferencias y los intervalos relativos entre los ingresos, y aparecer así más agudamente los contrastes de riqueza y pobreza. Pues justamente porque la producción total crece, y en la misma medida en que esto sucede, se aumentan también las necesidades, deseos y pretensiones, y la pobreza relativa puede crecer en tanto que se aminora la absoluta. El samoyedo, reducido a su aceite de pescado y a sus pescados rancios, no es pobre porque en su cerrada sociedad todos tienen las mismas necesidades. Pero en un estado que va hacia adelante que, por ejemplo en un decenio ha aumentado su producción total en relación a la sociedad en un tercio, el obrero que gana ahora lo mismo que hace diez años no esta ni siquiera tan acomodado como antes, sino que se ha empobrecido en una tercera parte (ibid., págs. 65—66).<br />Pero la Economía Política sólo conoce al obrero en cuanto animal de trabajo, como una bestia reducida a las más estrictas necesidades vitales.<br />Para cultivarse espiritualmente con mayor libertad, un pueblo necesita estar exento de la esclavitud de sus propias necesidades corporales, no ser ya siervo del cuerpo. Se necesita, pues, que ante todo le quede tiempo para poder crear y gozar espiritualmente. Los progresos en el organismo del trabajo ganan este tiempo. ¿No ejecuta frecuentemente, en la actualidad, un solo obrero en las fábricas algodoneras, gracias a nuevas fuerzas motrices y a máquinas perfeccionadas, el trabajo de 250 a 350 de los antiguos obreros? Consecuencias semejantes en todas las ramas de la producción, pues energías naturales exteriores son obligadas, cada vez en mayor medida, a participar (X) en el trabajo humano. Si antes para cubrir una determinada cantidad de necesidades materiales se requería gasto de tiempo y energía humana que más tarde se ha reducido a la mitad, se ha ampliado en esta misma medida el ámbito para la creación y el goce espiritual sin ningún atentado contra el bienestar material. Pero incluso sobre el reparto del botín que ganamos al viejo Cronos en su propio terreno decide aún el juego de dados del azar ciego e injusto. Se ha calculado en Francia que, dado el actual nivel de producción, una jornada media de trabajo de cinco horas para todos los capaces de trabajar bastaría a la satisfacción de todos los intereses materiales de la sociedad... Sin tomar en cuenta los ahorros gracias a la perfección de la maquinaria, la duración del trabajo esclavo en las fábricas no ha hecho sino aumentar para una numerosa población (ibid., 67—68).<br />El tránsito del trabajo manual complejo al sistema fabril presupone una descomposición del mismo en operaciones simples. Pero por ahora sólo una parte de las operaciones uniformemente repetidas le corresponde de momento a las máquinas, otra parte le corresponde a los hombres. De acuerdo con la naturaleza de las cosas, y de acuerdo con experiencias concordantes, una tal actividad continuamente uniforme es tan perjudicial para el espíritu como pata el cuerpo; y así, pues, en esta unión del maquinismo con la simple división del trabajo entre más numerosas manos humanas tenían también que hacerse patentes todos los inconvenientes de esta última. Estos inconvenientes se muestran, entre otras cosas, en la mayor mortalidad de los obreros (XI) fabriles... Esta gran diferencia de que los hombres trabajen mediante máquinas o como máquinas no ha sido... observada (ibid., Pág. 69).<br />Para el futuro de la vida de los pueblos, las fuerzas naturales brutas que obran en las máquinas serán, sin embargo, nuestros siervos y esclavos (ibid., pág.. 74).<br />En las hilaturas inglesas están actualmente ocupados sólo 158.818 hombres y 196.818 mujeres. Por cada 100 obreros hay 103 obreras en las fábricas de algodón del condado de Lancaster y hasta 209 en Escocia. En las fábricas inglesas de lino, en Leeds, se contaban 147 obreras por cada 100 obreros; en Druden y en la costa oriental de Escocia, hasta 280. En las fábricas inglesas de seda... muchas obreras; en las fábricas de lana, que exigen mayor fuerza de trabajo más hombres... También las fábricas de algodón norteamericanas ocupaban, en 1833, junto a 18.593 hombres, no menos de 38.927 mujeres. Mediante las transformaciones en el organismo del trabajo le ha correspondido, pues, al sexo femenino, un círculo más amplio de actividad lucrativa..., las mujeres una posición económica más independiente.,,, los dos sexos más aproximados en sus relaciones sociales (ibid., págs. 71—72).<br />«En las hilaturas inglesas movidas por vapor y agua trabajaban en el año 1835 20.558 niños entre ocho y doce años, 35.867 entre doce y trece años y, por último, 108.208 entre trece y dieciocho años... Ciertamente que los ulteriores progresos de la mecánica, al arrancar de manos de los hombres, cada vez en mayor medida, todas las ocupaciones uniformes, actúan en el sentido de una paulatina eliminación (XII) de la anomalía. Sólo que en el camino de este mismo rápido progreso está precisamente el detalle de que los capitalistas pueden apropiarse, del modo más simple y barato, de las fuerzas de las clases inferiores, hasta en la infancia, para usar y abusar de ellas en lugar los medios auxiliares de la mecánica» (Schulz: Bew. d. Podukt., págs. 70—71).<br />«Llamamiento de lord Broughan a los obreros: ¡Haceos capitalistas! ...esto... lo malo es que millones sólo logran ganar su modesto vivir gracias a un fatigoso trabajo que los arruina corporalmente y los deforma mental y moralmente; que incluso tienen que considerar como una suerte la desgracia de haber encontrado tal trabajo» (ibid., pág.. 60).<br />«Pour vivre donc, les non—propiétaires sont obligés de se mettre, directement ou indirectement, au service des propiétaires, c'est—à—dire sous leur dépendance.» Pecqueur: Théorie nouvelle d'économie sociale, etc. (página 409).<br />Domestiques—gages, ouvviers—salaires; employés—traitéments ou émoluments (ibid., págs.. 409—410).<br /><br />«Louer son travail», «prêter son travail à l'intérêt», «travailler à la place d'autrui».<br />«Louer la matière du travail», «prêter la matière du travail à l'intéret», «faire travailler autrui à sa place» (ibid., págs. 411—12).<br />(XIII) «Cette constitution économique condamne les hommes à des metiers tellement abjects, à une dégradation tellement désolante el amère, que la sauvagerie apparaît, en comparaison, comme une royale condition» (l. c., pág.., 417—18). «La prostitution de la classe non propriétaire sous toutes les formes» (págs. 421 Y sig). Traperos.<br />Ch. Loudon, en su trabajo Solution du problème de la population, etc., París 1842, dice que en Inglaterra existen entre 60.000 y 70.000 prostitutas. El número de femmes d'une vertu douteuse es del mismo (Página 228).<br />«La moyenne vie de ces infortunées créatures sur le pavé, après qu'elles sont entrées dans la carrière du vice, est d'environ ,six ou sept ans. De manière ,que pour mantenir le nombre de 60 a 70.000 prostituées,il doit y avoir, dalns les 3 royaumes, au moins 8 à 9.000 femmes qui se vouent à cet infame métier chaque anné, ou environ vingt—quatre nouvelles victimes par jour, ce qui est la moyenne d'une par heure; et conséquemment, si la même proportion a lieu sur toute la surface du globe, il doit y avoir constament un million et demi de ces malheureuses» (ibid., pág.. 229).<br />La population des misérables croît avec leur misère, el c'est à la limite extrême du déneument que les êtres humains se pressent en plus grand nombre pour se disputer le droit de souffrir... En 1821, la population de l'Irlande était de 6.801.827. En 1831, elle s'était élevée à 7.764.010; c'est 14% d'augmentation en dix ans. Dans le Leinster, province où il y a le plus d'aisance, la population n'a augmenté que de 8%, tandis que, dans le Connaught, province la plus misérable, l'augmentation s'est élevée à 21%. (Extrait des Enquêtes publiées en Angleterre sur l'Irlande. Vienne, 1840) Buret, De la misère, etc., t. I, pág.. [36]—37.<br />La Economía Política considera el trabajo abstractamente, como una cosa; le travail est une marchandise; si el precio es alto, es que la mercancía es muy demanda; si es bajo, es que es muy ofrecida; comme marchandise, le travail doit de plus en plus baisser de prix; en parte la competencia entre capitalista y obrero, en parte la competencia entre obreros, obligan a ello. «La popullation ouvrière, marchande de travail, est forcément réduite à la plus faible part du produit... la theorie du travail marchandise est—elle aultre chose qu'une theorie de servitude déguisée?» (1. c., pág.. 43).<br />«Pourquoi donc n'avoir vu dans le travail qu'une valeur d'échange?» (ibid., pág.. 44). Los grandes talleres compran :preferentemente ,el trabajo de mujeres y niños porque éste cuesta menos que el de los hombres (1. c.). «Le travailleur n'est point vis à vis de celui qui t'emploie dans la position d'un libre vendeur... le capitalisme est toujours libre d'employer le travail, el l'ouvrier est toujours forcé de le vendre. La vateur du travail est complétement détruite, s'il n'est pas vendu à chaque instant. Le travail n'est susceptibte, ni d'accumulation ni même d'épargne, à la différence des véritabtes [marchandises]. (XIV) Le travail c´est la vie, et si la vie ne s'échange pas chaque jour contre les aliments, elle souffre el périt bientôt. Pour que la vie de l'homme soit une marchandise, il faut donc admettre l'esclavage» (páginas 49, 50, 1. c.). Si el trabajo es, pues, una mercancía, es una mercancía con las más tristes propiedades. Pero no lo es, incluso de acuerdo a los fundamentos de la Economía Política, porque no (es) le libre resultat d'un libre marché. El régimen económico actual baja, a la vez el precio y la remuneración del trabajo, il perfectionne I'ouvrier et dégrade l'homme (1. c., págs. 52—3). L'industrie est devenue une guerre et le commerce un jeu (1. c., pág.. 62).<br />Les machines à travailler le coton (en Inglaterra) representan ellas solas 84.000.000 de artesanos. La industria se encontró hasta el presente en la situación de la guerra de conquista «elle a prodigé la vie des hommes qui composaient son armée avec autant d'indifference que les grands conquérants. Son but était la possesion de la richesse, el non le bonheur des hommes» (Buret, 1. c., pág.. 20). «Ces intérêts (sc. économiques), librement abandonés à eux—memmes... doivent nécessairement entrer en conficte; ils n'ont d'autre arbitre que la guerre el les décisions de la guerre donnent aux una la défaite el la mort, pour donner aux autres la victoire... c´est dans le conflit des forces opposées que la science cherche l'ordre et l'équlibre: la guerre perpétuelle est selon elle le seule moyen d'obtenir la paix, cette guerre s'appelle la concurrence» (l. c., pág.. 23).<br />"Para ser conducida con éxito, la guerra industrial exige a ejércitos numerosos que pueda acumular en un mismo punto y diezmar generosamente. Y ni por devoción ni por obligación soportan los soldados de este ejército las fatigas que se les impone; sólo por escapar a la dura necesidad del hambre. No tienen ni fidelidad ni gratitud para con sus jefes; éstos no están unidos con sus subordinados por ningún sentimiento de benevolencia; no los conocen como hombres, sino instrumentos de la producción que deben aportar lo más posible y costar lo menos posible. Estas masas de obreros, cada vez más apremiadas, ni siquiera tienen la tranquilidad de estar siempre empleadas; la industria que las ha convocado sólo las hace vivir cuando las necesita, y tan pronto como puede pasarse sin ellas las abandona sin el menor remordimiento; y los trabajadores... están obligados a ofrecer su persona y su fuerza por el precio que quiera concedérseles. Cuanto más largo, penoso y desagradable sea el trabajo que se les asigna tanto menos se les paga; se ven algunos que con un trabajo de dieciséis horas diarias de continua fatiga apenas pueden comprar el derecho de no morir." (l. c., págs. 66, 69).<br />(XV) «Nous avons la conviction... partagée... par les commissaires chargés de l'enquête sur la condition des tisserands à la main, que les grandes villes industrielles perdraient, en peu de temps, leur population de travailleurs, si elles ne recevaient, à chaque instant, des campagnes voisine des recrues continuelles d'hommes sains, de sang nouveau» (l. c., pág.. 362).<br /><br /><br /><br /><a name="1-2"></a>Beneficio del capital<br /><br />1. El capital<br /><br />I, 2 ¿En qué se apoya el capital, es decir, la propiedad privada sobre los productos del trabajo ajeno? «Cuando el capital mismo no es simplemente robo o malversación, requiere aún el concurso de la legislación para santificar la herencia» (Say, t. I, pág.. 136).<br />¿Cómo se llega a ser propietario de fondos productivos? ¿Cómo se llega a ser propietario de los productos creados mediante esos fondos?<br />Mediante el derecho positivo (Say, t. II, Pág. 4).<br />¿Qué se adquiere con el capital, con la herencia de un gran patrimonio, por ejemplo? Uno que, por ejemplo, hereda un gran patrimonio, no adquiere en verdad con ello inmediatamente poder político. La clase de poder que esta posesión le transfiere inmediata y directamente es el poder de comprar; éste es un poder de mando sobre todo el trabajo de otros o sobre todo producto de este trabajo que se encuentre de momento en el mercado (Smith, t. I, pág.. 61).<br />El Capital es, pues, el poder de Gobierno sobre el trabajo y sus productos. El capitalista posee este poder no merced a sus propiedades personales o humanas, sino en tanto en cuanto es propietario del capital. El poder adquisitivo de su capital, que nada puede contradecir, es su poder.<br />Veremos más tarde, primero, cómo el capitalista por medio del capital ejerce su poder de gobierno sobre el trabajo, y después el poder de gobierno del capital sobre el capitalista mismo.<br />¿Qué es el capital?<br />«Une certaine quantité de travail amassé et mis en réserve» (Smith, t. II, pág.. 312).<br />El capital es trabajo acumulado. 2) Fondo, stock, es toda acumulación de productos de la tierra y de productos manufacturados. El stock sólo se llama capital cuando reporta a su propietario una renta o ganancia (Smith, t, II pág.. 191).<br /><br />2. El beneficio del capital<br />El beneficio o ganancia del capital es totalmente distinto del salario. Esta diversidad se muestra de un doble modo: en primer lugar, las ganancias del capital se regulan totalmente de acuerdo con el valor del capital empleado, aunque, el trabajo de dirección e inspección puede ser mismo para diferentes capitales. A esto se añade que todo este trabajo está confiado a un empleado principal, el salario del cual no guarda ninguna relación con el capital (II) cuyo funcionamiento vigila. Aunque así el trabajo del propietario se reduce casi a nada, reclama, sin embargo, beneficios en relación a su capital (Smith,: t. I, 97—99). ¿Por qué reclama el capitalista esta proporción entre ganancia y capital?<br />No tendría ningún interés en emplear a los obreros si no esperase de la venta de su obra más de lo necesario para reponer los fondos adelantados como salario, y no tendría ningún interés en emplear más bien una suma grande que una pequeña si su beneficio no estuviese en relación con la Cuantía del capital empleado (t. I, páginas 96—97).<br />El capitalista extrae, pues, una ganancia, primero de los salarios y después de las materias primas adelantadas. ¿Qué relación tiene la ganancia con el capital?<br />Si ya es difícil determinar la tasa media habitual de los salarios en un tiempo y lugar determinados, aún más difícil es determinar la ganancia de los capitales. Cambios en el precio de las mercancías con que el capital opera, buena o mala fortuna de sus rivales y clientes,<br />traen un cambio de los beneficios de día en día y casi de hora en hora (Smith, t, I, págs. 179—80). Ahora bien, aunque sea imposible determinar con precisión las ganancias del capital, podemos representárnoslas de acuerdo con el interés del dinero. Si se pueden hacer muchas ganancias con el dinero, se da mucho por la posibilidad de servirse de él, si por medio de él se gana poco, se da poco (Smith, t. I, pág.. 181). La proporción que ha de guardar la tasa habitual de interés con la tasa de ganancia neta varía necesariamente con la elevación o descenso<br />de la ganancia. En la Gran Bretaña se calcula como el doble del interés lo que los comerciantes llaman un profit honnête, modéré, raisonable, expresiones que no quieren decir otra cosa que un beneficio habitual y acostumbrado (Smith, t. 4, pág.. 198).<br />¿Cuál es la tasa más baja de la ganancia? ¿Cuál la más alta?<br />La tasa más baja de la ganancia habitual del capital debe ser siempre algo más de lo que es necesario para compensar las eventuales perdidas a que está sujeto todo empleo del capital. Este exceso es propiamente la ganancia o le bénéfice net. Lo mismo sucede con la tasa más baja del interés (Smith, t. I, pág.. 196).<br />(III) La tasa más elevada a que pueden ascender las ganancias habituales es aquella que, en la mayor parte de las mercancías, absorbe la totalidad de las rentas de la tierra y reduce el salario de las mercancías suministradas al precio mínimo, a la simple subsistencia del<br />obrero mientras dura el trabajo. De una u otra forma, el obrero ha de ser siempre alimentado en tanto que es empleado en una tarea; las rentas de la tierra pueden ser totalmente suprimidas. Ejemplo, las gentes de la Compañía de las Indias de Bengala (Smith, t. I, pág..198).<br />Aparte de todas las ventajas de una competencia reducida, que el capitalista puede explotar en este caso, le es posible también mantener, de modo honesto, el precio de mercado por encima del precio natural.<br />En primer lugar, mediante el secreto comercial, cuando el mercado está muy alejado de sus proveedores, es decir, manteniendo en secreto el cambio de precio, su alza por encima del nivel natural. Este secreto logra que otros capitalistas no arrojen igualmente su capital en<br />esta rama.<br />En segundo lugar, mediante el secreto de fábrica, cuando el capitalista con menores costos de producción suministra sus mercancías a un precio igual o incluso menor que el de sus competidores, pero con mayor beneficio. (¿No es inmoral el engaño mediante el secreto? Comercio bursátil.) Además, cuando la producción está ligada a una determinada localidad (por ej., vinos de calidad) y la demanda efectiva no puede ser nunca satisfecha. Finalmente, mediante el monopolio de individuos y compañías. El precio de monopolio es tan alto como sea posible (Smith t. I, págs. 120—124).<br />Otras causas ocasionales que pueden elevar la ganancia del capital la adquisición de nuevos territorios o de nuevas ramas comerciales multiplica frecuentemente, incluso en un país rico, las ganancias del capital, pues sustraen a las antiguas ramas comerciales una parte de los capitales, aminoran la competencia, abastecen el mercado con menos mercancías, cuyo precio entonces se eleva; los comerciantes de estos ramos pueden entonces pagar el dinero prestado con un interés mayor (Smith, t. I, página 190).<br />Cuanto más elaborada, más manufacturada es una mercancía, tanto más elevada es la parte del precio que se resuelve en salario y beneficio en proporción a aquella otra parte que se resuelve en renta. En el progreso que el trabajo manual hace sobre esta otra mercancía, no sólo se multiplica el número de las ganancias, sino que cada ganancia es mayor que las precedentes porque el capital de que brota (IV) es necesariamente mayor. El capital que hace trabajar el tejedor es siempre y necesariamente mayor que el que utiliza el hilandero, porque no sólo repone este capital con sus beneficios, sino que además paga los salarios de los tejedores y es necesario que las ganancias se hallen siempre en una cierta proporción con el capital (t. I, págs. 102—3).<br />El progreso que el trabajo humano hace sobre el producto natural, transformándolo en el producto natural elaborado, no multiplica por tanto el salario, sino, en parte, el número de capitales gananciosos, y en parte la proporción de cada capital nuevo sobre los precedentes.<br />Sobre la ganancia que el capitalista extrae de la división del trabajo se hablará más tarde.<br />El gana doblemente, primero con la división del trabajo, en segundo lugar, y en general, con la modificación que el trabajo humano hace del producto natural. Cuanto mayor es la participación humana en una mercancía, tanto mayor la ganancia del capital muerto.<br />En una y la misma sociedad está la tasa media de los beneficios del capital mucho más cerca del mismo nivel y que el salario de los diferentes tipos de trabajo (t. I, pagina 228). En los diversos empleos del capital, la tasa de la ganancia varía de acuerdo con la mayor o menor certidumbre del reembolso del capital. «La tasa de la ganancia se eleva con el riesgo, aunque no en proporción exacta» (ibid., págs. 226—227),<br />Se comprende fácilmente que las ganancias del capital se elevan también mediante la facilidad o el menor costo de los medios de circulación (por ejemplo, papel dinero).<br /><br />3. La dominación del capital sobre el trabajo y los motivos del capitalista<br /><br />El único motivo que determina al poseedor de un capital a utilizarlo, de preferencia en la agricultura, o en la manufactura o en un ramo específico del comercio al por mayor o por menor es la consideración de su propio beneficio. Jamás se le viene a las mientes calcular cuánto trabajo productivo pone en actividad cada uno de estos modos de empleo (V) qué valor añadirá al producto anual de las tierras y del trabajo de su país (Smith, t. II, páginas 400—401).<br />Para el capitalista, el empleo más útil del capital es aquel que, con la misma seguridad, le rinde mayor ganancia. Este empleo no es siempre el más útil para la sociedad; el mas útil es aquel que se emplea para sacar provecho de las fuerzas productivas de la naturaleza (Say, t. II, pág.. 131).<br />Las operaciones más importantes del trabajo están reguladas y dirigidas de acuerdo con los planes y las especulaciones de aquellos que emplean los capitales; y la finalidad que éstos se proponen en todos los planes y operaciones es el beneficio. Así, pues, la tasa del beneficio no sube, como las rentas de la tierra y los salarios, con el bienestar de la sociedad, ni desciende como aquellos, con la baja de éste. Por el contrario, esta tasa es naturalmente, baja en los países ricos y alta en los países pobres; y nunca es tan alta como en aquellos países que con la mayor celeridad se precipitan a su ruina. El interés de esta clase no está pues ligado, como el de las otras dos, con el interés general de la sociedad... El interés especial de quienes ejercen un determinado ramo del comercio o de la industria es siempre, en cierto sentido, distinto del interés del público y con frecuencia abiertamente opuesto a él. El interés del comerciante es siempre agrandar el mercado y limitar la competencia de los vendedores... Es esta una clase de gente cuyos intereses nunca serán exactamente los mismos que los de la sociedad, que en general tiene interés en engañar y estafar al público (Smith, t. II, págs. 163—1615).<br /><br /><br />4. La acumulación de capitales y la competencia entre capitalistas<br /><br />El aumento de capitales, que eleva los salarios, tiende a disminuir la ganancia de los capitalistas en virtud de la competencia entre ellos (Smith, op. cit., t. I, pág. 78 [Garnier, t. I, p. 179].)<br />Si, por ejemplo, el capital necesario al comercio de víveres de una ciudad se encuentra dividido entre dos tenderos distintos, la competencia hará que cada uno de ellos venda más barato que si el capital se encontrase en manos de uno solo; y si está dividido entre 20 (VI), la competencia será tanto mas activa y tanto menor será la posibilidad de que puedan entenderse entre sí para elevar el precio de sus mercancías (Smith, op. cit., t. I, pág. 322 [Garnier, t. II, páginas 372—3].)<br />Como ya sabemos que los precios de monopolio son tan altos como sea posible y que el interés de los capitalistas, incluso desde el punto de vista de la Economía Política común, se opone abiertamente al de la sociedad, puesto que el alza en los beneficios del capital obra como el interés compuesto sobre el precio de las mercancías (Smith, t. I, págs. 199—201), la única protección frente a los capitalistas es la competencia, la cual, según la Economía Política, obra tan benéficamente sobre la elevación del salario como sobre el abaratamiento de las mercancías en favor del público consumidor.<br />La competencia, sin embargo, sólo es posible mediante la multiplicación de capitales, y esto en muchas manos. El surgimiento de muchos capitalistas sólo es posible mediante una acumulación multilateral, pues el capital, en general, sólo mediante la acumulación surge, y la acumulación multilateral se transforma necesariamente en acumulación unilateral. La acumulación, que bajo el dominio de la propiedad privada es concentración del capital en pocas manos, es una consecuencia necesaria cuando se deja a los capitales seguir su curso natural, y mediante la competencia no hace sino abrirse libre camino esta determinación natural del capital.<br />Hemos oído que la ganancia del capital está en proporción a su magnitud. Por de pronto, prescindiendo de la competencia intencionada, un gran capital se acumula, pues; proporcionalmente a su magnitud, más rápidamente que uno pequeño.<br />VIII, 2 Según esto, y prescindiendo totalmente de la competencia, la acumulación del gran capital es mucho mas rápida que la del pequeño;. Pero sigamos adelante este proceso. Con la multiplicación de los capitales disminuyen, por obra de la competencia, los beneficios del capital. Luego padece, en primer lugar, el pequeño capitalista.<br />El aumento de los capitales y un gran número de capitales presuponen, además, una progresiva riqueza del país.<br />«En un país que haya llegado a un alto grado de riqueza, la tasa habitual del beneficio es tan pequeña que el interés que este beneficio permite pagar es tan bajo que sólo los sumamente ricos pueden vivir de los réditos del dinero. Todas las personas de patrimonios medianos tienen, pues, que emplear su capital, emprender algún negocio o interesarse en algún ramo del comercio» (Smith, op. cit, t. I, pág. 86 [Garnier, tomo I, págs. 196—197].)<br />Esta situación es la preferida de la Economía Política.<br />«La relación existente entre la suma de capitales y las rentas determina por todas partes la proporción en que se encuentran la industria y la ociosidad; donde prevalecen los capitales, reina la industria; donde las rentas, la ociosidad» (Smith, op. cit, t. I, pág.301 [Garnier, tomo II, págs. 325].)<br />¿Qué hay del empleo de los capitales en esta incrementada competencia?<br />«Con el aumento de los capitales debe hacerse cada vez mayor la cantidad de los fonds à prêter à interêt; con el incremento de estos fondos se hace menor el interés, 1) porque baja el precio de mercado de todas las cosas cuanto más aumenta su cantidad, 2) porque con el aumento de capitales en un país se hace más difícil colocar un nuevo capital de manera ventajosa. Se suscita una competencia entre los distintos capitalistas, al hacer el poseedor de un capital todos los esfuerzos posibles para apoderarse del negocio que encuentra ocupado por otro capital. Pero la mayor parte de las veces no puede esperar arrojar de su puesto a este otro capital si no es mediante el ofrecimiento de mejores condiciones. No sólo ha de vender la cosa a mejor precio, sino que también con frecuencia ha de comprar más caro para tener ocasión de vender. Cuantos más fondos se destinan a mantenimiento del trabajo productivo, tanto mayor es la demanda de trabajo: los obreros encuentran fácilmente ocupación (IX), pero los capitalistas tienen dificultades para encontrar obreros. La competencia entre capitalistas hace subir los salarios y bajar los beneficios» (Smith, op. cit, t. I, pág. 316 [Garnier, tomo II, págs. 358-59].).<br />El pequeño capitalista tiene, pues, la opción: 1) o de comerse su capital, puesto que él no puede vivir ya de réditos, y, por tanto, dejar de ser capitalista; o 2) emprender é1 mismo un negocio, vender sus mercancías más baratas y comprar más caro que los capitalistas más ricos, pagar salarios elevados y, por tanto, como quiera que el precio de mercado, por obra de la fuerte competencia que presuponemos, está ya muy bajo, arruinarse. Si, por el contrario, el gran capitalista quiere desplazar al pequeño, tiene frente a él todas las ventajas que el capitalista en cuanto capitalista tiene frente al obrero. La mayor cantidad de su capital le compensa de los menores beneficios e incluso puede soportar perdidas momentáneas hasta que el pequeño capitalista se arruina, y él se ve libre de esta competencia. Así acumula los beneficios del pequeño capitalista.<br />Además, el gran capitalista compra siempre más barato que el pequeño porque compra en masa. Por tanto puede sin daño vender mas barato.<br />Así, si bien la baja del interés transforma a los capitalistas medianos de rentistas en hombres de negocios, produce, por el contrario, el aumento de los capitales de negocio y el menor beneficio que es su consecuencia, la baja del interés.<br />«Al disminuir el beneficio que puede extraerse del uso de un capital, disminuye necesariamente el precio que por su utilización puede pagarse» (Adam Smith, loc. cit, t. I, pág. 316 [Garnier, tomo II, pág. 359].)<br />«Cuanto más se acrecienta la riqueza, la industria, la población, tanto más disminuye el interés del dinero, es decir, el beneficio de los capitalistas; pero los capitales mismos no dejan de aumentar y aún más rápidamente que antes, pese a la disminución de los beneficios... Un gran capital, aunque sea con pequeños beneficios, se acrecienta en general mucho más rápidamente que un capital pequeño con grandes beneficios. El dinero hace dinero, dice el refrán» (op. cit, t. I, pág. 83 [Garnier, tomo I, pág. 189].)<br />Por tanto, si a este gran capital se enfrentan únicamente pequeños capitales con pequeños beneficios, como sucede en la situación, que presuponemos, de fuerte competencia, los aplasta por completo.<br />La consecuencia necesaria de esta competencia es entonces el empeoramiento general de las mercancías, la falsificación, la adulteración, el envenenamiento general, tal como se muestra en las grandes ciudades.<br />X, 2 Una circunstancia importante en la competencia entre capitales grandes y pequeños es, además, la relación entre capital fixe y capital circulant.<br />Capital circulant es un capital empleado en la producción de víveres, en la manufactura, o el comercio. El capital así empleado no rinde a su dueño beneficio ni ingreso mientras permanezca en su poder o se mantenga en la misma forma. Continuamente, sale de sus manos en una forma para retornar en otra, y sólo mediante esta transformación o circulación y cambio continuo rinde beneficios. Capital fixe es el capital empleado en la mejora de la tierra, en la adquisición de máquinas, instrumentos, útiles de trabajo y cosas semejantes (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 243-44 [Garnier, tomo II, pág. 197-98].).<br />Todo ahorro en el mantenimiento del capital fijo es un incremento de la ganancia neta. El capital total de cualquier empresario de trabajo se divide necesariamente en capital fijo y capital circulante. Dada la igualdad de la suma, será una parte tanto menor cuanto mayor sea la otra. El capital circulante le proporciona la materia y los salarios del trabajo y pone en movimiento la industria. Así, toda economía en el capital fijo que no disminuya la fuerza productiva del trabajo aumenta el fondo (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 257 [Garnier, tomo II, pág. 226].)<br />Se ve, desde el comienzo, que la relación entre capital fijo y capital circulante es mucho más favorable para el gran capitalista que para el pequeño. Un banquero muy fuerte sólo necesita una insignificante cantidad de capital fijo más que uno muy pequeño. Su capital fijo se reduce a su oficina. Los instrumentos de un gran terrateniente no aumentan en proporción a la magnitud de su latifundio. Igualmente, el crédito que posee el gran capitalista y no el pequeño es un ahorro tanto mayor en el capital fijo, es decir, en el dinero que habrá de tener siempre dispuesto. Se comprende, por último, que allí en donde el trabajo industrial ha alcanzado un alto grado de desarrollo y casi todo el trabajo a mano se ha convertido en trabajo fabril, todo su capital no le alcanza al pequeño capitalista para poseer ni siquiera el capital fijo necesario. On sait que les travaux de la grande culture n'occupent habituellement qu'un petit nombre de bras.<br />En general, en la acumulación de grandes capitales se produce también una concentración y una simplificación relativas del capital fijo en relación a los capitalistas más pequeños. El gran capitalista introduce para sí una especie (XI) de organización de los instrumentos de trabajo.<br />«Igualmente, en el terreno de la industria, es ya cada manufactura y cada fábrica una amplia unión de un gran patrimonio material con numerosas y diversas capacidades intelectuales y habilidades técnicas para un fin común de producción... Allí en donde la legislación mantiene la propiedad de la tierra en grandes masas, el exceso de una población creciente se precipita hacia las industrias y, como sucede en la Gran Bretaña, es así en el campo de la industria en donde se amontona principalmente la gran masa de proletarios. Allí, sin embargo, en donde la legislación permite la progresiva división del suelo, se acrecienta, como en Francia, el número de propietarios pequeños y endeudados que mediante el progresivo fraccionamiento de la tierra son arrojados a la clase de los menesterosos y descontentos. Si, por último, se lleva este fraccionamiento a un alto grado, la gran propiedad devora nuevamente a la pequeña, así como la gran industria aniquila a la pequeña; y como a partir de este momento se constituyen nuevamente grandes fincas, la masa de los trabajadores desposeídos, que ya no es necesaria para el cultivo del suelo, es de nuevo impulsada hacia la industria» (Schulz, Bewegung del Produktion, páginas 58, 59).<br />«La calidad de mercancías de un mismo tipo cambia mediante las transformaciones en el modo de producción y especialmente mediante el empleo de maquinaria. Sólo mediante la exclusión de la fuerza humana se ha hecho posible hilar, a partir de una libra de algodón, que vale 3 chelines y 8 peniques, 350 madejas con una longitud total de 167 millas inglesas (36 millas alemanas) y de un valor comercial de 25 guineas» (op cit., pág. 62).<br />«Por término medio, los precios de los artículos de algodón han disminuido en Inglaterra desde hace 45 años en 11/12 y, según los cálculos de Marshall, la cantidad de producto fabricado por la que todavía en el año 1814 se pagaban 16 chelines es suministrada hoy por un chelín y 10 peniques. La mayor baratura de la producción industrial aumentó el consumo tanto en el interior como en el mercado exterior; ya esto está conectado el hecho de que, tras la introducción de las máquinas, el número de obreros en el algodón no sólo no ha disminuido en Gran Bretaña, sino que ha subido de 40.000 a 1'5 millones. XII, 2 Por lo que toca a la ganancia de los empresarios y obreros industriales, a causa de la creciente competencia entre los fabricantes sus ganancias han disminuido forzosamente en relación con la cantidad de mercancías suministradas. De los años 1820 a 1833, la ganancia bruta de los fabricantes de Manchester por una pieza de percal bajó de 4 chelines con 1 1/3 peniques a 1 chelín 9 peniques. Pero para compensar esta pérdida, el conjunto de la producción ha sido ampliado. La consecuencia de esto es que en algunas ramas de la industria aparece en parte una superproducción; que surgen frecuentes quiebras, con lo cual se produce dentro de la clase de los capitalistas y dueños de trabajo un inquietante bambolearse y agitarse de la propiedad, que arroja al proletariado a una parte de los económicamente arruinados; que con frecuencia y súbitamente se hacen necesarias una detención o una disminución del trabajo, cuyos inconvenientes siempre percibe amargamente la clase de los obreros asalariados» (ibid., pág.. 63).<br />«Louer son travail, c'est commencer son esclavage; louer la matière du travail, c'est constituer sa liberté... Le travail c'est l'homme, la matière au contrare n'est rien de l'homme» (Pecqueur, Théorie sociale, etc., páginas 411—412).<br />«L'élément matière, qui ne peut rien pour la crêation de la richesse sans l'autre élément travail, reçoit la vertu magique d'etre fécond pour eux comme s'ils y avaient mis de leur propre fait, cet indispensable élément» (ibid., 1. c.). «En supposant que le travail quotidien d'un ouvrier lui apporte en moyenne 400 fr. par an, el que cette somme suffise à chaque adulte pour vivre d'une vie grossière, tout propriétaire de 2.000 fr. de rente, de fermage, de loyer, etc., force donc indirectement 5 hommes à travailler pour lui 100.000 fr. de rente représente le travail de 250 hommes, et 1.000.000 le travail de 2.500 individus» (luego, 300 millones [Louis Philippe] el trabajo de 750.000 obreros) (ibid., págs. 412—413).<br />«Les propriétaires ont reçu de la loi des hommes le droit d'user et d'abuser, c'est—à—dire de faire ce qu'ils veulent de la matière de tout travail... ils sont nullement oblgés par la loi de fournir à propos et toujours du travail aux non proprietaires, ni de leur payer un salaire toujours suffisant, etc. (pág. 413, 1. c.). Liberté entiètre quant à la nature, à la quantité, à la qualité, à l'opportunité de la production à l'usage, à la consommation des richesses, à la disposition de la matière de tout travail. Chacun est libre d'échanger sa chose comme il entend, sans autre considération que son propre intéret d'individu» (p. 413, 1. c.).<br />«La concurrence n'exprime pas autre chose que l'échange facultatif, qui lui—même est la conséquence prochaine et logique du droit individuel d'user el d'abuser des instruments de toute production, Ces trois moments économiques, lesquels n'en font qu'un: le droit d'user et d'abuser, la liberté d'échanges et la concurrence arbitraire, entraînent les conséquences suivantes: chacun produit ce qu'il veut, comme il veut, quand il veut, où il veut, produit bien ou produit mal, trop ou pas assez, trop tôt ou trop tard, trop cher ou à trop bas prix; chacun ignore s'il vendra, quand il vendra, comment il vendra, où il vendra, à qui il vendra: et il en est de même quant aux achats. (XIII, 2) Le producteur ignore les besoins et les ressources, les demandes et les offres. Il vend quand il veut, quand il peut, où il veut, à qui il veut, au prix qu'il veut. Et il achète de même. En tout cela, Il est toujour le jouet du hasard, l'esclave de la loi du plus fort, du moins pressé du pluls riche... Tandis que sur un point il y a disette d'une richesse, sur l'autre il y a trop plein et gaspillage. Tandis qu'un producteur vend beaucoup ou très cher, et bénéfice énorme, l'autre ne vend rien ou vend à perte... L'offre ignore la demande, et la demande ignore l'offre. Vous produisez sur la foi d'un goût d'une mode qui se manifeste dans te public des consommateurs; mais déjà, lorsque vous êtes prêts à livrer votre marchandise, la fantaisie a passé et s'est fixée sur un autre genre de produit... conséquences infaillibles, la permanence et l'universalisation des banqueroutes; les mécomptes, les ruines subites el les fortunes improvisées; les crises commerciales, les chômages, les encombrements ou les disettes périodiques; l'instabilité et I'avilissement des salaires et des profits; la déperdition ou le gaspillage énorme de richesses, de temps et d'efforts dans l'arène d'une concurrence acharnée» (páginas 414—416, 1. c.).<br />Ricardo en su libro (renta de la tierra): Las naciones son sólo talleres de producción, el hombre es una máquina de consumir y producir la vida humana un capital; las leyes económicas rigen ciegamente al mundo. Para Ricardo los hombres no son nada, el producto todo. En el título 26 de la traducción francesa se dice (65): «Il serait tout—à—fait indifférent pour une persone qui sur un capital de 20.000£ ferait 2.900£ par an de profit, que son capital employât cent hommes ou mille... L'intéret reel d'une nation n'est—il pas le même? Pourvu que son revenu net et réel, et que ser fermages et profits soient les mêmes, qu'importe qu'elle se compose de dix ou de douze millions d'individus?» (t. II, págs. 194—195). «En vérité, dit M. de Sismondi (t. II, pág.. 331), il ne reste plus qu'à désirer que le roi, demeuré tout seul dans l'île, en tournant constamment une manivelle, fasse accomplir, par des automates, tout l'ouvrage de l'Angleterre»<br />«Le maître qui achète le travail de l'ouvrier, à un prix si bas qu'il suffit à peine aux besoins les plus pressants, n'est responsable ni de l'insuffisance des salaires, ni de la trop longue durée du travail: il subit lui—même la loi qu'il impose... ce n'est pas tant des hommes que vient la misère, que de la puissance des choses» (Buret, 1. c., 82).<br />«En Inglaterra hay muchos lugares cuyos habitantes carecen de capitales parca un cultivo completo de la tierra. La lana de las provincias orientales, de Escocia, en gran parte, ha de hacer un largo camino por tierra, por malos caminos, para ser elaborada en el condado de York, porque en el lugar de su producción faltan capitales para la manufactura. Hay en Inglaterra muchas ciudades industriales pequeñas, a cuyos habitantes les falta capital suficiente para el transporte de su producción industrial a mercados alejados en donde ésta encuentra consumidores y demanda. Los comerciantes allí son (XIV) sólo agentes de otros comerciantes más ricos que viven el algunas ciudades comerciales» (Adam Smith,La riqueza de las naciones, t. I, pág.326-27 [Garnier, tomo II, pág. 382].)<br />«Pour augmenter la valeur du produit annuel de la terre et du travail, il n'y a pas d'autres moyens que d'augmenter, quant au nombre, les ouvriers productifs, ou d'augmenter, quant à la puirsance, la faculté productive des ouvriers précédemment employés. Dans l'un et dans l'autre cas il faut presque toujours un surcroît de capital» (Adam Smith, op. cit., t. I, pág.306-07 [Garnier, tomo II, pág. 338].)<br />Así como la acumulación del capital, según el orden natural de las cosas, debe preceder a la división del trabajo, de la misma manera la subdivisión de éste sólo puede progresar en la medida en que el capital baya ido acumulándose previamente. La cantidad de materiales que el mismo número de personas se encuentra en condiciones de manufacturar aumenta en la misma medida en que el trabajo se subdivide cada vez más, y como la tarea de cada tejedor va haciéndose gradualmente más sencilla, se inventa un conjunto de nuevas máquinas para facilitar y abreviar aquellas operaciones. Así, cuanto más adelanta la división del trabajo, para proporcionar un empleo constante al mismo número de operarios ha de acumularse previamente igual provisión de víveres y una cantidad de materiales, instrumentos y herramientas mucho mayor del que era menester en una situación memos avanzada. El número de obreros en cada una de las ramas del trabajo aumenta generalmente con la división del trabajo en ese sector, o más bien, es ese aumento de número el que la pone en situación de clasificar a los obreros de esta forma (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 241-42 [Garnier, tomo II, pág. 193-94].)<br />«Así como el trabajo no puede alcanzar esta gran extensión de las fuerzas productivas sin una previa acumulación de capitales, de igual suerte dicha acumulación trae consigo tales adelantos. El capitalista desea naturalmente colocarlo de tal modo que éste produzca la mayor cantidad de obra posible. Procura, por tanto, que la distribución de operaciones entre sus obreros sea la mas conveniente, y les provee, al mismo tiempo, de las mejores máquinas que pueda inventar o le sea posible adquirir. Sus medios para triunfar en ambos campos (XV) guardan proporción con la magnitud de su capital o con el número de personas a quienes pueden dar trabajo. Por consiguiente, no sólo aumenta el volumen de actividad en los países con el crecimiento del capital que en ella se emplea, sino que, como consecuencia de este aumento, un mismo volumen industrial produce mucha mayor cantidad de obra» (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 242 [Garnier, tomo II, pág. 194-95].)<br />Así, la sobre-producción.<br />«Combinaciones más amplias de las fuerzas productivas... en la industria y el comercio mediante la unificación de fuerzas humanas y naturales más abundantes y diversas para empresas en mayor escala. También aquí y allá unión más estrecha de las principales ramas de la producción entre sí. Así, grandes fabricantes tratarán de conseguir grandes fincas para no tener que adquirir de terceras manos al menos una parte de las materias primas necesarias a su industria; o unirán con sus empresas industriales un comercio no sólo para ocuparse de sus propias manufacturas sino también para la compra de productos de otro tipo y para su venta a sus obreros. En Inglaterra, en donde dueños individuales de fábricas están a veces a la cabeza de 10 6 12.000 obreros... no son ya raras tales uniones de distintas ramas de la producción bajo una inteligencia directora, de tales pequeños Estados o provincias en un Estado. Así, en época reciente; los propietarios de minas de Birmingham asumen todo el proceso de fabricación del hierro que antes estaba dividido entre diferentes empresarios y propietarios. Véase El distrito minero de Birmingham' (DeutscheViertejahrsschift, 3, 1838). Por último, vemos en las grandes empresas por acciones, que tan abundantes se han hecho amplias combinaciones del poder monetario de muchos participantes con los conocimientos y habilidades científicas y técnicas de otros, a los que está confiaba la ejecución del trabajo. De esta forma les es posible a los capitalistas emplear sus ahorros de forma más diversificada e incluso emplearlos simultáneamente en la producción agrícola, industrial y comercial, con lo cual su interés se hace al mismo tiempo más variado (XVI, 2 ), se suavizan y se amalgaman las oposiciones entre los intereses de la agricultura, la industria y el comercio. Pero incluso, esta más fácil posibilidad de hacer provechosos el capital de las más diversas formas ha de aumentar la oposición entre las clases pudientes y no pudientes» (Schulz, 1 cl. págs. 40—41).<br />Increíble beneficio que obtienen los arrendadores de viviendas de la miseria. El alquiler está en proporción inversa de la miseria industrial.<br />Igualmente, ganancias extraídas de los vicios de los proletarios arruinados (prostitución, embriaguez, prêteur sur gages). La acumulación de capitales crece y la competencia entre ellos disminuye al reunirse en una sola mano el capital y la propiedad de la tierra, igualmente al hacerse el capital, por su magnitud, capaz de combinar distintas ramas de la producción.<br />La diferencia frente a los hombres. Los 20 billetes de Lotería de Smith. Revenu net et brut de Say. XVI<br /><br /><br /><br /><a name="1-3"></a>Renta de la tierra<br /><br />(I) El derecho de los terratenientes tiene su origen en el robo (Say t. I, pág.. 136, nota). Los terratenientes, como todos los hombres, gustan de cosechar donde no han sembrado y piden una renta incluso por el producto natural de la tierra (Smith, t. I, pág.. 99).<br />«Podría imaginarse que la renta de la tierra no es otra cosa sino el beneficio del capital que el propietario empleó en mejorar el suelo. Hay casos en que la renta de la tierra puede, en parte, ser esto... pero el propietario exige 1) una renta aun por la tierra que no ha experimentado mejoras, lo que puede considerarse como interés o beneficio de los costos de mejora es, por lo general, sólo una adición a esta renta originaria. 2) Por otra parte esas mejoras no siempre se hacen con el capital del dueño, sino que, en ocasiones, proceden del capital de colono, pese a lo cual, cuando se trata de renovar el arrendamiento, el propietario pide ordinariamente un aumento de la renta, como si todas estas mejoras se hubieran hecho por su cuenta. 3) A veces también exige una renta por terrenos que no son susceptibles de mejorar por la mano del hombre» (Smith, t. I, págs. 300—301).<br />Smith cita como ejemplo del último caso el salicor, un tipo de alga que, al quemarse, da una sal alcalina con la que puede hacerse jabón, cristal, etc. Crece en la Gran Bretaña, especialmente en Escocia, en distintos lugares, pero sólo en rocas que están situadas bajo la marea alta y son cubiertas dos veces al día por las olas, y cuyo producto, por tanto, no ha sido jamás aumentado por la industria humana. Sin embargo, el propietario de los terrenos en donde crece este tipo de plantas exige una renta igual que si fuesen tierras cultivables. En las proximidades de la isla de Shetland es el mar extraordinariamente rico. Una gran parte de sus habitantes vive (II) de la pesca. Pero para extraer un beneficio de los productos del mar hay que tener una vivienda en la tierra vecina.<br />«La renta de la tierra está en proporción no de lo que el arrendatario puede hacer con la tierra, sino de lo que puede hacer juntamente con la tierra y el mar» (Smith, Lomo I, págs. 301—302).<br />«La renta de la tierra puede considerarse como producto de la fuerza natural cuyo aprovechamiento arrienda el propietario al arrendatario. Este producto es mayor o menor según sea mayor o menor el volumen de esta fuerza, o en otros términos, según el volumen de la fertilidad natural o artificial de la tierra. Es la obra de la naturaleza la que resta después de haber deducido o compensado todo cuanto puede considerarse como obra del hombre» (Smith, t. II, págs. 377—378).<br />«En consecuencia, la renta de la tierra, considerada como un precio que se paga por su uso, es naturalmente un precio de monopolio. No guarda proporción con las mejoras que el propietario pudiera haber hecho en ella o con aquello que ha de tomar para no perder, sino más bien con lo que el arrendatario puede, de alguna forma, dar sin perder» (Smith, t. I, pág.. 302).<br />«De las tres clases productivas la de los terratenientes es la única a la que su renta no cuesta trabajo ni desvelos, sino que la percibe de una manera por así decir espontánea, independientemente de cualquier plan o proyecto al respecto» (Smith, t. II, pág.. 161).<br />Se nos ha dicho ya que la cuantía de la renta de la tierra depende de la fertilidad proporcional del suelo.<br />Otro factor de su determinación es la situación.<br />«La renta varía de acuerdo con la fertilidad de la tierra, cualquiera que sea su producto, y de acuerdo con la localización, sea cualquiera la fertilidad» (Smith, t, I, página 306).<br />«Cuando las tierras, minas y pesquerías son de igual fertilidad, su producto será proporcional al montante de los capitales en ellas empleados y a la forma (III) más o menos habilidosa de este empleo. Cuando los capitales son iguales e igualmente bien aplicados, el producto es proporcionado a la fecundidad natural de las tierras y pesquerías» (t. II, pág.. 210).<br />Estas frases de Smith son importantes porque, dados iguales costos de producción e igual volumen, reducen las rentas de la tierra a la mayor o menor fertilidad de la misma. Luego prueban claramente la equivocación de los conceptos en la Economía Política, que transforma la fertilidad de la tierra en una propiedad del terrateniente.<br />Pero observemos ahora la renta de la tierra, tal como se configura en el tráfico real.<br />La renta de la tierra es establecida mediante la lucha entre arrendatario y terrateniente. En la Economía Política constantemente nos encontramos como fundamento de la organización social la hostil oposición de intereses; la lucha, la guerra. Veamos ahora como se sitúan, el uno respecto al otro, terrateniente y arrendatario.<br />«Al estipularse las cláusulas del arrendamiento, el propietario trata de no dejar al colono sino aquello que es necesario para mantener el capital que proporciona la simiente, paga el trabajo, compra y mantiene el ganado, conjuntamente con los otros instrumentos de labor, y además, los beneficios ordinarios del capital destinado a la labranza en la región. Manifiestamente esto es lo menos con lo que puede contentarse un colono para no perder; el propietario, por su parte, raras veces piensa en entregarle algo más. Todo lo que resta del producto o de su precio, por encima de esa porción, cualquiera que sea su naturaleza, procura reservárselo el propietario como renta de su tierra, y es evidentemente la renta más elevada que el colono se halla en condiciones de pagar, habida cuenta de las condiciones de la tierra (IV). Ese remanente es lo que se puede considerar siempre como renta natural de la tierra, o la renta a que naturalmente se suelen arrendar la mayor parte de las tierras» (Smith, tomo I, págs. 299—300).<br />«Los terratenientes —dice Say— ejercen una especie de monopolio frente a los colonos. La demanda de su mercancía, la tierra y el Suelo, puede extenderse incesantemente; pero la cantidad de su mercancía sólo se extiende hasta un cierto punto... El trato que se concluye entre terratenientes y colonos es siempre lo más ventajoso posible para los primeros... además de la ventaja que saca de la naturaleza de las cosas, consigue otra de su posición, su mayor patrimonio, crédito, consideración; ya sólo el primero lo capacita para ser el único en beneficiarse de las circunstancias de la tierra y el suelo. La apertura de un canal, de un camino, el progreso de la población y del bienestar de un distrito, elevan siempre el precio de los arrendamientos. Es cierto que el colono mismo puede mejorar el terreno a sus expensas, pero él sólo se aprovecha de este capital durante la duración de su arrendamiento, a cuya conclusión pasa al propietario; a partir de ese momento es éste quien obtiene los intereses, sin haber hecho los adelantos, pues la renta se eleva entonces proporcionalmente» (Say, t. II, páginas 142—143).<br />«La renta, considerada como el precio que se paga por el uso de la tierra, es, naturalmente, el precio más elevado que el colono se halla en condiciones de pagar en las circunstancias en que la tierra se encuentra» (Smith, t. I, pág.. 299).<br />«La renta de un predio situado en la superficie monta generalmente a un tercio del producto total, y es, por lo común, una renta fija e independiente de las variaciones (V) accidentales de la cosecha» (Smith, t. 1, pág. 351). «Rara vez es menor esta renta a la cuarta parte del producto total» (ibid., t. II, pág. 378).<br />No por todas las mercancías puede pagarse venta. Por ejemplo, en ciertas regiones no se paga por las piedras renta alguna.<br />«En términos generales, únicamente se pueden llevar al mercado aquellas partes del producto de la tierra cuyo precio corriente alcanza para reponer el capital necesario para el transporte de los bienes, juntamente con sus beneficios ordinarios. Si el precio corriente sobrepasa ese nivel, el excedente irá a parar naturalmente a la tierra. Si no ocurre así, aun cuando el produce pueda ser llevado al mercado, no rendirá una renta al propietario. Depende de la demanda que el precio alcance o no» (Smith, t. I, págs. 302—303).<br />«La renta entra, pues, en la composición del precio de las mercancías de una manera totalmente diferente a la de los salarios o los beneficios. Los salarios o beneficios altos o bajos son la causa de los precios elevados o módicos; la renta alta o baja es la consecuencia del precio» (Smith, t. I, pág.. 303).<br />Entre los productos que siempre proporcionan una renta están los alimentos.<br />«Como el hombre, a semejanza de todas las demás especies animales, se multiplica en proporción a los medios de subsistencia, siempre existe demanda, mayor o menor, de productos alimenticios. En toda circunstancia los alimentos pueden comprar o disponer de una cantidad mayor o menor de trabajo (VI) y nunca faltarán personas dispuestas a hacer lo necesario para conseguirlos. La cantidad de trabajo que se puede comprar con los alimentos no es siempre igual a la cantidad de trabajadores que con ellos podrían subsistir si se distribuyesen de la manera más económica; esta desigualdad deriva de los salarios elevados que a veces es preciso pagar a los trabajadores. En todo caso, pueden siempre comprar tanta cantidad de trabajo como puedan sostener, según la tasa que comúnmente perciba esta especie de trabajo en la comarca. La tierra, en casi todas las circunstancias, produce la mayor cantidad de alimentos de la necesaria para mantener el trabajo que se requiere para poner dichos alimentos en el mercado. El sobrante es siempre más de lo que sería necesario para reponer el capital que emplea este trabajo, además de sus beneficios. De tal suerte, queda siempre algo en concepto de renta para el propietario» (Smith, t. I, págs. 305—306). «No solamente es el alimento el origen primero de la renta, sino que si otra porción del producto de la tierra viniera, en lo sucesivo a producir una renta, este incremento de valor de la renta derivaría del acrecentamiento de capacidad para producir alimentos que ha alcanzado el trabajo mediante el cultivo y las mejoras hechas en las tierras» (Smith, t. I, pág. 345). «El alimento de los hombres alcanza siempre para el pago de la renta» (t. I, pág. 337). «Los países se pueblan no de una manera proporcional al número de habitantes que pueden vestir y alojar con sus producciones, sino en proporción al número de los que puedan alimentar» (Smith, t, I, pág.. 342).<br />«Después del alimento, las dos (sic) mayores necesidades del hombre son el vestido, la vivienda y la calefacción. Producen casi siempre una renta, pero no necesariamente» (ibid., t. I, pág.. 338).<br />(VIII) Veamos ahora cómo explota el terrateniente todas las ventajas de la sociedad.<br />1) La renta se incrementa con la población (Smith, tomo I, 335).<br />2) Hemos escuchado ya de Say cómo se eleva la renta con los ferrocarriles, etc., con la mejora, seguridad y multiplicación de las comunicaciones.<br />3) Toda mejoría en el estado de la sociedad tiende, de una manera directa e indirecta, a elevar la renta de la tierra, a incrementar la riqueza real del propietario o, lo que es lo mismo, su capacidad para comprar el trabajo de otra persona o el producto de su esfuerzo... La extensión del cultivo y las mejoras ejecutadas contribuyen a ese aumento de una manera directa, puesto que la participación del terrateniente en el producto aumenta necesariamente cuando éste crece... El alza en el precio real de aquellas especies de productos primarios, por ejemplo el alza en el precio del ganado, tiende también directamente a aumentar la renta de la tierra y en una proporción todavía más alta. Con el valor real del producto no sólo aumenta innecesariamente el valor real de la parte correspondiente al propietario, es decir, el poder real que esta parte le confiere sobre el trabajo ajeno, sino que con dicho valor aumenta también la proporción de esta parte en relación al producto total. Este producto, después de haber aumentado al precio real, no requiere para su obtención mayor trabajo que antes. Y tampoco será necesario un mayor trabajo para reponer el capital empleado en ese trabajo conjuntamente con los beneficios ordinarios del mismo. Por consiguiente, en relación al producto total ha de ser ahora mucho mayor que antes la proporción que le corresponderá al dueño de la tierra (Smith, tomo II, págs. 157—159).<br />(IX) La mayor demanda de materias primas y, con ella, el alza del valor, puede proceder parcialmente del incremento de la población y del incremento de sus necesidades. Pero cada nuevo incremento, cada nueva aplicación que la manufactura hace de la materia prima hasta entonces poco o nada utilizada, aumenta la renta. Así, por ejemplo, la renta de las mines de carbón se ha elevado enormemente con los ferrocarriles, buques de vapor, etcétera.<br />Además de esta ventaja que el terrateniente extrae de la manufactura, de los descubrimientos, del trabajo, vamos ha ver en seguida otra.<br />4) «Todos cuantos adelantos se registran en la fuerza productiva del trabajo, que tienden directamente a reducir el precio real de la manufactura, tienden a elevar de modo indirecto la renta real de la tierra. El propietario cambia la parte del producto primario que sobrepasa su propio consumo —o, lo que es lo mismo, el precio correspondiente a esa parte— por el producto ya manufacturado pero todo lo que reduzca el precio real de éste eleva el de aquél. Una cantidad igual del primero llegará a convertirse en una mayor proporción del último, y el señor de la tierra se encontrará en condiciones de comprar una mayor cantidad de las cosas que desea y que contribuyen a su mayor comodidad, ornato o lujo» (Smith, t. II, pág.. 159).<br />En este momento, a partir del hecho de que el terrateniente explota todas las ventajas de la sociedad (X), Smith concluye (t. II, pág.. 151) que el interés del terrateniente es siempre idéntico al interés de la sociedad, lo cual es una estupidez. En la Economía Política, bajo el dominio de la propiedad privada, el interés que cada uno tiene en la sociedad está justamente en proporción inversa del interés que la sociedad tiene en el, del mismo modo que el interés del usurero en el derrochador no es, en modo alguno, idéntico al interés del derrochador.<br />Citemos sólo de pasada la codicia monopolista del terrateniente frente a la tierra de países extranjeros, de donde proceden, por ejemplo, las Leyes sobre el trigo. Pasamos por alto aquí, igualmente, la servidumbre medieval, la esclavitud en las colonias, la miseria de campesinos y jornaleros en la Gran Bretaña. Atengámonos a los pronunciamientos de la Economía Política misma.<br />1) Que el terrateniente esté interesado en el bien de la sociedad quiere decir, según los fundamentos de la Economía Política, que esta interesado en su creciente población y producción artificial, en el aumento de sus necesidades en una palabra, en el crecimiento de la riqueza; y según las consideraciones que hasta ahora hemos hecho, este crecimiento es idéntico con el crecimiento de la miseria y de la esclavitud. La relación creciente de los alquileres con la miseria es un ejemplo del interés del terrateniente en la sociedad, pues con el alquiler aumenta la renta de la tierra, el interés del suelo sobre el que la casa se levanta.<br />2) Según los economistas mismos, el interés del terrateniente es el término opuesto hostil al del arrendatario, es decir, al de una parte importante de la sociedad.<br />(XI), 3) Puesto que el terrateniente puede exigir del arrendatario una renta tanto mayor cuanto menos salarios éste pague, y como el colono rebaja tanto más el salario cuanto más renta exige el propietario, el interés del terrateniente es tan hostil al de los mozos de labranza como el del patrono manufacturero al de sus obreros. Empuja el salario hacia un mínimo, en la misma forma que aquél.<br />4) Puesto que la baja real en el precio de los productos manufacturados eleva las rentas, el terrateniente tiene un interés directo en la reducción del salario de los obreros manufactureros, en la competencia entre los capitalistas, en la superproducción, en la miseria total de la manufactura.<br />5) Si por tanto, el interés del terrateniente, lejos de idéntico al interés de la sociedad, está en oposición hostil con el interés de los mozos de labranza, de los obreros manufactureros y de los capitalistas, ni siquiera el interés de un terrateniente en particular es idéntico al de otro a causa de la competencia, que consideraremos ahora.<br />Ya, en general, la gran propiedad guarda con la pequeña la misma, relación que el gran capital con el pequeño. Se dan, sin embargo, circunstancias especiales que acarrean necesariamente la acumulación de la gran propiedad territorial y la absorción por ella de la pequeña.<br />(XII) En ningún sitio disminuye tanto con la magnitud de los fondos el número relativa de obreros e instrumentos como en la propiedad territorial. Igualmente, en ningún sitio aumenta tanto como en la propiedad territorial, con la magnitud de los fondos, la posibilidad de explotación total, de ahorro en los costos de producción y de adecuada división del trabajo. Por pequeño que un campo de labranza sea, los aperos que hace necesarios, tales como arado, hoz, etc., alcanzan Un cierto límite más allá del cual no pueden aminorarse, en tanto que la pequeñez de la propiedad puede ir mucho más allá de estos límites.<br />2) El gran latifundio acumula a su favor los réditos que el capital del arrendatario ha empleado en la mejora del suelo. La pequeña propiedad territorial ha de emplear su propio capital. Se le escapa, pues, toda esta ganancia.<br />3) En tanto que toda mejora social aprovecha al gran latifundio, perjudica a la pequeña propiedad territorial, al hacer necesaria para ella cada vez mayor cantidad de dinero contante.<br />4) Hay que tener en cuenta todavía dos leyes importantes de esta competencia: a) la renta de las tierras cultivadas para la producción de alimentos humanos regula la renta de la mayor parte de las otras tierras dedicadas al cultivo (Smith, t. I, pág.. 331).<br />Alimentos tales como el ganado, etc., sólo puede producirlos, en último termino, el gran latifundio. Este regula, pues, la renta de las demás tierras y puede reducirlas a un mínimo.<br />El pequeño propietario territorial que trabaja por sí mismo se encuentra, respecto del gran terrateniente, en la misma relación que un artesano que posee un instrumento propio respecto del fabricante. La pequeña propiedad territorial se ha convertido en simple instrumento de trabajo (XVI). La renta de la tierra desaparece para el pequeño terrateniente; sólo le queda, a lo sumo, el interés de su capital y su salario, pues la renta de la tierra puede ser llevada por la competencia hasta no ser más que el interés del capital no invertido por el propietario mismo.<br />6) Sabemos ya, por lo demás, que a igual fertilidad y a explotación igualmente adecuada de los campos, minas y pesquerías, el producto está en proporción de la magnitud de los capitales. Por consiguiente, triunfo del gran latifundista. Del mismo modo, a igualdad de capitales, en proporción a la fertilidad. Por consiguiente, a capitales iguales, triunfo del propietario del terreno más fértil.<br />b) «Puede decirse que una mina de cualquier especie es estéril o rica según la cantidad de mineral que se pueda extraer de ella con una cierta cantidad de trabajo sea mayor o menor que la que se podría extraer, con la misma cantidad de trabajo, de la mayor parte de las otras minas de igual clase» (Smith, t. I, págs.. 345—346). El precio de la mina más rica regula el precio del carbón de todas las otras de los alrededores. Tanto el propietario como el empresario consideran, el uno, que puede obtener una renta mayor, y el otro, un beneficio más alto, vendiendo a un precio un poco inferior al que veden sus vecinos. Estos se ven muy pronto obligados a vender al mismo precio, aunque pocos estén en condiciones de hacerlo, y aun cuando el continuar bajando el precio les prive de toda su renta y de todos sus beneficios. Algunas minas se abandonan por completo, y otras, al no suministrar renta, únicamente pueden ser explotadas por el propietario (Smith, t. I, pág.. 350). «Las minas de plata de Europa se abandonaron en su mayor parte después que fueron descubiertas las del Perú. ...Esto mismo sucedió a las minas de Cuba y Santo Domingo, y aun a las más antiguas del Perú, desde el descubrimiento de las del Potosí» (t. I, pág.. 353j. Exactamente lo mismo que Smith dice aquí es válido, en mayor o menor medida, de la propiedad territorial en general.<br />5) «Hay que notar que el precio ordinario de la tierra depende siempre de la tasa corriente de interés... Si la renta de la tierra descendiera muy por debajo del interés del dinero nadie compraría más fincas rústicas y éstas registrarían muy pronto un descenso en su precio corriente. Por el contrario, si la renta de la tierra excediese con mucho de la tasa del interés, todo el mundo compraría fincas y esto restauraría igualmente con rapidez su precio corriente» (t. II, págs. 367—368). De esta relación de la renta de la tierra con el interés del dinero se desprende que las rentas han de descender cada vez más, de forma que, por último, sólo los más ricos puedan vivir de ellas. Por consiguiente, competencia cada vez mayor entre los terratenientes que no arrienden sus tierras. Ruina de una parte de ellos, reiterada acumulación del gran latifundio.<br />(XVII) Esta competencia tiene, además, como consecuencia que una gran parte de la propiedad territorial cae en manos de los capitalistas y éstos se convierten así, al mismo tiempo, en terratenientes del mismo modo que los pequeños terratenientes no son ya más que capitalistas. Igualmente una parte del gran latifundio se convierte en propiedad industrial.<br />La consecuencia última es, pues, la disolución de la diferencia entre capitalista y terrateniente, de manera tal que, en conjunto, no hay en lo sucesivo más que dos clases de población, la clase obrera y la clase capitalista. Esta comercialización de la propiedad territorial, la transformación de la propiedad de la tierra en una mercancía, es el derrocamiento definitivo de la vieja aristocracia y la definitiva instauración de la aristocracia del dinero.<br />1) No compartimos las sentimentales lágrimas que los románticos vierten por esto. Estos confunden siempre la abominación que la comercialización de la tierra implica, con la consecuencia, totalmente racional, necesaria dentro del sistema de la propiedad privada y deseable, que va contenida en la comercialización de la propiedad privada de la tierra. En primer lugar, la propiedad de la tierra de tipo feudal es ya, esencialmente, la tierra comercializada, la tierra extrañada para el hombre y que por eso se le enfrenta bajo la figura de unos pocos grandes señores.<br />Ya en la propiedad territorial feudal está implícita la dominación de la tierra como un poder extraño sobre los hombres. El siervo de la gleba es un accidente de la tierra. Igualmente, a la tierra pertenece el mayorazgo, el hijo primogénito. La tierra lo hereda. En general, la dominación de la propiedad privada comienza con la propiedad territorial, esta es su base. Pero en la propiedad territorial del feudalismo el señor aparece, al menos, como rey del dominio territorial. Igualmente existe aún la apariencia de una relación entre el poseedor y la tierra mas íntima que la de la pura riqueza material. La finca se individualiza con su señor, tiene su rango, es, con él, baronía o condado, tiene sus privilegios, su jurisdicción, sus relaciones políticas, etc. Aparece como cuerpo inorgánico de su señor. De aquí el aforismo: Nulle terre sans maître en el que se expresa la conexión del señorío y la propiedad territorial. Del mismo modo, la dominación de la propiedad territorial no aparece inmediatamente como dominación del capital puro. La relación en que sus súbditos están con ella es más la relación con la propia patria. Es un estrecho modo de nacionalidad.<br />(XVIII) Así también, la propiedad territorial feudal da nombre a su señor como un reino a su rey. Su historia familiar, la historia de su casa, etc., todo esto individualiza para él la propiedad territorial y la convierte formalmente en su casa, en una persona. De igual modo los cultivadores de la propiedad territorial no están con ella en relación de jornaleros, sino que, o bien son ellos mismos su propiedad, como los siervos de la gleba, o bien están con ella en una relación de respeto, sometimiento y deber. La posición del señor para con ellos es inmediatamente política y tiene igualmente una faceta afectiva. Costumbres, carácter, etc., varían de una finca a otra y parecen identificarse con la parcela, en tanto que más tarde es sólo la bolsa del hombre y no su carácter, su individualidad, lo que lo relaciona con la finca. Por último, el señor no busca extraer de su propiedad el mayor beneficio posible. Por el contrario consume lo que allí hay y abandona tranquilamente el cuidado de la producción a los siervos y colonos. Esta es la condición aristocrática de la propiedad territorial que arroja sobre su Señor una romántica gloria.<br />Es necesario que sea superada esta apariencia, que la territorial, raíz de la propiedad privada, sea arrebatada al movimiento de ésta y convertida en mercancía, que la dominación del propietario, desprovista de todo matiz político, aparezca como dominación pura de la propiedad privada, del capital, desprovista de todo tinte político; que la relación entre propietario y obrero sea reducida a la relación económica de explotador y explotado, que cese toda relación personal del propietario en su propiedad y la misma se reduzca a la riqueza simplemente material, de cosas; que en lugar del matrimonio de honor con la tierra se celebre con ella el matrimonio de conveniencia, y que la tierra, como el hombre, descienda a valor de tráfico. Es necesario que aquello que es la raíz de la propiedad territorial, el sucio egoísmo, aparezca también en su cínica figura. Es necesario que el monopolio reposado se cambie en el monopolio movido e intranquilo, en competencia; que se cambie el inactivo disfrute del sudor y de la sangre ajenos en el ajetreado comercio de ellos. Es necesario, por último, que en esta competencia la propiedad de la tierra, bajo la figura del capital, muestre su dominación tanto sobre la clase obrera como sobre los propietarios mismos, en cuanto que las leyes del movimiento del capital los arruinan o los elevan. Con esto, en lugar del aforismo medieval nulle terre sans seigneur aparece otro refrán: l'argent n'a pas de Maître, en el que se expresa la dominación total de la materia muerta sobre los hombres.<br />La división de la propiedad territorial niega el gran monopolio de la propiedad territorial, supera, pero sólo por cuanto generaliza este monopolio. No supera el fundamento del monopolio, la propiedad privada. Ataca la existencia del monopolio, pero no su esencia. La consecuencia de ello es que cae víctima de las leyes de la propiedad privada. La división de la propiedad territorial corresponde, en efecto, al movimiento de la competencia en el dominio industrial. Aparte de las desventajas, económicas de esta división de aperos y de este aislamiento del trabajo de unos y otros (que hay que distinguir evidentemente de la división del trabajo: el trabajo no está dividido entre muchos, sino que cada uno lleva a cabo para sí el mismo trabajo; es una multiplicación del mismo trabajo), esta división, como aquella competencia, se cambia necesariamente de nuevo en acumulación.<br />Allí, pues, en donde tiene lugar la división de la propiedad territorial, no queda otra salida sino retornar al monopolio de forma aún más odiosa, o negar, superar, la división de la misma propiedad territorial. Pero esto no es el retorno a la propiedad feudal, sino la superación de la propiedad privada de la tierra y el suelo en general. La primera superación del monopolio es siempre su generalización, la ampliación de su existencia. La superación del monopolio que ha alcanzado su existencia más amplia y comprensiva posible es su aniquilación plena. La asociación aplicada a la tierra y el suelo participa de las ventajas del latifundio desde el punto de vista económico y realiza, por primera vez, la tendencia originaria de la división, es decir, la igualdad, al tiempo que establece la relación afectiva del hombre con la tierra de una manera racional y no mediada por la servidumbre de la gleba, la dominación y una estúpida mística de la propiedad, al dejar de ser la tierra un objeto de tráfico y convertirse de nuevo, mediante el trabajo libre y el libre goce, en una verdadera y personal propiedad del hombre. Una gran ventaja de la división es que su masa, que no puede ya resolverse a caer en la servidumbre, perece ante la propiedad de manera distinta que la de la industria.<br />Por lo que toca al gran latifundio, sus defensores han identificado de manera sofística las ventajas económicas que la agricultura en gran escala ofrece con el gran latifundio, como sino fuese sólo mediante la superación de la propiedad como estas ventajas alcanzan justamente (XX) su mayor extensión posible, de una parte, y su utilidad social, de la otra. Han atacado, igualmente, el espíritu mercantil de la pequeña propiedad territorial, como si el gran latifundio en su forma feudal no contuviese ya el tráfico de modo latente. Por no decir nada de la forma inglesa moderna, en la que van ligados el feudalismo del propietario de la tierra y el tráfico y la industria del arrendatario.<br />Así como el gran latifundio puede devolver el reproche de monopolio que la división de la propiedad territorial le hace, pues también la división se basa en el monopolio de la propiedad privada, así también puede la división de la propiedad territorial devolver al latifundio el reproche de la división pues también en el latifundio reina la división, sólo que en forma rígida y anquilosada. En general, la propiedad privada se apoya siempre sobre la división. Por lo demás, así como la división de la propiedad territorial reconduce al latifundio como riqueza—capital, así también la propiedad territorial feudal tiene que marchar necesariamente hacia la división, o al menos caer en manos de los capitalistas, haga lo que haga.<br />Pues el latifundio, como sucede en Inglaterra, echa a la inmensa mayoría de la población en brazos de la industria y reduce a sus propios obreros a una miseria total. Engendra y aumenta, pues, el poder de su enemigo, del capital, de la industria, al arrojar al otro lado brazos y toda una actividad del país. Hace a la mayoría del país industrial, esto es, adversaria del latifundio. Así que la industria ha alcanzado un gran poder, como ahora en Inglaterra, arranca poco a poco al latifundio su monopolio frente al extranjero y lo arroja a la competencia con la propiedad territorial extranjera. Bajo el dominio de la industria, el latifundio sólo podría asegurar su magnitud feudal mediante el monopolio frente al extranjero, para protegerse de las leyes generales del comercio, que contradicen su esencia feudal. Una vez arrojado a la competencia, sigue sus leyes como cualquier otra mercancía a ella arrojada. Va fluctuando, creciendo y disminuyendo, volando de unas manos a otras y ninguna ley puede mantenerlo ya en unas pocas manos predestinadas.<br />(XXI) La consecuencia inmediata es el fraccionamiento en muchas manos, en todo caso caída en el poder de los capitalistas industriales.<br />Finalmente, el latifundio que de esta forma ha sido mantenido por la fuerza y ha engendrado junto a sí una temible industria, conduce a la crisis aún más rápidamente que la división de la propiedad territorial, junto a la cual el poder de la industria está siempre en segundo rango.<br />El latifundio, como vemos en Inglaterra, ha perdido ya su carácter feudal y tomado carácter industrial cuando quiere hacer tanto dinero como sea posible. Da al propietario la mayor renta posible, al arrendatario el beneficio del capital más elevado que sea posible. Los trabajadores del campo están así ya reducidos al mínimo y la clase de los arrendatarios representa ya dentro de la propiedad territorial el poder de la industria y del capital. Mediante la competencia con el extranjero, la mayor parte de la renta de la tierra deja de poder constituir un ingreso independiente. Una gran parte de los propietarios debe ocupar el puesto de los arrendatarios, que de este modo se hunden parcialmente en el proletariado. Por otra parte, muchos arrendatarios se apoderan de la propiedad territorial, pues los grandes propietarios, merced a sus cómodos ingresos, se han dedicado en su mayoría a la disipación y son, en la mayor parte de los casos, también incapaces para dirigir la agricultura en gran escala; no poseen ni capital ni capacidad para explotar la tierra y el suelo. Así, pues, una parte de éstos se arruina completamente. Finalmente, el salario reducido al mínimo debe ser aún más reducido para resistir la nueva competencia. Esto conduce entonces necesariamente a la revolución.<br />La propiedad territorial tenia que desarrollarse en cada una de estas dos formas para vivir en una y otra su necesaria decadencia, del mismo modo que la industria tenía que arruinarse en la forma del monopolio y en la forma de la competencia para aprender a creer en el hombre.<br /><br /><br /><br /><a name="1-4"></a>[El trabajo enajenado]<br />(XXII) Hemos partido de los presupuestos de la Economía Política. Hemos aceptado su terminología y sus leyes. Damos por supuestas la propiedad privada, la separación del trabajo, capital y tierra, y la de salario, beneficio del capital y renta de la tierra; admitamos la división del trabajo, la competencia, el concepto de valor de cambio, etc. Con la misma Economía Política, con sus mismas palabras, hemos demostrado que el trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías; que la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción; que el resultado necesario de la competencia es la acumulación del capital en pocas manos, es decir, la más terrible reconstitución de los monopolios; que, por último; desaparece la diferencia entre capitalistas y terratenientes, entre campesino y obrero fabril, y la sociedad toda ha de quedar dividida en las dos clases de propietarios y obreros desposeídos.<br />La Economía Política parte del hecho de la propiedad privada, pero no lo explica. Capta el proceso material de la propiedad privada, que esta recorre en la realidad, con fórmulas abstractas y generales a las que luego presta valor de ley. No comprende estas leyes, es decir, no prueba cómo proceden de la esencia de la propiedad privada. La Economía Política no nos proporciona ninguna explicación sobre el fundamento de la división de trabajo y capital, de capital y tierra. Cuando determina, por ejemplo, la relación entre beneficio del capital y salario, acepta como fundamento último el interés del capitalista, en otras palabras, parte de aquello que debería explicar. Otro tanto ocurre con la competencia, explicada siempre por circunstancias externas. En qué medida estas circunstancias externas y aparentemente casuales son sólo expresión de un desarrollo necesario, es algo sobre lo que la Economía Política nada nos dice. Hemos visto cómo para ella hasta el intercambio mismo aparece como un hecho ocasional. Las únicas ruedas que la Economía Política pone en movimiento son la codicia y la guerra entre los codiciosos, la competencia.<br />Justamente porque la Economía Política no comprende la coherencia del movimiento pudo, por ejemplo, oponer la teoría de la competencia a la del monopolio, la de la libre empresa a la de la corporación, la de la división de la tierra a la del gran latifundio, pues competencia, libertad de empresa y división de la tierra fueron comprendidas y estudiadas sólo como consecuencias casuales, deliberadas e impuestas por la fuerza del monopolio, la corporación y la propiedad feudal, y no como sus resultados necesarios, inevitables y naturales.<br />Nuestra tarea es ahora, por tanto, la de comprender la conexión esencial entre la propiedad privada, la codicia, la separación de trabajo, capital y tierra, la de intercambio y competencia, valor y desvalorización del hombre; monopolio y competencia; tenemos que comprender la conexión de toda esta enajenación con el sistema monetario.<br />No nos coloquemos, como el economista cuando quiere explicar algo, en una imaginaria situación primitiva. Tal situación primitiva no explica nada, simplemente traslada la cuestión a uña lejanía nebulosa y grisácea. Supone como hecho, como acontecimiento lo que debería deducir, esto es, la relación necesaria entre dos cosas, Por ejemplo, entre división del trabajo e intercambio. Así es también como la teología explica el origen del mal por el pecado original dando por supuesto como hecho, como historia, aquello que debe explicar.<br />Nosotros partimos de un hecho económico, actual.<br />El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general.<br />Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación.<br />Hasta tal punto aparece la realización del trabajo como desrealización del trabajador, que éste es desrealizado hasta llegar a la muerte por inanición. La objetivación aparece hasta tal punto como perdida del objeto que el trabajador se ve privado de los objetos más necesarios no sólo para la vida, sino incluso para el trabajo. Es más, el trabajo mismo se convierte en un objeto del que el trabajador sólo puede apoderarse con el mayor esfuerzo y las más extraordinarias interrupciones. La apropiación del objeto aparece en tal medida como extrañamiento, que cuantos más objetos produce el trabajador, tantos menos alcanza a poseer y tanto mas sujeto queda a la dominación de su producto, es decir, del capital.<br />Todas estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se relaciona con el producto de su trabajo como un objeto extraño. Partiendo de este supuesto, es evidente que cuánto mas se vuelca el trabajador en su trabajo, tanto más poderoso es el mundo extraño, objetivo que crea frente a sí y tanto mas pobres son él mismo y su mundo interior, tanto menos dueño de si mismo es. Lo mismo sucede en la religión. Cuanto más pone el hombre en Dios, tanto memos guarda en si mismo. El trabajador pone su vida en el objeto pero a partir de entonces ya no le pertenece a él, sino al objeto. Cuanto mayor es la actividad, tanto más carece de objetos el trabajador. Lo que es el producto de su trabajo, no lo es él. Cuanto mayor es, pues, este producto, tanto más insignificante es el trabajador. La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que existe fuera de él, independiente, extraño, que se convierte en un poder independiente frente a é; que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil.<br />(XXIII) Consideraremos ahora mas de cerca la objetivación, la producción del trabajador, y en ella el extrañamiento, la pérdida del objeto, de su producto.<br />El trabajador no puede crear nada sin la naturaleza, sin el mundo exterior sensible. Esta es la materia en que su trabajo se realiza, en la que obra, en la que y con la que produce.<br />Pero así como la naturaleza ofrece al trabajo medios de vida, en el sentido de que el trabajo no puede vivir sin objetos sobre los que ejercerse, así, de otro lado, ofrece también víveres en sentido estricto, es decir, medios para la subsistencia del trabajador mismo.<br />En consecuencia, cuanto más se apropia el trabajador el mundo exterior, la naturaleza sensible, por medio de su trabajo, tanto más se priva de víveres en este doble sentido; en primer lugar, porque el mundo exterior sensible cesa de ser, en creciente medida, un objeto perteneciente a su trabajo, un medio de vida de su trabajo; en segundo término, porque este mismo mundo deja de representar, cada vez más pronunciadamente, víveres en sentido inmediato, medios para la subsistencia física del trabajador.<br />El trabajador se convierte en siervo de su objeto en un doble sentido: primeramente porque recibe un objeto de trabajo, es decir, porque recibe trabajo; en segundo lugar porque recibe medios de subsistencia. Es decir, en primer termino porque puede existir como trabajador, en segundo término porque puede existir como sujeto físico. El colmo de esta servidumbre es que ya sólo en cuanto trabajador puede mantenerse como sujeto físico y que sólo como sujeto físico es ya trabajador.<br />(La enajenación del trabajador en su objeto se expresa, según las leyes económicas, de la siguiente forma: cuanto más produce el trabajador, tanto menos ha de consumir; cuanto más valores crea, tanto más sin valor, tanto más indigno es él; cuanto más elaborado su producto, tanto más deforme el trabajador; cuanto más civilizado su objeto, tanto más bárbaro el trabajador; cuanto mis rico espiritualmente se hace el trabajo, tanto más desespiritualizado y ligado a la naturaleza queda el trabajador.)<br />La Economía Política oculta la enajenación esencial del trabajo porque no considera la relación inmediata entre el trabajador (el trabajo) y la producción.<br />Ciertamente el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones para el trabajador. Produce palacios, pero para el trabajador chozas. Produce belleza, pero deformidades para el trabajador. Sustituye el trabajo por máquinas, pero arroja una parte de los trabajadores a un trabajo bárbaro, y convierte en máquinas a la otra parte. Produce espíritu, pero origina estupidez y cretinismo para el trabajador.<br />La relación inmediata del trabajo y su producto es la relación del trabajador y el objeto de su producción. La relación del acaudalado con el objeto de la producción y con la producción misma es sólo una consecuencia de esta primera relación y la confirma. Consideraremos más tarde este otro aspecto.<br />Cuando preguntamos, por tanto, cuál es la relación esencial del trabajo, preguntamos por la relación entre el trabajador y la producción.<br />Hasta ahora hemos considerado el extrañamiento, la enajenación del trabajador, sólo en un aspecto, concretamente en su relación con el producto de su trabajo. Pero el extrañamiento no se muestra sólo en el resultado, sino en el acto de la producción, dentro de la actividad productiva misma. ¿Cómo podría el trabajador enfrentarse con el producto de su actividad como con algo extraño si en el acto mismo de la producción no se hiciese ya ajeno a sí mismo? El producto no es más que el resumen de la actividad, de la producción. Por tanto, si el producto del trabajo es la enajenación, la producción misma ha de ser la enajenación activa, la enajenación de la actividad; la actividad de la enajenación. En el extrañamiento del producto del trabajo no hace más que resumirse el extrañamiento, la enajenación en la actividad del trabajo mismo.<br />¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?<br />Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a si mismo, sino a otro. Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la mente y del corazón humanos, actúa sobre el individuo independientemente de él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.<br />De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal.<br />Comer, beber y engendrar, etc., son realmente también auténticas funciones humanas. Pero en la abstracción que las separa del ámbito restante de la actividad humana y las convierte en un único y último son animales.<br />Hemos considerado el acto de la enajenación de la actividad humana práctica, del trabajo, en dos aspectos: 1) la relación del trabajador con el producto del trabajo como con un objeto ajeno y que lo domina. Esta relación es, al mismo tiempo, la relación con el mundo exterior sensible, con los objetos naturales, como con un mundo extraño para él y que se le enfrenta con hostilidad; 2) la relación del trabajo con el acto de la producción dentro del trabajo. Esta relación es la relación del trabajador con su propia actividad, como con una actividad extraña, que no le pertenece, la acción como pasión, la fuerza como impotencia, la generación como castración, la propia energía física y espiritual del trabajador, su vida personal (pues qué es la vida sino actividad) como una actividad que no le pertenece, independiente de él, dirigida contra él. La enajenación respecto de si mismo como, en el primer caso, la enajenación respecto de la cosa.<br />(XXIV) Aún hemos de extraer de las dos anteriores una tercera determinación del trabajo enajenado.<br />El hombre es un ser genérico no sólo porque en la teoría y en la practica toma como objeto suyo el género, tanto el suyo propio como el de las demás cosas, sino también, y esto no es más que otra expresión para lo mismo, porque se relaciona consigo mismo como el género actual, viviente, porque se relaciona consigo mismo como un ser universal y por eso libre.<br />La vida genérica, tanto en el hombre como en el animal, consiste físicamente, en primer lugar, en que el hombre (como el animal) vive de la naturaleza inorgánica, y cuanto más universal es el hombre que el animal, tanto más universal es el ámbito de la naturaleza inorgánica de la que vive. Así como las plantas, los animales, las piedras, el aire, la luz, etc., constituyen teóricamente una parte de la conciencia humana, en parte como objetos de la ciencia natural, en parte como objetos del arte (su naturaleza inorgánica espiritual, los medios de subsistencia espiritual que él ha de preparar para el goce y asimilación), así también constituyen prácticamente una parte de la vida y de la actividad humano. Físicamente el hombre vive sólo de estos productos naturales, aparezcan en forma de alimentación, calefacción, vestido, vivienda, etc. La universalidad del hombre aparece en la práctica justamente en la universalidad que hace de la naturaleza toda su cuerpo inorgánico, tanto por ser (l) un medio de subsistencia inmediato, romo por ser (2) la materia, el objeto y el instrumento de su actividad vital. La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre; la naturaleza, en cuanto ella misma, no es cuerpo humano. Que el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir. Que la vida física y espiritual del hombre esta ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que el de que la naturaleza está ligada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza.<br />Como quiera que el trabajo enajenado (1) convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, (2) lo hace ajeno de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, también hace del género algo ajeno al hombre; hace que para él la vida genérica se convierta en medio de la vida individual. En primer lugar hace extrañas entre sí la vida genérica y la vida individual, en segundo termino convierte a la primera, en abstracta, en fin de la última, igualmente en su forma extrañada y abstracta.<br />Pues, en primer termino, el trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma, aparece ante el hombre sólo como un medio para la satisfacción de una necesidad, de la necesidad de mantener la existencia física. La vida productiva es, sin embargo, la vida genérica. Es la vida que crea vida. En la forma de la actividad vital reside el carácter dado de una especie, su carácter genérico, y la actividad libre, consciente, es el carácter genérico del hombre. La vida misma aparece sólo como medio de vida.<br />El animal es inmediatamente uno con su actividad vital. No se distingue de ella. Es ella. El hombre hace de su actividad vital misma objeto de su voluntad y de su conciencia. Tiene actividad vital consciente. No es una determinación con la que el hombre se funda inmediatamente. La actividad vital consciente distingue inmediatamente al hombre de la actividad vital animal. Justamente, y sólo por ello, es él un ser genérico. O, dicho de otra forma, sólo es ser consciente, es decir, sólo es su propia vida objeto para él, porque es un ser genérico. Sólo por ello es su actividad libre. El trabajo enajenado invierte la relación, de manera que el hombre, precisamente por ser un ser consciente hace de su actividad vital, de su esencia, un simple medio para su existencia.<br />La producción práctica de un mundo objetivo, la elaboración de la naturaleza inorgánica, es la afirmación del hombre como un ser genérico consciente, es decir, la afirmación de un ser que se relaciona con el género como con su propia esencia o que se relaciona consigo mismo como ser genérico. Es cierto que también el animal produce. Se construye un nido, viviendas, como las abejas, los castores, las hormigas, etc. Pero produce únicamente lo que necesita inmediatamente para sí o para su prole; produce unilateralmente, mientras que el hombre produce universalmente; produce únicamente por mandato de la necesidad física inmediata, mientras que el hombre produce incluso libre de la necesidad física y sólo produce realmente liberado de ella; el animal se produce sólo a sí mismo, mientras que el hombre reproduce la naturaleza entera; el producto del animal pertenece inmediatamente a su cuerpo físico, mientras que el hombre se enfrenta libremente a su producto. El animal forma únicamente según la necesidad y la medida de la especie a la que pertenece, mientras que el hombre sabe producir según la medida de cualquier especie y sabe siempre imponer al objeto la medida que le es inherente; por ello el hombre crea también según las leyes de la belleza.<br />Por eso precisamente es sólo en la elaboración del mundo objetivo en donde el hombre se afirma realmente como un ser genérico. Esta producción es su vida genérica activa. Mediante ella aparece la naturaleza como su obra y su realidad. El objeto del trabajo es por eso la objetivación de la vida genérica del hombre, pues éste se desdobla no sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activa y realmente, y se contempla a si mismo en un mundo creado Por él. Por esto el trabajo enajenado, al arrancar al hombre el objeto de su producción, le arranca su vida genérica, su real objetividad genérica y transforma su ventaja respecto del animal en desventaja, pues se ve privado de su cuerpo inorgánico, de la naturaleza. Del mismo modo, al degradar la actividad propia, la actividad libre, a la condición de medio, hace el trabajo enajenado de la vida genérica del hombre en medio para su existencia física.<br />Mediante la enajenación, la conciencia del hombre que el hombre tiene de su género se transforma, pues, de tal manera que la vida genérica se convierte para él en simple medio.<br />El trabajo enajenado, por tanto:<br />3) Hace del ser genérico del hombre, tanto de la naturaleza como de sus facultades espirituales genéricas, un ser ajeno para él, un medio de existencia individual. Hace extraños al hombre su propio cuerpo, la naturaleza fuera de él, su esencia espiritual, su esencia humana.<br />4) Una consecuencia inmediata del hecho de estar enajenado el hombre del producto de su trabajo, de su actividad vital, de su ser genérico, es la enajenación del hombre respecto del hombre. Si el hombre se enfrenta consigo mismo, se enfrenta también al otro. Lo que es válido respecto de la relación del hombre con su trabajo, con el producto de su trabajo y consigo mismo, vale también para la relación del hombre con el otro y con trabajo y el producto del trabajo del otro.<br />En general, la afirmación de que el hombre está enajenado de su ser genérico quiere decir que un hombre esta enajenado del otro, como cada uno de ellos está enajenado de la esencia humana.<br />La enajenación del hombre y, en general, toda relación del hombre consigo mismo, sólo encuentra realización y expresión verdaderas en la relación en que el hombre está con el otro.<br />En la relación del trabajo enajenado, cada hombre considera, pues, a los demás según la medida y la relación en la que él se encuentra consigo mismo en cuanto trabajador.<br />(XXV) Hemos partido de un hecho económico, el extrañamiento entre el trabajador y su producción. Hemos expuesto el concepto de este hecho: el trabajo enajenado, extrañado. Hemos analizado este concepto, es decir, hemos analizado simplemente un hecho económico.<br />Veamos ahora cómo ha de exponerse y representarse en la realidad el concepto del trabajo enajenado, extrañado.<br />Si el producto del trabajo me es ajeno, se me enfrenta como un poder extraño, entonces ¿a quién pertenece?<br />Si mi propia actividad no me pertenece; si es una actividad ajena, forzada, ¿a quién pertenece entonces?<br />A un ser otro que yo.<br />¿Quién es ese ser?<br />¿Los dioses? Cierto que en los primeros tiempos la producción principal, por ejemplo, la construcción de templos, etc., en Egipto, India, Méjico, aparece al servicio de los dioses, como también a los dioses pertenece el producto Pero los dioses por si solos no fueron nunca los dueños del trabajo. Aún menos de la naturaleza. Qué contradictorio sería que cuando más subyuga el hombre a la naturaleza mediante su trabajo, cuando más superfluos vienen a resultar los milagros de los dioses en razón de los milagros de la industria, tuviese que renunciar el hombre, por amor de estos poderes, a la alegría de la producción y al goce del producto.<br />El ser extraño al que pertenecen a trabajo y el producto del trabajo, a cuyo servicio está aquél y para cuyo placer sirve éste, solamente puede ser el hombre mismo<br />Si el producto del trabajo no pertenece al trabajador, si es frente él un poder extraño, esto sólo es posible porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador. Si su actividad es para él dolor, ha de ser goce y alegría vital de otro. Ni los dioses, ni la naturaleza, sino sólo el hombre mismo, puede ser este poder extraño sobre los hombres.<br />Recuérdese la afirmación antes hecha de que la relación del hombre consigo mismo únicamente es para él objetiva y real a través de su relación con los otros hombres. Si él, pues, se relaciona con el producto de su trabajo, con su trabajo objetivado, como con un objeto poderoso, independiente de él, hostil, extraño, se esta relacionando con él de forma que otro hombre independiente de él, poderoso, hostil, extraño a él, es el dueño de este objeto; Si él se relaciona con su actividad como con una actividad no libre, se está relacionando con ella como con la actividad al servicio de otro, bajo las órdenes, la compulsión y el yugo de otro.<br />Toda enajenación del hombre respecto de sí mismo y de la naturaleza aparece en la relación que él presume entre él, la naturaleza y los otros hombres distintos de él, Por eso la autoenajenación religiosa aparece necesariamente en la relación del laico con el sacerdote, o también, puesto que aquí se trata del mundo intelectual, con un mediador, etc. En el mundo práctico, real, el extrañamiento de si sólo puede manifestarse mediante la relación práctica, real, con los otros hombres. El medio mismo por el que el extrañamiento se opera es un medio práctico. En consecuencia mediante el trabajo enajenado no sólo produce el hombre su relación con el objeto y con el acto de la propia producción como con poderes que le son extraños y hostiles, sino también la relación en la que los otros hombres se encuentran con su producto y la relación en la que él está con estos otros hombres. De la misma manera que hace de su propia producción su desrealización, su castigo; de su propio producto su pérdida, un producto que no le pertenece, y así también crea el dominio de quien no produce sobre la producción y el producto. Al enajenarse de su propia actividad posesiona al extraño de la actividad que no le es propia.<br />Hasta ahora hemos considerado la relación sólo desde el lado del trabajador; la consideraremos más tarde también desde el lado del no trabajador.<br />Así, pues, mediante el trabajo enajenado crea el trabajador la relación de este trabajo con un hombre que está fuera del trabajo y le es extraño. La relación del trabajador con el trabajo engendra la relación de éste con el del capitalista o como quiera llamarse al patrono del trabajo. La propiedad privada es, pues, el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo.<br />Partiendo de la Economía Política hemos llegado, ciertamente, al concepto del trabajo enajenado (de la vida enajenada) como resultado del movimiento de la propiedad privada. Pero el análisis de este concepto muestra que aunque la propiedad privada aparece como fundamento, como causa del trabajo enajenado, es más bien una consecuencia del mismo, del mismo modo que los dioses no son originariamente la causa, sino el efecto de la confusión del entendimiento humano. Esta relación se transforma después en una interacción recíproca.<br />Sólo en el último punto culminante de su desarrollo descubre la propiedad privada de nuevo su secreto, es decir, en primer lugar que es el producto del trabajo enajenado, y en segundo término que es el medio por el cual el trabajo se enajena, la realización de esta enajenación.<br />Este desarrollo ilumina al mismo tiempo diversas colisiones no resueltas hasta ahora.<br />1) La Economía Política parte del trabajo como del alma verdadera de la producción y, sin embargo, no le da nada al trabajo y todo a la propiedad privada. Partiendo de esta contradicción ha fallado Proudhon en favor del trabajo y contra la Propiedad privaba. Nosotros, sin embargo, comprendemos, que esta aparente contradicción es la contradicción del trabajo enajenado consigo mismo y que la Economía Política simplemente ha expresado las leyes de este trabajo enajenado.<br />Comprendemos también por esto que salario y propiedad privada son idénticos, pues el salario que paga el producto, el objeto del trabajo, el trabajo mismo, es sólo una consecuencia necesaria de la enajenación del trabajo; en el salario el trabajo no aparece como un fin en si, sino como un servidor del salario. Detallaremos esto más tarde. Limitándonos a extraer ahora algunas consecuencias (XXVI).<br />Un alza forzada de los salarios, prescindiendo de todas las demás dificultades (prescindiendo de que, por tratarse de una anomalía, sólo mediante la fuerza podría ser mantenida), no sería, por tanto, más que una mejor remuneración de los esclavos, y no conquistaría, ni para el trabajador, ni para el trabajo su vocación y su dignidad humanas.<br />Incluso la igualdad de salarios, como pide Proudhon no hace más que transformar la relación del trabajador actual con su trabajo en la relación de todos los hombres con el trabajo. La sociedad es comprendida entonces como capitalista abstracto.<br />El salario es una consecuencia inmediata del trabajo enajenado y el trabajo enajenado es la causa inmediata de la propiedad privada. Al desaparecer un termino debe también, por esto, desaparecer el otro.<br />2) De la relación del trabajo enajenado con la propiedad privada se sigue, además, que la emancipación de la sociedad de la propiedad privada, etc., de la servidumbre, se expresa en la forma política de la emancipación de los trabajadores, no como si se tratase sólo de la emancipación de éstos, sino porque su emancipación entraña la emancipación humana general; y esto es así porque toda la servidumbre humana está encerrada en la relación de trabajador con la producción, y todas las relaciones serviles son sólo modificaciones y consecuencias de esta relación.<br />Así como mediante el análisis hemos encontrado el concepto de propiedad privada partiendo del concepto de trabajo enajenado, extrañado, así también podrán desarrollarse con ayuda de estos dos factores todas las categorías económicas y encontraremos en cada una de estas categorías, por ejemplo, el tráfico, la competencia, el capital, el dinero, solamente una expresión determinada, desarrollada, de aquellos primeros fundamentos.<br />Antes de considerar esta estructuración, sin embargo, tratemos de resolver dos cuestiones.<br />1) Determinar la esencia general de la propiedad privada, evidenciada como resultado del trabajo enajenado, en su relación con la propiedad verdaderamente humana y social.<br />2) Hemos aceptado el extrañamiento del trabajo, su enajenación, como un hecho y hemos realizado este hecho. Ahora nos preguntamos ¿cómo llega el hombre a enajenar, a extrañar su trabajo? ¿Cómo se fundamenta este extrañamiento en la esencia de la evolución humana? Tenemos ya mucho ganado para la solución de este problema al haber transformado la cuestión del origen de la propiedad privada en la cuestión de la relación del trabajo enajenado con el proceso evolutivo de la humanidad. Pues cuando se habla de propiedad privada se cree tener que habérselas con una cosa fuera del hombre. Cuando se habla de trabajo nos las tenemos que haber inmediatamente con el hombre mismo. Esta nueva formulación de la pregunta es ya incluso su solución.<br />ad. 1) Esencia general de la propiedad privada y su relación con la propiedad verdaderamente humana.<br />El trabajo enajenado se nos ha resuelto en dos componentes que se condicionan recíprocamente o que son sólo dos expresiones distintas de una misma relación. La apropiación aparece como extrañamiento, como enajenación y la enajenación como apropiación, el extrañamiento como la verdadera naturalización.<br />Hemos considerado un aspecto, el trabajo enajenado en relación al trabajador mismo, es decir, la relación del trabajo enajenado consigo mismo. Como producto, como resultado necesario de esta relación hemos encontrado la relación de propiedad del no—trabajador con el trabajador y con el trabajo. La propiedad privada como expresión resumida, material, del trabajo enajenado abarca ambas relaciones, la relación del trabajador con el trabajo, con el producto de su trabajo y con el no trabajador, y la relación del no trabajador con el trabajador y con el producto de su trabajo.<br />Si hemos visto, pues, que respecto del trabajador, que mediante el trabajo se apropia de la naturaleza, la apropiación aparece como enajenación, la actividad propia como actividad para otro y de otro, la vitalidad como holocausto de la vida, la producción del objeto como pérdida del objeto en favor de un poder extraño, consideremos ahora la relación de este hombre extraño al trabajo y al trabajador con el trabajador, el trabajo y su objeto.<br />Por de pronto hay que observar que todo lo que en el trabajador aparece como actividad de la enajenación, aparece en el no trabajador como estado de la enajenación, del extrañamiento.<br />En segundo término, que el comportamiento práctico, real, del trabajador en la producción y respecto del producto (en cuanto estado de ánimo) aparece en el no trabajador a él enfrentado como comportamiento teórico.<br />(XXVII) Tercero. El no trabajador hace contra el trabajador todo lo que este hace contra si mismo, pero no hace contra sí lo que hace contra el trabajador.<br />Consideremos más detenidamente estas tres relaciones.XXVII<br /> </div>Seminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5264498703070482728.post-5058044086686119562007-08-15T15:38:00.000-07:002007-08-15T15:39:55.574-07:00Segundo Manuscrito 1844.<div align="justify"><a name="2"></a>[Segundo Manuscrito]<br /><br /><br /><br /><a name="2-1"></a><strong>[Antitesis del capital y el trabajo.Propiedad privada y capital.]</strong><br />[...] XL Constituye los intereses de su capital. En el trabajador se da, pues, subjetivamente, el hecho de que el capital es el hombre que se ha perdido totalmente a si mismo, de la misma forma que en el capital se da, objetivamente, el hecho de que el trabajador es el hombre que se ha perdido totalmente a si mismo. El trabajador tiene, sin embargo, la desgracia de ser un capital viviente y, por tanto, menesteroso, que en el momento en que no trabaja pierde sus intereses y con ello su existencia. Como capital, el valor del trabajo aumenta según la oferta y la demanda, e incluido físicamente su existencia, su vida ha sido y es entendida como una oferta de mercancía igual a cualquier otra. El trabajador produce el capital, el capital lo produce a él; se produce, pues, a sí mismo y el hombre, en cuanto trabajador en cuanto mercancía, es el resultado de todo el movimiento, Para el hombre que no es más que trabajador, y en cuanto trabajador, sus propiedades humanas sólo existen en la medida en que existen para el capital que le es extraño. Pero como ambos son extraños el uno para el otro y se encuentran en una relación indiferente, exterior y casual, esta situación de extrañamiento reciproco ha de aparecer también como real. Tan pronto, pues, como al capital se le ocurre —ocurrencia arbitraria o necesaria— dejar de existir para el trabajador, deja éste de existir para sí; no tiene ningún trabajo, por tanto, ningún salario, y dado que él no tiene existencia como hombre, sino como trabajador, puede hacerse sepultar, dejarse morir de hambre, etc. El trabajador sólo existe como trabajador en la medida en que existe para sí como capital, y sólo existe como capital en cuanto existe para él un capital. La existencia del capital es su existencia, su vida; el capital determina el contenido de su vida en forma para él indiferente. En consecuencia la Economía Política no conoce al trabajador parado, al hombre de trabajo, en la medida en que se encuentra fuera de esta relación laboral. El pícaro, el sinvergüenza, el pordiosero, el parado, el hombre de trabajo hambriento, miserable y delincuente son figuras que no existen para ella, sino solamente para otros ojos; para los ojos de medico, del juez, del sepulturero, del alguacil de pobres, etc.; son fantasmas que quedan fuera de su reino. Por eso para ella las necesidades del trabajador se reducen solamente a la necesidad de mantenerlo durante el trabajo de manera que no se extinga la raza de los trabajadores. El salario tiene, por tanto, el mismo sentido que el mantenimiento, la conservación de cualquier otro instrumento productivo. El mismo sentido que el consumo de capital en general, que éste requiere para reproducirse con intereses, como el aceite que las ruedas necesitan para mantenerse en movimiento. El salario del trabajador pertenece así a los costos necesarios del capital y del capitalista, y no puede sobrepasar las exigencias de esta necesidad. Es, por tanto, perfectamente lógico que ante el Amendment Bill de 1834 los fabricantes ingleses detrajeran del salario del trabajador, como parte integrante del mismo, las limosnas públicas que éste recibe por medio del impuesto de pobres.<br />La producción produce al hombre no sólo como mercancía, mercancía humana, hombre determinado como mercancía; lo produce, de acuerdo con esta determinación, como un ser deshumanizado tanto física como espiritualmente. Inmoralidad, deformación, embrutecimiento de trabajadores y capitalistas. Su producto es la mercancía con conciencia y actividad propias..., la mercancía humana. Gran progreso de Ricardo, Mill, etc., frente a Smith y Say, al declarar la existencia del hombre —la mayor o menor productividad humana de la mercancía— como indiferente e incluso nociva. La verdadera finalidad de la producción no estará en cuántos hombres puede mantener un capital, sino en cuántos intereses reporta, en la cuantía de las economías anuales. Igualmente fue un grande y consecuente progreso de la reciente (XLI) Economía Política inglesa el explicar con plena claridad (al mismo tiempo que eleva el trabajo a principio único de la Economía Política) la relación inversa existente entre el salario y el interés del capital y que el capitalista, por lo regular, sólo con la reducción del salario puede ganar y viceversa. La relación normal no sería la explotación del consumidor sino la explotación reciproca de capitalista y trabajador. La relación de la propiedad privada contiene latente en si la relación de la propiedad privada como trabajo, así como la relación de la misma como capital y la conexión de estas dos expresiones entre sí. Es, de una parte, la producción de la actividad humana como trabajo, es decir, como una actividad totalmente extraña a sí misma, extraña al hombre y a la naturaleza y por ello totalmente extraña a la conciencia y a la manifestación vital; la existencia abstracta del hombre como un puro hombre de trabajo, que por eso puede diariamente precipitarse de su plena nada en la nada absoluta, en su inexistencia social que es su real inexistencia. Es, por otra parte, la producción del objeto de la actividad humana como capital, en el que se ha extinguido toda determinación natural y social del objeto y ha perdido la propiedad humana su cualidad natural y social (es decir, ha perdido toda ilusión política y social, no se mezcla con ninguna relación aparentemente humana), que también permanece el mismo en los más diversos modos de existencia natural y social, y es perfectamente indiferente respecto de su contenido real. Esta oposición, llevada a su culminación, es necesariamente la culminación, la cúspide y la decadencia de la relación toda. Por eso es también una gran hazaña de la reciente Economía Política inglesa haber denunciado la renta de la tierra como la diferencia entre los intereses del peor suelo dedicado a la agricultura y el mejor suelo cultivado, haber aclarado las ilusiones románticas del terrateniente (su presunta importancia social y la identidad de sus intereses con los de la sociedad, que todavía afirma Adam Smith, siguiendo a los fisiócratas) y haber anticipado y preparado el movimiento real que transformará al terrateniente en un capitalista totalmente ordinario y prosaico, simplificará y agudizará la contradicción y acelerara así su solución. La tierra como tierra, la renta de la tierra como renta de la tierra, han perdido allí su diferencia estamental y se han convertido en capital e interés que nada significan o, más exactamente, que sólo dinero significan. La diferencia entre capital y tierra, entre ganancia y renta de la tierra, así como la de ambas con el salario; la diferencia entre industria y agricultura, propiedad privada mueble e inmueble, es una diferencia histórica no fundaba en la esencia de las cosas; la fijación de un momento de la formación y el nacimiento de la oposición entre capital y trabajo. En la industria, etcétera, en oposición a la propiedad inmobiliaria, sólo se expresa el modo de nacimiento y la oposición en que se ha formado la industria con relación a la agricultura. Esta diferencia sólo subsiste como un tipo especial de trabajo, como una diferencia esencial, importante, vital, mientras la industria (la vida urbana) se forma frente a la propiedad rural (la vida aristocrática feudal) y lleva aún en si misma el carácter feudal de su contrario en la forma del monopolio, el gremio, la corporación, etc., dentro de cuyas determinaciones el trabajo tiene aún una aparente significación social, tiene aún el significado de la comunidad real, no ha progresado aún hasta la indiferencia respecto del propio contenido, hasta el pleno ser para sí mismo, es decir, hasta la abstracción de todo otro ser y por ello no llegado aún a capital liberado.<br />(XLII) Pero el desarrollo necesario del trabajo es la industria liberada, constituida como tal para si, y el capital liberado. El poder de la industria sobre su contrario se muestra en seguida en el surgimiento de la agricultura como una verdadera industria, en tanto que antes ella dejaba el principal trabajo al suelo y a los esclavos de este suelo, mediante los cuales éste se cultivaba a sí mismo. Con la transformación del esclavo en un trabajador libre, esto es, en un asalariado se ha transformado el terrateniente en sí en un patrono industrial, en un capitalista; transformación que ocurre, en primer lugar, por intermedio del arrendatario. Pero el arrendatario es el representante, el revelado secreto del terrateniente; sólo mediante él existe económicamente, como propietario privado, pues las rentas de sus tierras sólo existen por la competencia entre los arrendatarios. Esencialmente el terrateniente se ha convertido, por tanto, ya en el arrendatario, en un capitalista ordinario. Y esto tiene aún que consumarse en la realidad: el capitalista que se dedica a la agricultura, el arrendatario, ha de convertirse en terrateniente o viceversa. El tráfico industrial del arrendatario es el del terrateniente, pues el ser del primero pone al del segundo.<br />Como acordándose de su supuesto nacimiento, de su origen, el terrateniente ve en el capitalista a su petulante, liberado y enriquecido esclavo de ayer, y se ve a si mismo en cuanto capitalista, amenazado por él. El capitalista ve en el terrateniente al inútil, cruel y egoísta señor de ayer, sabe que le estorba en cuanto capitalista; que, sin embargo, le debe a la industria toda su actual importancia social; ve en él una oposición a la industria libre y al libre capital, independiente de toda determinación natural. Este antagonismo es sumamente amargo y se dice recíprocamente la verdad. Basta con leer los ataques de la propiedad inmueble a la mueble y viceversa para forjarse una gráfica imagen de su recíproca indignidad. El terrateniente hace valer el origen noble de su propiedad, los recuerdos feudales, las reminiscencias, la poesía del recuerdo, su entusiástica naturaleza, su importancia política, etc., y cuando habla en economista dice que sólo la agricultura es productiva. Pinta al mismo tiempo a su adversario como un canalla adinerado, astuto, venal, mezquino, tramposo, codicioso, capaz de venderlo todo, rebelde, sin corazón y sin espíritu, extraño al ser común que tranquilamente vende por dinero, usurero, alcahuete, servil, intruso, adulador, timador, que engendra, nutre y mima la competencia y con ella el pauperismo, el crimen, la disolución de todos los lazos sociales, sin honor, sin principios, sin poesía, sin nada. (Véase entre otros, al fisiócrata Bergasse, a quien ya fustiga Camille Desmoulins en su periódico Revolutions de France et de Brabant; véase v. Vincke, Lancizolle, Haller, Leo, Kosegarten, y véase también Sismondi). La propiedad mueble, por su parte, señala las maravillas de la industria y del movimiento; ella es el fruto de la época moderna y su legítimo hijo unigénito Compadece a su adversario como a un mentecato no ilustrado sobre su propio ser (y esto es perfectamente cierto), que quisiera colocar en lugar del moral capital y del trabajo libre, la inmoral fuerza bruta y la servidumbre; lo pinta como un Don Quijote que bajo la apariencia de la rectitud, la honorabilidad, el interés general, la estabilidad, oculta la incapacidad de movimiento, la codiciosa búsqueda de placeres, el egoísmo, el interés particular, el torcido propósito; lo denuncia como un taimado monopolista; ensombrece sus reminiscencias, su poesía y sus ilusiones en una enumeración histórica y sarcástica de la bajeza, la crueldad, el envilecimiento, la prostitución, la infamia, la anarquía y la rebeldía que tuvieron como talleres los románticos castillos.<br />(XLIII) La propiedad mobiliaria habría dado al pueblo la libertad política, desatado las trabas de la sociedad civil, unido entre sí los mundos, establecido el humanitario comercio, la moral pura, la amable cultura; en lugar de sus necesidades primarias habría dado al pueblo necesidades civilizadas y los medios de satisfacerlas, en tanto que el terrateniente (ese ocioso y molesto acaparador de trigo) encarece para el pueblo los víveres más elementales y obliga así al capitalista a elevar el salario sin poder elevar la fuerza productiva; con ello estorba la renta anual de la nación, la acumulación de capitales, esto es, la posibilidad de poder proporcionar trabajo al pueblo y riqueza al país. Finalmente la anula totalmente, acarrea una decadencia general y explota avaramente todas las ventajas de la civilización moderna, sin hacer lo más mínimo por ella e incluso sin despojarse de sus prejuicios feudales. Basta, por último, con que mire a su arrendatario (él, para quien la agricultura y la tierra misma sólo existen como una fuente de dinero que se la ha regalado) y diga si él no es un canalla honrado, fanático y astuto que en corazón y en realidad hace tiempo que pertenece a la libre industria y al dulce comercio por mas que se oponga a ellos y por más que charle de recuerdos históricos y de finalidades morales o políticas. Todo lo que realmente alega en su favor sólo es cierto respecto del cultivador de la tierra (del capitalista y de los mozos de labranza), cuyo enemigo es más bien el terrateniente; testimonia, pues, contra sí mismo. Sin capital, la propiedad territorial sería materia muerta y sin valor. Su civilizado triunfo es precisamente haber descubierto y situado el trabajo humano en lugar de la cosa inanimada como fuente de la riqueza. (Véase Paul Louis Courier, St. Simon, Canilh, Ricardo, Mill, Mac Culloch, Destutt de Tracy y Michel Chevalier.)<br />Del curso real del proceso de desarrollo (intercalar aquí) se deduce el triunfo necesario del capitalismo, es decir, de la propiedad privada ilustrada sobre la no ilustrada, bastarda, sobre el terrateniente, de la misma forma que, en general, ha de vencer el movimiento a la inmovilidad, la vileza abierta y consciente de sí misma a la escondida e inconsciente, la codicia a la avidez de placeres, el egoísmo declarado, incansable y experimentado de la ilustración, al egoísmo local, simple, perezoso y fantástico de la superstición; como el dinero ha de vencer a todas las otras formas de la propiedad privada.<br />Los Estados, que sospechan algo del peligro de la industria plenamente libre, de la moral plenamente libre y del comercio humanitario, tratan de detener (aunque totalmente en vano) la capitalización de la propiedad de la tierra.<br />La propiedad de la tierra, en su diferencia respecto del capital, es la propiedad privada, el capital, preso aún de los prejuicios locales y políticos, que no ha vuelto aún a si mismo de su vinculación con el mundo, el capital aún incompleto. Ha de llegar, en el curso de su configuración mundial, a su forma abstracta, es decir, pura.<br />La relación de la propiedad privada es trabajo, capital y la relación entre ambos. El movimiento que estos elementos han de recorrer es el siguiente:<br />Primeramente: Unidad inmediata y mediata de ambos.<br />Capital y trabajo primero aún unidos, luego separados, extrañados; pero exigiéndose y aumentándose recíprocamente como condiciones positivas.<br />Oposición de ambos, se excluyen recíprocamente; el trabajador sabe que el capitalista es la negación de su existencia y viceversa; cada uno de ellos trata de arrebatar su existencia al otro.<br />Oposición de cada uno de ellos consigo mismo, Capital = trabajo acumulado = trabajo. Como tal descomponiéndose en sí mismo y sus intereses, así como éstos a su vez se descomponen en intereses y beneficios. Sacrificio total del capitalista. Cae en la clase obrera así como el obrero —aunque sólo excepcionalmente— se hace capitalista. Trabajo como momento del capital, sus costos. El salario, pues, sacrificio del capital.<br />Trabajo se descompone en si mismo y el salario. El trabajador mismo un capital, una mercancía. Colisión de oposiciones recíprocas.<br /> </div>Seminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5264498703070482728.post-61296509344317780352007-08-11T15:31:00.000-07:002007-08-11T15:32:16.074-07:00Ensayo de Manuel Riesco<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia;">CENDA<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia;"><br /><strong><span style="font-family: Georgia;">Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo </span></strong><b><br /><strong><span style="font-family: Georgia;">140 Años de El Capital </span></strong></b><o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia;">Enviado a petición del profesor <a href="mailto:yanez65@yahoo.com.mx" title="Alejandro Yánez Betancourt">Alejandro Yánez Betancourt</a> , enseñador de El Capital, con motivo del 140 aniversario de esta obra, cuya celebración él organiza en Chile. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia;">Querido Alejandro,<br /><br />Con mucho agrado te envío estas palabras de saludo al importante aniversario que organizas con tanta visión como constancia - que en nuestro caso y para estos afanes constituye noble porfía.<br />Debo hacer un recuerdo en primer lugar, desde luego, de nuestro maestro en Moscú, el finado Anastasio Mansilla, fantástico niño de la guerra de España que llevamos en el corazón. Que contento se hubiese puesto nuestro querido profesor de El Capital - de seguro habría celebrado fumando cuatro en lugar de tres paquetes de cigarrillos negros, con unos buenos pencazos de excelente vodka. Estaría especialmente alegre al ver como, por fin, los nietos suyos al parecer están empezando a levantar la pesada lápida del temor de más de medio siglo. Debajo, enterrados junto a tanto crimen, miseria, latrocinio y canallada, y sin embargo intactos, han mantenido fondeados hasta ahora a lo mejor de su patria y el pueblo de España. Lo bueno de ese asunto es la comprobación que la memoria no perdona. Tarde o temprano, toda la porquería sale a flote, y el agua busca su nivel.<br />Con tu fino, legendario, y sin igual olfato político, a menudo destacas en tus comentarios acerca de la obra de Marx el hecho que la opinión pública del Reino Unido lo considera hoy el más importante filósofo de la historia - por goleada. Quiero referirme a la otra cara de esa medalla, es decir, a como su pensamiento ejerce influencia sobre lo más granado del pensamiento económico práctico de esa sociedad. Precisamente aquella que mantiene desde hace dos siglos una relación tan particular con la modernidad - debido a lo cual Marx la escogió para vivir, morir y enterrarse. Allí escribió lo fundamental de su obra, en parte importante a partir de lo que leía en la prensa diaria mientras sufría sentado sobre sus almorranas en las duras sillas de la biblioteca de Londres.<br />Lo aliviaban de tarde en tarde las modestas remesas que sin falta le remitía desde Manchester su compadre Engels. ¡Que bonita amistad aquella! Lo mejor fue cuando, para evitarle más molestias a la pobre Jenny, a quién quería asimismo mucho, Engels reconoció como suyo el hijo de Marx con su empleada - que estaba bien buena y lo consolaba un poco de vez en cuando de sus penurias.<br />En esta ocasión, deseo referirme a la presencia de su pensamiento en uno de los medios más influyentes en las élites capitalistas mundiales, el Financial Times, <a href="http://docs.google.com/View?docid=dhk3bdnd_761fr3jdp#nota_1" title="(1) ">(1)</a> editado en Londres y leído a diario en todo el mundo desarrollado, especialmente en los EE.UU.<br />Como nos enseña mi querido jefe y taitita <a href="http://docs.google.com/View?docid=dhk3bdnd_761fr3jdp#taita" title="(2)">(2)</a> adoptivo, Dn. Hugo Fazio, para entender la economía chilena hay que leer a diario El Mercurio. El nunca dejó de hacerlo, incluso en las casi imposibles condiciones del exilio, con la acuciosidad obsesiva de copiar el texto literal de las noticias más relevantes de su sección económica. A partir de éstas, con una generosidad notable, ha venido compartiendo con sus compañeros y quién quiera leerlo, semana a semana, trimestre a trimestre, sin fallar jamás, llueva o truene, los principales avatares de la economía chilena y mundial. Los selecciona con ojo clínico y presenta con objetividad y pasión en la cabeza y el corazón. Por si ello fuera poco, escribe a lo menos un libro al año basado principalmente en esas fuentes.<br />Desde hace doce años, CENDA ha desplegado ese precioso material en <st1:personname productid="la Internet" st="on">la Internet</st1:PersonName> desde la base de datos Cuadernos - denominada así porque Hugo durante años utilizó tales utensilios escolares para copiar las noticias; alcanzó a llenar más de 50 ¡a pulso! hasta que en 1992 los reemplazó por un Macintosh. Como saludo a los 140 años de El Capital, CENDA anuncia en este acto que la base de datos Cuadernos será abierta de modo gratuito para todas las noticias acumuladas desde 1992. Solamente el acceso a las noticias del año en curso continuarán restringidos a quienes paguen una suscripción, lo cual estaría bien bueno que varios considerasen hacer, como un aporte a esta importante labor de Hugo y CENDA.<br />Y ya que estamos hablando de <st1:personname productid="la Internet" st="on">la Internet</st1:PersonName>, quiero informarte que en lo que va corrido de Julio del 2007, nuestros distinguidos visitantes han bajado cerca de 700 ejemplares de El Capital desde el <a href="http://www.cep.cl/" title="archivo web de CENDA">archivo web de CENDA.</a> Este mes va ganando el <a href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx,%20Karl%20-%20El%20capital%20III.pdf" title="Karl Marx, El Capital, Libro III">Tomo III</a> con 246 bajadas. Parece bueno que tantas personas vayan a estudiar el tema de la renta tratado allí por Marx, tan importante para nosotros como veremos más abajo.<br />Le pisa los talones el <a href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx_Karl_El_capital_II.pdf" title="Karl Marx, El Capital, Libro II">Tomo II</a> con 246 bajadas este mes, lo que parece increíble considerando lo aburrido que resulta este importante libro, tanto que casi nadie lo lee. De ello resulta que al final no cachan mucho del conjunto - especialmente, porque es allí donde Marx demuestra como la economía capitalista genera su propio mercado. Principalmente, a partir del crecimiento constante y más rápido de las ramas que conforman lo que bautizó como Sector I, que producen materias primas, bienes intermedios, edificios, caminos, maquinarias y otros medios de producción. Ello se verifica asimismo en Chile y en América Latina.<br />Es interesante además, cuan rápidamente en la región la industrialización avanza y las ramas de maquinarias y productos industriales aumentan su importancia - excepto en Chile, que sigue dependiendo casi exclusivamente del cobre - como lo comprueba una interesante estadística recientemente publicada por el Financial Times (16/07/07), que se reproduce a continuación:<br />Diez mayores productos de exportación de América Latina (% del total)<br />1980<br /><br />2005<br /><br />Petróleo crudo<br />28,1<br />Petróleo crudo<br />14,6<br />Derivados del petróleo<br />10,6<br />Derivados del petróleo<br />4,7<br />Café<br />7,7<br />Vehículos<br />3,3<br />Concentrado de hierro<br />2,3<br />Cobre refinado<br />2,2<br />Cobre<br />2,3<br />Equipos de telecomunicaciones<br />2,0<br />Azúcar<br />2,0<br />Aparatos de TV<br />1,9<br />Aceite vegetal<br />2,0<br />Partes de automóviles<br />1,8<br />Soya<br />1,2<br />Maquinaria<br />1,7<br />Gas natural<br />1,2<br />Concentrados de cobre<br />1,6<br />Carne<br />1,0<br />Soya<br />1,5<br /><br />Lo usual, sin embargo, es que los visitantes bajen más el <a href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx,%20Karl%20-%20El%20capital%20I.pdf" title="Karl Marx, El Capital, Libro I">Libro I</a> , que en abril pasado, por ejemplo, alcanzó un récord de 603 bajadas desde el <a href="http://www.cep.cl/" title="archivo web de CENDA">archivo CENDA;</a> ese mes los otros tomos no llegaron ni a la mitad de esa cifra. A pesar que es el más leído, no todos cachan lo más básico que allí Marx ha demostrado: como el capitalismo, si bien restringe constantemente los salarios y el consumo de los obreros y acrecienta el ejercito industrial de reserva, su acumulación ampliada exige al mismo tiempo aumentar constantemente el número de obreros ocupados - la verdadera gallina de los huevos de oro.<br />Los editores del Financial Times manejan en la uña las cifras gruesas de la economía del mundo. Por ejemplo, que el producto interno bruto (PIB) mundial alcanza en la actualidad a unos 48,2 billones de dólares, es decir, a 48,2 millones de millones de dólares - eso es más de 300 veces el PIB de Chile que el 2006 alcanzó a 145.940 millones de dólares corrientes (0,14 billones). Saben que esa es la cifra económica clave, puesto que representa el valor total creado cada año en todo el mundo. Comprenden perfectamente que no es la suma de los precios de todas las mercancías producidas, sino que representa el valor nuevo, "agregado" año tras año. Saben que se calcula sumando el precio todas las mercancías producidas y restando el de aquellas utilizadas como insumos. Asimismo, cada país le suma sus exportaciones y resta las importaciones, por lo cual en el conjunto, todas se anulan.<br />Saben perfectamente asimismo, que hay que considerar en dicho cálculo no solamente los bienes "duros," por así llamarlos, sino asimismo los servicios. Estos últimos representan año a año una proporción creciente del PIB mundial, a medida que la automatización va reduciendo la proporción la fuerza de trabajo mundial dedicada "a los fierros." Del mismo modo como ya ha reducido la proporción destinada a la agricultura a una fracción ridículamente pequeña del total, en los países que van alcanzando el desarrollo. Claro está, como siempre porfías tú, Alejandro - respecto de este tema, en una ocasión terminamos discutiendo en plena Plaza de Armas de Santiago. Como se hubiera reído Mansilla de verlos a sus dos alumnos, con sendos sombreros encasquetados y abrigo porque hacía frío, y más viejos que él cuando les enseñaba estas cosas veinte años antes, peleándose a grito pelado acerca del carácter de las mercancías, ante el estupor de los transeúntes -, los servicios se consumen al mismo tiempo que se producen, y por lo tanto no son muy prácticos para atesorar valor. Para eso siempre lo mejor será el oro - que por lo demás está alcanzando por estos días niveles muy elevados de más de 640 dólares la onza. Sin embargo, para efectos de la producción de valor, como decía Marx, lo mismo vale el trabajo destinado a moldear las cabeza de los niños en una escuela que el que se dedica a fabricar salchichones, en la medida que el producto de ambos se venda en el mercado.<br />Los del Financial Times están plenamente conscientes que PIB mundial por lo general crece año a año, bien rápido, y especialmente en los países en desarrollo. Observan constantemente como aumentan su peso en la economía mundial, en la misma medida que lo disminuyen los países desarrollados. Esto lo comprueban a cada rato, por ejemplo en la evolución de las exportaciones mundiales desde <st1:metricconverter productid="1970 a" st="on">1970 a</st1:metricconverter> la fecha, que presentan en el gráfico que se reproduce a la izquierda<br />Entienden perfectamente el motivo, que no es otro que el hecho que el PIB se origina en las horas trabajo humano destinado a producir mercancías. Esto nos lo enseñaron los clásicos y Marx descubrió como compatibilizar los valores con los precios de las mercancías. Comprobó que las sumas globales de ambos son idénticas, sin embargo, los precios exceden o se quedan cortos respecto a los valores, según aumenta o decrece la proporción que representan las demás inversiones que no son salarios, requeridas en cada rama industrial.<br />Lo anterior se aprecia mejor cuando se corrigen las cifras del PIB según el valor relativo del dinero. Marx descubrió que el dinero vale menos en los países ricos. Ello se debe principalmente a que la renta de la tierra sube allí muchísimo, encareciendo todas las mercancías. Por ejemplo, una palta de Quillota o una sandía de Paine resultan carísimas en Zurich o en Tokyo - alcanzan a veces allí precios absurdos. Ello no se debe solo al hecho evidente que muchos países manipulan el tipo de cambio, subiéndolo o bajándolo artificialmente. Tampoco al transporte - la automatización ha avanzado tanto que colocar estas frutas en esas ciudades demanda muy poco trabajo adicional que trasladarlas hasta Santiago; puede que a veces incluso menos, si el segundo trayecto lo hacen "a la antigua." Lo que si cambia, y mucho, es el precio de la tierra en aquellos lugares más "pirulos," simplemente porque anda por allí muchísimo dinero dando vueltas. Ello encarece allí todo extraordinariamente: el almacenamiento, los locales de venta, la habitación de los obreros que la manipulan, los insumos que se utilizan, en fin, suma y sigue. Por estos motivos, un dólar no vale lo mismo en Mogadisku que en Buenos Aires, o en Luxemburgo.<br /><br />A raíz de esto, precisamente el Economist otra publicación londinense muy conocida, hace tiempo empezó a publicar el valor del dólar en los diferentes países corregido mediante un índice que denominó Big Mac. Efectivamente, lo calculaba según lo que costaba esta hamburguesa en el McDonald's local - eligieron bien, porque la preparación de este "sanguche" es completamente estandarizada en todas partes, es decir, requiere los mismos minutos (o segundos) de trabajo en cualquier parte del mundo. Años más tarde, el Banco Mundial perfeccionó la metodología sin modificarla sustancialmente, y publica anualmente la lista del PIB corregido por poder de compra ("purchasing power parity" o "ppp"). Según los valores corregidos, mientras el PIB de los EE.UU, se mantiene en 13,2 billones de dólares, el PIB mundial sube de los ya mencionados 48,2 billones a 66,6 billones de dólares, el año 2006. Es decir, mientras representa el 27,4% del PIB mundial medido en dólares corrientes, el valor producido en los EE.UU. baja a menos del 19,8% medido en "dólares internacionales," es decir, corregidos por poder de compra o ppp. El PIB de Chile sube a 208.115 millones, o 0,2 billones de dólares. Medido de esta manera, por ejemplo, el PIB de China sube al segundo lugar mundial, con 10,0 billones, pisándole los talones a los EE.UU., y el de América Latina en su conjunto alcanza a cerca de un 40% del PIB estadounidense.<br /><br />Todo esto ha llevado al Financial Times a concluir que "el 2006 fue el año en que el mundo tomó conciencia que el siglo XXI va a estar dominado potencias económicas bien diferentes a las de los siglos anteriores." Ojalá que lo leyeran más los políticos chilenos de modo que se liberasen de la miopía y provincianismo estrecho y ridículo de que adolencen, se "pegaran la cachada" de las implicancias de tal fenómeno y se resolvieran de una vez por todas a concurrir con nuestros hermanos de América Latina a la construcción - en pleno curso por parte de los países mayores - de un espacio integrado que pueda aspirar de verdad a jugar con cierto grado de soberanía en las "ligas mayores" del siglo XXI. Felizmente, algunos de los principales empresarios chilenos que invierten en el extranjero están bien conscientes de esto, así como los estados mayores militares y los del servicio exterior profesional.<br /><br />Las horas de trabajo destinadas a producir mercancías - bienes y especialmente servicios - aumentan de modo vertiginoso en la medida que sucesivas olas de campesinos, cada vez más multitudinarias, se incorporan al trabajo mercantil cuando migran a las ciudades. Todavía les queda mucho camino por andar, puesto que <a href="http://cep.cl/Cenda/Cen_Documentos/Referencias/UN/sowp2007_eng.pdf" title="World Population Report, 2007">un informe de la ONU</a> ha confirmado que recién el 2006 los habitantes urbanos han igualado a los campesinos en el mundo considerado como un todo. Es decir, el PIB mundial todavía va a crecer a lo menos al doble, durante las décadas que vienen, en la medida que en el curso de las mismas se terminen de incorporar al mercado de trabajo mercantil el grueso de los campesinos y mujeres que todavía permanecen al margen del mismo. El grueso de este aumento va a provenir de los países en desarrollo - ojo, aparte de los conocidos, al final buena parte va a provenir de Africa.<br />La mayor parte de su nuevo trabajo destinado al mercado lo realizan como asalariados contratados por empresas capitalistas, - algunos trabajan asimismo en empresas comerciales de propiedad del Estado. Sin embargo, una buena proporción son trabajadores por cuenta propia. Ahora recién hemos descubierto, sin embargo, que no hay muralla china entre los trabajadores asalariados y los informales. Se trata de las mismas personas, que entran y salen constantemente de trabajos asalariados de muy corta duración y realizan trabajos informales entremedio, cuando no están cesantes derechamente. Ello lo verificamos gracias a las magníficas estadísticas de las AFP, que proveyeron a cada trabajador y trabajadora con una libreta individual, todas las cuales son escudriñadas mes a mes por las computadoras, capturando una instantánea extraordinariamente precisa de la fuerza de trabajo chilena - compuesta nada menos que de siete megapixeles, es decir, siete millones de puntos individuales. Las ciudades modernas como Santiago se han transformado en gigantescas fábricas. Temprano cada mañana, antes que salga el sol tal como lo hacían en el campo, millones de modernos proletarios toman el Transantiago rumbo a sus precarios trabajos, generalmente en empresas capitalistas medianas o pequeñas, a pegas "con boleta," o simples "pololos" de todos los tipo imaginables.<br />En esto consiste precisamente el proceso de acumulación originaria del capital a escala mundial. Dicho proceso fue descrito por Marx, para quién representaba no la acumulación de dinero - esa era otra historia -, sino la acumulación de obreros originada en la migración campesina, principalmente. Pues bien, ella se haya todavía en pleno curso, constituyendo todavía el fenómeno socio-económico determinante a nivel global. No es raro que Marx haya remitido el estudio de este fenómeno a sólo un capítulo, el famoso 24 del <a href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx,%20Karl%20-%20El%20capital%20I.pdf" title="Karl Marx, El Capital, Libro I">Libro I</a> , que a sus amigas de cabeza más liviana recomendaba leer antes que el resto, porque es más entretenido. El objeto de El Capital era desentrañar las leyes del capitalismo, no explicar como éste llegó al mundo. Lo que es notable es como Marx logró detectarlas de modo extraordinariamente preciso y que mantiene hoy intacta toda su vigencia, estudiando lo que no era más que un simple feto. La legendaria economía inglesa de entonces - la rubia Albión reina de los mares que inundó el mundo con sus mercancías y cañoneras - no era más grande que la modesta economía chilena de hoy. Una y otra descansaban en el trabajo de alrededor de de seis millones de trabajadores. Todavía está por verse lo que va a ser al final el capitalismo operando como tal modo de producción cuando ya no queden campesinos en el mundo. Para ello faltan sin embargo todavía algunas décadas, si es que antes no lo revienta o derrite.<br />No es raro tampoco que muchas veces analistas del primer mundo - no es el caso de los del Financial Times, como se ha mencionado - se olviden de la acumulación originaria. Mal que mal, sus países la vivieron hace doscientos años, y trescientos en el caso de Inglaterra. Lo que si resulta curioso es que muchos marxistas del tercer mundo nos olvidamos por completo de este asunto durante mucho tiempo, dándolo por concluido hace siglos, y al capitalismo por muerto y sepultado. Ello probablemente tiene su explicación en el hecho que durante el siglo pasado hicimos el empeño heroico de evitarnos el capitalismo, e intentamos saltar de un viaje al socialismo. No era esta una idea de Marx - aunque admiraba el intento de <st1:personname productid="la Comuna" st="on">la Comuna</st1:PersonName> de París de tomarse el cielo por asalto -, sino que la inventó Bujarin en el medio del comunismo de guerra en Rusia. Al final, se impuso la porfiada economía política. El viejo materialismo histórico vino a ser confirmado a fines del siglo por ¡la caída del socialismo! Al final, éste resultó no ser muy diferente, sino más bien un caso extremo del desarrollismo estatal que condujo la transformación social y el progreso económico en todo el mundo subdesarrollado durante el siglo XX - adoptando formas muy diversas.<br />Pero bueno, querido Alejandro, esta es materia de otra polémica inacabable entre nosotros - seguro que continuaremos enfrascados en ella a grito pelado incluso durante nuestro propio entierro, para solaz y contento de nuestros queridos deudos.<br />Por cierto, los del Financial Times saben que a efectos de la producción de valor, además de la cantidad de horas importa la calidad de las mismas. Es decir, principalmente, lo que Marx llamaba la complejidad del trabajo, que depende básicamente del nivel educacional de la fuerza de trabajo. De este modo, Marx demuestra y el Financial Times concuerda con ello, que la condición social - es decir, la medida en que los trabajadores abandonan su condición campesina, principalmente - y el nivel educacional de la fuerza de trabajo, son los factores más importantes que explican la moderna riqueza de las naciones.<br />Ello trae a la memoria el inmenso aporte progresista de los regímenes desarrollistas, los que transformaron por completo la condición social de los trabajadores y los educaron. Lo anterior incluye por cierto y muy especialmente a sus versiones socialistas. En el caso de Chile, ello ocurrió especialmente hacia el final durante su culminación reformista y revolucionaria.<br />Por este motivo, asimismo, es que ha sido tan antinacional la política de desmantelamiento del sistema de educación pública que se ha llevado a cabo en Chile por parte del revanchismo dictatorial, y luego con la continuidad de las políticas privatizadoras reflejadas en <st1:personname productid="la LOCE. Como" st="on">la LOCE. Como</st1:PersonName> resultado de ellas, si al culminar el período desarrollista hace tres décadas, 30 de cada cien chilenos estaban matriculados en el sistema educacional público, hoy día sólo 27 están estudiando tanto en el sistema público como el privado. Paralelamente ha variado la "pirámide poblacional," y se han reducido en algo la proporción de jóvenes, que sigue siendo muy alta, gracias a lo cual se ha logrado al mismo tiempo aumentar la cobertura educacional. Sin embargo, nos hemos retrasado seriamente en el nivel superior, donde apenas estamos llegando a uno de cada tres jóvenes, mientras en Argentina y Uruguay dos de cada tres jóvenes alcanza el nivel terciario, y en Corea el 98% lo logra.<br /><br />Es interesante y a la vez no resulta difícil - aunque contradice el sentido común -, comprender como Marx demuestra que la tecnología no incrementa la producción de valor del trabajo. Sólo transfiere valor al interior de una rama industrial determinada, desde los trabajadores con tecnología inferior a aquellos con una más moderna. Ello ocurre porque aunque los segundos producen muchas más mercancías en el mismo tiempo, el valor de las mismas se determina según el promedio general. El efecto de ello es potenciar la capacidad de agregar valor del trabajo de los primeros a costa de los segundos. El resultado principal es disparar la plusvalía y ganancias de los capitalistas que introducen la tecnología moderna, la que actúa como una especie de aspiradora del valor producido al interior de la rama respectiva. Es lo que Marx denomina plusvalía extraordinaria y se traduce en el extraordinario interés de los capitalistas en revolucionar constantemente la producción y todo. Sin embargo, no agrega ni un ápice de valor, solo lo transfiere.<br />En lo que si influye la tecnología, aunque de modo indirecto y menor, es que usualmente el trabajo con máquinas modernas es resulta más intenso - hay más desgaste de nervios, músculos, etc. en el mismo tiempo, comparado con la producción "a la antigua." Esto lo puede comprobar cualquiera que esté sentado todo el día delante de un computador conectado a la internet - como el autor de éstas líneas, por ejemplo, al quién ya no le quedan ojos, la cabeza le funciona harto reguleke, y su mujer lo reta a cada rato porque dice que parece un zombie. Felizmente, Marx comprueba que el trabajo más intenso si produce más valor - claro que para eso hay que vender sus resultados, lo que no siempre ocurre, como en el caso del autor aludido.<br />Es decir, el que la producción sea más mecanizada en algunos países no significa que se genere más valor en el mundo en su conjunto. Más bien al revés, puesto que la cantidad de trabajo requerida para producir lo mismo es menor. Lo que si ocurre es que se transfiere valor desde los países con un nivel tecnológico menor a aquellos con mejor tecnología - a condición que la mercancía de que se trate sea transada en el mercado mundial y por lo tanto su valor sea determinado allí.<br />Existe un corolario importantísimo del razonamiento anterior, que los chilenos deberíamos conocer de memoria, para lo cual es bien útil leer el <a href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx,%20Karl%20-%20El%20capital%20III.pdf" title="Karl Marx, El Capital, Libro III">Tomo III</a> de el capital. Lo que ocurre es que la renta de la tierra actúa como la tecnología - es decir, sólo transfiere valor, sin agregar un ápice al conjunto, puesto que solo el trabajo lo genera todo. Es decir, la renta actúa también como una suerte de aspiradora del valor producido en lugares sin renta hacia otros que si la generan. ¿Que es lo que genera la renta? El hecho que la producción en algunas ramas de la economía descansan sobre factores escasos, y de rendimiento variable - por lo general, recursos naturales como la tierra, los minerales o el agua. Cuando aumenta la demanda, la oferta no pueda seguirla al mismo ritmo en razón de la escasez de los recursos naturales, u otros factores fijos. Ello hace subir el precio y genera una sobre ganancia, que los dueños de los factores escasos cobran como renta para dar acceso a los mismos.<br />La llamada renta diferencial, destacada por los fisiócratas y Smith y formalizada por David Ricardo - por eso se llama renta Ricardiana -, actúa igualito que la tecnología, puesto que traduce en mayor productividad relativa del mismo factor fijo al interior de una rama determinada. Es el caso clásico de las tierras agrícolas más productivas - o las urbanas mejor ubicadas -, que absorben parte del valor producido en el el trabajo aplicado sobre tierras menos productivas, en beneficio de sus dueños, quiénes cobran en forma de renta de la tierra la ganancia adicional que obtienen quiénes las explota. Asimismo, Marx descubrió la renta absoluta, que consiste en la transferencia de valor desde las ramas que no generan renta porque no descansan sobre ningún factor fijo - típicamente la industria manufacturera - hacia las ramas que si descansan en factores fijos, típicamente recursos naturales.<br />En el caso del cobre - o del petróleo, que es muy parecido -, operan ambos tipos de renta. Por una parte, la renta absoluta de todos los minerales actúa como aspiradora de valor producido por el trabajo en ramas que no generan renta - generalmente la industria manufacturera, como se ha mencionado. Por otra parte, la renta diferencial de los minerales más ricos actúa como aspiradora del valor producido por el trabajo en los minerales menos productivos. En el caso de un país como Chile, la calidad superior de sus minerales de cobre aspira el valor producido por el trabajo en el resto de los minas de cobre del mundo, pero asimismo "chupa" la renta absoluta del conjunto de los minerales, que es valor producido por el trabajo en otras ramas que no tienen factores fijos. Estas últimas, generalmente operan en países más industrializados, los que transfieren renta hacia acá del mismo modo que el resto el mundo lo hace hacia allá en virtud de la mayor tecnología de sus industrias. Lo mismo beneficia a Venezuela o Arabia Saudita o Rusia en el caso del petróleo o gas. Es decir, la renta de los recursos naturales de algún modo compensa la transferencia de valor de los países pobres a los ricos debida a la tecnología.<br />Lo anterior se verifica siempre que los países que poseen recursos naturales no sean tan imbéciles como para no aplicar royalties y otras formas de cobrar la renta que les pertenece. Algunos lo son, sin embargo, y regalan de este modo la renta de sus recursos naturales a empresas extranjeras, las que generalmente provienen del mundo desarrollados y se la llevan de vuelta a sus países de origen - no sin antes lavar el dinero en paraísos fiscales de modo de no pagar impuestos en ninguna parte. Es precisamente lo que estamos haciendo los chilenos en la actualidad, merced a la actitud yanacona en esta materia de los gobiernos de <st1:personname productid="la Concertación. Sin" st="on">la Concertación. Sin</st1:PersonName> perjuicio de sus virtudes en otros aspectos, ellos se han entregado por completo en este rubro decisivo. La política minera de Chile la determinan los agentes de tres o cuatro empresas extranjeras que se están llevando el equivalente al presupuesto del Estado, año tras año. Estos son chilenos que alguna vez trabajaron en el cobre nacionalizado y apoyaron el gobierno de Allende, y hoy financian las campañas de los principales políticos de todos los partidos, pero especialmente los de <st1:personname productid="la Concertación" st="on">la Concertación</st1:PersonName>, y los tienen en su bolsillo. Es una vergüenza sin nombre a la que se debe poner término cuanto antes para que Chile recupere su dignidad.<br />Esto no pasa desapercibido para el Financial Times, más bien, está muy pendiente de ello. Tanto así, que Chile - que no aparece nunca en la prensa internacional y menos desde que murió Pinochet - hace noticia en ese medio cada vez que hay una huelga en un mineral de cobre. Y mucha. En el curso del actual conflicto de los contratistas, por ejemplo, ya lleva 45 apariciones, al menos dos de ellas en portada. Con ocasión de la huelga de Escondida el 2006 Chile apareció mencionado 109 veces en este medio durante el mes y tanto que duró el conflicto, al menos cuatro de ellas en portada. ¡Y era que no! Si resulta que las principales empresas que explotan el cobre chileno, que son a su vez de las mayores mineras del mundo, como BHP Billiton y Anglo-American, se transan en la bolsa de Londres. Están transfiriendo hacia allá centenares de millones de dólares ¡cada semana! El el curso del 2006 inyectamos por cuenta de estos señores 20.000 millones de dólares a los mercados financieros que sustentan el mundo del Financial Times. De hecho, los chilenos estamos financiando a la "City" de Londres, donde estos fondos se utilizan para todo tipo de especulaciones financieras, como las que se mencionarán al final.<br />Como será lo que ganan los yuppies del Támesis a costillas nuestras, que tiene que dedicar buena parte del fin de semana a darle vueltas a como gastarlos, en lo que les ayuda el Financial Times con su suplemento del sábado que titula precisamente "How to Spend It." Allí pueden elegir entre los relojes más lujosos, los hoteles más decadentes, o jets familiares -- es lo que está "in," ciertamente usar el jet corporativo es una rotería -, en los que pueden volar cómodamente a <st1:personname productid="La Riviera" st="on">La Riviera</st1:PersonName> o adonde quieran, cuando quiera, sin los molestos controles de aeropuerto. Felizmente, la firma que lleva la delantera en este mercado es EMBRAER, de Brasil, con lo cual parte importante de la renta de los minerales chilenos va a terminar en el país hermano.<br />Por estos días, la marcha de la economía mundial ofrece más suspenso que la mejor novela policial - y ello es reflejado sin tapujos en las noticias y artículos que diariamente aparecen en el Financial Times.<br />Lo que ocurre es que sin haber leído <a href="http://cep.cl/Cenda/Cursos/Marx,%20Karl%20-%20El%20capital%20III.pdf" title="Karl Marx, El Capital, Libro III">Tomo III</a> de El Capital - algunos si lo han estudiado y bien -, los editores del Financial Times conocen mejor que nadie el mecanismo de las crisis cíclicas - y saben que tenemos una ad portas. Uno de los más inteligentes de ellos comparaba esta semana los mercados financieros con las caricaturas del coyote y el corre caminos. Según él, los inversionistas son como el coyote, que siempre sale corriendo por el aire desde borde del precipicio, sin embargo no cae, al menos no hasta que se detiene y mira hacia abajo. Solo entonces se saca la cresta. En opinión del Financial Times, los mercados ya se salieron del borde del abismo y están corriendo por el aire, sólo falta que se detengan a mirar hacia abajo...<br />Otra comparación que le ha parecido graciosa es la capacidad del coyote de descrestarse una y otra vez y sin embargo volver a las andadas. Según él, eso ya le ocurrió a fines del año pasado con la quiebra de un importante "hedge fund" que apostó miles de millones de dólares al alza de los combustibles en un momento que bajaron. Luego, varias veces este año, por ejemplo, con ocasión del derrumbe de la bolsa de Shanghai en febrero, a continuación con la evidencia de la ruptura de la burbuja inmobiliaria en los EE.UU. y en España. Últimamente, con el anuncio la semana pasada que dos de los más importantes "fondos de riesgo" o "hedge funds" del principal banco de inversiones Neoyorquino, Bear Sterns, valían literalmente callampa, es decir, cero. De todos estos incidentes el coyote se ha recuperado, como le ocurre varias veces durante cada episodio...hasta que al final se manda ¡guarda abajo! de frentón.<br />Marx demuestra - y los del Financial Times concuerdan con él - que las crisis se gatillan precisamente cuando el consumo de las masas es máximo en los períodos de boom, pero al mismo tiempo se ha generado una plétora de capital es decir, después de invertir, los capitalistas en conjunto reciben menos utilidades que antes de hacerlo. Ello ocurre porque en su desenfrenada carrera tras las ganancias han invertido tanto en tecnología y aumentos de producción que al final revientan. De tanto ir el cántaro al agua, han terminado atochado los mercados de productos y agotando los mercados de factores, los que escasean y suben de precio. Al llegar a ese punto, dejan de invertir y bruscamente la economía se viene al suelo. Al revés ésta se recupera cuando la limpieza de saldos de productos y la depreciación de los medios de producción hace que resulte rentable volver a invertir - lo cual ocurre precisamente cuando las masas de trabajadores, con salarios reducidos o cesantes, han reducido su consumo al mínimo.<br />Poco antes de precipitarse las crisis, escribe Marx, la economía todavía ruge a todo vapor y el dinero sobra, de hecho a nadie parece importarle porque todo se vende a crédito. Al momento de despeñarse la crisis, en cambio, se interrumpen las cadenas de pago y entonces, "los capitalistas claman por dinero como ciervos sedientos por agua fresca." Desde la crisis de 1929 - y al contrario de lo que hicieron en ese momento con resultados catastróficos, lección que no fue aprendida por el tontorrón de Massad en Chile, que hizo lo mismo en 1998 - los bancos centrales han logrado amortiguar el efecto recién descritos. Es famosa, por ejemplo, la respuesta de <st1:personname productid="la Reserva Federal" st="on">la Reserva Federal</st1:PersonName>, el banco central de los EE.UU, frente al derrumbe de Wall Street en 1987, que fue la mayor de la historia en un solo día, y el 2000-2002, que es la mayor de la historia, incluso superior a la de 1929. En ambos casos, inundó de dinero todos los canales financieros, efecto que todavía se mantiene en el último caso y que de algún modo está detrás de la burbuja inmobiliaria recién reventada, y de la crisis actual.<br /><br />El problema que enfrentan hoy día, sin embargo, es que no tienen idea de la magnitud que puede alcanzar la interrupción del crédito, debido a la aparición de actores e instrumentos nuevos en este ámbito, los que se mueven en un mundo opaco y sin regulación alguna, y que nadie sabe a ciencia cierta como van a reaccionar. Estos son los llamados "derivados financieros," los ya mencionados "fondos de cobertura de riesgo," o "hedge funds," y finalmente, los "fondos de capital accionario privado," o "privateequity." A continuación, vamos a mencionar algo en relación a tales recién llegados a los mercados financieros.<br />Es importante conocer sus magnitudes, según las estima el Financial Times. Los activos financieros básicos tradicionales o "core financial assets," es decir acciones, bonos de empresas, gobiernos e hipotecarios, derechos sobre "commodities" incluyendo oro, materias primas, etc. y divisas, suman unos 140 billones de dólares, es decir, poco menos de tres veces el PIB mundial. Hay que mencionar que todos estos papeles es lo que Marx denominaba capital ficticio, para distinguirlo del capital real que es aquel invertido en terrenos, edificios, maquinarias, materias primas, productos almacenados, y capital de trabajo en general. Por cierto, sus valores reflejan en cierta medida estos últimos, pero ciertamente no se lo puede contar dos veces, es decir, los papeles son capital ficticio que representa derechos sobre el capital real.<br /><br />Algunos de los mencionados no representan derechos sobre capital propiamente tal - como es el caso de los bonos hipotecarios, bonos de préstamos de consumo, o bonos del gobierno (no de empresas del Estado que si representan capital). Estos papeles representan derechos sobre los dividendos de préstamos hechos a particulares no con fines de inversión sino de consumo en viviendas y otras cosas, o al gobierno con fines similares. Se recordará que Marx es muy estricto en cuanto a su definición de lo que constituye capital - éste se refiere en lo fundamental a una relación social: dinero invertido en la contratación privada de trabajo asalariado y medios con la finalidad de producir mercancías cuya venta genere ganancias. Incluso en su forma más abstracta y sencilla, el capital es dinero que se invierte con la finalidad de ganar más dinero. En este sentido estricto, una vivienda no constituye capital, como tampoco un televisor o un automóvil comprado a crédito, ni los gastos corrientes del gobierno financiados con endeudamiento. Sin embargo, el dinero facilitado para estas operaciones, generalmente por los bancos, y representado por los bonos respectivos, si constituye capital, puesto que es dinero destinado a incrementarse en tales operaciones de préstamo - aunque el destino de éstas constituye usura pura, y no una inversión productiva.<br /><br />Sin embargo, todos los papeles mencionados tienen una cosa en común, y es el hecho que están respaldados directamente por bienes que tienen valor, y/o constituyen derechos sobre flujos futuros de utilidades, impuestos o dividendos hipotecarios. Sin embargo, desde hace algunas décadas han aparecido otro tipo de papeles diseñados por la ingeniosa "ingeniería" de los mercados financieros. Estos últimos no tienen la característica mencionada, sino que están respaldados a su vez por papeles, es decir, por capital ficticio. Más aún, los mismos se han complicado hasta el infinito, de modo que muchos de ellos ni siquiera están respaldados por capital ficticio tradicional como los arriba mencionados, sino a su vez por otros derivados, conformando una pirámide ascendente que crece constantemente. Todos estos "derivados financieros" suman hoy aproximadamente 286 billones de dólares, según el Financial Times, es decir, nada menos que entre cinco y seis veces el PIB mundial. No hay que confundirse con esta alquimia, puesto que al igual que los papeles del capital ficticio de primera generación no duplican el capital real que representan, menos aún los derivados van a duplicar el capital ficticio sobre el cual a su vez descansan, y menos aún los derivados de segundo o tercero o cuarto, orden van a duplicar el valor de los derivados de niveles inferiores sobre los cuales a su vez descansan. En otras palabras, toda esta gigantesca pirámide financiera - o castillo de naipes si se prefiere - descansa en definitiva sobre el mismo capital real en su base. El problema es que éste a su vez se mueve siguiendo el curso y la lógica más o menos inevitable y azarosa de los ciclos económicos.<br /><br />Lo anterior no quiere decir que los derivados, así como tampoco el capital ficticio más tradicional de las acciones y bonos, sea algo inútil o un puro engaño. NI mucho menos. Estos papeles juegan un rol de gran importancia en el mundo financiero - aparte que se prestan para todo tipo de juegos especulativos en los cuales se enriquecen inmensamente la serie de personajes que dominan el capital financiero. Esta fracción del capital ha alcanzado un nivel de independencia extraordinario sobre el capital productivo y comercial sobre los cuales descansa. El capital financiero es como Dios - inventado por los hombres y no existiendo sino al interior de sus conciencias, se les enfrenta como un ser externo y superior que los domina.<br /><br />Los derivados tienen un rol mucho más práctico que una deidad, sin embargo, puesto que entre otras virtudes permiten distribuir riesgos individuales - constituyen una especie de seguro. Unos de los más extendidos son precisamente los seguros de tipos de cambio, mediante los cuales, por ejemplo, alguien que quiere pagar en el futuro bienes importados pero desea asegurarse que no va a subir sustancialmente el tipo de cambio, compra divisas a futuro a un precio fijo y pagando un sobreprecio por esta garantía - el sobreprecio naturalmente depende del riesgo cambiario que se enfrente en ese momento. El que vende a futuro tales divisas, o dispone de ellas en ese momento y está dispuesto a correr él mismo el riesgo de una baja en el tipo de cambio, o a su vez compra él a futuro divisas a otro operador de modo de cubrir la venta a futuro efectuada originalmente. De este modo, una sola operación de importación puede dar origen a dos, tres o más operaciones de estas otras, denominadas "swaps," cada una de las cuales está representada por los derivados financieros respectivos.<br /><br />Otros derivados muy populares son las llamadas ventas cortas de acciones, que consisten en pedir prestadas acciones con el compromiso de devolverlas en un plazo determinado y simultáneamente comprometer su venta a futuro, en el mismo plazo y al precio actual. Si las acciones bajan, el que hizo esta "venta corta" se beneficia, puesto que cuando tenga que comprar acciones para devolverlas a quiénes se las prestó, lo hará a un precio menor que el que va a recibir por la venta a futuro que hizo de las mismas. De este modo, los que realizan las "ventas cortas" se ponen a resguardo de una eventual baja en la bolsa. Por cierto, el mismo capital real, que sostiene un paquete de acciones, resulta al final generando muchas compras y ventas como las referidas. Por cierto, existe la contrapartida de las ventas "largas."<br /><br />Los que están de moda por estos días son los derivados financieros basados en bonos hipotecarios. Estos representan una parte alícuota de un conjunto más o menos grande de bonos hipotecarios - se llaman en inglés "collateralised debt obligations" o "CDO." La lógica es bien sencilla: se supone que el riesgo que muchos deudores hipotecarios dejen de pagar sus dividendos es significativamente menor a que uno sólo de ellos lo haga, por lo cual es más seguro prestar dinero con el respaldo de estos derivados que dependen de la capacidad conjunta de pago de muchos deudores individuales. Puesto en palabras sencillas, tiene que ser mucha la mala cueva para que todos dejen de pagar al mismo tiempo. Sin embargo, ello también puede ser leído al revés, es decir, si se presta dinero con tal respaldo, se puede mantener el riesgo del prestamista disminuyendo la calidad de los beneficiarios finales - en otras palabras, se le puede prestar plata de modo más o menos seguro a personas con una capacidad de pago más que dudosa.<br /><br />De este modo, los operadores financieros que manejan este tipo de instrumentos - generalmente los llamados "hedge funds" o "fondos de cobertura de riesgo," son capaces de ofrecer al mercado bonos que son calificados como "AAA" o muy seguros, cuando en realidad descansan sobre préstamos a personas con un historial "-C," es decir, pésimo, pero se supone no van a fallar todos juntos. Levantaron de este modo inmensos volúmenes de dinero respaldado por tales instrumentos, parte de los cuales, por cierto, destinaron a préstamos a gente con historial dudoso, los cuales a su vez rápidamente agrupaban en paquetes de bonos llamados "basura" y que ofrecían como inversión "segura."<br /><br />¡Y vamos a la otra! Un resultado directo de este jueguito fue el boom inmobiliario increíble que se ha vivido en algunos países, principalmente los EE.UU., España y el Reino Unido. Los precios de terrenos y edificios ha venido subiendo allí de modo constante y acelerado, hasta alcanzar niveles completamente absurdos, lo mismo que las inversiones en construcciones de todo tipo. Todo ello descansando en la pirámide financiera mencionada, cuya base a su vez descansaba cada vez más en estos precios ridículamente elevados de terrenos y construcciones.<br /><br />El resultado de todo esto ha sido una inmensa cantidad de capital dinero de préstamo - como lo llama Marx - relativamente barato, o más bien muy barato, invertido en negocios bastante dudosos. A ello se sumó la inundación de dinero hecha por los bancos centrales, especialmente de los EE.UU. y Japón, para combatir la recesión en sus países. A ello se han agregado los inmensos fondos de pensiones manejados privadamente, y ahora los gigantescos excedentes de divisas que manejan varios estados, principalmente los de China y Japón. El resultado ha sido una plétora de dinero sin precedentes dando vueltas por el mundo, descansando en buena parte sobre arena.<br /><br />Parte importante de dicha plétora ha sido utilizada, asimismo, por empresas para comprar otras a precios exorbitantes. De este modo, las fusiones y adquisiciones o "mergers and adquisitions, o M&A" como se las denomina, han alcanzado niveles absolutamente sin precedentes. Para hacerse una idea, en la edición de hoy (24/07/ 07) del Financial Times aparece la noticia que unos bancos ingleses, uno de los cuales tiene el respaldo del gobierno chino, se han unido para ofrecer por otro holandés la friolera de 68.000 millones de dólares ¡la mitad del PIB chileno!<br /><br />Han aparecido asimismo unos actores inesperados, los denominados "private equity funds" o "fondos de capital privado." Acá lo de "privado" se refiere a comprar acciones de empresas que se transan en las bolsas de comercio - que en inglés se denominan "publicequity," o "capital del público," y transformarlas en lo que en Chile se denomina sociedades anónimas cerradas, es decir, retirarlas de las bolsas. El efecto de ello es que dejan de someter su manejo a una serie de regulaciones que se exige a las empresas en manos "del público" y pueden hacer con ellas más o menos lo que se les da la gana - usualmente las dividen y vende a su vez por partes, con inmensas ganancias de por medio. Por ello, generalmente, los sindicatos se oponen tenazmente a que sus empresas sean vendidas a tales buitres. No solo están exentos de cualquier tipo de regulación, sino que además sus ejecutivos y propietarios pagan "menos impuestos que la niña del aseo" según ha declarado hace pocos días al Financial Times el cabecilla de uno de estos grupos ¿a alguien le resulta esto familiar en Chile? Para complicar las cosas al máximo, el gobierno de China ha entrado como socio uno de los principales fondos de "capital privado," uno que se denomina Blackstone. A su vez, este fondo así como otro de los principales, denominado KKK por las iniciales de su propietario, un tal Kravis, han decidido a su vez ¡salir a la bolsa! es decir dos de los principales fondos de "capital privado" se ponen a disposición "del público."<br /><br />Según el Financial Times, los denominados "hedge funds" manejan en la actualidad nada menos que 1,6 billones de dólares ¡mas o menos el equivalente al doble del PIB de México! Por su parte, los fondos de capital privado manejan en la actualidad cerca de 0,4 billones de dólares, es decir, el equivalente aproximado ¡del doble del PIB de Argentina! Y por cierto, ni unos ni otros están sometidos a casi ningún tipo de regulación como la que se impusieron a los bancos luego de la catástrofe que generaron sus manejos en 1929.<br /><br />El problema es que hoy se avecina el tambaleo cíclico de la economía que subyace a todo este castillo de naipes financiero manejado ahora en buena medida por estos operadores no sujetos a regulación alguna. El resultado es que todo corre el riesgo de venirse abajo de modo tan estrepitoso que los del Financial Times están francamente asustados.<br /><br />Todo está empezando con la ruptura de las burbujas inmobiliarias. Como cualquiera podía prever, los precios de terrenos y construcciones tocaron techo y empezaron a caer, lo cual dificultó el financiamiento de nuevas construcciones y la venta de las existentes, lo que encareció el crédito y empezaron a atrasarse en los pagos los deudores hipotecarios, empezando por los másriesgosos, que no son pocos. Ello le quitó el piso a los "derivados" basados en tales préstamos dudosos y llevó a la quiebra, con la pérdida de ¡todo! su valor, de los dos "hedge funds" ya mencionados del banco de inversiones Bear Sterns. Todo ello reventó la semana pasada y Ben Bernanke, jefe de <st1:personname productid="la Reseva Federal" st="on">la Reseva Federal</st1:PersonName> nombrado por Bush - que tiene una cara de tonto parecida a la de su jefe - ha estimado las pérdidas que se vienen sólo en este rubro en 100.000 millones de dólares, dos tercios del PIB de Chile.<br />Pocas semanas antes, en España, la ruptura de la respectiva burbuja inmobiliaria hizo que se desplomasen las acciones de las principales empresas constructoras - entre ellas SACYR y otras muy conocidas en Chile por ser las concesionarias de autopistas - y bajaran bastante las acciones de los bancos españoles más importantes - como el Santander y BBVA, ambos con importantísima presencia en Chile y América Latina.<br />Como se ve, a quién gusta de seguir estos acontecimientos le resulta apasionante la lectura del Financial Times por los días que corren ¡El viejo Marx hubiese estado fascinado, hasta quizás se le hubiese olvidado las molestias de las asentaderas!<br /><br />Querido Alejandro,<br />Felicitándote una vez más por celebrar el nuevo aniversario de El Capital, deseándote el mejor éxito en la iniciativa y agradeciendo tu invitación a escribir estas líneas,<br />Se despide con un abrazo fraternal, tu condiscípulo y compinche,<br /><br /><a href="mailto:mriesco@cendachile.cl" title="Manuel Riesco">Manuel Riesco</a><br /><br />25 de Julio 2007<br /><br /><br /><br /><a name="nota_1"></a>(1) La posibilidad de seguir día a día desde sus páginas la marcha de la economía mundial ha constituido un inmenso privilegio. Uno más entre los muchos que se han prodigado a tu amigo durante este año sabático que le ha caído medio de rebote como regalo de nuestra Presidenta - quién providencialmente lo ha personificado en su mujer -, en reconocimiento al aporte de todos nosotros a la reconquista - que tan lenta y gradual ha resultado -, de la democracia.<br /><a name="taita"></a>(2) "Taita" significa "padre" en chileno. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p> </o:p></p>Seminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.com35tag:blogger.com,1999:blog-5264498703070482728.post-57862420357156544142007-08-11T15:28:00.000-07:002007-08-15T15:44:31.811-07:00Tercer Manuscritos de 1844<p class="MsoNormal" style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-family:Georgia;">Karl Marx<br />Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844<br /><br />Tercer Manuscrito: Propiedad privada y trabajo. Economía política como producto del movimiento de la propiedad privada.<br /><br />I Re la pág. XXXVI. La esencia subjetiva de la propiedad privada, la propiedad privada como actividad para sí, como sujeto, como persona, es el trabajo. Se comprende, pues, que sólo <?xml:namespace prefix = st1 /><st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> que reconoció como su principio al trabajo —Adam Smith—, que no vio ya en la propiedad privada solamente una situación exterior al hombre, ha de ser considerada tanto como un producto de la energía y movimientos reales de la propiedad privada, cuanto como un producto de la industria moderna; de la misma forma que <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname>, de otra parte, ha acelerado y enaltecido la energía y el desarrollo de esta industria y ha hecho de ella un poder de la conciencia. Ante esta Economía Política ilustrada, que ha descubierto la esencia subjetiva la riqueza —dentro de la propiedad privada—, aparecen como adoradores de ídolos, como católicos, los partidarios del sistema dinerario y mercantilista, que sólo ven la propiedad privada como una esencia objetiva para el hombre. Por eso Engels ha llamado con razón a Adam Smith el Lutero de <st1:personname st="on" productid="la Economía. Así">la Economía. Así</st1:personname> como Lutero reconoció en la religión, en la fe, la esencia del mundo real y se opuso por ello al paganismo católico; así como él superó la religiosidad externa, al hacer de la religiosidad la esencia íntima del hombre; así como él negó el sacerdote exterior al laico; así también es superada la riqueza que se encuentra fuera del hombre y es independiente de él —que ha de ser, pues, afirmada y mantenida sólo de un modo exterior—, es decir, es superada ésta su objetividad exterior y sin pensamiento, al incorporarse la propiedad privada al hombre mismo y reconocerse el hombre mismo como su esencia así, sin embargo, queda el hombre determinado por la propiedad privada, como en Lutero queda determinado por <st1:personname st="on" productid="la Religión. Bajo">la Religión. Bajo</st1:personname> la apariencia de un reconocimiento del hombre, <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname>, cuyo principio es el trabajo, es más bien la consecuente realización de la negación del hombre al no encontrarse ya él mismo en una tensión exterior con la esencia exterior de la propiedad privada, sino haberse convertido el mismo en la tensa esencia de la propiedad privada. Lo que antes era ser fuera de sí, enajenación real del hombre, se ha convertido ahora en el acto de la enajenación, en enajenación de sí. Si esa Economía Política comienza, pues, con un reconocimiento aparente del hombre, de su independencia, de su libre actividad, etcétera, al trasladar a la esencia misma del hombre la propiedad privada, no puede ya ser condicionada por las determinaciones locales, nacionales, etc., de la propiedad privada como un ser que exista fuera de ella, es decir, si esa Economía Política desarrolla una energía cosmopolita general, que derriba todo límite y toda atadura, para situarse a si misma en su lugar como la única política la única generalidad, el límite único, la única atadura, así también ha de arrojar ella en su posterior desarrollo esta hipocresía y ha de aparecer en su total cinismo. Y esto lo hace (despreocupada de todas las contradicciones en que la enreda esta doctrina) al revelar de forma más unilateral y por esto más aguda y más consecuente, que el trabajo es la esencia única de la riqueza, probar la inhumanidad de las consecuencias de esta doctrina, en oposición a aquella concepción originaria, y dar por último, el golpe de gracia a aquella última forma de existencia individual, natural, independiente del trabajo, de la propiedad privada y fuente de riqueza: la renta de la tierra, esta expresión de la propiedad feudal ya totalmente economificada e incapaz por eso de rebeldía contra <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> (Escuela de Ricardo). No sólo aumenta el cinismo de <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> relativamente partir de Smith, pasando por Say, hasta Ricardo, Mill, etc., en la medida en que a estos últimos se les ponen ante los ojos, de manera más desarrollada y llena de contradicciones, las consecuencias de <st1:personname st="on" productid="la Industria">la Industria</st1:personname>; también positivamente van conscientemente cada vez más lejos que sus predecesores en el extrañamiento respecto del hombre, y esto únicamente porque su ciencia se desarrolla de forma más verdadera y consecuente. Al hacer de la propiedad privada en su forma activa sujeto, esto es, al hacer simultáneamente del hombre una esencia, y de hombre como no ser un ser, la contradicción de la realidad se corresponde plenamente con el ser contradictorio que han reconocido como principio. La desgarrada (II) realidad de la industria confirma su principio desgarrado en si mismo lejos de refutarlo. Su principio es justamente el principio de este desgarramiento.<br /><br />La teoría fisiocrática del Dr. Quesnay representa el tránsito del mercantilismo a Adam Smith. La fisiocracia es, de forma directa, la disolución económico—política de la propiedad feudal, pero por esto, de manera igualmente directa, la transformación económico—política, la reposición de la misma, con la sola diferencia de que su lenguaje no es ya feudal, sino económico. Toda riqueza se resuelve en tierra y agricultura. La tierra no es aún capital, es todavía una especial forma de existencia del mismo que debe valer en su naturalidad, especialidad, y a causa de ella; pero la tierra es, sin embargo, un elemento natural general, en tanto que el sistema mercantilista no conocía otra existencia de la riqueza que el metal noble. El objeto de la riqueza, su materia, ha recibido pues al mismo tiempo, la mayor generalidad dentro de los limites de la naturaleza en la medida en que, como naturaleza, es también inmediatamente riqueza objetiva. Y la tierra solamente, es para el hombre mediante el trabajo, mediante la agricultura. La esencia subjetiva de la riqueza se traslada, por tanto, al trabajo. Al mismo tiempo, no obstante, la agricultura es el único trabajo productivo. Todavía el trabajo no es entendido en su generalidad y abstracción; está ligado aún como a su materia, a un elemento natural especial; sólo es conocido todavía en una especial forma de existencia naturalmente determinada. Por eso no es todavía más que una enajenación del hombre determinada, especial, lo mismo que su producto es comprendido aún como una riqueza determinada, mas dependiente de la naturaleza del trabajo mismo. La tierra se reconoce aquí todavía como una existencia natural, independiente del hombre, y no como capital, es decir, no como un momento del trabajo mismo. Más bien aparece el trabajo como momento suyo. Sin embargo, al reducirse el fetichismo de la antigua riqueza exterior, que existía sólo como un objeto, a un elemento natural muy simple, y reconocerse su esencia, aunque sea sólo parcialmente, en su existencia subjetiva bajo una forma especial, está ya iniciado necesariamente el siguiente paso de reconocer la esencia general de la riqueza y elevar por ello a principio el trabajo en su forma más absoluta, es decir, abstracta. Se le probaría a la fisiocracia que desde el punto de vista económico el único justificado, la agricultura no es distinta de cualquier otra industria, que la esencia de la riqueza no es, pues, un trabajo determinado, un trabajo ligado a un elemento especial, una determinada exteriorización del trabajo, sino el trabajo en general.<br /><br />La fisiocracia niega la riqueza especial, exterior, puramente objetiva, al declarar que su esencia es el trabajo. Pero de momento el trabajo es para ella únicamente la esencia subjetiva de la propiedad territorial (parte del tipo de propiedad que históricamente aparece como dominante y reconocida); solamente a la propiedad territorial le permite convertirse en hombre enajenado. Supera su carácter feudal al declarar como su esencia la industria (agricultura); pero se comporta negativamente con el mundo de la industria, reconoce la esencia feudal, al declarar que la agricultura es la única industria.<br /><br />Se comprende que tan pronto como se capta la esencia subjetiva de la industria que se constituye en oposición a la propiedad territorial, es decir, como industria, esta esencia incluye en sí a aquel su contrario. Pues así como la industria abarca a la propiedad territorial superada, así también su esencia subjetiva abarca, al mismo tiempo, a la esencia subjetiva de ésta.<br />Del mismo modo que la propiedad territorial es la primera forma de la propiedad privada, del mismo modo que históricamente la industria se le opone inicialmente sólo como una forma especial de propiedad (o, más bien, es el esclavo librado de la propiedad territorial), así también se repite este proceso en la comprensión científica de la esencia subjetiva de la propiedad privada, en la comprensión científica del trabajo; el trabajo aparece primero únicamente como trabajo agrícola, para hacerse después valer como trabajo en general.<br /><br />(III) Toda riqueza se ha convertido en riqueza industrial, en riqueza del trabajo, y la industria es el trabajo concluido y pleno del mismo modo que el sistema fabril es la esencia perfeccionada de la industria, es decir, del trabajo, y el capital industrial es la forma objetiva conclusa de la propiedad privada.<br /><br />Vemos cómo sólo ahora puede perfeccionar la propiedad privada su dominio sobre el hombre y convertirse, en su forma más general, en un poder histórico-universal.<br /><a name="3-2"></a>[Propiedad privada y comunismo]<br /><br />Re la pág. XXXIX. Pero la oposición entre carencia de propiedad y propiedad es una oposición todavía indiferente, no captada aún en su relación activa, en su conexión interna, no captada aún como contradicción, mientras no se la comprenda como la oposición de trabajo y capital. Incluso sin el progresivo movimiento de la propiedad privada que se da, por ejemplo: en la antigua Roma, en Turquía, etc. puede expresarse esta oposición en la primera forma. Así no aparece aún como puesta por la propiedad privada misma. Pero el trabajo, la esencia subjetiva de la propiedad privada como exclusión de la propiedad, y el capital, el trabajo objetivo como exclusión del trabajo, son la propiedad privada como una relación desarrollada basta la contradicción y por ello una relación enérgica que impulsa a la disolución.<br /><br />ad. ibídem. La superación del extrañamiento de si mismo sigue el mismo camino que éste. En primer lugar la propiedad privada es contemplada sólo en su aspecto objetivo, pero considerando el trabajo como su esencia. Su forma de existencia es por ello el capital que ha de ser superado «en cuanto tal» (Proudhon). O se toma una forma especial de trabajo (el trabajo nivelado, parcelado y, en consecuencia, no libre) como fuente de la nocividad de la propiedad privada y de su existencia extraña al hombre (Fourier, quien, de acuerdo con los fisiócratas, considera de nuevo el trabajo agrícola como el trabajo por excelencia; Saint Simon, por el contrario, declara que el trabajo industrial, como tal, es la esencia y aspira al dominio exclusivo de los industriales y al mejoramiento de la situación de los obreros). El comunismo, finalmente, es la expresión positiva de la propiedad privada superada; es, en primer lugar, la propiedad privada general. Al tomar esta relación en su generalidad, el comunismo es: 1º) En su primera forma solamente una generalización y conclusión de la misma; como tal se muestra en una doble forma: de una parte el dominio de la propiedad material es tan grande frente a el, que el quiere aniquilar todo lo que no es susceptible de ser poseído por todos como propiedad privada; quiere prescindir de forma violenta del talento, etc. La posesión física inmediata representa para él la finalidad única de la vida y de la existencia; el destine del obrero no es superado, sino extendido a todos los hombres; la relación de la propiedad privada continúa siendo la relación de la comunidad con el mundo de las cosas; finalmente se expresa este movimiento de oponer a la propiedad privada la propiedad general en la forma animal que quiere oponer al matrimonio (que por lo demás es una forma de la propiedad privada exclusiva) la comunidad de las mujeres, en que la mujer se convierte en propiedad comunal y común. Puede decirse que esta idea de la comunidad de mujeres es el secreto a voces de este comunismo todavía totalmente grosero e irreflexivo. Así como la mujer sale del matrimonio para entrar en la prostitución general, así también el mundo todo de la riqueza es decir, de la esencia objetiva del hombre, sale de la relación del matrimonio exclusivo con el propietario privado para entrar en la relación de la prostitución universal con la comunidad. Este comunismo, al negar por completo la personalidad del hombre, es justamente la expresión lógica de la propiedad privada, que es esta negación. La envidia general y constituida en poder no es sino la forma escondida en que la codicia se establece y, simplemente, se satisface de otra manera. La idea de toda propiedad privada en cuanto tal se vuelve, por lo menos contra la propiedad privada más rica como envidia deseo de nivelación, de manera que al estas pasiones las que integran el ser de la competencia. El comunismo grosero no es más que el remate de esta codicia y de esta nivelación a partir del mínimo representado. Tiene una medida determinada y limitada. Lo poco que esta superación de la propiedad privada tiene de verdadera apropiación lo prueba justamente la negación abstracta de todo el mundo de la educación y de la civilización, el regreso a la antinatural (IV) simplicidad del hombre pobre y sin necesidades, que no sólo no ha superado la propiedad privada, sino que ni siquiera ha llegado hasta ella.<br />La comunidad es sólo una comunidad de trabajo y de la igualdad del salario que paga el capital común: la comunidad como capitalista general. Ambos términos de la relación son elevados a una generalidad imaginaria: el trabajo como la determinación en que todos se encuentran situados, el capital como la generalidad y el poder reconocidos de la comunidad.<br />En la relación con la mujer, como presa y servidora de la lujuria comunitaria, se expresa la infinita degradación en la que el hombre existe para si mismo, pues el secreto de esta relación tiene su expresión inequívoca, decisiva, manifiesta, revelada, en la relación del hombre con la mujer y en la forma de concebirla inmediata y natural relación genérica. La relación inmediata, natural y necesaria del hombre con el hombre, es la relación del hombre con la mujer. En esta relación natural de los géneros, la relación del hombre con la naturaleza es inmediatamente su relación con el hombre, del mismo modo que la relación con el hombre es inmediatamente su relación con la naturaleza, su propia determinación natural. En esta relación se evidencia, pues, de manera sensible, reducida a un hecho visible, en qué medida la esencia humana se ha convertido para el hombre en naturaleza o en qué medida la naturaleza se ha convertido en esencia humana del hombre. Con esta relación se puede juzgar él grado de cultura del hombre en su totalidad. Del carácter de esta relación se deduce la medida en que el hombre se ha convertido en ser genérico, en hombre, y se ha comprendido como tal; la relación del hombre con la mujer es la relación más natural del hombre con el hombre. En ella se muestra en qué medida la conducta natural del hombre se ha hecho humana o en qué medida su naturaleza humana se ha hecho para él naturaleza. Se muestra también en esta relación la extensión en que la necesidad del hombre se ha hecho necesidad humana, en qué extensión el otro hombre en cuanto hombre se ha convertido para él en necesidad; en qué medida él, en su más individual existencia, es, al mismo tiempo, ser colectivo.<br />La primera superación positiva de la propiedad privada, el comunismo grosero, no es por tanto más que una forma de mostrarse la vileza de la propiedad privada que se quiere instaurar como comunidad positiva.<br />2º) El comunismo a) Aún de naturaleza política, democrática; b) Con su superación del Estado, pero al mismo tiempo aún con esencia incompleta y afectada por la propiedad privada, es decir, por la enajenación del hombre. En ambas formas el comunismo se conoce ya como reintegración o vuelta a sí del hombre, como superación del extrañamiento de si del hombre, pero como no ha captado todavía la esencia positiva de la propiedad privada, y memos aún ha comprendido la naturaleza humana de la necesidad, está aún prisionero e infectado por ella. Ha comprendido su concepto, pero aún no su esencia.<br />3º) El comunismo como superación positiva de la propiedad privada en cuanto autoextrañamiento del hombre, y por ello como apropiación real de la esencia humana por y para el hombre; por ello como retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente. Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia y sabe que es la solución.<br />(V) El movimiento entero de la historia es, por ello, tanto su generación real —el nacimiento de su existencia empírica— como, para su conciencia pensante, el movimiento comprendido y conocido de su devenir. Mientras tanto, aquel comunismo aún incompleto busca en las figuras históricas opuestas a la propiedad privada, en lo existente, una prueba en su favor, arrancando momentos particulares del movimiento (Cabet, Villegardelle, etcétera, cabalgan especialmente sobre este caballo) y presentándolos como pruebas de su florecimiento histórico pleno, con lo que demuestra que la parte inmensamente mayor de este movimiento contradice sus afirmaciones y que, si ha sido ya una vez, su ser pasado contradice precisamente su pretensión a la esencia.<br />Es fácil ver la necesidad de que todo el movimiento revolucionario encuentre su base, tanto empírica como teórica, en el movimiento de la propiedad privada, en <st1:personname st="on" productid="la Economía. Esta">la Economía.<br />Esta</st1:personname> propiedad privada material, inmediatamente sensible, es la expresión material y sensible de la vida humana enajenada. Su movimiento —la producción y el consumo— es la manifestación sensible del movimiento de toda la producción pasada, es decir, de la realización o realidad del hombre. Religión, familia, Estado, derecho, moral, ciencia, arte, etc., no son más que formas especiales de la producción y caen bajo su ley general. La superación positiva de la propiedad privada como apropiación de la vida humana es por ello la superación positiva de toda enajenación, esto es, la vuelta del hombre desde <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, la familia, el Estado, etc., a su existencia humana, es decir, social. La enajenación religiosa, como tal, transcurre sólo en el dominio de la conciencia, del fuero interno del hombre, pero la enajenación económica pertenece a la vida real; su superación abarca por ello ambos aspectos. Se comprende que el movimiento tome su primer comienzo en los distintos pueblos en distinta forma, según que la verdadera vida reconocida del pueblo transcurra más en la conciencia o en el mundo exterior, sea más la vida ideal o la vida material. El comunismo empieza en seguida con el ateísmo (Owen), el ateísmo inicialmente está aún muy lejos de ser comunismo, porque aquel ateísmo es aún más bien una abstracción ...<br />La filantropía del ateísmo es, por esto, en primer lugar, solamente una filantropía filosófica abstracta, la del comunismo es inmediatamente real y directamente tendida hacia la acción.<br />Hemos vista cómo, dado el supuesto de la superación positiva de la propiedad privada el hombre produce al hombre, a sí mismo y al otro hombre; cómo el objeto, que es la realización inmediata de su individualidad, es al mismo tiempo su propia existencia para el otro hombre, la existencia de éste y la existencia de éste para él. Pero, igualmente, tanto el material del trabajo como el hombre en cuanto sujeto son, al mismo tiempo, resultado y punto de partida del movimiento (en el hecho de que ha de ser este punto de partida reside justamente la necesidad histórica de la propiedad privada). El carácter social es, pues, el carácter general de todo el movimiento; así como es la sociedad misma la que produce al hombre en cuanto hombre, así también es producida por él. La actividad y el goce son también sociales, tanto en su modo de existencia como en su contenido; actividad social y goce social. La esencia humana de la naturaleza no existe más que para el hombre social, pues sólo así existe para él como vínculo con el hombre, como existencia suya para el otro y existencia del otro para él, como elemento vital de la realidad humana; sólo así existe como fundamento de su propia existencia humana. Sólo entonces se convierte para él su existencia natural en su existencia humana, la naturaleza en hombre. La sociedad es, pues, la plena unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo realizado del hombre y el realizado humanismo de la naturaleza.<br />(VI) La actividad social y el goce social no existen, ni mucho menos, en la forma única de una actividad inmediatamente comunitaria y de un goce inmediatamente comunitario, aunque la actividad comunitaria y el goce comunitario es decir, la actividad y el goce que se exteriorizan y afirman inmediatamente en real sociedad con otros hombres, se realizarán dondequiera que aquella expresión inmediata de la sociabilidad se funde en la esencia de su ser y se adecue a su naturaleza.<br />Pero incluso cuando yo sólo actúo científicamente, etc., en una actividad que yo mismo no puedo llevar a cabo en comunidad inmediata con otros, también soy social, porque actúo en cuanto hombre. No sólo el material de mi actividad (como el idioma, merced al que opera el pensador) me es dado como producto social, sino que mi propia existencia es actividad social, porque lo que yo hago lo hago para la sociedad y con conciencia de ser un ente social.<br />Mi conciencia general es sólo la forma teórica de aquello cuya forma viva es la comunidad real, el ser social, en tanto que hoy en día la conciencia general es una abstracción de la vida real y como tal se le enfrenta. De aquí también que la actividad de mi conciencia general, como tal, es mi existencia teórica como ser social.<br />Hay que evitar ante todo el hacer de nuevo de la «sociedad» una abstracción frente al individuo. El individuo es el ser social. Su exteriorización vital (aunque no aparezca en la forma inmediata de una exteriorización vital comunitaria, cumplida en unión de otros) es así una exteriorización y afirmación de la vida social. La vida individual y la vida genérica del hombre no son distintas, por más que, necesariamente, el modo de existencia de la vida individual sea un modo más particular o más general de la vida genérica, o sea la vida genérica una vida individual más particular o general.<br />Como consecuencia genérica afirma el hombre su real vida social y no hace más que repetir en el pensamiento su existencia real, así como, a la inversa, el ser genérico se afirma en la conciencia genérica y es para si, en su generalidad, como ser pensante.<br />El hombre así, por más que sea un individuo particular (y justamente es su particularidad la que hace de él un individuo y un ser social individual real), es, en la misma medida, la totalidad, la totalidad ideal, la existencia subjetiva de la sociedad pensada y sentida para sí, del mismo modo que también en la realidad existe como intuición y goce de la existencia social y como una totalidad de exteriorización vital humana.<br />Pensar y ser están, pues, diferenciados y, al mismo tiempo, en unidad el uno con el otro.<br />La muerte parece ser una dura victoria del género sobre el individuo y contradecir la unidad de ambos; pero el individuo determinado es sólo un ser genérico determinado y, en cuanto tal, mortal.<br />4) Comoquiera que la propiedad privada es sólo la expresión sensible del hecho de que el hombre se hace objetivo para si y, al mismo tiempo, se convierte más bien en un objeto extraño e inhumano, del hecho de que su exteriorización vital es su enajenación vital y su realización su desrealizacion, una realidad extraña, la superación positiva de la propiedad privada, es decir, la apropiación sensible por y para el hombre de la esencia y de la vida humanas, de las obras humanas no ha de ser concebida sólo en el sentido del goce inmediato, exclusivo, en el sentido de la posesión, del tener. El hombre se apropia su esencia universal de forma universal, es decir, como hombre total. Cada una de sus relaciones humanas con el mundo (ver, oír, oler, gustar, sentir, pensar, observar percibir, desear, actuar, amar), en resumen, todos los órganos de su individualidad, como los órganos que son inmediatamente comunitarios en su forma (VII), son, en su comportamiento objetivo, en su comportamiento hacia el objeto, la apropiación de éste. La apropiación de la realidad humana, su comportamiento hacia el objeto, es la afirmación de la realidad humana; es, por esto, tan polifacética como múltiples son las determinaciones esenciales y las actividades del hombre; es la eficacia humana y el sufrimiento del hombre, pues el sufrimiento, humanamente entendido, es un goce propio del hombre.<br />La propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y unilaterales que un objeto sólo es nuestro cuando lo tenemos, cuando existe para nosotros como capital o cuando es inmediatamente poseído, comido, bebido, vestido, habitado, en resumen, utilizado por nosotros. Aunque la propiedad privada concibe, a su vez, todas esas realizaciones inmediatas de la posesión sólo como medios de vida y la vida a la que sirven como medios es la vida de la propiedad, el trabajo y la capitalización.<br />En lugar de todos los sentidos físicos y espirituales ha aparecido así la simple enajenación de todos estos sentidos, el sentido del tener. El ser humano tenía que ser reducido a esta absoluta pobreza para que pudiera alumbrar su riqueza interior (sobre la categoría del tener, véase Hess, en los Einnundzwanzig Bogen).<br />La superación de la propiedad privada es por ello, la emancipación plena de todos los sentidos y cualidades humanos; pero es esta emancipación precisamente porque todos estos sentidos y cualidades se han hecho humanos, tanto en sentido objetivo como subjetivo. El ojo se ha hecho un ojo humano, así como su objeto se ha hecho un objeto social, humano, creado por el hombre para el hombre. Los sentidos se han hecho así inmediatamente teóricos en su práctica. Se relacionan con la cosa por amor de la cosa, pero la cosa misma es una relación humana objetiva para sí y para el hombre y viceversa. Necesidad y goce han perdido con ello su naturaleza egoísta y la naturaleza ha perdido su pura utilidad, al convertirse la utilidad en utilidad humana.<br />Igualmente, los sentidos y el goce de los otros hombres se han convertido en mi propia apropiación. Además de estos órganos inmediatos se constituyen así órganos sociales, en la forma de la sociedad; así, por ejemplo, la actividad inmediatamente en sociedad con otros, etc., se convierte en un órgano de mi manifestación vital y en modo de apropiación de la vida humana.<br />Es evidente que el ojo humano goza de modo distinto que el ojo bruto, no humano, que el oído humano: goza de manera distinta que el bruto, etc.<br />Como hemos visto, únicamente cuando el objeto es para el hombre objeto humano u hombre objetivo deja de perderse el hombre en su objeto, Esto sólo es posible cuando el objeto se convierte para él en objeto social y él mismo se convierte en ser social y la sociedad, a través de este objeto, se convierte para él en ser.<br />Así, al hacerse para el hombre en sociedad la realidad objetiva realidad de las fuerzas humanas esenciales, realidad humana y, por ello, realidad de sus propias fuerzas esenciales se hacen para él todos los objetos objetivación de si mismo, objetos que afirman y realizan su individualidad, objetos suyos, esto es, él mismo se hace objeto. El modo en que se hagan suyos depende de la naturaleza del objeto y de la naturaleza de la fuerza esencial a ella correspondiente, pues justamente la certeza de esta relación configura el modo determinado real, de la afirmación. Un objeto es distinto para el ojo que para el oído y el objeto del ojo es distinto que el del oído. La peculiaridad de cada fuerza esencial es precisamente su ser peculiar, luego también el modo peculiar de su objetivación de su ser objetivo real, de su ser vivo. Por esto el hombre se afirma en el mundo objetivo no sólo en pensamiento (VIII), sino con todos los sentidos.<br />De otro modo, y subjetivamente considerado, así como sólo la música despierta el sentido musical del hombre, así como la más bella música no tiene sentido alguno para el oído no musical, no es objeto, porque mi objeto sólo puede ser la afirmación de una de mis fuerzas esenciales, es decir, sólo es para mí en la medida en que mi fuerza es para él como capacidad subjetiva, porque el sentido del objeto para mí (solamente tiene un sentido a él correspondiente) llega justamente hasta donde llega mi sentido, así también son los sentidos del hombre social distintos de los del no social. Sólo a través de la riqueza objetivamente desarrollada del ser humano es, en parte cultivada, en parte creada, la riqueza de la sensibilidad humana subjetiva, un oído musical, un ojo para la belleza de la forma. En resumen, sólo así se cultivan o se crean sentidos capaces de goces humanos, sentidos que se afirman como fuerzas esenciales humanas. Pues no sólo los cinco sentidos, sino también los llamados sentidos espirituales, los sentidos prácticos (voluntad, amor, etc.), en una palabra, el sentido humano, la humanidad de los sentidos, se constituyen únicamente mediante la existencia de su objeto, mediante la naturaleza humanizada. La formación de los cinco sentidos es un trabajo de toda la historia universal hasta nuestros días. El sentido que es presa de la grosera necesidad práctica tiene sólo un sentido limitado. Para el hombre que muere de hambre no existe la forma humana de la comida, sino únicamente su existencia abstracta de comida; ésta bien podría presentarse en su forma más grosera, y seria imposible decir entonces en qué se distingue esta actividad para alimentarse de la actividad animal para alimentarse. El hombre necesitado, cargado de preocupaciones, no tiene sentido para el más bello espectáculo. El traficante en minerales no ve más que su valor comercial, no su belleza o la naturaleza peculiar del mineral, no tiene sentido mineralógico. La objetivación de la esencia humana, tanto en sentido teórico como en sentido práctico, es, pues, necesaria tanto para hacer humano el sentido del hombre como para crear el sentido humano correspondiente a la riqueza plena de la esencia humana y natural.<br />Así como la sociedad en formación encuentra a través del movimiento de la propiedad privada, de su riqueza y su miseria —o de su riqueza y su miseria espiritual y material— todo el material para esta formación, así la sociedad constituida produce, como su realidad durable, al hombre en esta plena riqueza de su ser, al hombre rica y profundamente dotado de todos los sentidos.<br />Se ve, pues, cómo solamente en el estado social subjetivismo y objetivismo, espiritualismo y materialismo, actividad y pasividad, dejan de ser contrarios y pierden con ello su existencia como tales contrarios; se ve cómo la solución de las mismas oposiciones teóricas sólo es posible de modo práctico sólo es posible mediante la energía práctica del hombre y que, por ello, esta solución no es, en modo alguno, tarea exclusiva del conocimiento, sino una verdadera tarea vital que <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> no pudo resolver precisamente porque la entendía únicamente como tarea teórica.<br />Se ve cómo la historia de la industria y la existencia, que se ha hecho objetiva, de la industria, son el libro abierto de las fuerzas humanas esenciales, la psicología humana abierta a los sentidos, que no había sido concebida hasta ahora en su conexión con la esencia del hombre, sino sólo en una relación externa de utilidad, porque, moviéndose dentro del extrañamiento, sólo se sabia captar como realidad de las fuerzas humanas esenciales y como acción humana genérica la existencia general del hombre, <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> o <st1:personname st="on" productid="la Historia">la Historia</st1:personname> en su esencia general y abstracta, como Política, Arte, Literatura, etc. (IX). En la industria material ordinaria (que puede concebirse cómo parte de aquel movimiento general, del mismo modo que puede concebirse a éste como una parte especial de la industria, pues hasta ahora toda actividad humana era trabajo, es decir, industria, actividad extrañada de al misma) tenemos ante nosotros, bajo la forma de objetos sensibles, extraños y útiles, bajo la forma de la enajenación, las fuerzas esenciales objetivadas del hombre. Una psicología para la que permanece cerrado este libro, es decir, justamente la parte más sensiblemente actual y accesible de <st1:personname st="on" productid="la Historia">la Historia</st1:personname>, no puede convertirse en una ciencia real con verdadero contenido. ¿Qué puede pensarse de una ciencia que orgullosamente hace abstracción de esta gran parte del trabajo humano y no se siente inadecuada en tanto que este extenso caudal del obrar humano no le dice otra cosa que lo que puede, si acaso, decirse en una sola palabra: «necesidad», «vulgar necesidad»?<br />Las ciencias naturales han desarrollado una enorme actividad y se han adueñado de un material que aumenta sin cesar. La filosofía, sin embargo, ha permanecido tan extraña para ellas como ellas para la filosofía. La momentánea unión fue sólo una fantástica ilusión. Existía la voluntad, pero faltaban los medios. La misma historiografía sólo de pasada se ocupa de las ciencias naturales en cuanto factor de ilustración, de utilidad, de grandes descubrimientos particulares. Pero en la medida en que, mediante la industria, <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> natural se ha introducido prácticamente en la vida humana, la ha transformado y ha preparado la emancipación humana, tenia que completar inmediatamente la deshumanización, La industria es la relación histórica real de la naturaleza (y, por ello, de <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> natural) con el hombre; por eso, al concebirla como develación esotérica de las fuerzas humanas esenciales, se comprende también la esencia humana de la naturaleza o la esencia natural del hombre; con ello pierde <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> natural su orientación abstracta, material, o mejor idealista, y se convierte en base de la ciencia humana, del mismo modo que se ha convertido ya (aunque en forma enajenada) en base de la vida humana real. Dar una base a la vida y otra a la ciencia es, pues, de antemano, una mentira. La naturaleza que se desarrolla en la historia humana (en el acto de nacimiento de la sociedad humana) es la verdadera naturaleza del hombre; de ahí que la naturaleza, tal como, aunque en forma enajenada, se desarrolla en la industria, sea la verdadera naturaleza antropológica.<br />La sensibilidad (véase Feuerbach) debe ser la base de toda ciencia. Sólo cuando parte de ella en la doble forma de conciencia sensible y de necesidad sensible, es decir, sólo cuando parte de la naturaleza, es la ciencia verdadera ciencia. <st1:personname st="on" productid="la Historia">La Historia</st1:personname> toda es la historia preparatoria de la conversión del «hombre» en objeto de la conciencia sensible y de la necesidad del «hombre en cuanto hombre» en necesidad. <st1:personname st="on" productid="la Historia">La Historia</st1:personname> misma es una parte real de <st1:personname st="on" productid="la Historia Natural">la Historia Natural</st1:personname>, de la conversión de la naturaleza en hombre. Algún día <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> natural se incorporará <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> del hombre, del mismo modo que <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> del hombre se incorporará <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> natural; habrá una sola Ciencia.<br />(X) El hombre es el objeto inmediato de <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> natural pues la naturaleza sensible inmediata para el hombre es inmediatamente la sensibilidad humana (una expresión idéntica) en la forma del otro hombre sensiblemente presente para él; pues su propia sensibilidad sólo; a través del otro existe para él como sensibilidad humana. Pero la naturaleza es el objeto inmediato de <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> del hombre. El primer objeto del hombre —el hombre— es naturaleza, sensibilidad, y las especiales fuerzas esenciales sensibles del ser humano sólo en <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> del mundo natural pueden encontrar su autoconocimiento, del mismo modo que sólo en los objetos naturales pueden encontrar su realización objetiva. El elemento del pensar mismo, el elemento de la exteriorización vital del pensamiento, el lenguaje, es naturaleza sensible. La realidad social de la naturaleza y <st1:personname st="on" productid="la Ciencia">la Ciencia</st1:personname> natural humana o Ciencia natural del hombre son expresiones idénticas.<br />Se ve como en lugar de la riqueza y la miseria de <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> aparece el hombre rico y la rica necesidad humana. El hombre rico es, al mismo tiempo, el hombre necesitado de una totalidad de exteriorización vital humana. El hombre en el que su propia realización existe como necesidad interna, como urgencia. No sólo la riqueza, también la pobreza del hombre, recibe igualmente en una perspectiva socialista un significado humano y, por eso, social. La pobreza es el vinculo pasivo que hace sentir al hombre como necesidad la mayor riqueza, el otro hombre. La dominación en mi del ser objetivo, la explosión sensible de mi actividad esencial, es la pasión que, con ello, se convierte aquí en la actividad de mi ser.<br />5) Un ser sólo se considera independiente en cuanto es dueño de sí y sólo es dueño de sí en cuanto se debe a sí mismo su existencia. Un hombre que vive por gracia de otro se considera a si mismo un ser dependiente. Vivo, sin embargo, totalmente por gracia de otro cuando le debo no sólo el mantenimiento de mi vida, sino que él además ha creado mi vida, es la fuente de mi vida; y mi vida tiene necesariamente fuera de ella el fundamento cuando no es mi propia creación. La creación es, por ello, una representación muy difícilmente eliminable de la conciencia del pueblo. El ser por sí mismo de la naturaleza y del hombre le resulta inconcebible porque contradice todos los hechos tangibles de la vida práctica.<br />La creación de la tierra ha recibido un potente golpe por parte de <st1:personname st="on" productid="la Geognosia">la Geognosia</st1:personname>, es decir, de la ciencia que explica la constitución de la tierra, su desarrollo, como un proceso, como autogénesis. La generatio aequivoca es la única refutación práctica de la teoría de la creación.<br />Ahora bien, es realmente fácil decirle al individuo aislado lo que ya Aristóteles dice: Has sido engendrado por tu padre y tu madre, es decir, ha sido el coito de dos seres humanos, un acto genérico de los hombres, lo que en ti ha producido al hombre. Ves, pues, que incluso físicamente el hombre debe al hombre su existencia. Por esto no debes fijarte tan sólo en un aspecto, el progreso infinito; y preguntar sucesivamente: ¿Quién engendró a mi padre? ¿Quién engendró a su abuelo?, etc. Debes fijarte también en el movimiento circular, sensiblemente visible en aquel progreso, en el cual el hombre se repite a si mismo en la procreación, es decir, el hombre se mantiene siempre como sujeto. Tú contestarás, sin embargo: le concedo este movimiento circular, concédeme tú el progreso que me empuja cada vez más lejos, hasta que pregunto, ¿quien ha engendrado el primer hombre y la naturaleza en general? Sólo puedo responder: tu pregunta misma es un producto de la abstracción. Pregúntate cómo has llegado a esa pregunta: pregúntate si tu pregunta no proviene de un punto de vista al que no puedo responder porque es absurdo. Pregúntate si ese progreso existe cómo tal para un pensamiento racional. Cuando preguntas por la creación del hombre y de la naturaleza haces abstracción del hombre y de la naturaleza. Los supones como no existentes y quieres que te los pruebe como existentes. Ahora te digo, prescinde de tu abstracción y así prescindirás de tu pregunta, o si quieres aferrarte a tu abstracción, sé consecuente, y si aunque pensando al hombre y a la naturaleza como no existente (IX) piensas, piénsate a ti mismo como no existente, pues tú también eres naturaleza y hombre. No pienses, no me preguntes, pues en cuanto piensas y preguntas pierde todo sentido tu abstracción del ser de la naturaleza y el hombre. ¿O eres tan egoísta que supones todo como nada y quieres ser sólo tú?<br />Puedes replicarme: no supongo la nada de la naturaleza, etc.: te pregunto por su acto de nacimiento, como pregunto al anatomista por la formación de los huesos, etc.<br />Sin embargo, como para el hombre socialista toda la llamada historia universal no es otra cosa que la producción del hombre por el trabajo humano, el devenir de la naturaleza para el hombre tiene así la prueba evidente, irrefutable, de su nacimiento de sí mismo, de su proceso de originación. Al haberse hecho evidente de una manera practica y sensible la esencialidad del hombre en la naturaleza; al haberse evidenciado, práctica y sensiblemente, el hombre para el hombre como existencia de la naturaleza y la naturaleza para el hombre como existencia del hombre, se ha hecho prácticamente imposible la pregunta por un ser extraño, por un ser situado por encima de la naturaleza y del hombre (una pregunta que encierra el reconocimiento de la no esencialidad de la naturaleza y del hombre). El ateísmo, en cuanto negación de esta carencia de esencialidad, carece ya totalmente de sentido, pues el ateísmo es una negación de Dios y afirma, mediante esta negación, la existencia del hombre; pero el socialismo, en cuanto socialismo, no necesita ya de tal mediación; él comienza con la conciencia sensible, teórica y práctica, del hombre y la naturaleza como esencia. Es autoconciencia positiva del hombre, no mediada ya por la superación de <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, del mismo modo que la vida real es la realidad positiva del hombre, no mediada ya por la superación de la propiedad privada, el comunismo. El comunismo es la posición como negación de la negación, y por eso el momento real necesario, en la evolución histórica inmediata, de la emancipación y recuperación humana. El comunismo es la forma necesaria y el principio dinámico del próximo futuro, pero el comunismo en si no es la finalidad del desarrollo humano, la forma de la sociedad humana. XI<br /><a name="3-3"></a>[Requisitos humanos y división del trabajobajo el dominio de la propiedad privada]<br />XIV (7) Hemos visto que significación tiene, en el supuesto del socialismo, la riqueza de las necesidades humanas, y por ello también un nuevo modo de producción y un nuevo objeto de la misma. Nueva afirmación de la fuerza esencial humana y nuevo enriquecimiento de la esencia humana. Dentro de la propiedad privada el significado inverso. Cada individuo especula sobre el modo de crear en el otro una nueva necesidad para obligarlo a un nuevo sacrificio, para sumirlo en una nueva dependencia, para desviarlo hacia una nueva forma del placer y con ello de la ruina económica. Cada cual trata de crear una fuerza esencial extraña sobre el otro, para encontrar así satisfacción a su propia necesidad egoísta. Con la masa de objetos crece, pues, el reino de los seres ajenos a los que el hombre está sometido y cada nuevo producto es una nueva potencia del reciproco engaño y la reciproca explotación. El hombre, en cuanto hombre, se hace más pobre, necesita más del dinero para adueñarse del ser enemigo, y el poder de su dinero disminuye en relación inversa a la masa de la producción, es decir; su menesterosidad crece cuando el poder del dinero aumenta. La necesidad de dinero es así la verdadera necesidad producida por <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> y la única necesidad que ella produce. La cantidad de dinero es cada vez más su única propiedad importante. Así como él reduce todo ser a su abstracción, así se reduce él en su propio movimiento a ser cuantitativo. La desmesura y el exceso es su verdadera medida.<br />Incluso subjetivamente esto se muestra, en parte, en el hecho de que el aumento de la producción y de las necesidades se convierte en el esclavo ingenioso y siempre calculador de caprichos inhumanos, refinados, antinaturales, e imaginarios. La propiedad privada no sabe hacer de la necesidad bruta necesidad humana; su idealismo es la fantasía, la arbitrariedad, el antojo. Ningún eunuco adula más bajamente a su déspota o trata con más infames medios de estimular su agotada capacidad de placer para granjearse más monedas, para hacer salir las aves de oro del bolsillo de sus prójimos cristianamente amados. (Cada producto es un reclamo con el que se quiere ganar el ser de los otros, su dinero; toda necesidad real o posible es una debilidad que arrastrará las moscas a la miel, la explotación general de la esencia comunitaria del hombre. Así como toda imperfección del hombre es un vinculo con los cielos, un flanco por el que su corazón es accesible al sacerdote, todo apuro es una ocasión para aparecer del modo más amable ante el prójimo y decirle: querido amigó, te doy lo que necesitas, pero ya conoces la conditio sine qua non, ya sabes con que tinta te me tienes que obligar; te despojo al tiempo que te proporciono un placer.) El productor se aviene a los más abyectos caprichos del hombre, hace de celestina entre él y su necesidad, le despierta apetitos morbosos y acecha toda debilidad para exigirle después la propina por estos buenos oficios.<br />Esta enajenación se muestra parcialmente al producir el refinamiento de las necesidades y de sus medios de una parte, mientras produce bestial salvajismo, plena, brutal y abstracta simplicidad de las necesidades de la otra; o mejor, simplemente se hace renacer en un sentido opuesto. Incluso la necesidad del aire libre deja de ser en el obrero una necesidad; el hombre retorna a la caverna, envenenada ahora por la mefítica pestilencia de la civilización y que habita sólo en precario, como un poder ajeno que puede escapársele cualquier día, del que puede ser arrojado cualquier día si no paga (XV). Tiene que pagar por esta casa mortuoria. La luminosa morada que Prometeo señala, según Esquilo, como uno de los grandes regalos con los que convierte a las fieras en hombres, deja de existir para el obrero. La luz, el aire, etcétera, la más simple limpieza animal, deja de ser una necesidad para el hombre. La basura, esta corrupción y podredumbre del hombre, la cloaca de la civilización (esto hay que entenderlo literalmente) se convierte para el en un elemento vital. La dejadez totalmente antinatural, la naturaleza podrida, se convierten en su elemento vital. Ninguno de sus sentidos continúa existiendo, no ya en su forma humana, pero ni siquiera en forma inhumana, ni siquiera en forma animal. Retornan las más burdas formas (e instrumentos) del trabajo humano como la calandria de los esclavos romanos, convertida en modo de producción y de existencia de muchos obreros ingleses. No sólo no tiene el hombre ninguna necesidad humana, es que incluso las necesidades animales desaparecen. El irlandés no conoce ya otra necesidad que la de comer, y para ser exactos; la de comer patatas, y para ser más exactos aún sólo la de comer patatas enmohecidas, las de peor calidad. Pero Inglaterra y Francia tienen en cada ciudad industrial una pequeña Irlanda. El salvaje, el animal, tienen la necesidad de la caza, del movimiento, etc., de la compañía. La simplificación de la máquina, del trabajo, se aprovecha para convertir en obrero al hombre que está aún formándose, al hombre aún no formado, al niño, así como se ha convertido al obrero en un niño totalmente abandonado. La maquina se acomoda a la debilidad del hombre para convertir al hombre débil en máquina.<br />El economista (y el capitalista; en general hablamos siempre de los hombres de negocio empíricos cuando nos referimos a los economistas, que son su manifestación y existencia científicas) prueba cómo la multiplicación de las necesidades y de los medios engendra la carencia de necesidades y de medios: 1º) Al reducir la necesidad del obrero al más miserable e imprescindible mantenimiento de la vida física y su actividad al más abstracto movimiento mecánico, el economista afirma que el hombre no tiene ninguna otra necesidad, ni respecto de la actividad, ni respecto del placer, pues también proclama esta vida como vida y existencia humanas: 2º) Al emplear la más mezquina existencia como medida (como medida general, porque es valida para la masa de los hombres), hace del obrero un ser sin sentidos y sin necesidades, del mismo modo que hace de su actividad una pura abstracción de toda actividad. Por esto todo lujo del obrero le resulta censurable y todo lo que excede de la más abstracta necesidad (sea como goce pasivo o como exteriorización vital) le parece un lujo. <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">La Economía Política</st1:personname>, esa ciencia de la riqueza, es así también al mismo tiempo la ciencia de la renuncia, de la privación, del ahorro y llega realmente a ahorrar al hombre la necesidad del aire puro o del movimiento físico. Esta ciencia de la industria maravillosa es al mismo tiempo la ciencia del ascetismo y su verdadero ideal es el avaro ascético, pero usurero, y el esclavo ascético, pero productivo. Su ideal moral es el obrero que lleva a la caja de ahorro una parte de su salario e incluso ha encontrado un arte servil para ésta su idea favorita. Se ha llevado esto al teatro en forma sentimental. Por esto <st1:personname st="on" productid="la Economía">la Economía</st1:personname>, pese a su mundana y placentera apariencia, es una verdadera ciencia moral, la más moral de las ciencias. La autorrenuncia, la renuncia a la vida y a toda humana necesidad es su dogma fundamental. Cuanto memos comas y bebas, cuantos menos licores compres, cuanto menos vayas al teatro, al baile, a la taberna, cuanto menos pienses, ames, teorices, cantes, pintes, esgrimas, etc., tanto más ahorras, tanto mayor se hace tu tesoro al que ni polillas ni herrumbre devoran, tu capital. Cuanto menos eres, cuanto menos. exteriorizas tu vida, tanto más tienes, tanto mayor es tu vida enajenada y tanto más almacenas de tu esencia... Todo (XVI) lo que el economista te quita en vida y en humanidad te lo restituyen en dinero y riqueza, y todo lo que no puedes lo puede tu dinero. El puede comer y beber, ir al teatro y al baile; conoce el arte, la sabiduría, las rarezas históricas, el poder político; puede viajar; puede hacerte dueño de todo esto, puede comprar todo esto, es la verdadera opulencia. Pero siendo todo esto, el dinero no puede más que crearse a sí mismo, comprarse a si mismo, pues todo lo demás es siervo suyo y cuando se tiene al señor se tiene al siervo y no se le necesita. Todas las pasiones y toda actividad deben, pues, disolverse en la avaricia. El obrero sólo debe tener lo suficiente para querer vivir y sólo debe querer vivir para tener.<br />Verdad es que en el campo de <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> surge ahora una controversia. Un sector (Lauderdale, Malthus, etc.) recomienda el lujo y execra el ahorro; el otro (Say, Ricardo, etc.) recomienda el ahorro y execra el lujo. Pero el primero confiesa que quiere el lujo para producir el trabajo, es decir, el ahorro absoluto, y el segundo confiesa que recomienda el ahorro para producir la riqueza, es decir, el lujo. El primer grupo tiene la romántica ilusión de que la avaricia sola no debe determinar el consumo de los ricos y contradice sus propias leyes al presentar el despilfarro inmediatamente como un medio de enriquecimiento. Por esto el grupo opuesto le demuestra de modo muy serio y circunstanciado que mediante el despilfarro disminuyó y no aumentó mi caudal. Este segundo grupo cae en la hipocresía de no confesar que precisamente el capricho y el humor determinan la producción; olvida la «necesidad refinada»; olvida que sin consumo no se producirá; olvida que mediante la competencia la producción sólo ha de hacerse más universal, más lujosa; olvida que para él el uso determina el valor de la cosa y que la moda determina el uso; desea ver producido sólo «lo útil», pero olvida que la producción de demasiadas cosas útiles produce demasiada población inútil. Ambos grupos olvidan que despilfarro y ahorro, lujo y abstinencia, riqueza y pobreza son iguales.<br />Y no sólo debes privarte en tus sentidos inmediatos, como comer, etc.; también la participación en intereses generales (compasión, confianza, etc.), todo esto debes ahorrártelo si quieres ser económico y no quieres morir de ilusiones.<br />Todo lo tuyo tienes que hacerlo venal, es decir, útil. Si pregunto al economista. ¿obedezco a las leyes económicas si consigo dinero de la entrega, de la prostitución de mi cuerpo al placer ajeno? (Los obreros fabriles en Francia llaman a la prostitución de sus hijas y esposas la enésima hora de trabajo, lo cual es literalmente cierto.) ¿No actúo de modo económico al vender a mi amigo a los marroquíes? (y el tráfico de seres humanos como comercio de conscriptos, etc., tiene lugar en todos los países civilizados), el economista me contestará: no operas en contra de mis leyes, pero mira lo que dicen la señora Moral y la señora Religión; mi Moral y mi Religión económica no tienen nada que reprocharte. Pero ¿a quién tengo que creer ahora, a <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> o a la moral? La moral de <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> es el lucro, el trabajo y el ahorro, la sobriedad; pero <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> me promete satisfacer mis necesidades. <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">La Economía Política</st1:personname> de la moral es la riqueza con buena conciencia, con virtud, etc. Pero ¿cómo puedo ser virtuoso si no soy? ¿Cómo puedo tener buena conciencia si no tengo conciencia de nada? El hecho de que cada esfera me mida con una medida distinta y opuesta a las demás, con una medida la moral, con otra distinta <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname>, se basa en la esencia de la enajenación, porque cada una de estas esferas es una determinada enajenación del hombre y (XVII) contempla un determinado circulo de la actividad esencial enajenada; cada una de ellas se relaciona de forma enajenada con la otra enajenación. El señor Michel Chevalier reprocha así a Ricardo que hace abstracción de la moral. Ricardo, sin embargo, deja a <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> hablar su propio lenguaje; si esta no habla moralmente, la culpa no es de Ricardo. M. Chevalier hace abstracción de <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> en cuanto moraliza, pero real y necesariamente hace abstracción de la moral en cuanto cultiva <st1:personname st="on" productid="la Economía Política.">la Economía Política.</st1:personname> La relación de <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> con la moral cuando no es arbitraria, ocasional, y por ello trivial y acientífica, cuan: do no es una apariencia engañosa, cuando se la considera como esencial, no puede ser sino la relación de las leyes económicas con la moral. ¿Qué puede hacer Ricardo si esta relación no existe o si lo que existe es más bien lo contrario? Por lo demás, también la oposición entre Economía Política y moral es sólo una apariencia y no tal oposición. <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">La Economía Política</st1:personname> se limita a expresar a su manera las leyes morales.<br />La ausencia de necesidades como principio de <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> resplandece sobre todo en su teoría de la población. Hay demasiados hombres. Incluso la existencia de los hombres es un puro lujo y si el obrero es «moral» (Mill propone alabanzas públicas para aquellos que se muestren continentes en las relaciones sexuales y una pública reprimenda para quienes pequen contra esta esterilidad del matrimonio. ¿No es esta doctrina ética del ascetismo?) será ahorrativo en la fecundación. La producción del hombre aparece como calamidad pública.<br />El sentido que la producción tiene en lo que respecta a los ricos se muestra abiertamente en el sentido que para los pobres tiene; hacia arriba, su exteriorización es siempre refinada, encubierta, ambigua, apariencia; hacia abajo, grosera, directa, franca, esencial. La grosera necesidad del trabajador es una fuente de lucro mayor que la necesidad refinada del rico. Las viviendas subterráneas de Londres le rinden a sus arrendadores más que los palacios, es decir, en lo que a ellos concierne son una mayor riqueza; hablando en términos de Economía Política son, pues, una mayor riqueza social.<br />Y así como la industria especula sobre el refinamiento de las necesidades. así también especula sobre su tosquedad, sobre su artificialmente producida tosquedad, cuyo verdadero goce es el autoaturdimiento, esta aparente satisfacción de las necesidades esta civilización dentro de la grosera barbarie de la necesidad; las tascas inglesas son por eso representaciones simbólicas de la propiedad privada. Su lujo muestra la verdadera relación del lujo y la riqueza industriales con el hombre. Por esto son, con razón, los únicos esparcimientos dominicales del pueblo que la policía inglesa trata al menos con suavidad.<br />Hemos visto ya cómo el economista establece de diversas formas la unidad de trabajo y capital. 1º) El capital es trabajo acumulado. 2º) La determinación del capital dentro de la producción, en parte la reproducción del capital con beneficio, en parte el capital como materia prima (materia del trabajo), en parte como instrumento que trabaja por sí mismo —la máquina es el capital establecido inmediatamente como idéntico al obrero— es el trabajo productivo. 3º) El obrero es un capital. 4º) El salario forma parte de los costos del capital. 5º) En lo que al obrero respecta, el trabajo es la reproducción de su capital vital. 6º) En lo que al capitalista toca, es un factor de la actividad de su capital.<br />Finalmente, 7º) el economista supone la unidad original de ambos como unidad del capitalista y el obrero, ésta es la paradisiaca situación originaria. El que estos dos momentos se arrojen el uno contra el otro como dos personas es, para el economista, un acontecimiento casual y que por eso sólo externamente puede explicarse (véase Mill).<br />Las naciones que están aún cegadas por el brillo de los metales preciosos, y por ello adoran todavía el fetiche del dinero metálico, no son aún las naciones dinerarias perfectas. Oposición de Francia e Inglaterra. En el fetichismo, por ejemplo, se muestra hasta qué punto es la solución de los enigmas teóricos una tarea de la practica, una tarea mediada por la practica, hasta qué punto la verdadera práctica es la condición de una teoría positiva y real. La conciencia sensible del fetichista es distinta de la del griego porque su existencia sensible también es distinta. La enemistad abstracta entre sensibilidad y espíritu es necesaria en tanto que el sentido humano para la naturaleza, el sentido humano de la naturaleza y, por tanto, también el sentido natural del hombre, no ha sido todavía producido por el propio trabajo del hombre.<br />La igualdad no es otra cosa que la traducción francesa, es decir, política, del alemán yo = yo. La igualdad como fundamento del comunismo es su fundamentación política y es lo mismo que cuando el alemán lo funda en la concepción del hombre como autoconciencia universal. Se comprende que la superación de la enajenación parte siempre de la forma de enajenación que constituye la potencia dominante: en Alemania, la autoconciencia; en Francia, la igualdad a causa de la política; en Inglaterra, la necesidad práctica, material, real que sólo se mide a si misma. Desde este punto de vista hay que criticar y apreciar a Proudhon.<br />Si caracterizamos aún el comunismo mismo (porque es negación de la negación, apropiación de la esencia humana que se media a sí misma a través de la negación de la propiedad privada, por ello todavía no como la posición verdadera, que parte de si misma, sino mas bien como la posición que parte de la propiedad privada).<br />....(extrañamiento de la vida humana permanece y continúa siendo tanto mayor extrañamiento cuanto más conciencia de el como tal se tiene) puede ser realizado, así sólo mediante el comunismo puesto en práctica puede realizarse. Para superar la propiedad privada basta el comunismo pensado, para superar la propiedad privada real se requiere una acción comunista real. La historia la aportará y aquel movimiento, que ya conocemos en pensamiento como un movimiento que se supera a si mismo, atravesará en la realidad un proceso muy duro y muy extenso. Debemos considerar, sin embargo, como un verdadero y real progreso el que nosotros hayamos conseguido de antemano conciencia tanto de la limitación como de la finalidad del movimiento histórico; y una conciencia que lo sobrepasa.<br />Cuando los obreros comunistas se asocian, su finalidad es inicialmente la doctrina, la propaganda, etc. Pero al mismo tiempo adquieren con ello una nueva necesidad, la necesidad de la sociedad, y lo que parecía medio se ha convertido en fin. Se puede contemplar este movimiento práctico en sus más brillantes resultados cuando se ven reunidos a los obreros socialistas franceses. No necesitan ya medios de unión o pretextos de reunión como el fumar, el beber, el comer, etc. La sociedad, la asociación, la charla, que a su vez tienen la sociedad como fin, les bastan. Entre ellos la fraternidad de los hombres no es una frase, sino una verdad, y la nobleza hombre brilla en los rostros endurecidos por el trabajo.<br />(XX) Cuando <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> afirma que la demanda y la oferta se equilibran mutuamente, está al mismo tiempo olvidando que, según su propia afirmación, la oferta de hombres (teoría de la población) excede siempre de la demanda, que, por tanto, en el resultado esencial de toda la producción (la existencia del hombre) encuentra su más decisiva expresión la desproporción entre oferta y demanda. En qué medida es el dinero, que aparece como medio, el verdadero poder y el único fin; en que medida el medio en general, que me hace ser, que hace mío el ser objetivo ajeno, es un fin en sí..., es cosa que puede verse en el hecho de cómo la propiedad de la tierra (allí donde la tierra es la fuente de la vida), el caballo y la espada (en donde ellos son el verdadero medio de vida) son reconocidos como los verdaderos poderes políticos de la vida. En <st1:personname st="on" productid="la Edad Media">la Edad Media</st1:personname> se emancipa un estamento tan pronto como tiene derecho a portar la espada. Entre los pueblos nómadas es el caballo el que hace libre, participe el la comunidad.<br />Hemos dicho antes que el hombre retorna a la caverna, etc., pero en una forma enajenada, hostil. El salvaje en su caverna (este elemento natural que se le ofrece espontáneamente para su goce y protección) no se siente extraño, o, mejor dicho, se siente tan a gusto como un pez en el agua. Pero la cueva del pobre es una vivienda hostil que «se resiste como una potencia extraña, que no se le entrega hasta que él no le entrega a ella su sangre y su sudor», que él no puede considerar como un hogar en donde, finalmente, pudiera decir: aquí estoy en casa, en donde él se encuentra más bien en una casa extraña, en la casa de otro que continuamente lo acecha y que lo expulsa si no paga el alquiler. Igualmente, desde el punto de vista de la calidad, ve su casa como lo opuesto a la vivienda humana situada en el más allá, en el cielo de la riqueza,<br />La enajenación aparece tanto en el hecho de que mi medio de vida es de otro; que mi deseo es la posesión inaccesible de otro; como en el hecho de que cada cosa es otra que ella misma, que mi actividad es otra cosa, que, por ultimo (y esto es válido también para el capitalista), domina en general el poder inhumano. La determinación de la riqueza derrochadora, inactiva y entregada sólo al goce, cuyo beneficiario actúa, de una parte como un individuo solamente efímero, vano, travieso, que considera el trabajo de esclavo ajeno, el sudor y la sangre de los hombres, como presa de sus apetitos y que por ello considera al hombre mismo (también a si mismo) como un ser sacrificado y nulo (el desprecio del hombre aparece así, en parte como arrogancia, en parte como la infame ilusión de que su desenfrenada prodigalidad y su incesante e improductivo consumo condicionan el trabajo y, por ello, la subsistencia de los demás), conoce la realización de las fuerzas humanas esenciales sólo como realización de su desorden, de sus humores de sus caprichos arbitrarios y bizarros. Sin embargo, esta riqueza que, por otra parte, se considera a sí misma como un puro medio, una cosa digna sólo de aniquilación, que es al mismo tiempo esclavo y señor, generosa y mezquina, caprichosa, vanidosa, petulante, refinada, culta e ingeniosa, esta riqueza no ha experimentado aún en sí misma la riqueza como un poder totalmente extraño; no ve en ella todavía más que su propio poder, y no la riqueza, sino el placer.<br />(XXI) ...y a la brillante ilusión sobre la esencia de la riqueza cegada por la apariencia sensible, se enfrenta el industrial trabajador, sobrio, económico, prosaico, bien<br />ilustrado sobre la esencia de la riqueza que al crear a su [del derrochador F. R.] ansia de placeres un campo más ancho, al cantarle alabanzas con su producción (sus productos son justamente abyectos cumplidos a los apetitos del derrochador) sabe apropiarse de la única manera útil del poder que a aquél se le escapa. Si inicialmente la riqueza industrial parece resultado de la riqueza fantástica, derrochadora, su dinámica propia desplaza también de una manera activa a esta última. La baja del interés del dinero es, en efecto, resultado y necesaria consecuencia de movimiento industrial. Los medios del rentista derrochador disminuyen, en consecuencia, diariamente, en proporción inversa del aumento de los medios y los ardides del placer. Está obligado así, o bien a devorar su capital, es decir, a perecer, o bien a convertirse el mismo en capitalista industrial... Por otra parte, la renta de la tierra sube, ciertamente, de modo continuo merced a la marcha del movimiento industrial, pero, como ya hemos visto, llega necesariamente un momento en el que la propiedad de la tierra debe caer, como cualquier otra propiedad, en la categoría del capital que se reproduce con beneficio, y esto es, sin duda, el resultado del mismo movimiento industrial. El terrateniente derrochador debe así, o bien devorar su capital, es decir, perecer, o bien convertirse en arrendatario de su propia tierra, en industrial agricultor.<br />La disminución del interés del dinero (que Proudhon considera como la supresión del capital y como tendencia hacia la socialización del capital) es por ello más bien solamente un síntoma del triunfo del capital trabajador sobre la riqueza derrochadora, es decir, de la transformación de toda propiedad privada en capital industrial; el triunfo absoluto de la propiedad privada sobre todas las cualidades aparentemente humanas de la misma y la subyugación plena del propietario privado a la esencia de la propiedad privada, al trabajo. Por lo demás, también el capitalista industrial goza. El no retorna en modo alguno a la antinatural simplicidad de la necesidad, pero su placer es sólo cosa secundaria, desahogo, placer subordinado a la producción y, por ello, calculado, incluso económico, pues el capitalista carga su placer a los costos del capital y por esto aquél debe costarle sólo una cantidad tal que sea restituida por la reproducción del capital con el beneficio. El placer queda subordinado al capital y el individuo que goza subordinado al que capitaliza, en tanto que antes sucedía lo contrario. La disminución de los intereses no es así un síntoma de la supresión del capital sino en la medida en que es un síntoma de su dominación plena, de su enajenación que se esta planificando y, por ello, apresurando su superación. Esta es, en general, la única forma en que lo existente afirma a su contrario.<br />La querella de los economistas en torno al lujo y el ahorro no es, por tanto, sino la querella de aquella parte de <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> que ha penetrado la esencia de la riqueza con aquella otra que está aún lastrada de recuerdos románticos y antiindustriales. Ninguna de las dos partes sabe, sin embargo, reducir el objeto de la disputa a su sencilla expresión y, en consecuencia, nunca acabará la una con la otra.<br />La renta de la tierra ha sido, además, demolida como renta de la tierra, pues en oposición al argumento de los fisiócratas de que el terrateniente es el único productor verdadero, <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> moderna ha demostrado que el terrateniente, en cuanto tal, es más bien el único rentista totalmente improductivo. La agricultura sería asunto del capitalista, que daría este uso a su capital cuando pudiese esperar de ella el beneficio acostumbrado. La argumentación de los fisiócratas (que la propiedad de la tierra como sola propiedad productiva es la única que tiene que pagar impuestos al Estado y, por tanto, también la única que tiene que acordarlos y que tomar parte en la gestión del Estado) se muda así en la afirmación inversa de que el impuesto sobre la renta de la tierra es el único impuesto sobre un ingreso improductivo y por esto el único impuesto que no es nocivo para la producción nacional. Se comprende que, así entendido, el privilegio político del terrateniente no se deduce ya de su carácter de principal fuente impositiva.<br />Todo lo que Proudhon capta como movimiento del trabajo contra el capital no es más que el movimiento del trabajo en su determinación de capital, de capital industrial, contra el capital que no se consume como capital, es decir, industrialmente. Y este movimiento sigue su victorioso camino, es decir, el camino de la victoria del capital industrial. Se ve también que sólo cuando se capta el trabajo como esencia de la propiedad privada puede penetrarse el movimiento económico como tal en su determinación real.<br />La sociedad, como aparece para los economistas, es la sociedad civil, en la que cada individuo es un conjunto de necesidades y sólo existe para el otro (XXXV), como el otro sólo existe para él, en la medida en que se convierten en medio el uno para el otro. El economista (del mismo modo que la política en sus Derechos del Hombre) reduce todo al hombre, es decir al individuo del que borra toda determinación para esquematizarlo como capitalista o como obrero.<br />La división del trabajo es la expresión económica del carácter social del trabajo dentro de la enajenación. O bien, puesto que el trabajo no es sino una expresión de la actividad humana dentro de la enajenación, de la exteriorización vital como enajenación vital. Así también la división del trabajo no es otra cosa que el establecimiento extrañado; enajenado, de la actividad humana como una actividad genérica real o como actividad del hombre en cuanto ser genérico.<br />Sobre la esencia de la división del trabajo (que naturalmente tenia que ser considerada como un motor fundamental en la producción de riqueza en cuanto se reconocía el trabajo como la esencia de la propiedad privada), es decir, sobre esta forma enajenada y extrañada de la actividad humana como actividad genérica, son los economistas muy oscuros y contradictorios.<br />Adam Smith: «La división del trabajo no debe su origen a la humana sabiduría. Es la consecuencia necesaria, lenta y gradual de la propensión al intercambio y a la negociación de unos productos por otros. Esta tendencia al intercambio es verosimilmente una consecuencia necesaria del uso de la razón y de la palabra. Es común a todos los hombres y no se da en ningún animal. En cuanto se hace adulto, el animal vive de su propio esfuerzo. El hombre necesita constantemente del apoyo de los demás, que sería vano esperar de su simple benevolencia. Es mucho más seguro dirigirse a su interés personal y convencerlos de que les beneficia a ellos mismos hacer lo que de ellos se espera. Cuando nos dirigimos a los demás no lo hacemos a su humanidad, sino a su egoísmo; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de su conveniencia. Como quiera que es a través del cambio, el comercio, la negociación, como recibimos la mayor parte de los buenos servicios que recíprocamente necesitamos, es esta propensión a la negociación la que ha dado origen a la división del trabajo. Así, por ejemplo, en una tribu de cazadores o pastores hay alguno que hace arcos y flechas con más rapidez y habilidad que los demás. Frecuentemente cambia a sus compañeros ganado y caza por los instrumentos que él construye, y rápidamente se da cuenta de que por este medio consigue más cantidad de esos productos que cuando es él mismo el que va a cazar. Con un cálculo interesado, hace, en consecuencia, de la fabricación de arcos, etc., su ocupación principal. La diferencia de talentos naturales entre los individuos no es tanto la causa como el efecto de la división del trabajo.<br />»... Sin la disposición de los hombres al comercio y el intercambio cada cual se vería obligado a satisfacer por si mismo todas las necesidades y comodidades de la vida. Cada cual hubiese tenido que realizar la misma tarea y no se hubiese producido esa gran diferencia de ocupaciones que es la única que puede engendrar la gran diferencia de talentos. Y así como es esa propensión al intercambio la que engendra la diversidad de talentos entre los hombres, es también esa propensión la que hace útil tal diversidad. Muchas razas animales, aun siendo todas de la misma especie, han recibido de la naturaleza una diversidad de caracteres mucho más grande y más evidente que la que puede encontrarse entre los hombres no civilizados. Por naturaleza no existe entre un filósofo y un cargador ni la mitad de la diferencia que hay entre un mastín y un galgo, entre un galgo y un podenco o entre cualquiera de éstos y un perro pastor. Pese a ello, estas distintas razas, aun perteneciendo todas a la misma especie, apenas tienen utilidad las unas para las otras. El mastín no puede aprovechar la ventaja de su fuerza para servirse de la ligereza del galgo, etc. Los efectos de estos distintos talentos o grados de inteligencia no pueden ser puestos en común porque falta la capacidad o la propensión al cambio, y no pueden, por tanto, aportar nada a la ventaja o comodidad común de la especie... Cada animal debe alimentarse y protegerse a si mismo, con absoluta independencia de los demás; no puede obtener la más mínima ventaja de la diversidad de talentos que la naturaleza ha distribuido entre sus semejantes. Por el contrario, entre los hombres los más diversos talentos se resultan útiles unos a otros porque, mediante esa propensión general al comercio y el intercambio, los distintos productos de los diversos tipos de actividad pueden ser puestos, por así decir, en una masa común a la que cada cual puede ir a comprar una parte de la industria de los demás de acuerdo con sus necesidades. Como es esa propensión al intercambio la que da su origen a la división del trabajo la extensión de esta división estará siempre limitada por la extensión de la capacidad de intercambiar o, dicho en otras palabras, por la extensión del mercado. Si el mercado es muy pequeño, nadie se animará a dedicarse por entero a una sola ocupación ante el temor de no poder intercambiar aquella parte de su producción que excede de sus necesidades por el excedente de la producción de otro que él desearía adquirir...» En una situación de mayor progreso: «Todo hombre vive del cambio y se convierte en una especie de comerciante y la sociedad misma es realmente una sociedad mercantil. (Véase Destutt de Tracy: La sociedad es una serie de intercambios recíprocos, en el comercio está la esencia toda de la sociedad...) La acumulación de capitales crece con la división del trabajo y viceversa.» Hasta aquí Adam Smith.<br />«Si cada familia produjera la totalidad de los objetos de su consumo, podría la sociedad marchar así aunque no se hiciese intercambio alguno; sin ser fundamental, el intercambio es indispensable en el avanzado estadio de nuestra sociedad; la división del trabajo es un hábil empleo de las fuerzas del hombre que acrece, en consecuencia, los productos de la sociedad, su poder y sus placeres, pero reduce, aminora la capacidad de cada hombre tomado individualmente. La producción no puede tener lugar sin intercambio.» Así habla J. B. Say. «Las fuerzas inherentes al hombre son su inteligencia y su aptitud física para el trabajo; las que se derivan del estado social consisten en la capacidad de dividir el trabajo y de repartir entre los distintos hombres los diversos trabajos y en la facultad de intercambiar los servicios recíprocos y los productos que constituyen este medio. El motivo por el que: un hombre consagra a otro Sus servicios es el egoísmo, el hombre exige una recompensa por los servicios prestados a otro. La existencia del derecho exclusivo de propiedad es, pues, indispensable para que pueda establecerse el intercambio entre los hombres. Influencia recíproca de la división de la industria sobre el intercambio y del intercambio sobre esta división. Intercambio y división del trabajo se condicionan recíprocamente.» Así Sharbek.<br />Mill expone el intercambio desarrollado, el comercio, como consecuencia de la división del trabajo.<br />«La actividad del hombre puede reducirse a elementos muy simples. El no puede en efecto, hacer otra cosa que producir movimiento; puede mover las cosas para alejarlas (XXXVII) o aproximarlas entre si; las propiedades de la materia hacen el resto. En el empleo del trabajo y de las máquinas ocurre con frecuencia que se pueden aumentar los efectos mediante una oportuna división de las operaciones que se oponen y la unificación de todas aquellas que, de algún modo, pueden favorecerse recíprocamente. Como, en general, los hombres no pueden ejecutar muchas operaciones distintas con la misma habilidad y velocidad, como la costumbre les da esa capacidad para la realización de un pequeño número, siempre es ventajoso limitar en lo posible el número de operaciones encomendadas a cada individuo. Para la división del trabajo y la repartición de la fuerza de los hombres de la manera más ventajosa es necesario operar en una multitud de casos en gran escala o, en otros términos; producir las riquezas en masa. Esta ventaja es el motivo que origina las grandes manufacturas, un pequeño número de las cuales, establecidas en condicione ventajosas, aprovisionan frecuentemente con los objetos por ellas producidos no uno solo, sino varios países en las cantidades que ellos requieren.» Así Mill.<br />Toda <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> moderna está de acuerdo, sin embargo, en que división del trabajo y riqueza de la producción, división del trabajo y acumulación del capital se condicionan recíprocamente, así como en el hecho de que sólo la propiedad privada liberada, entregada a si misma, puede producir la más útil y más amplia división del trabajo.<br />La exposición de Adam Smith se puede resumir así: la división del trabajo da a éste una infinita capacidad de producción. Se origina en la propensión al intercambio y al comercio una propensión específicamente humana que verosimilmente no es casual, sino que está condicionada por el uso de la razón y del lenguaje. El motivo del que cambia no es la humanidad, sino el egoísmo. La diversidad de los talentos humanos es más el efecto que la causa de la división del trabajo, es decir, del intercambio. También es sólo este último el que hace útil aquella diversidad. Las propiedades particulares de las distintas razas de una especie animal son por naturaleza más distintas que la diversidad de dones y actividades humanas. Pero como los animales no pueden intercambiar, no le aprovecha a ningún individuo animal la diferente propiedad de un animal de la misma especie, pero de distinta raza. Los animales no pueden adicionar las diversas propiedades de su especie; no pueden aportar nada al provecho y al bienestar común de su especie. Otra cosa sucede con el hombre, en el cual los más dispares talentos y formas de actividad se benefician recíprocamente porque pueden reunir sus diversos productos en una masa común de la que todos pueden comprar. Como la división del trabajo brota de la propensión al intercambio, crece y esta limitada por la extensión del intercambio, del mercado. En el estado avanzado todo hombre es comerciante, la sociedad es una sociedad mercantil. Say considera el intercambio como casual y no fundamental. La sociedad podría subsistir sin él. Se hace indispensable en el estado avanzado de la sociedad. No obstante, sin él no puede tener lugar la producción. La división del trabajo es un cómodo y útil medio, un hábil empleo de las fuerzas humanas para el desarrollo de la sociedad, pero disminuye la capacidad de cada hombre individualmente considerado. La última observación es un progreso de Say.<br />Skarbek distingue las fuerzas individuales, inherentes al hombre (inteligencia y disposición física para el trabajo), de las fuerzas derivadas de la sociedad (intercambio y división del trabajo) que se condicionan mutuamente. Pero el presupuesto necesario del intercambio es la propiedad privada. Skarbek expresa aquí en forma objetiva lo mismo que Smith, Say, Ricardo, etc., dicen cuando señalan el egoísmo, el interés privado, como fundamento del intercambio, o el comercio como la forma esencial y adecuada del intercambio.<br />Mill presenta el comercio como consecuencia de la división del trabajo. La actividad humana se reduce para él a un movimiento mecánico. División del trabajo y empleo de máquinas fomentan la riqueza de la producción. Se debe confiar a cada hombre un conjunto de actividades tan pequeño como sea posible. Por su parte, división de trabajo y empleo de máquinas condicionan la producción de la riqueza en masa y, por tanto, del producto. Este es el fundamento de las grandes manufacturas.<br />(XXXVIII) El examen de la división del trabajo y del intercambio es del mayor interés porque son las expresiones manifiestamente enajenadas de la actividad y la fuerza esencial humana en cuanto actividad y fuerza esencial adecuadas al género.<br />Decir que la división del trabajo y el intercambio descansan sobre la propiedad privada no es sino afirmar que el trabajo es la esencia de la propiedad privada; una afirmación que el economista no puede probar y que nosotros vamos a probar por él. Justamente aquí en el hecho de que división del trabajo e intercambio son configuraciones de la propiedad privada, reside la doble prueba, tanto de que, por una parte, la vida humana necesitaba de la propiedad privada para su realización, como de que, de otra parte, ahora necesita la supresión y superación de la propiedad privada.<br />División del trabajo e intercambio son los dos fenómenos que hacen que el economista presuma del carácter social de su ciencia y, al mismo tiempo, exprese inconscientemente la contradicción de esta ciencia: la fundamentación de la sociedad mediante el interés particular antisocial.<br />Los momentos que tenemos que considerar son: en primer lugar, la propensión al intercambio (cuyo fundamento se encuentra en el egoísmo) es considerada como fundamento o efecto recíproco de la división del trabajo. Say considera el intercambio como no fundamental para la esencia de la sociedad. La riqueza, la producción, se explican por la división del trabajo y el intercambio. Se concede el empobrecimiento y la degradación de la actividad individual por obra de la división del trabajo. Se reconoce que la división del trabajo y el intercambio son productores de la gran diversidad de los talentos humanos, una diversidad que, a su vez, se hace útil gracias a aquéllos. Skarbek divide las fuerzas de producción o fuerzas productivas del hombre en dos partes: 1) Las individuales e inherentes a él, su inteligencia y su especial disposición o capacidad de trabajo; 2) las derivadas de la sociedad (no del individuo real), la división del trabajo y el intercambio. Además, la división del trabajo está limitada por el mercado. El trabajo humano es simple movimiento mecánico; lo principal lo hacen las propiedades materiales de los objetos.<br />Má aún la división del trabajo es limitada por el mercado. El trabajo humano es simple movimiento mecánico: el trabajo principal es realizado por las cualidades materiales de los objetos. A un individuo se le debe atribuir la menor cantidad posible de funciones. Fraccionamiento del trabajo y concentración del capital, la inanidad de la producción individual y la producción de la riqueza en masas. Concepción de la propiedad privada libre en la división del trabajo.<br /><a name="3-4"></a>[El poder del dinero]<br />(XLI) Si las sensaciones, pasiones, etc., del hombre son no sólo determinaciones antropológicas en sentido estricto, sino verdaderamente afirmaciones ontológicas del ser (naturaleza) y si sólo se afirman realmente por el hecho de que su objeto es sensible para ellas, entonces es claro:<br />1) Que el modo de su afirmación no es en absoluto uno. y el mismo, sino que, más bien, el diverso modo de la afirmación constituye la peculiaridad de su existencia, de su vida; el modo en que el objeto es para ellas el modo peculiar de su goce. 2) Allí en donde la afirmación sensible es supresión directa del objeto en su forma independiente (comer, beber, elaborar el objeto, etc.), es ésta la afirmación del objeto. 3) En cuanto el hombre es humano, en cuanto es humana su sensación, etc., la afirmación del objeto por otro es igualmente su propio goce. 4) Sólo mediante la industria desarrollada, esto es, por la mediación de la propiedad privada, se constituye la esencia ontológica de la pasión humana, tanto en su totalidad como en su humanidad; la misma ciencia del hombre es, pues, un producto de la autoafirmación práctica del hombre. 5) El sentido de la propiedad privada —desembarazada de su enajenación— es la existencia de los objetos esenciales para el hombre, tanto como objeto de goce cuanto como objeto de actividad.<br />El dinero, en cuanto posee la propiedad de comprarlo todo, en cuanto posee la propiedad de apropiarse todos los objetos es, pues, el objeto por excelencia. La universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su esencia; vale, pues, como ser omnipotente..., el dinero es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre. Pero lo que me sirve de mediador para mi vida, me sirve de mediador también para la existencia de los otros hombres para mi. Eso es para mi el otro hombre.<br /><br />¡Qué diablo! ¡Claro que manos y pies,Y cabeza y trasero son tuyos!Pero todo esto que yo tranquilamente gozo, ¿es por eso memos mío? Si puedo pagar seis potros, ¿No son sus fuerzas mías? Los conduzco y soy todo un señor Como si tuviese veinticuatro patas.<br />(Goethe: Fausto).<br />Shakespeare, en el Timón de Atenas:<br />«¡Oro!, ¡oro maravilloso, brillante, precioso! ¡No, oh dioses, no soy hombre que haga plegarias inconsecuentes! (Simples raíces, oh cielos purísimos!) Un poco de él puede volver lo blanco, negro; lo feo, hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo; noble; lo viejo, joven; lo cobarde, valiente ¡oh dioses! ¿Por qué?Esto va arrancar de vuestro lado a vuestros sacerdotes y a vuestros sirvientes; va a retirar la almohada de debajo de la cabeza del hombre más robusto; este amarillo esclavo va a atar y desatar lazos sagrados, bendecir a los malditos, hacer adorable la lepra blanca, dar plaza a los ladrones y hacerlos sentarse entre los senadores, con títulos, genuflexiones y alabanzas; él es el que hace que se vuelva a casar la viuda marchita y el que perfuma y embalsama como un día de abril a aquella que revolveríael estómago al hospital y a las mismas úlceras. Vamos, fango condenado, puta común de todo el género humano que siembras la disensión entre la multitud de las naciones, voy a hacerte ultrajar según tu naturaleza.»<br />Y después:<br />«¡Oh, tú, dulce regicida, amable agente de divorcio entre el hijo y el padre! ¡Brillante corruptor del más puro lecho de himeneo! ¡Marte valiente! ¡Galán siempre joven, fresco, amado y delicado, cuyo esplendor funde la nieve sagrada que descansa sobre el seno de Diana! Dios visible que sueldas juntas las cosas de <st1:personname st="on" productid="la Naturaleza">la Naturaleza</st1:personname> absolutamente contrariasy las obligas a que se abracen; tú, que sabes hablar todas las lenguasXLII Para todos los designios. ¡Oh, tú, piedra de toque de los corazones,piensa que el hombre, tu esclavo, se rebela, y por la virtud que en ti reside, haz que nazcan entre ellos querellas que los destruyan,a fin de que las bestias puedan tener el imperio del mundo...!»<br />Shakespeare pinta muy acertadamente la esencia del dinero. Para entenderlo, comencemos primero con la explicación del pasaje goethiano.<br />Lo que mediante el dinero es para mi, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis —de su poseedor— cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer más bella. Luego no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego no soy tullido; soy un hombre malo y sin honor, sin conciencia y sin ingenio, pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además, la molestia de ser deshonesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio su poseedor? El puede, por lo demás, comprarse gentes ingeniosas, ¿y no es quien tiene poder sobre las personas inteligentes más talentoso que el talentoso? ¿Es que no poseo yo, que mediante el dinero puedo todo lo que el corazón humano ansia, todos los poderes humanos? ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en su contrario?<br />Si el dinero es el vinculo que me liga a la vida humana, que liga a la sociedad, que me liga con la naturaleza y con el hombre, ¿no es el dinero el vínculo de todos los vínculos? ¿No puede él atar y desatar todas las ataduras? ¿No es también por esto el medio general de separación? Es la verdadera moneda divisoria, así como el verdadero medio de unión, la fuerza galvanoquímica de la sociedad.<br />Shakespeare destaca especialmente dos propiedades en el dinero:<br />1º) Es la divinidad visible, la transmutación de todas las propiedades humanas y naturales en su contrario, la confusión e inversión universal de todas las cosas; hermana las imposibilidades;<br />2º) Es la puta universal, el universal alcahuete de los hombres y de los pueblos.<br />La inversión y confusión de todas las cualidades humanes y naturales, la conjugación de las imposibilidades; la fuerza divina del dinero radica en su esencia en tanto que esencia genérica extrañada, enajenante y autoenajenante del hombre. Es el poder enajenado de la humanidad.<br />Lo que como hombre no puedo, lo que no pueden mis fuerzas individuales, lo puedo mediante el dinero. El dinero convierte así cada una de estas fuerzas esenciales en lo que en sí no son, es decir, en su contrario. Si ansío un manjar o quiero tomar la posta porque no soy suficientemente fuerte para hacer el camino a pie, el dinero me procura el manjar y la posta, es decir, transustancia mis deseos, que son meras representaciones; los traduce de su existencia pensada, representada, querida; a su existencia sensible, real; de la representación a la vida, del ser representado al ser real. El dinero es, al hacer esta mediación, la verdadera fuerza creadora.<br />Es cierto que la demanda existe también para aquel que no tiene dinero alguno, pero su demanda es un puro ente de ficción que no tiene sobre mí, sobre un tercero, sobre los otros (XLIII), ningún efecto, ninguna existencia; que, por tanto, sigue siendo para mi mismo irreal sin objeto. La diferencia entre la demanda efectiva basada en el dinero y la demanda sin efecto basada en mi necesidad, mi pasión, mi deseo, etc., es la diferencia entre el ser y el pensar, entre la pura representación que existe en mí y la representación tal como es para mí en tanto que objeto real fuera de mí. Si no tengo dinero alguno para viajar, no tengo ninguna necesidad (esto es, ninguna necesidad real y realizable) de viajar. Si tengo vocación para estudiar, pero no dinero para ello, no tengo ninguna vocación (esto es, ninguna vocación efectiva, verdadera) para estudiar. Por el contrario, si realmente no tengo vocación alguna para estudiar, pero tengo la voluntad y el dinero, tengo para ello una efectiva vocación. El dinero en cuanto medio y poder del universales (exteriores, no derivados del hombre en cuanto hombre ni de la sociedad humana en cuanto sociedad) para hacer de la representación realidad y de la realidad una pura representación, transforma igualmente las reales; fuerzas esenciales humanas y naturales en puras representaciones abstractas y por ello en imperfecciones, en dolorosas quimeras, así como, por otra parte, transforma las imperfecciones y quimeras reales, las fuerzas esenciales realmente impotentes, que sólo existen en la imaginación del individuo, en fuerzas esenciales reales y poder real. Según esta determinación, es el dinero la inversión universal de las individualidades, que transforma en su contrario, y a cuyas propiedades agrega propiedades contradictorias.<br />Como tal potencia inversora, el dinero actúa también contra el individuo y contra los vínculos sociales, etc., que se dicen esenciales. Transforma la fidelidad en infidelidad, el amor en odio, el odio en amor, la virtud en vicio, el vicio en virtud, el siervo en señor, el señor en siervo, la estupidez en entendimiento, el entendimiento en estupidez.<br />Como el dinero, en cuanto concepto existente y activo del valor, confunde y cambia todas las cosas, es la confusión y el trueque universal de todo, es decir, el mundo invertido, la confusión y el trueque de todas las cualidades naturales y humanas.<br />Aunque sea. cobarde, es valiente quien puede comprar la valentía. Como el dinero no se cambia por una cualidad determinada, ni por una cosa o una fuerza esencial humana determinadas, sino por la totalidad del mundo objetivo natural y humano, desde el punto de vista de su poseedor puede cambiar cualquier propiedad por cualquier otra propiedad y cualquier otro objeto, incluso los contradictorios. Es la fraternización de las imposibilidades; obliga a besarse a aquello que se contradice.<br />Si suponemos al hombre como hombre y a su relación con el mundo como una relación humana, sólo se puede cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc. Si se quiere gozar del arte hasta ser un hombre artísticamente educado; si se quiere ejercer influjo sobre otro hombre, hay que ser un hombre que actúe sobre los otros de modo realmente estimulante e incitante. Cada una de las relaciones con el hombre —y con la naturaleza— ha de ser una exteriorización determinada de la vida individual real que se corresponda con el objeto de la voluntad. Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor, en cuanto amor, no produce amor recíproco, si mediante una exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu amor es impotente, una desgracia. XLIII<br /><a name="3-5"></a>[Crítica de la dialéctica hegeliana y de la filosofía de Hegel en general]<br />(VI) Este punto es quizá el lugar donde, para entendimiento y justificación de lo dicho, conviene hacer algunas indicaciones; tanto sobre la dialéctica hegeliana en general como especialmente sobre su exposición en <st1:personname st="on" productid="la Fenomenología">la Fenomenología</st1:personname> y en <st1:personname st="on" productid="la Lógica">la Lógica</st1:personname> y, finalmente, sobre la relación con Hegel del moderno movimiento crítico.<br />La preocupación de la moderna crítica alemana por el contenido del viejo mundo era tan fuerte, estaba tan absorta en su asunto, que mantuvo una actitud totalmente acrítica respecto del método de criticar y una plena inconsciencia respecto de la siguiente cuestión parcialmente formal, pero realmente esencial: ¿en qué situación nos encontramos ahora frente a la dialéctica hegeliana? La inconsciencia sobre la relación de la crítica moderna con la filosofía hegeliana en general y con la dialéctica en particular era tan grande, que críticos como Strauss y Bruno Bauer (el primero completamente, el segundo en sus Sinópticos, en los que, frente a Strauss, coloca la «autoconciencia» del hombre abstracto en lugar de la sustancia de la «naturaleza abstracta» e incluso en el Cristianismo descubierto) están, al memos en potencia, totalmente presos de la lógica hegeliana. Así, por ejemplo, se dice en el Cristianismo descubierto: «Como si la autoconciencia, al poner el mundo, la diferencia, no se produjera a sí misma al producir su objeto, pues ella suprime de nuevo la diferencia de lo producido con ella misma, pues ella sólo en la producción y el movimiento es ella misma; como si no tuviera en este movimiento su finalidad», etc., o bien: «Ellos (los materialistas franceses) no han podido ver aún que el movimiento del universo sólo como movimiento de la autoconciencia se ha hecho real para sí y ha llegado a la unidad consigo mismo». Expresiones que ni siquiera en la terminología muestran una diferencia respecto de la concepción hegeliana, sino que más bien la repiten literalmente.<br />(XII) Hasta que punto era escasa en el acto de la critica (Bauer, Los sinópticos) la conciencia de su relación con la dialéctica hegeliana, hasta qué punto esta conciencia no aumentó incluso después del acto de la crítica material es cosa que prueba Bauer cuando en su Buena causa de la libertad rechaza la indiscreta pregunta del señor Gruppe: «¿Qué hay de la lógica?)», remitiéndola a los críticos futuros.<br />Pero incluso ahora, después de que Feuerbach (tanto en Sus «Tesis de los Anekdota» como, detalladamente, en <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> del futuro) ha demolido el núcleo de la vieja dialéctica y la vieja filosofía; después de que, por el contrario, aquella critica que no había sido capaz de realizar el hecho, lo vio consumado y se proclamó crítica pura, decisivo, absoluta, llegada a claridad consigo misma; después de que, en su orgullo espiritualista, redujo el movimiento histórico todo a la relación del mundo (que frente a ella cae bajo la categoría de «masa») con ella misma y ha disuelto todas las contradicciones dogmáticas en la única contradicción dogmática de su propia agudeza con la estupidez del mundo, del Cristo crítico con <st1:personname st="on" productid="la Humanidad">la Humanidad</st1:personname> como el «montón», después de haber probado, día tras día y hora tras hora, su propia excelencia frente a la estupidez de la masa; después de que, por último, ha anunciado el juicio final crítico, proclamando que se acerca el día en que toda la decadente humanidad se agrupará ante ella y será por, ella dividida en grupos, recibiendo cada montón su testimonium paupertatis; después de haber hecho imprimir su superioridad sobre los sentimientos humanos y sobre el mundo, sobre el cual, tronando en su orgullosa soledad, sólo deja caer, de tiempo en tiempo, la risa de los dioses olímpicos desde sus sarcásticos labios; después de todas estas divertidas carantoñas del idealismo (del neohegalianismo) que expira en la forma de la crítica, éste no ha expresado ni siquiera la sospecha de tener que explicarse críticamente con su madre, la dialéctica hegeliana, así como tampoco ha sabido dar una indicación crítica sobre la dialéctica de Feuerbach. Una actitud totalmente acrítica para consigo mismo.<br />Feuerbach es el único que tiene respecto de la dialéctica hegeliana una actitud seria, crítica, y el único que ha hecho verdaderos descubrimientos en este terreno. En general es el verdadero vencedor de la vieja filosofía. Lo grande de la aportación y la discreta sencillez con que Feuerbach la da al mundo están en sorprendente contraste con el comportamiento contrario.<br />La gran hazaña de Feuerbach es:<br />1) La prueba de que <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> no es sino <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> puesta en ideas y desarrollada discursivamente; que es, por tanto, tan condenable como aquélla y no representa sino otra forma, otro modo de existencia de la enajenación del ser humano.<br />2) La fundación del verdadero materialismo y de la ciencia real, en cuanto que Feuerbach hace igualmente de la relación social «del hombre al hombre» el principio fundamental de la teoría'.<br />3) En cuanto contrapuso a la negación de la negación que afirma ser lo positivo absoluto lo positivo que descansa sobre él mismo y se fundamenta positivamente a si mismo.<br />Feuerbach explica la dialéctica hegeliana (fundamentando con ello el punto de partida de lo positivo, de sensiblemente cierto) del siguiente modo:<br />Hegel parte de la enajenación (lógicamente de lo infinito, de lo universal abstracto) de la sustancia, de la abstracción absoluta y fijada; esto es, dicho en términos populares, parte de <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> y de <st1:personname st="on" productid="la Teología. Segundo.">la Teología.<br />Segundo.</st1:personname> Supera lo infinito, pone lo verdadero, lo sensible, lo real, lo finito, lo particular (Filosofía, superación de <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> y de <st1:personname st="on" productid="la Teología">la Teología</st1:personname>),<br />Tercero. Supera de nuevo lo positivo, restablece nuevamente la abstracción, lo infinito; restablecimiento de la religión y de <st1:personname st="on" productid="la Teología. Feuerbach">la Teología.<br />Feuerbach</st1:personname> concibe la negación de la negación sólo como contradicción de <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> consigo misma; como <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> que afirma <st1:personname st="on" productid="la Teología">la Teología</st1:personname> (trascendencia, etc.) después de haberla negado; que la afirma en oposición a sí misma.<br />La posición o autoafirmación y autoconfirmación que está implícita en la negación de la negación es concebida como una posición no segura aún de sí misma, lastrada por ello de su contrario, dudosa de si misma y por ello necesitada de prueba, que no se prueba, pues, a si misma mediante su existencia; como una posición inconfesada (XIII) y a la que, por ello, se le contrapone, directa e inmediatamente, la posición sensorialmente cierta, fundamentada en si misma.<br />Pero en cuanto que Hegel ha concebido la negación de la negación, de acuerdo con el aspecto positivo en ella implícito, como lo verdadero y único positivo y, de acuerdo con el aspecto negativo también implícito, como el único acto verdadero y acto de autoafirmación de todo ser, sólo ha encontrado la expresión abstracta, lógica, especulativa para el movimiento de <st1:personname st="on" productid="la Historia">la Historia</st1:personname>, que no es aún historia real del hombre como sujeto presupuesto, sino sólo acto genérico del hombre, historia del nacimiento del hombre. Explicaremos tanto la forma abstracta como la diferencia que este movimiento tiene el Hegel en oposición a la moderna crítica del mismo proceso en <st1:personname st="on" productid="La Esencia">La Esencia</st1:personname> del Cristianismo, de Feuerbach; o más bien, explicaremos la forma crítica de este movimiento que en Hegel es aún acrítico.<br />Una ojeada al sistema hegeliano. Hay que comenzar con <st1:personname st="on" productid="la Fenomenología">la Fenomenología</st1:personname> hegeliana, fuente verdadera y secreto de <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> hegeliana.<br /><br /><br />Fenomenología<br />A) La autoconciencia<br />I. Conciencia a) Certeza sensorial o lo esto y lo mío b) La percepción o la cosa con sus propiedades y la ilusión. c) Fuerza y entendimiento, fenómeno y mundo suprasensible.<br />II. Autoconciencia. La verdad de la certeza de sí mismo. a) Dependencia e independencia de la autoconciencia, señorío y vasallaje. b) Libertad de la autoconciencia. Estoicismo, escepticismo, la conciencia desventurada.<br />III. Razón. Certeza y verdad de la razón. Razón observadora; observación de la naturaleza y de la autoconciencia. b) Realización de la autoconciencia racional mediante ella misma. El goce y la necesidad. La ley de corazón y el delirio de la presunción. La virtud y el curso del mundo. c) La individualidad que es real en sí y para si. El reino animal del espíritu y el fraude o la cosa misma. La razón legisladora. La razón examinadora de leyes.<br />B) El espíritu<br />I. El verdadero espíritu: la ética. II. El espíritu enajenado de sí, la cultura. III. El espíritu seguro de si mismo, la moralidad.<br />C) <st1:personname st="on" productid="La Religión Religión">La Religión<br />Religión</st1:personname> natural, religión estética, religión revelada.<br />D) El saber absoluto<br />Cómo <st1:personname st="on" productid="la Enciclopedia">la Enciclopedia</st1:personname> de Hegel comienza con la lógica, con el pensamiento especulativo puro, y termina con el saber absoluto, con el espíritu autoconsciente, que se capta a sí mismo, filosófico, absoluto, es decir, con el espíritu sobrehumano abstracto, <st1:personname st="on" productid="la Enciclopedia">la Enciclopedia</st1:personname> toda no es más que la esencia desplegada del espíritu filosófico, su autoobjetivación. El espíritu filosófico no es a su vez sino el enajenado espíritu del mundo que piensa dentro de su autoenajenación, es decir, que se capta a sí mismo en forma abstracta. La lógica es el dinero del espíritu, el valor pensado; especulativo, del hombre y de la naturaleza; su esencia que se ha hecho totalmente indiferente a toda determinación real y es, por tanto, irreal; es el pensamiento enajenado que por ello hace abstracción de la naturaleza y del hombre real; el pensamiento abstracto. La exterioridad de este pensamiento abstracto... La naturaleza tal como es para este pensamiento abstracto; ella es exterior a él, la pérdida de sí mismo; y él la capta también externamente, como pensamiento abstracto, pero como pensamiento abstracto enajenado; finalmente, el espíritu, este pensamiento que retorna a su propia cuna, que como espíritu antropológico, fenomenológico, psicológico, moral, artístico—religioso, todavía no vale para al mismo hasta que, por último, como saber<br />absoluto, se encuentra y relaciona consigo mismo en el espíritu ahora absoluto, es decir, abstracto, y recibe su existencia consciente, la existencia que le corresponde, pues su existencia real es la abstracción.<br />Un doble error en Hegel.<br />El primero emerge de la manera más clara en <st1:personname st="on" productid="la Fenomenología">la Fenomenología</st1:personname>, como cuna de <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> hegeliana. cuando él concibe, por ejemplo, la riqueza, el poder estatal, etcétera, como esencias enajenadas para el ser humano, esto sólo se produce en forma especulativa... Son entidades ideales y por ello simplemente un extrañamiento del pensamiento filosófico puro; es decir, abstracto. Todo el movimiento termina así con el saber absoluto. Es justamente del pensamiento abstracto de donde estos objetos están extrañados y es justamente al pensamiento abstracto al que se enfrentan con su pretensión de realidad. El filósofo (una forma abstracta, pues, del hombre enajenado) se erige en medida del mundo enajenado. Toda la historia de la enajenación y toda la revocación de la enajenación no es así sino la historia de la producción del pensamiento abstracto, es decir, absoluto (Vid. página XIII) (XVII), del pensamiento lógico especulativo. El extrañamiento, que constituye, por tanto, el verdadero interés de esta enajenación y de la supresión de esta enajenación, es la oposición de en si y para si, de conciencia y autoconciencia, de objeto y sujeto, es decir, la oposición, dentro del pensamiento mismo, del pensamiento abstracto y la realidad sensible o lo sensible real. Todas las demás oposiciones y movimientos de estas oposiciones son sólo la apariencia, la envoltura, la forma esotérica de estas oposiciones, las únicas interesantes, que constituyen el sentido de las restantes profanas oposiciones. Lo que pasa por esencia establecida del extrañamiento y lo que hay que superar no es el hecho de que el ser humano se objetive de forma humana, en oposición a si mismo, sino el que se objetive a diferencia de y en oposición al pensamiento abstracto.<br />(XVIII) La apropiación de las fuerzas esenciales humanas, convertidas en objeto, en objeto enajenado, es pues, en primer lugar, una apropiación que se opera sólo en la conciencia, en el pensamiento puro, es decir, en la abstracción, la apropiación de objetos como pensamientos y movimientos del pensamiento, por esto, ya en <st1:personname st="on" productid="la Fenomenología">la Fenomenología</st1:personname> (pese a su aspecto totalmente negativo y crítico, y pese a la crítica real en ella contenida, que con frecuencia se adelanta mucho al desarrollo posterior) está latente como germen, como potencia, está presente como un misterio, el positivismo acrítico y el igualmente acrítico idealismo de las obras posteriores de Hegel, esa disolución y restauración filosóficas de la empiria existente. En segundo lugar. La reivindicación del mundo objetivo para el hombre (por ejemplo, el conocimiento de la conciencia sensible no es una conciencia sensible abstracta, sino una conciencia sensible humana; el conocimiento de que <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, la riqueza, etc., son sólo la realidad enajenada de la objetivación humana, del as fuerzas esenciales humanas nacidas para la acción y, por ello, sólo el camino hacia la verdadera realidad humana), esta apropiación o la inteligencia de este proceso se presenta así en Hegel de tal modo que la sensibilidad, <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, el poder del Estado, etc., son esencias espirituales, pues sólo el espíritu, es la verdadera esencia del hombre, y la verdadera forma del espíritu es el espíritu pensante, el espíritu lógico, especulativo. La humanidad de la naturaleza y de la naturaleza producida por la historia, de los productos del hombre, se manifiesta en que ellos son productos del espíritu abstracto y, por tanto y en esa misma medida, momentos espirituales, esencias pensadas. <st1:personname st="on" productid="la Fenomenología">La Fenomenología</st1:personname> es la crítica oculta, oscura aun para si misma y mistificadora; pero en cuanto retiene el extrañamiento del hombre (aunque el hombre aparece sólo en la forma del espíritu) se encuentran ocultos en ella todos los elementos de la crítica y con frecuencia preparados y elaborados de un modo que supera ampliamente el punto de vista hegeliano. La «conciencia desventurada», la «conciencia honrada», la lucha de la «conciencia noble y la conciencia vil», etc., estas secciones sueltas contienen (pero en forma enajenada) los elementos críticos de esferas enteras como <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, el Estado, la; Pida civil, etc. Así como la esencia, el objeto, aparece como esencia pensada, así el sujeto es siempre conciencia o autoconciencia; o mejor, el objeto aparece sólo como conciencia abstracta, el hombre sólo como autoconciencia; la diversas formas del extrañamiento que allí emergen son, por esto, sólo distintas formas de la conciencia y de la autoconciencia. Como la conciencia abstracta en si (el objeto es concebido como tal) es simplemente un momento, de diferenciación de la autoconciencia, así también surge como resultado del movimiento la identidad de la autoconciencia con la conciencia, el saber absoluto, el movimiento del pensamiento abstracto que no va ya hacia fuera, sino sólo dentro de si mismo; es decir, el resultado es la dialéctica del pensamiento puro.<br />(XXIII) Lo grandiosa de <st1:personname st="on" productid="la Fenomenología">la Fenomenología</st1:personname> hegeliana y de su resultado final (la dialéctica de la negatividad como principio motor y generador) es, pues, en primer lugar, que Hegel concibe la autogeneración del hombre como un proceso, la objetivación como desobjetivación: como enajenación y como supresión de esta enajenación; que capta la esencia del trabajo y concibe el hombre objetivo, verdadero porque real, como resultado de su propio trabajo. La relación real, activa, del hombre consigo mismo como ser genérico, o su manifestación de sí como un ser genérico general, es decir, como ser humano, sólo es posible merced a que el realmente exterioriza todas sus fuerzas genéricas (lo cual, a su vez, sólo es posible por la cooperación de los hombres, como resultado de la historia) y se comporta frente a ellas como frente a objetos (lo que, a su vez, sólo es posible de entrada en la forma del extrañamiento).<br />Expondremos ahora detalladamente la unilateralidad los limites de Hegel a la luz del capítulo final de <st1:personname st="on" productid="la Fenomenología">la Fenomenología</st1:personname>, el saber absoluto: un capítulo que contiene tanto el espíritu condensado de <st1:personname st="on" productid="la Fenomenología">la Fenomenología</st1:personname>, su relación con la dialéctica especulativa, como la conciencia de Hegel sobre ambos y sobre su relación recíproca.<br />De momento, anticiparemos sólo esto: Hegel se coloca en el punto de vista de <st1:personname st="on" productid="la Economía Política">la Economía Política</st1:personname> moderna. Concibe el trabajo como la esencia del hombre, que se prueba a si misma; él sólo ve el aspecto positivo del trabajo, no su aspecto negativo. El trabajo es el devenir para sí del hombre dentro de la enajenación o como hombre enajenado. El único trabajo que Hegel conoce y reconoce es el abstracto espiritual. Lo que, en general, constituye la esencia de <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname>, la enajenación del hombre que se conoce, o la ciencia enajenada que se piensa, lo capta Hegel como esencia del trabajo y por eso puede, frente a la filosofía precedente, reunir sus diversos momentos, presentar su Filosofía como <st1:personname st="on" productid="la Filosofía. Lo">la Filosofía. Lo</st1:personname> que los otros filósofos hicieron (captar momentos aislados de la naturaleza y de la vida humana con momentos de la autoconciencia o, para ser precisos, de la autoconciencia abstracta) lo sabe Hegel como el hacer de <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname>, por eso su ciencia es absoluta.<br />Pasemos ahora a nuestro tema.<br />El saber absoluto. Capítulo final de <st1:personname st="on" productid="la Fenomenología La">la Fenomenología<br />La</st1:personname> cuestión fundamental es que el objeto de la conciencia no es otra cosa que la autoconciencia, o que el objeto no es sino la autoconciencia objetivada, la autoconciencia como objeto (poner al hombre = autoconciencia).<br />Importa, pues, superar el objeto de la conciencia. La objetividad como tal es una relación enajenada del hombre, una relación que no corresponde a la esencia humana, a la autoconciencia. La reapropiación de la esencia objetiva del hombre, generada como extraña bajo la determinación del extrañamiento, no tiene, pues, solamente la. significación de suprimir el extrañamiento, sino también la objetividad; es decir, el hombre pasa por ser no objetivo, espiritualista.<br />El movimiento de la superación del objeto de la conciencia lo describe Hegel del siguiente modo:<br />El objeto no se muestra únicamente (esta es, según Hegel, la concepción unilateral —que capta una sola cara— de aquel movimiento) como retornando al si mismo. El hombre es puesto como igual al si mismo. Pero el si mismo no es sino el hombre abstractamente concebido y generado mediante la abstracción. El hombre es mismeidad. Su ojo, su oído, etc., son mismeidad; cada una de sus fuerzas esenciales tiene en él la propiedad de la mismeidad. Pero por eso es completamente falso decir: la autoconciencia tiene ojos, oídos, fuerzas esenciales. La autoconciencia es más bien una cualidad de la naturaleza humana, del ojo humano, etc., no la naturaleza humana de la (XXIV) autoconciencia.<br />El si mismo abstraído y fijado para sí es el hombre como egoísta abstracto, el egoísmo en su pura abstracción elevado hasta el pensamiento (volveremos más tarde sobre esto).<br />La esencia humana, el hombre, equivale para Hegel a autoconciencia. Todo extrañamiento de la esencia humana no es nada más que extrañamiento de la autoconciencia. El extrañamiento de la conciencia no es considerado como expresión (expresión que se refleja en el saber y el pensar) del extrañamiento real de la humana esencia. El extrañamiento verdadero, que se manifiesta como real, no es, por el contrario, según su más intima y escondida esencia (que sólo <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> saca a la luz) otra cosa que el fenómeno del extrañamiento de la esencia humana real, de la autoconciencia. Por eso la ciencia que comprende esto se llama Fenomenología. Toda reapropiación de la esencia objetiva enajenada aparece así como una incorporación en la autoconciencia; el hombre que se apodera de su esencia real no es sino la autoconciencia que se apodera de la esencia objetiva; el retorno del objeto al si mismo es, por tanto, la reapropiación del objeto. Expresada de forma universal, la superación del objeto de la autoconciencia es:<br />1) Que el objeto en cuanto tal se presenta a la conciencia como evanescente; 2) Que es la enajenación de la autoconciencia la que pone la coseidad; 3) Que esta enajenación no sólo tiene significado positivo, sino también negativo, 4) Que no lo tiene sólo para nosotros o en sí, sino también para ella; 5) Para ella [la autoconciencia] lo negativo del objeto o su autosupresión tiene significado positivo, o lo que es lo mismo, ella conoce esta negatividad del mismo porque ella se enajena así misma, pues en esta enajenación ella se pone como objeto o pone al objeto como si misma en virtud de la inseparable unidad del ser para sí 6) De otra parte, está igualmente presente este otro momento, a saber: que ella [la autoconciencia] ha superado y retomado en sí misma esta enajenación y esta objetividad, es decir, en su ser otro como tal está junto a sí; 7) Este es el movimiento de la conciencia y ésta es, por ella, la totalidad de sus momentos; 8) Ella [la autoconciencia] tiene que comportarse con el objeto según la totalidad de sus determinaciones tiene que haberlo captado, así, según cada una de ellas. Esta totalidad de sus determinaciones lo hace en sí esencia espiritual y para la conciencia se hace esto verdad por la aprehensión de cada una de ellas [las determinaciones] en particular como el al mismo o por el antes mencionado comportamiento espiritual hacia ellas.<br />Ad. 1) El que el objeto como tal se presente ante la conciencia como evanescente es el antes mencionado retorno del objeto al si mismo.<br />Ad. 2) La enajenación de la autoconciencia pone la coseidad. Puesto que el hombre = autoconciencia, su esencia objetiva enajenada, o la coseidad (lo que para él es objeto, y solo es verdaderamente objeto para él aquello que le es objeto esencial, es decir, aquello que es su esencia objetiva. Ahora bien, puesto que no se hace sujeto al hombre real como tal y, por tanto, tampoco a la naturaleza —el hombre es la naturaleza humana— sino sólo a la abstracción del hombre, a la autoconciencia, la coseidad sólo puede ser la autoconciencia enajenada), equivale a la autoconciencia enajenada y la coseidad es puesta por esta enajenación. Es completamente natural que un ser vivo, natural, dotado y provisto de fuerzas esenciales objetivas, es decir, materiales, tenga objetos reales, naturales, de su ser, así como que su autoenajenación sea el establecimiento de un mundo real, objetivo, pero bajo la forma de la exterioridad, es decir, no perteneciente a su ser y dominándolo. No hay nada inconcebible o misterioso en ello. Mas bien seria misterioso lo contrario. Pero igualmente claro es que una autoconciencia, es decir, su enajenación, sólo puede poner la coseidad, es decir, una cosa abstracta, una cosa de la abstracción y no una cosa real. Es además (XXVI) también claro que la coseidad, por tanto, no es nada independiente, esencial, frente a la autoconciencia, sino una simple creación, algo puesto por ella, y lo puesto, en lugar de afirmarse a sí mismo, es sólo una afirmación del acto de poner, que por un momento fija su energía como el producto y, en apariencia —pero sólo por un momento— le asigna un ser independiente, real.<br />Cuando el hombre real, corpóreo, en pie sobre la tierra firme y aspirando y exhalando todas las fuerzas naturales, pone sus fuerzas esenciales reales y objetivas como objetos extraños mediante su enajenación, el acto de poner no es el sujeto; es la subjetividad de fuerzas esenciales objetivas cuya acción, por ello, ha de ser también objetiva. El ser objetivo actúa objetivamente y no actuaría objetivamente si lo objetivo no estuviese implícito en su determinación esencial. Sólo crea, sólo pone objetos porque él [el ser objetivo] esta puesto por objetos, porque es de por sí naturaleza. En el acto del poner no cae, pues, de su «actividad pura» en una creación del objeto, sino que su producto objetivo confirma simplemente su objetiva actividad, su actividad como actividad de un ser natural y objetivo.<br />Vemos aquí cómo el naturalismo realizado, o humanismo, se distingue tanto del idealismo como del materialismo y es, al mismo tiempo, la verdad unificadora de ambos. Vemos, también, cómo sólo el naturalismo es capaz de comprender el acto de la historia universal.<br />El hombre es inmediatamente ser natural. Como ser natural, y como ser natural vivo, está, de una parte dotado de fuerzas naturales, de fuerzas vitales, es un ser natural activo; estas fuerzas existen en él como talentos y capacidades, como impulsos; de otra parte, como ser natural, corpóreo, sensible, objetivo es, como el animal y la planta, un ser paciente, condicionado y limitado; esto es, los objetos de sus impulsos existen fuera de él. en cuanto objetos independientes de él, pero estos objetos los son objetos de su necesidad, indispensables y esenciales para el ejercicio y afirmación de sus fuerzas esenciales. El que el hombre sea un ser corpóreo con fuerzas naturales, vivo, real, sensible, objetivo, significa que tiene como objeto de su ser, de su exteriorización vital objetos reales, sensibles, o que sólo en objetos reales sensibles, puede exteriorizar su vida. Ser objetivo natural sensible, es lo mismo que tener fuera de si objeto, naturaleza, sentido, o que ser para un tercero objeto; naturaleza, sentido. El hambre es una necesidad natural; necesita, pues, una naturaleza fuera de si, un objeto fuera de si, para satisfacerse, para calmarse. El hambre es la necesidad objetiva que un cuerpo tiene de un objeto que está fuera de él y es indispensable para su integración y exteriorización esencial. El sol es el objeto de la planta, un objeto indispensable para ella, confirmador de su vida, así como la planta es objeto del sol, como exteriorización de la fuerza vivificadora del sol, de la fuerza esencial objetiva del so.<br />Un ser que no tiene su naturaleza fuera de sí no es un ser natural, no participa del ser de la naturaleza. Un ser que no tiene ningún objeto fuera de si no es un ser objetivo. Un ser que no es, a su vez, objeto para un tercer ser no tiene ningún ser como objeto suyo, es decir, no se comporta objetivamente, su ser no es objetivo.<br />(XXVII) Un ser no objetivo es un no ser, un absurdo.<br />Suponed un ser que ni es él mismo objeto ni tiene un objeto. Tal ser seria, en primer lugar, el único ser, no existiría ningún ser fuera de él, existiría único y solo. Pues tan pronto hay objetos fuera de mí, tan pronto no estoy solo, soy un otro, otra realidad que el objeto fuera de mi. Para este tercer objeto yo soy, pues, otra realidad que él, es decir, soy su objeto. Un ser que no es objeto de otro ser supone, pues, que no existe ningún ser objetivo. Tan pronto como yo tengo un objeto, este objeto me tiene a mi como objeto. Pero un ser no objetivo es un ser irracional, no sensible, sólo pensado, es decir, solo imaginado, un ente de abstracción. Ser sensible, es decir, ser real, es ser objeto de los sentidos, ser objeto sensible, en consecuencia, tener objetos sensibles fuera de sí, tener objetos de su sensibilidad. Ser sensible es ser paciente.<br />El hombre como ser objetivo sensible es por eso un ser paciente, y por ser un ser que siente su pasión un ser apasionado. La pasión es la fuerza esencial del hombre que tiende enérgicamente hacia su objeto.<br />El hombre, sin embargo, no es sólo ser natural, sino ser natural humano, es decir, un ser que es para si, que por ello es ser genérico, que en cuanto tal tiene que afirmarse: y confirmarse tanto en su ser como en su saber. Ni los objetos humanos son, pues, los objetos naturales tal como se ofrecen inmediatamente, ni el sentido humano, tal como inmediatamente es, tal como es objetivamente, es sensibilidad humana, objetividad humana. Ni objetiva ni subjetivamente existe la naturaleza inmediatamente ante el ser humano en forma adecuada; y como todo lo natural tiene que nacer, también el hombre tiene su acto de nacimiento, la historia, que, sin embargo, es para él una historia sabida y que, por tanto, como acto de nacimiento con conciencia, es acto de nacimiento que se supera a si mismo. La historia es la verdadera Historia Natural del hombre (a esto hay que volver).<br />En tercer lugar, por ser este mismo acto de poner la coseidad sólo una apariencia, un acto que contradice la' esencia de la pura actividad, ha de ser a su vez superado y negada la coseidad.<br />Ad. 3, 4, 5, 6: 3º) Esta enajenación de la conciencia no tiene solamente significado negativo, sino también positivo y, 4º, este significado positivo no sólo para nosotros o en sí, sino para ella, para la conciencia misma. 5) Para ella lo negativo del objeto o la autosuperación de éste tiene un significado positivo o, en otros términos, ella conoce esta negatividad del mismo porque ella se enajena a si misma, pues en esta enajenación ella se conoce como objeto o conoce al objeto, merced a la inseparable unidad del ser —para— sí, como sí misma. 6) De otra parte, está aquí implícito simultáneamente el otro momento: que ella, igualmente, ha superado y retomado en si esta enajenación y objetividad, y que así en su ser otro como tal está junto a sí.<br />Hemos ya visto que la apropiación del ser objetivo enajenado o la superación de la objetividad bajo la determinación de la enajenación (que ha de progresar desde la extrañeza indiferente hasta el real extrañamiento hostil) tiene para Hegel igualmente, o incluso principalmente, el significado de superar la objetividad, porque en el extrañamiento lo chocante para la autoconciencia no es el carácter determinado del objeto, sino su carácter objetivo. El objeto es por eso un negativo, algo que se supera a sí mismo, una negatividad. Esta negatividad del mismo no tiene para la conciencia un significado negativo sino positivo, pues esa negatividad del objeto es precisamente la autoconfirmación de la no—objetividad, de la abstracción (XXVIII) de él mismo. Para la conciencia misma, la negatividad del objeto tiene un significado positivo porque ella conoce esta negatividad, el ser objetivo, como su autoenajenación; porque sabe que sólo es mediante su autoenajenación...<br />El modo en que la conciencia es y en que algo es para ella es el saber. El saber es su único acto. Por esto algo es para ella en la medida en que ella sabe este algo. Saber es su único comportamiento objetivo. Ahora bien, la autoconciencia sabe la negatividad del objeto, es decir, el no—ser—diferente del objeto respecto de ella, el no—ser del objeto para ella, porque sabe al objeto como su autoenajenación, es decir, ella se sabe (el saber como objeto) porque el objeto es sólo la apariencia de un objeto, una fantasmagoría mentirosa, pero en su ser no es otra cosa que el saber mismo que se ha opuesto a al mismo y por eso se ha opuesto una negatividad, algo que no tiene ninguna objetividad fuera del saber; o, dicho de otra forma, el saber sabe que al relacionarse con un objeto, simplemente está fuera de sí, que se enajena, que él mismo sólo aparece ante sí como objeto, o que aquello que se le aparece como objeto sólo es él mismo.<br />De otra parte, dice Hegel, aquí está implícito, al mismo tiempo, este otro momento: que la conciencia ha superado y retomado en si esta enajenación y esta objetividad y, en consecuencia, en su ser—otro en cuanto tal está junto a sí.<br />En esta disquisición tenemos juntas todas las ilusiones de la especulación.<br />En primer lugar: La conciencia, la autoconciencia, está en su ser—otro, en cuanto tal, junto a si. Por esto la autoconciencia (o si hacemos abstracción aquí de la abstracción hegeliana y ponemos la autoconciencia del hombre en lugar de la autoconciencia) en su ser—otro en cuanto tal está junto a sí. Esto implica, primeramente, que la conciencia (el saber en cuanto saber, el pensar en cuanto pensar) pretende ser lo otro que ella misma, pretende ser sensibilidad, realidad, vida: el pensamiento que se sobrepasa en el pensamiento (Feuerbach). Este aspecto está contenido aquí en la medida en que la conciencia, sólo como conciencia, no se siente repelida por la objetividad extrañada, sino por la objetividad como tal.<br />En segundo lugar, esto implica que el hombre autoconsciente, que ha reconocido y superado como autoenajenación el mundo espiritual (o la existencia espiritual universal de su mundo), lo confirma, sin embargo, nuevamente en esta forma enajenada y la presenta como su verdadera existencia, la restaura, pretende estar junto a si en su ser—otro en cuanto tal. Es decir, tras la superación, por ejemplo, de <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, tras haber reconocido <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> como un producto de la autoenajenación, se encuentra, no obstante, confirmado en <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> en cuanto Religión. Aquí está la raíz del falso positivismo de Hegel o de su solo aparente criticismo; lo que Feuerbach llama poner, negar y restaurar <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> o <st1:personname st="on" productid="la Teología">la Teología</st1:personname>, pero que hay que concebir de modo más general. La razón está, pues, junto a sí en la sinrazón como sinrazón. El hombre que ha reconocido que en el Derecho, <st1:personname st="on" productid="la Política">la Política</st1:personname>, etc. lleva una vida enajenada, lleva en esta vida enajenada, en cuanto tal, su verdadera vida humana. La autoafirmación, la autoconfirmación en contradicción consigo mismo, tanto con el saber como con el ser del objeto, es el verdadero saber y la vida verdadera.<br />Así, no puede hablarse más que de una acomodación de Hegel a <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, al Estado, etc., pues esta mentira es la mentira de su principio.<br />(XXIX) Si yo sé que <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> es la autoconciencia enajenada del hombre, sé confirmada en ella no mi autoconciencia, sino mi autoconciencia enajenada. Sé, por consiguiente, que mi yo mismo, la autoconciencia correspondiente a mi esencia, no se confirma en <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, sino más bien en <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> superada, aniquilada.<br />Así en Hegel la negación de la negación no es la confirmación de la esencia verdadera mediante la negación del ser aparente, sino la confirmación del ser aparente o del ser extrañado de sí en su negación; o la negación de este ser aparente como un ser objetivo que mora fuera del hombre y es independiente de él, y su transformación en sujeto.<br />Un papel peculiar juega en ello el superar, en el que están anuladas la negación y la preservación, la afirmación.<br />Así, por ejemplo, en <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> del Derecho de Hegel, el Derecho Privado superado es igual a Moral, la moral superada igual a familia, la familia superada igual a Sociedad civil, la sociedad civil superada igual a Estado, el Estado superado igual a Historia Universal. En la realidad siguen en pie Derecho privado, moral, familia, sociedad civil, Estado, etc., sólo que se han convertido en momentos, en existencias y modos de existir del hombre que carecen de validez aislados, que se disuelven y se engendra recíprocamente, etc. Momentos del Movimiento.<br />En su existencia real, esta su esencia móvil está oculta. Sólo en el pensar, en <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname>, se hace patente, se revela, y por eso mi verdadera existencia religiosa es mi existencia filosófica—religiosa, mi verdadera existencia política es mi existencia filosófico—jurídica, mi verdadera existencia natural es mi existencia filosófico—natural, mi verdadera existencia artística la existencia filosófico—artística, mi verdadera existencia humana es mi existencia filosófica. Del mismo modo, la verdadera existencia de <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, el Estado, la naturaleza, el arte, es <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> de <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, de la naturaleza, del Estado, del arte. Pero si para mí la verdadera existencia de <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, etcétera, es únicamente <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> de <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, sólo soy verdaderamente religioso como Filósofo de <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> y niego así la religiosidad real y el hombre realmente religioso. No obstante, al mismo tiempo los confirmo, en parte, dentro de mi propia existencia o de la existencia ajena que les opongo, pues ésta es simplemente la expresión filosófica de aquéllos, y en parte en su peculiar forma originaria, pues ellos valen para mi como el meramente aparente ser otro, como alegorías, como formas, ocultas bajo envolturas sensibles, de su verdadera existencia, es decir, de mi existencia filosófica.<br />Del mismo modo, la cualidad superada es igual a cantidad, la cantidad superada igual a medida, la medida superada igual a esencia, la esencia superada igual a fenómeno, el fenómeno superado igual a realidad, la realidad superada igual a concepto, el concepto superado igual a objetividad, la objetividad superada igual a idea absoluta, la idea absoluta superada igual a naturaleza, la naturaleza superada igual a espíritu subjetivo, el espíritu subjetivo superado igual a espíritu objetivo, ético, el espíritu ético superado igual a arte, el arte superado igual a Religión, <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> superada igual a saber absoluto.<br />De un lado, este superar es un superar del ser pensado, y así la propiedad privada pensada se supera en la idea de la moral. Y como el pensamiento imagina ser inmediatamente lo otro que sí mismo, realidad sensible y como, en consecuencia, también su acción vale para él como acción real sensible, este superar pensante, que deja intacto su objeto en la realidad, cree haberlo sobrepasado realmente. De otro lado, como el objeto es ahora para él momento de pensamiento, también en su realidad vale para él como confirmación de él mismo, de la autoconciencia, de la abstracción.<br />(XXX) Por tanto, de una parte, las existencias que Hegel supera en <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> no son <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>, el Estado o <st1:personname st="on" productid="la Naturaleza">la Naturaleza</st1:personname> reales, sino <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname> misma ya como objeto del saber, es decir, la dogmática, y así también la jurisprudencia, la ciencia del Estado, la ciencia natural. De una parte, pues, está en oposición tanto al ser real como a la ciencia inmediata, no filosófica o al concepto no filosófico de este ser. Contradice, por tanto, los conceptos usuales de estas ciencias.<br />De otra parte el hombre religioso, etc., puede encontrar en Hegel su confirmación final.<br />Hay que resumir ahora los momentos positivos de la dialéctica hegeliana, dentro de la determinación del extrañamiento.<br />a) El superar como movimiento objetivo que retoma en sí la enajenación. Es esta la visión, expresada dentro del extrañamiento, de la apropiación de la esencia objetiva mediante la superación de su extrañamiento, la visión enajenada de la objetivación real del hombre, de la apropiación real de su esencia objetiva mediante la aniquilación de la determinación enajenada del mundo objetivo, mediante su superación de su existencia enajenada. Del mismo modo que el ateísmo, en cuanto superación de Dios, es el devenir del humanismo teórico, el comunismo, en cuanto superación de la propiedad privada, es la reivindicación de la vida humana real como propiedad de sí misma, es el devenir del humanismo práctico, o dicho de otra forma, el ateísmo es el humanismo conciliado consigo mismo mediante la superación de <st1:personname st="on" productid="la Religión">la Religión</st1:personname>; el comunismo es el humanismo conciliado consigo mismo mediante la superación de la propiedad privada. Sólo mediante la superación de esta mediación (que es, sin embargo, un presupuesto necesario) se llega al humanismo que comienza positivamente a partir de sí mismo, al humanismo positivo.<br />Pero ateísmo y comunismo no son ninguna huida, ninguna abstracción, ninguna perdida del mundo objetivo engendrado por el hombre, de sus fuerzas esenciales nacidas para la objetividad; no son una indigencia que retorna a la simplicidad antinatural no desarrollada. Son, por el contrario y por primera vez, el devenir real, la realización, hecha real para el hombre, de su esencia, y de su esencia como algo real.<br />Al captar el sentido positivo de la negación referida a sí misma (aunque de nuevo lo haga en forma enajenada) Hegel entiende el extrañamiento, respecto de si mismo, la enajenación esencial, la desobjetivación y desrealización del hombre, como un ganarse a si mismo, como manifestación esencial, como objetivación, como realización. En resumen, aprehende (dentro de la abstracción) el trabajo como acto autogenerador del hombre, el relacionarse consigo mismo como un ser extraño, y su manifestarse como un ser extraño, como conciencia genérica y vida genérica en devenir.<br />b) En Hegel (a pesar del absurdo ya señalado, o más bien a consecuencia de él) este acto aparece, sin embargo, en primer lugar, como acto puramente formal porque abstracto, porque el ser humano mismo sólo tiene valor como ser abstracto pensante, como autoconciencia; en segundo lugar, como la aprehensión es formal y abstracta, la superación de la enajenación se convierte en una confirmación de la enajenación o, dicho de otra forma, para Hegel ese movimiento de autogeneración, de autoobjetivación como autoenajenación y autoextrañamiento, es la manifestación absoluta de la vida humana y por eso la definitiva, la que constituye su propia meta y se satisface en si, la que toca a su esencia.<br />En su forma abstracta (XXXI), como dialéctica, este movimiento pasa así por la vida verdaderamente humana pero como esta verdadera vida humana es una abstracción, un extrañamiento de la vida humana, esa vida es considerada como proceso divino, pero como el proceso divino del hombre; un proceso que recorre la esencia misma del hombre distinta de él, abstracta, pura, absoluta.<br />En tercer lugar: Este proceso ha de tener un portador, un sujeto; pero el sujeto sólo aparece en cuanto resultado; este resultado, el sujeto que se conoce como autoconciencia absoluta, es por tanto el Dios, el espíritu absoluto, la idea que se conoce y se afirma. El hombre real y la naturaleza real se convierten simplemente en predicados, en símbolos de este irreal hombre escondido y de esta naturaleza irreal. Sujeto y predicado tienen así el uno con el otro una relación de inversión absoluta sujeto—objeto místico o subjetividad que trasciende del objeto, el sujeto absoluto como un proceso, como sujeto que se enajena y vuelve a sí de la enajenación, pero que, al mismo tiempo, la retoma en sí; el sujeto como este proceso; el puro, incesante girar dentro de sí.<br />Primero. Concepción formal y abstracta del acto de autogeneración o autoobjetivación del hombre.<br />El objeto enajenado, la realidad esencial enajenada del hombre no son nada más (puesto que Hegel identifica entre y autoconciencia) que conciencia, simplemente la idea del extrañamiento, su expresión abstracta y por ello irreal y carente de contenido, la negación. Igualmente, la superación de la enajenación no es por tanto nada más que una superación abstracta y carente de contenido de esa vacía abstracción, la negación de la negación. La actividad plena de contenido viva, sensible y concreta de la autoobjetivación se convierte así en su pura abstracción, en negatividad absoluta; una abstracción que, a su vez, es fijada como tal y pensada como una actividad independiente, como la actividad por antonomasia. Como esta llamada negatividad no es otra cosa que la forma abstracta, carente de contenido, de aquel acto vivo, real, su contenido sólo puede ser un contenido formal, generado por la abstracción de todo contenido. Se trata, pues, de las formas generales y abstractas de la abstracción, propias de todo contenido y, en consecuencia, indiferentes respecto de cualquier contenido y válidas para cualesquiera de ellos; son las formas de pensar, las categorías lógicas desgarradas del espíritu real y de la real naturaleza. (Más adelante desarrollaremos el contenido lógico de la negatividad absoluta.)<br />Lo positivo, lo que Hegel ha aportado aquí (en su lógica especulativa) es que, al ser los conceptos determinados las formas fijas y generales del pensar, en su independencia frente a la naturaleza y el espíritu, un resultado necesario del extrañamiento universal del ser humano y, por tanto, del pensamiento humano, Hegel las ha expuesto y resumido como momentos del proceso de abstracción. Por ejemplo, el ser superado es esencia, la esencia superada concepto, el concepto superado... idea absoluta. ¿Pero qué es la idea absoluta? Ella se supera, a su vez, a sí misma si no quiere recorrer de nuevo y desde el principio todo acto de la abstracción y no quiere contentarse con ser una totalidad de abstracciones o la abstracción que se aprehende a al misma. Pero la abstracción que se aprehende como abstracción se conoce como nada; tiene que abandonarse a si misma, a la abstracción, y llega así junto a un ser que es justamente su contrario, junto a la naturaleza. La lógica toda es la prueba de que el pensamiento abstracto no es nada para si, de que la idea absoluta de por sí no es nada, que únicamente la naturaleza es algo.<br />(XXXII) La idea absoluta, la idea abstracta, que «considerada en su unidad consigo es contemplación» (Hegel, Enciclopedia 3ª de., pág. 222), que «en la absoluta verdad de sí misma se resuelve a dejar salir libremente de sí el momento de su particularidad o de la primera determinación y ser—otro, la idea inmediata como reflejo suyo; que se resuelve a hacerse salir de si misma como Naturaleza» (I. c.), toda esta idea que se comporta de forma tan extraña y barroca y ha ocasionado a los hegelianos increíbles dolores de cabeza, no es, a fin de cuentas, sino la abstracción, es decir, el pensador abstracto. Es la abstracción que, aleccionada por la experiencia e ilustrada sobre su verdad, se resuelve, bajo ciertas condiciones (falsas y todavía también abstractas) a abandonarse y a poner su ser—otro, lo particular, lo determinado, en lugar de su ser—junto—a—sí, de su no ser, de su generalidad y su indeterminación. Se resuelve a dejar salir libremente fuera de sí <st1:personname st="on" productid="la Naturaleza">la Naturaleza</st1:personname>, que escondía en si solo como abstracción, como cosa de pensamiento. Es decir, se resuelve a abandonar la abstracción y a contemplar por fin la naturaleza liberada de ella. La idea abstracta, que se convierte inmediatamente en contemplación, no es en realidad otra cosa que el pensamiento abstracto que renuncia a sí mismo y se resuelve a la contemplación. Todo este tránsito de <st1:personname st="on" productid="la Lógica">la Lógica</st1:personname> a <st1:personname st="on" productid="la Filosofía">la Filosofía</st1:personname> de <st1:personname st="on" productid="la Naturaleza">la Naturaleza</st1:personname> no es sino el tránsito (de tan difícil realización para el pensador abstracto, que por eso lo describe en forma tan extravagante) de la abstracción a la contemplación. El sentido místico que lleva al filósofo del pensar abstracto al contemplar es el aburrimiento, la nostalgia de un contenido.<br />(El hombre extrañado de si mismo es también el pensador extrañado de su esencia, es decir, de la esencia natural y humana. Sus pensamientos son, por ello, espíritus que viven fuera de <st1:personname st="on" productid="la Naturaleza">la Naturaleza</st1:personname> y del hombre. En su Lógica, Hegel ha encerrado juntos todos estos espíritus y ha comprendido a cada uno de ellos, en primer lugar, como negación, es decir, como enajenación del pensar humano, después como negación de la negación, es decir, como superación de esta enajenación, como verdadera exteriorización del pensar humano; pero, presa ella misma aun en el extrañamiento, esta negación de la negación es, en parte, la restauración de estos espíritus en el extrañamiento, en parte la fijación en el último acto, el relacionarse—consigo—mismos en la enajenación como existencia verdadera de estos espíritus. (Es decir, Hegel coloca en lugar de aquella abstracción fija el acto de la abstracción que gira en torno a sí mismo; con esto tiene ya el mérito de haber mostrado la fuente de todos esos conceptos impertinentes, que de acuerdo con el momento de su origen pertenecen a distintas filosofías; de haberlos reunido y de haber creado como objeto de la crítica en lugar de una abstracción determinada, la abstracción consumada en toda su extensión,) (Más tarde veremos por qué Hegel separa el pensamiento del sujeto; desde ahora está ya claro, sin embargo, que cuando el hombre no es, tampoco su exteriorización vital puede ser humana y, por tanto, tampoco podía concebirse el pensamiento como exteriorización esencial del hombre como un sujeto humano y natural, con oídos, ojos, etcétera, que vive en la sociedad, en el mundo y en la naturaleza), en parte, y en la medida en que esta abstracción se comprende a si misma y se aburre infinitamente de sí misma, el abandono del pensamiento abstracto que se mueve sólo en el pensamiento y no tiene ni ojos, ni dientes, ni orejas, ni nada, aparece en Hegel como la decisión de reconocer a la naturaleza como esencia y dedicarse a la contemplación.<br /></span></p><div style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-family:Georgia;">(XXXIII). Pero también <st1:personname st="on" productid="la Naturaleza">la Naturaleza</st1:personname> tomada en abstracto para sí, fijada en la separación respecto del hombre, no es nada para el hombre. Es fácil entender que el pensador abstracto que se ha decidido a la contemplación la contempla abstractamente. Como la naturaleza yacía encerrada por el pensador en la figura, para él mismo escondida y misteriosa, de idea absoluta, de cosa pensada, cuando la ha puesto en libertad sólo ha liberado verdaderamente de sí esta naturaleza abstracta (pero ahora con el significado de que ella es el ser—otro del pensamiento, la naturaleza real, contemplada, distinta del pensamiento), sólo ha liberado la naturaleza en cuanto cosa pensada. O para hablar un lenguaje humano, el pensador abstracto, en su contemplación de la naturaleza, aprende que los seres que él quería crear de la nada, de la pura abstracción, de la divina dialéctica, como productos puros del trabajo del pensamiento que se mece en sí mismo y no se asoma jamás a la realidad, no son otra cosa que abstracciones de determinaciones naturales. La naturaleza toda le repite, pues, en forma exterior, sensible, las abstracciones lógicas. El analiza de nuevo unas y otras abstracciones. Su contemplación de la naturaleza es únicamente el acto confirmatorio de su abstracción de la contemplación de la naturaleza, el acto genético, conscientemente repetido por él, de su abstracción. Así es, por ejemplo: el tiempo igual a la negatividad que se relaciona consigo misma (pág. 238, 1. c.) Al devenir superado como existencia corresponde —forma natural— el movimiento superado como materia. La luz es la forma natural de la reflexión en sí. El cuerpo como Luna y cometa es la forma natural de la oposición que, según <st1:personname st="on" productid="la Lógica">la Lógica</st1:personname>, es, de una parte, lo positivo que descansa sobre si mismo, de la otra, lo negativo que descansa sobre sí mismo. La tierra es la forma natural del fundamento lógico como unidad negativa de los opuestos, etc. </span><br /></div><span style="font-family:Georgia;"></span><div style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-family:Georgia;"><st1:personname st="on" productid="la Naturaleza">La Naturaleza</st1:personname> como Naturaleza, es decir, en cuanto se distingue aun sensiblemente de aquel sentido secreto oculto en ella, la naturaleza separada, distinta de estas abstracciones, es nada, una nada que se confirma como nada, carece de sentido o tiene sólo el sentido de una exterioridad que ha sido superada. </span><br /></div><span style="font-family:Georgia;"></span><p class="MsoNormal" style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-family:Georgia;">«En el punto de vista teleológico—finito se encuentra el justo supuesto de que <st1:personname st="on" productid="la Naturaleza">la Naturaleza</st1:personname> no tiene en sí misma el en absoluto» (pág. 225).<br /></span></p><div style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-family:Georgia;">Su fin es la confirmación de la abstracción. «<st1:personname st="on" productid="la Naturaleza">La Naturaleza</st1:personname> se ha revelado como la idea en la forma del ser otro. Puesto que la idea es, así, lo negativo de sí misma o exterior a sí misma, la naturaleza no es exterior sólo frente a esta idea, sino que la exterioridad constituye la determinación en la cual ella es en cuanto naturaleza» (página 227) </span><br /></div><span style="font-family:Georgia;"></span><br /><div style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-family:Georgia;">No hay que entender aquí la exterioridad como sensibilidad que se exterioriza, abierta a la luz y al hombre sensible. Esta exterioridad hay que tomarla aquí en el sentido de la enajenación, de una falta, de una imperfección que no debía ser. Pues lo verdadero es siempre la idea. La naturaleza es únicamente la forma de su ser—otro. Y como quiera que el pensamiento abstracto es la esencia, lo que le es exterior es, de acuerdo con su esencia, simplemente un exterior. El pensador abstracto reconoce, al mismo tiempo, que la esencia de <st1:personname st="on" productid="la Naturaleza">la Naturaleza</st1:personname> es la sensibilidad, la exterioridad en oposición al pensamiento que se mece en sí mismo. Pero, simultáneamente, expresa esta oposición de tal forma que esta exterioridad de la naturaleza, su oposición al pensamiento, es su defecto; que en la medida en que la naturaleza se distingue de la abstracción es una esencia defectuosa (XXXIV). Una esencia que es defectuosa no sólo para mi, ante mis ojos, una esencia que es defectuosa en al misma, que tiene fuera de sí algo de lo que ella carece. Es decir, su esencia es algo otro que ella misma. Para el pensador abstracto la naturaleza, por tanto, tiene que superarse a sí misma, pues ya ha sido puesta por él como una esencia potencialmente superada. </span><br /></div><span style="font-family:Georgia;"></span><br /><div style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-family:Georgia;">«El espíritu tiene para nosotros, como presupuesto, la naturaleza de la cual es la verdad y, por ello, lo absoluto primero. En esta verdad ha desaparecido la naturaleza y el Espíritu se ha revelado como <st1:personname st="on" productid="la Idea">la Idea</st1:personname> llegada a su ser—para sí, de la cual es el concepto tanto objeto como sujeto. Esta identidad es absoluta negatividad, porque en la naturaleza tiene el concepto su plena objetividad exterior, pero esta enajenación suya ha sido superada y el concepto se ha hecho en ella idéntico consigo mismo. Así él es esta identidad sólo como retorno de la naturaleza» (pág. 392). </span><br /></div><span style="font-family:Georgia;"></span><br /><div style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-family:Georgia;">«La revelación, que como idea abstracta es tránsito inmediato, devenir de la naturaleza, es, como revelación del espíritu, que es libre, establecimiento de la naturaleza como mundo suyo; un establecimiento que como reflexión es al mismo tiempo presuposición del mudo como naturaleza independiente. La revelación en el concepto es creación de la naturaleza como ser del espíritu, en la cual él se da la afirmación y verdad de su libertad... Lo absoluto es el espíritu; esta es la definición suprema de lo Absoluto». </span><br /></div><span style="font-family:Georgia;"></span><p class="MsoNormal" style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-family:Georgia;">Lea la <a href="http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/man2.htm">Sección Anterior</a><?xml:namespace prefix = o /><o:p></o:p></span></p><div style="TEXT-ALIGN: justify"></div>Seminario Permanente G. Hegel - K. Marx. Universidad de Chile.http://www.blogger.com/profile/14561136530545912382noreply@blogger.com0